Trabajos de construcción del monumento en Sángrar, 1962 |
El Combate de Sángrar en la Campaña de la Breña. Monumento y Obras Hidráulicas Marcapomacocha
Por el Dr. Teodoro Casana
Miembro Correspondiente del CEHMP
La acción memorable de Sángrar y la magnitud de las obras de Marcapomacocha no son, en esta hora, una coincidencia feliz de sucesos y de personas, sino que obedecen a algo más profundo, a esa "ley inconocible y misteriosa que llamamos gravitación universal y que orienta a los soles en el espacio y a los espíritus en la historia".
La historia es maestra de la vida.
La vida es vocación.
La batalla de ayer por la libertad y la batalla de hoy por el progreso son rayos de un mismo sol, latidos de un mismo corazón: sol y corazón, que significan derecho y deber para " reparar por la paz las ruinas de la guerra”.
Es la voz de la Patria como derecho y es la misión de la ciudadanía como deber.
Los héroes de la guerra, venciendo en Sángrar, lucharon por la soberanía de la Patria. No tuvieron otro ideal ni otra meta.
Los héroes de la paz, dominando la Cordillera, lucharon por el progreso de la Patria. No tuvieron otro ideal ni otra meta.
En un mismo campo, a una misma altura, 4,500 metros sobre el nivel del mar, derramaron sangre y sudor por la Patria y para la Patria: sangre que es gloria, sudor que es redención.
Ninguna batalla se libró en cima tan alta y tan bella como la cima del Ande.
En ninguna parte del mundo se ha realizado una obra portentosa de ingeniería hidroeléctrica como en la vértebra geológica del Ande.
Sángrar es laurel y destino: una misma oración de victoria.
El Ande
Un monumento de granito y bronce, que, por gesto altamente comprensivo de las EE. EE. AA., estamos erigiendo en la planicie de Sángrar, perpetuará, por asociación de las leyes del espíritu, que nos elevan por encima del tiempo, la grandeza del HEROISMO, la majestad del ANDE y la hazaña hidroeléctrica de MARCAPOMACOCHA.
Los mismos obreros que taladraron la nívea montaña y construyeron el túnel trasandino para que las aguas del Atlántico se unan con las aguas del Pacífico en un estrecho abrazo de resurrección, están construyendo el monumento con la misma roca extraída de las entrañas de la cordillera. La concepción piramidal es proyecto del artista Luis Ccosi Salas como expresión simbólica de una trilogía augusta de peruanidad.
No tratamos de remover escombros de rencor sino de renovar nuestra fe en los excelsos destinos de la Patria por la unión y trabajo de sus hijos y por la gloria y honor de sus libertadores.
Allá, en el Ande, arderá esa llamada de fé como faro inextinguible de luz cenital.
El ANDE, macizo piramidal que rasga la bóveda celeste con sus heladas aristas, es la expresión más bella y el acento más culminante de la Naturaleza como obra de Dios.
Se yergue majestuoso, arrogante, hostil a la acción meteorizante del tiempo. Sus glaciares son fuentes de vida y de luz. Sus metálicas entrañas son veneros boyantes de riqueza.
La agresión climática de sus empinadas cumbres y ríspidas laderas, así como la furia de sus tempestades que fulminan rayos de fuego, proclaman su cósmica soberanía. Cúmulos flotantes de blanca nube recorren su espacio como centauros mitológicos. Sus mesetas tectónicas, que alfombran dorados pastizales, y sus lagos de añil, que pueblan blancas gaviotas, imprimen carácter de singular hermosura al paisaje, bajo un límpido cielo con auroras de grana y crepúsculos de rubí. Sólo el cóndor es señor de su cúspide bravía. Hasta la tremenda y fría soledad de la noche aviva el espíritu con canciones de alborozo cuando la luna riela bañando cumbres y abismos con fulgores de plata.
La rebeldía de sus vientos y la candente interrogación de sus volcanes, signos dominantes son de su terciaria estirpe.
Es la montaña más hermosa del mundo.
Allí forjó el sol una raza broncínea con alma de titanes.
Allí surgió un imperio que hegemonizó el dominio de un continente.
Allí se libraron homéricas jornadas por el Derecho y la Libertad.
Allí se libran hoy batallas triunfadoras por la paz y el progreso.
Así es el Ande: Drama y gloria, himno histórico-geográfico de eterna soberanía.
La hazaña hidroeléctrica de Marcapomacocha.
Era el año 1936. El Ing Pablo Boner inició los estudios del Proyecto Marcapomacocha, que consistía en derivar, por medio de un túnel trasandino, las aguas de la vertiente amazónica a la vertiente del Pacífico.
Finalidades esenciales del proyecto: incrementar las cantidades disponibles de agua para la producción de energía hidroeléctrica de las EE. EE. AA. y proporcionar al mismo tiempo un mayor caudal para la agricultura y servicios urbanos de Lima y Callao, ciudades que cuentan con dos millones de habitantes.
El Ministerio de Fomento y Obras Públicas dispuso la realización de estudios y reconocimientos adicionales.
La iniciativa era obra de una mentalidad ejecutoriada y una ley dogmática de la técnica. Las EE. EE. AA. e Hidrandina iniciaron inmediatamente gestiones para obtener el uso de las aguas atlánticas de la cuenca Marcapomacocha, logrando resolución favorable el 13 de Setiembre de 1957. Tres meses después, 5 de Diciembre de 1957, el Directorio de las Empresas Eléctricas Asociadas, que tuvo como mentores al Dr. Gino Bianchini e Ing° Juan Carosio, acordaron financiar la obra y encargar su ejecución a Energía Hidroeléctrica Andina S. A., bajo la dirección del autor del proyecto, Ing° Pablo Boner. Hidrandina contrató a la firma Octavio Bertolero y Cía. para la realización de los trabajos de construcción. En 1960, las EE. EE. tomaron a su cargo, directamente, la culminación de las obras. Para facilitar los trabajos se han construído 67 kilómetros de carretera, que recorre toda la cuenca del Santa Eulalia y cruza la cordillera a 5,100 metros de altitud hasta empalmar con el ramal de Casapalca- Corpacancha y Marcapomacocha.
La obra más recia del proyecto ha sido la perforación del túnel trasandino a 4,335 metros sobre el nivel del mar. La montaña perforada alcanza, en su cúspide, 5,122. El 15 de Diciembre de 1957 comenzaron los trabajos en la boca de entrada y el 15 de Marzo de 1958, en la boca de salida, conectándose los dos frontones en la histórica fecha del 5 de Setiembre del presente año. La roca había sido vencida por el genio del hombre. Graves fueron las dificultades por la rebeldía de la cordillera andina, que creó problemas de orden imprevisible; pero cuanto más dura fué la lucha, más solemne ha sido el triunfo . La unión de las dos vertientes a través del túnel acueducto marca una nueva era de industrialización de las aguas como credo de unión consustancial entre hombre y tierra.
El túnel tiene una longitud de 10.122 metros (10 kilómetros) y una sección mínima de 3.60 metros de ancho por 3.80 de altura, habiendo sido diseñado para conducir un volúmen de agua de 12 m3. por segundo...
Es el obrero andino, hombre de rostro brocíneo con alma de acero, quien ha luchado, con irrenunciable empeño, hasta vencer a la obstinada roca andina en el mismo campo donde lucharon sus antepasados, con homérico sacrificio, hasta vencer a los invasores de la Patria en la memorable refriega de Sángrar.
Capítulo de exaltación especial merecen Carlos Mariotti y Gastón Wunenburger, Gerentes Generales de las Empresas Eléctricas Asociadas, y Pablo Boner, quienes, como Walter Bowery, han sabido confundir en sus pechos los férvidos latidos de la Patria para modelar, por las leyes del trabajo y los supremos ideales del espíritu, la estatua inmortal de una humanidad más nueva y justa.
Marcapomacocha es una obra de alto relieve nacional con supremacía continental.
El Combate de Sángrar.
Chile compara la acción de Sángrar con la de Tarapacá.
Ambas son victorias peruanas y derrotas chilenas.
Allá, en el Sur, campos de arena candente; aquí, en el Centro, punas de tierra fría.
Allá la pampa; aquí la breña. No tuvimos más que un solo ideal: Vencer o morir por la Patria.
Era el 26 de Junio de 1881.
La Campaña de la Breña enarbola en la cima del Ande la misma bandera que venció a la muerte en Angamos y Arica y que fué victoria en Tarapacá el 27 de Noviembre de 1879.
Nieve y sangre es la bandera augusta que preside los albores de la nueva jornada que emprenden en Sángrar los bravos soldados del vencedor de Tarapacá: Andrés A. Cáceres.
Es blanca como el amor de nuestras madres y es roja como la sangre de nuestros héroes. Ninguna batalla se libró a mayor altura en el mundo, 4,500 metros sobre el nivel del mar.
El Batallón Canta y el Batallón Buin midieron sus armas en una lucha cruenta, que la historia de ambos pueblos, Perú y Chile, subrayan con expresiones de singular heroísmo como victoria o derrota.
El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackena dice: "Desde la salida de nuestras tropas de Valparaíso, sobre los aliadas Perú-bolivianas, sólo han tenido dos contrastes: Tarapacá y Sángrar o Cuevas”.
El Batallón Canta había luchado en San Juan y Miraflores y se rehizo en la quebrada de Canta, a órdenes del Coronel Manuel Encarnación Vento, por disposición del General Cáceres.
El Coronel Ambriosio Letelier salió de Lima el 15 de Abril de 1881 con dirección al Cerro de Pasco para batir al Jefe Político y Militar del Centro de la República. Las fuerzas chilenas estaban constituídas por 22 artilleros, 160 jinetes y 1,210 infantes y se adueñaron de la región sin resistencia alguna, entre Chilca, Casapalca, Oroya, Junín y Cerro de Pasco, línea que mantuvieron con extremo rigor e imposición de exagerados cupos, "hasta a los neutrales de la región", originando contínuas quejas y justas protestas. Esta es la razón por la que fué llamado a Lima por el nuevo Comandante en Jefe, Contralmirante Patricio Lynch, siendo enjuiciado más tarde por los tribunales de su Patria.
El General Cáceres, héroe de la Breña, expresa: "Sin haber conseguido su objeto, Letelier emprendió la marcha de regreso a Lima a fines de Junio, dejando una guarnición en Sángrar... Esta guarnición fué atacada y destrozada por las guerrillas organizadas en Canta por el Coronel Manuel Encarnación Vento y dirigidas en el combate por el sargento mayor don Emilio Fuentes, Subprefecto de la Provincia. El combate proporcionó a los guerrilleros más de un centenar de fusiles Comblain. Este nuevo fracaso apresuró la retirada de Letelier, quien abandonó el departamento de Junín sin cumplir su amenaza de incendiar Huancayo, para lo cual hubiera tenido que vencer a mis tropas, que él creía numerosas".
Otro historiador chileno, Gonzalo Bulnes, trata el Combate de Sángrar con mayor amplitud y expresa que Letelier, en su repliegue a Lima, tenía que pasar orillando territorio de Canta. Sabía que en Canta se había organizado un batallón cívico, que lo hostilizaría severamente saliéndole el paso en las fragosidades de los ásperos caminos; y en previsión de inesperados ataques, despachó a Cuevas, cañón fluvial que estrecha la planicie de Sángrar, una Compañía del batallón Buin de 78 plazas, con 3 oficiales y un corneta, muchacho de poco más de diez años. Mandaba la compañía el Capitán José Luis Araneda.
La acción de Sángrar, continúa comentando el historiador chileno, revela un valor a toda prueba de jefes y tropa, pero una detestable pericia militar. Las fuerzas chilenas invadieron la hacienda Sángrar, perteneciente a la familia de don Norberto Vento. Las casas estaban situadas en un explayado de tres a cuatro cuadras, encajonado por tres costados entre altos cerros, posición antimilitar, porque el enemigo podía tomar la altura y dejar a los chilenos en el bajo, tal como había sucedido a Ramírez en Tarapacá. Contiguas a las casas, cuyas murallas eran de piedra, con techo de zinc y rodeadas de corredor, había unos ranchos pajizos. A cierta distancia, en la misma planicie, existía una iglesia, techada también con paja; y en frente de ella, un corralón con murallas de piedras sobrepuestas o pircas, donde se encerraban las mulas y los asnos acarreadores de minerales.
Araneda cometió el error de fraccionar su fuerza y repartirla en grupos sin tener en cuenta la necesidad de mantenerla en block para el caso de un ataque por sorpresa. Sabía que a corta distancia había tropas peruanas; y en vez de tener su compañía reunida codo con codo, en un solo punto, dejó un sargento
con 14 soldados en Cuevas; y todavía envió otro piquete de 12 hombres a bus- car ganado en la vasta serranía circunvecina, sin rumbo fijo y sin cálculo de distancias, quedando así en la imposibilidad de hacerlo regresar en un momento dado.
Al ver Araneda el 26 de Junio, a la 1 p.m., los cerros cercanos coronados de enemigos, dividió sus fuerzas en dos fracciones: una a cargo del Subteniente Guzmán, que ocupó el corralón contiguo a la iglesia, sirviéndole las murallas de parapeto; otra, bajo su mando directo, se colocó delante de la vivienda señorial. El Jefe de las fuerzas peruanas procedió inteligentemente a impedir que los grupos aislados de juntaran. Una fracción rodeó las casas de Cuevas para evitar al sargento que las ocupaba aproximarse a Sángrar. Este tuvo que batirse en retirada por el camino de Casapalca, alejándose del combate principal. Lo mismo tuvo que hacer el subteniente Guzmán, pero después de una resistencia tenaz.
Acosado por las embestidas de numerosos enemigos, que lo atacaban en olas sucesivas, abandonó el corralón y se encerró en la iglesia. Los peruanos pusieron fuego al techo pajizo y el templo se llenó de un humo espeso, que impedía respirar. Guzmán, viéndose con su personal reducido, tuvo que retirarse con dirección a Casapalca.
Araneda se defendió al principio cubriendo el frente del edificio y en seguida tuvo que encerrarse en las habitaciones, haciendo fuego por puertas y ventanas. Después de dos o tres horas de lucha incesante, Vento, prosigue Bulnes, hizo señales de parlamentario; y alzando la voz , pues las líneas estaban a quema ropa, le pidió que se rindiera.
Los chilenos estaban perdidos y sin embargo el combate recrudeció al toque de calacuerda. Los peruanos incendiaron el rancho contiguo; se subieron al techo, arrancando algunas planchas de calamina para disparar por los agujeros.
El fuego del fusil y las llamas del techo pajizo calcinaron los huesos del enemigo, convirtiéndose la casa en un infierno. El combate cesó a media noche con la derrota chilena.
La narración peruana del Coronel Luis G. Escudero, actor del Combate de Sángrar: El Batallón Canta emprendió su marcha gloriosa el 24 de Junio, siguiendo la ruta del Chillón hasta sus nacientes, en Oxamachay, donde acampó el 25. El mismo día 26, en la mañana, una avanzada peruana aniquiló en el paraje estratégico de Colac, al pie de la cumbre de Lacsihual, a una avanzada chilena de " 19 hombres de caballería". Esta tropa iba "buscar ganado" a las haciendas de Oxamachay y Capellayoc. Hubo el propósito de acampar en las alturas del cerro Escaparate, que domina la planicie de Sángrar; pero, considerando que los chilenos, que ya habían tomado posesión de Cuevas y Sángrar, reforzarían sus efectivos con soldados que guarnecían Casapalca, se decidió atacarlos sin pérdida de tiempo. HOY o NUNCA, fué el grito que retumbó de cumbre en cumbre como juramento supremo para vencer o morir por la Patria.
"Dulce et decorum est pro patria mori". ¡Qué honroso es morir por la Patria!
Si no es posible vencer, no es imposible morir.
El Batallón Canta se dividió en tres secciones, que descendieron "precipitadamente" de las alturas de Escaparate, cerraron la quebrada de Cuevas y encajonaron a los chilenos en la hoyada de Sángrar. La lucha tuvo cuadros pavorosos por el incendio de las casas y el grito de muerte de sus ocupantes.
Después de más de dos horas se consiguió desalojar a los adversarios de sus magníficas posiciones, reduciéndolos en el interior de los edificios del fundo y la capilla, desde donde hacían fuego nutrido y con daño evidente. En esta situación, agrega el combatiente peruano, prendimos fuego a la hacienda y conseguimos, de esta manera, reducir a cenizas al famoso regimiento chileno, Buin. Entre las casas de la hacienda había una con techo de calamina, a la que no ofendió; y dentro de ella se había ocultado el Jefe chileno Luis Araneda, tres oficiales y cinco soldados, los mismos que favorecidos por la oscuridad, lograron escapar. Los fuegos cesaron a las doce de la noche y pocos instantes, guiados por la luz del firmamento, emprendimos nuestra marcha de regreso a Canta".
La victoria coronó los esfuerzos del Batallón Canta, cuya plana mayor la componían los siguientes oficiales: Coroneles Manuel Encarnación Vento, Luis G. Escudero, Simón Antay y Lizardo Revollé; Sargento Mayor Juan de Dios Livia; Comandante Lázaro Ollague; Capitanes Victoriano Calderón, Carlos Zuleta y Emilio Fuentes; Capitán de Sanidad Valentín Falconí; Tenientes Marcos Icochea y Práxedes Gutiérrez; Subtenientes Pedro Patiño, Climaco Falcón, Andrés Hidalgo y Felipe Garrido.
"El Combate de Sángrar, dice Alberto Ulloa, es uno de los que mejor caracterizan el espíritu y las condiciones de la resistencia de nuestra serranía a la invasión de las fuerzas chilenas, en 1881".
Los historiadores nacionales Carlos Dellepiani y Jorge Basadre narran el encuentro de Sángrar con el mismo espíritu exaltando el valor y el sacrificio de los soldados de la Breña.
Las palabras del adversario, que hemos citado, le dan a la refriega un marco de mayor relieve histórico en los anales de la guerra del Pacífico.
Señores:
El monumento a los vencedores de Sángrar es la cúspide bravía de la Cordillera de los Andes; tiene la significación de una alianza sublime de paz y progreso y de gloria y eternidad.
Rendimos culto a los héroes, porque los pueblos que no aman a sus héroes son pueblos que viven muertos.
Vivimos una época de paz; pero es una paz con guerra fría, como cielo nublado, que amenaza tempestad.
Tarapacá y Sángrar fueron Tabor de nuestro Calvario en la Guerra del Pacífico. Jefes y soldados rivalizaron en el cumplimiento de sus sagrados deberes. El indio peruano fue soldado de bronce. Cayó en los brazos helados de la muerte; pero cayó como la encina cortada por el huracán. Su resolución de vencer o morir no fue aventura ni temeridad sino conciencia y patriotismo. Su arrojo no fue arrebato sino responsabilidad. Todos fueron latidos de un mismo corazón. Todos tuvieron el alma como blasones de un mismo ideal.
La vida como laurel y la muerte como ciprés fueron excelsos poemas de peruanidad, porque con sangre y victoria trazaron, en las breñas plutónicas de nuestra serranía, los rumbos de cada generación para servir a la Patria con la convicción profunda de que servir es crear. La Patria es nuestro primer latido y es nuestro postrer suspiro. Y como dijo Carlos Augusto Salaverry en rima de cívica oración:
"Quien por su patria vive, nada vive.
Quien muere por su patria, nunca muere".
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Revista del Centro de Estudios Histórico-Militares del Perú, Año XIV, Número 15. 1961-1962
Saludos
Jonatan Saona
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