(Publicado en la revista "Mundial", en Lima, 20 de noviembre de 1925)
Lo conocí de manera casual. Es un viejecito, blanco, menudo, delgado. Nada en su persona incita, a primera vista, la atención. Viste modesto gabán obscuro y sombrero del mismo color, y su cuerpo, algo encorvado por los años, se apoya en un bastón. Alguien me había dicho que era un antiguo marino: un sobreviviente de la guerra del 79. Y resolví entrevistarlo.
Se llama Juan H. Mulgrew y Figueroa. Tiene 64 años de edad. Es huanuqueño. Tan modesto en su indumentaria, lo es, también, como todo hombre de mérito, espiritualmente. Rubores de niño arrebolan sus enjutas mejillas cuando se alude a su participación en la guerra. No obstante, cuando se agudizan sus recuerdos, la apacible y bonachona mirada de sus ojos grises irradia fulgores intensos, y su voz, suave y delgada, adquiere sonoridades de clarín bélico.