El 25 de diciembre le correspondió a mi regimiento el servicio de gran guardia. Avanzó como dos kilómetros hasta un punto denominado Manzano; y a mi compañía se la destacó más adelante de avanzada.
Al caer la tarde me ordenaron alistar veinte soldados, dos cabos y un sargento; y acompañados por el capitán-ayudante de semana, avanzamos cinco o seis cuadras más, y durante el camino me dieron instrucciones sobre lo que debía hacer. Me informaron que una caballería enemiga debía pasar por ahí, y que a fin de sorprenderla iban a colocar la tropa que estaba a mis órdenes, de manera de poder cumplir la misión que se me confiaba. Cuando la caballería enemiga se presentase debía dejarla pasar, para que el regimiento se encargara de batirla; y cuando retrocediera huyendo yo debía atacarla, cortarle la retirada y tomar prisioneros.