15 de febrero de 2022

Fisonomía moral del Congreso de Arequipa



REMEMBRANZAS 
Fisonomía moral del Congreso de Arequipa en 1883. 

Disuelto el gobierno de la Magdalena y consiguientemente el Congreso de Chorrillos por acción de fuerza del Almirante Patricio Lynch gobernador del Perú en nombre del gobierno de Chile; apresado y remitido a San Bernardo, García Calderón, sus ministros y algunos miembros del Congreso por no haber aceptado la proposición de paz con cesión de territorio; pudimos librarnos del cupo y de la prisión ordenada por la autoridad del vencedor, algunos representantes del Congreso. El general Domingo Amunátegui sobrino de don Manuel, propietario de "El Comercio", le dió a este aviso oportuno de la medida autoritaria para que nos la trasmitiese a Luis Carranza, Flores Chinarro, y a mí, que pertenecíamos al periódico, ya clausurado, pero que le acompañábamos en su aislamiento; pues el dignísimo viejo procuraba no tener contacto con los chilenos y encerrado en su imprenta solo lo buscaban muy pocos peruanos. 

Luis Carranza y Flores Chinarro se dirigieron a Tarma antes de la ejecución de las órdenes de Lynch, yo a mi provincia de Cajatambo donde actué como alcalde municipal con atribuciones de jefe de esa zona, atribución que nos dió el general Cáceres a los alcaldes de algunas provincias, según lo he referido en la serie de artículos que sobre el gobierno de Garcia Calderón y su representante en Arequipa y las negociaciones del ilustre prisionero con el ministro americano Logan, publiqué en "El Tiempo" el año antepasado. 

Desempeñando esas funciones y después de haber formulado la primera acta de protesta de la provincia contra el movimiento de Montán, se verificaron las elecciones populares de representantes para el Congreso de Arequipa, y como no podía hacer el viaje por la costa ocupada por el eiército chileno, precisamente porque los periódicos de Lima habían reproducido aquella acta redactada y encabezada por mi, tuve qne hacer rodeo por el interior hasta llegar al Cuzco donde mi distinguido amigo el Contralmirante Villavicencio se hallaba de prefecto y me habia escrito para que así lo hiciera, en caravana con los representantes por Ancash los doctores Tomás y Teodomiro Gadea y Antolin Robles y Antonio Sotomayor. 

Debíamos reunirnos en Tarma con el doctor Román Alzamora, elegido senador por las provincias libres del departamento de Lima, Daniel Zapatel, Carranza y Chinarro para emprender juntos el viaje; pero estando en el Cerro de Pasco, se presentó muy temprano Domingo Olavegoya para averiguar si entre los que habíamos llegado se encontraba Román Alzamora porque un guía le había dicho que al pasar el río de Obrajillo lo había arrastrado la corriente ahogándole sin poderse saber del cadáver; Zapatel optó por encargarse de la jefatura de la escolta de Cáceres que lo acompañó hasta Huamachuco; Carranza y Chinarro no pudieron hacer el viaje y se quedaron en Tarma prestando otros servicios cerca de Cáceres, pues a la desaparición del primer vicepresidente Montero por la ocupación de Arequipa por las fuerzas chilenas del coronel Velásquez; Cáceres nombrado 2° vicepresidente de la República por el Congreso, formó gabinete con Carranza, Chinarro, José Maria García y Epifanio Zerpa.
 
La epidemia de tifus se había extendido desde el Cerro de Pasco hasta el departamento de Apurímac; Federico Villarán, poeta y escritor humorista, que con el seudónimo de Vicente Mérida colaboraba en la "Opinión Nacional", murió de esta peste en Junín, y acometido por ella Carranza y Chinarro en la ciudad de Tarma, tuvieron que retardar su viaje, y es por esta circunstancia que pudieron prestar sus consejos al 2° vicepresidente que asumió el mando supremo después de la batalla de Huamachuco sin perjuicio del comando militar del ejército de la resistencia.

El viaje lo hacíamos a marchas forzadas para llegar a tiempo a la instalación del Congreso, en la época de las lluvias que la dificultan en toda la sierra, obstruyendo el paso por las quebradas de los Andes y aumentando considerablemente el caudal de los ríos en los valles, convertidos en torrentes, que nacen de los deshielos de las cumbres nevadas, y tienen en constante peligro a los viajeros poco diestros que perecen como le sucedió a Alzamora, y al mayor Valdivieso ayudante del prefecto Villavisencio que fué también arrebatado por la corriente de un río cercano al Cuzco momentos después de haberlo encontrado en el tránsito que yo hacía a esa ciudad. 

Al pasar el Pampas, algunos representantes estuvieron a punto de resbalarse hacia el abismo, pues las lluvias habían desecho la senda: el escritor Abelardo Gamarra que iba también al Congreso de diputado por Huamachuco, tuvo que apearse de su cabalgadura y hacer el tránsito de la peligrosa vía, a pié enjuto sirviéndose de los brazos y las manos (a gatas) para conservar el aquilibrio y evitar su caída a las profundidades—Moore, hermano del infortunado héroe de Arica, que iba de diputado por Ayacucho, el doctor Aspuro, de senador y otros más corrieron iguales riesgos para llegar a tiempo a la instalación del Congreso. 

Desprovistos de auxilios pecuniarios que no fueran los que sacaran de sus provincias, pues el gobierno de Montero carecía de los recursos fiscales y lo poco que podia recojerse de contribaciones que se recaudaban a viva fuerza en las provincias del departamento de Puno, se dedicaba escasamente al pré del ejército; los congresantes llegaron a la soñadora ciudad del Miste oficialmente en capital provisional del Perú. 

La sociedad y el pueblo confundidos por un sentimiento único de patriotismo y de justicia los recibió con entusiasmo, con afecto y gratitud, demostrando una vez más el espíritu hospitalario que ha distinguido y simboliza el carácter romár.tico de la mujer arequipeña. 

En muy pocas ciudades había contemplado tan manifiesto el interés por la cosa pública; ahí en cada habitante encontraba tal politico: Creo haber referido en uno de mis artículos sobre el gobierno de García Calderón, que en la peluquería de Ballón era interrogado con insistencia por el Figaro provinciano acerca las cuestiones que trataba el congreso en las sesiones secretas, y con la astucia que gastan ciertos políticos, reunía periódicos extranjeros no estaban a nuestro alcance en otros centros de la ciudad; era un doctor in partibus y un poeta de cálamo currente. 

A los peligros que eran comumes a los representantes que íbamos al Congreso, se agregaban las acechanzas de los montoneros indisciplinados, recelosos de nuestra misión patriótica y las hostilidades de los soldados chilenos por los lugares donde llegaban sus destacamentos, hostilidades que tendían a dificultar el robustecimiento moral y material del gobierno reconstructor de la constitucionalidad y de la resistencia. 

El Congreso se instaló bajo la forma de dualidad de Cámaras, pues la de asamblea unipersonal, habría alterado sustancialmente el organismo constitucional del gobierno que queríamos reconstruir todos los que pensábamos en la normalidad legal. Solamente aceptamos entonces el plebiscito, en previsión de que los desastres nacionales fueran absolutos y nos llevasen a la cesión del territorio, y como ya en el Congreso de Chorrillos habíamos decidido acatar el precepto constitucional de la carta de 1860 que prohibe cesión de territorio, la lógica, el respeto a la ley fundamental y la buena fé que llevábamos para celebrar la paz, nos determinó a aceptar el plebiscito en la forma de actos complementarios de los poderes de los pueblos que nos acreditaban representantes legislativos. Sin embargo hubo algunas provincias que se resistieron a esta autorización y se limitaron a la elección ordinaria, pero las comisiones de poderes no tomaron estas omisiones como puntos de nulidad y dictaminaban contrayéndose a la verdad del acto comprobado por los documentos electorales. 

Presidieron el Senado el gran patricio Manuel Costas, Tomás Gadea y Enrique Romaña, como presidente y vicepresidentes respectivos; y la cámara de diputados Alejandro Arenas, Estanislao Pardo Figueroa, Daniel Rossel y Salas, también como presidente y vicepresidentes, de ella; autorizando los secretarios J. Salvador Cavero. Paulino Fuentes Castro, Clodomiro Cornejo y Teodomiro Gadea como secretarios del Congreso. El personal funcionario estaba compuesto entre senadores y diputados de los siguientes ciudadanos de profesiones distintas y de colores politicos desuniformes; los escribo por orden alfabético: N. Aybar, Alejandro Arenas, Hermenegildo Agramonte, Alvarado, M. Pedro Aspus. Pablo Arias, Martín Alvarez Mercado. Eliseo Araujo, Fernando Alvizuri, Mariano B. Béjar, Francisco Ballón, D. Belaúnde, Victor R. Venavides, Salvador Cavero, Manuel Costas M. Cáceres, Manuel Francisco Clodomiro Cornejo, Melitón Carvajal, A. Cateriano, Ramón Chaparro, Francisco G. Chávez, Felipe Durán, Pascual Dorado, Justo Germán Delgado, Ricardo Espiell, Manuel Esparza, Norberto Eléspuru, Manuel Eráusquin, José de la Fuente, Armando la Fuente, Tomás Fernández, Paulino Fuentes Castro, José Maria Galdo, Tomás Gadea, Teodomiro Gadea, Abelardo Gamarra, Máximo Lino Gamarra, Ramón Gómez Sánchez, Manuel García Calderón, Pedro Garai, Alfredo Gastón, Pedro Gárezon, Antonio Garatea, Teodoro Harmsen, Ricardo Heredia, Manuel Irigoyen, Leonidas Ingunza, Exequiel Yávar, Francisco Luna Guillermo Moore, Daniel Matto, Abel Méndez, Francisco Márquez, Arturo Morales Toledo, Andrés Meneses, José Morales Alpaca, Gregorio Mercado, Manuel T. Medina, Mariano Mendizábal, José Moscoso Melgar, Manuel Mosquera, Justo Niño de Guzmán, Manuel Pío Portugal, Estanislao Pardo Figueroa, Melchor Patiño, Obispo Puirredón, Justo Pastor Fernández, Agustin Pasapera, Trinidad Pacheco Andia, Manuel E. Paredes, Manuel Patiño Samudio, Enrique Romaña, Rossel y Salas, Pablo A. Riveros, Manuel Antonio Rebolledo, Juan. Antonio Rivero, Antolín N. Somocurcio, M. Santa María, Belisario Suárez, José Antonio Sotomayor, Teodorico Terri, Agustín Tovar, Augusto Tamayo, Manuel Celestino Torres, José Manuel Suárez, José la Torre, Gabino Ugarte, Juan Ureta, Samuel Velarde, Manuel M. del Valle, Baltazar Velarde, Marcelino Varela, Miguel Vargas, Buenaventura Vilar, Hipólito Valdez, José Velazco, Avelino Vizcarra, José B. Valcárcel, Juan Vargas, Miguel de Vargas, Adrián Ward, Rafael Zegarra.
 
Los que conocen la monografia de las provincias de la república dirán de la anterior nómina que en ella figuran los más genuinos personeros de la propiedad, del civismo, de las profesiones, de cuanto se acaricia para la selección pol'tica y social en cada vecindario, sobre todo el hecho de venir desde regiones las más apartadas sufriendo contrariedades de lo físico inclemente, de la social prevenida, de las finanzas hechas cero, sin más aire animador y entonante que el aire del patriotismo más puro y religioso, sin más acicate que la dignidad, para corresponder a los anhelos de sus electores que a sabiendas los mandaban al sacrificio; dan titulo imperecedero de mérito para la historia patria y la gratitud de los hombres de bien. 

Todos cumplieron su deber aunque ostentaran aspiraciones secundarias a la de la felicidad de la patria y a la manera de solucionar el gravísimo conflicto de la paz internacional con. el implacable vencedor. Mientras unos como los Gadea; Ricardo Heredia, profesor de derecho eclesiástico en la Universidad de San Marcos inválido e incapacitado físicamente para la acción guerrera; el General Eléspuru entonces coronel; el coronel Morales Toledo; Leonidas Ingunza; Abelardo Gamarra, y otros cuantos que formaron minoría, querían la guerra a todo trance y fueron denominados partido parlamentario del Kepí Rojo: la mayoría apodada partido Aliancista quería la resistencia armada para llegar a la paz pero con la concurrencia de Bolivia, y obedecía al éxito de las negociaciones del presidente cautivo en Chile, por la intervención del ministro americano Logan; siendo insignificante la figuración de los Azules como había calificado el pueblo de los iglesistas: todos con aspiración noble, pues solamente eran señalados los de fuera del parlamento que facilitaron la invasión del coronel Velásquez y los que de la capital geográfica del Perú, guiaban soldados chilenos por las quebradas de Canta y Huarochirí para boicotear al ejército patriota del general Cáceres. 

Las opiniones encontradas de los que significaban distintos colores que no eran sino los distintos caminos que según el criterio de cada círculo parlamentario debía seguirse en el parlamento, motivó incidentes; discursos violentísimos de los senadores Gadea, Heredia y Garatea; apóstrofes terribles del diputado por Huánuco, contra el notabilísimo discurso del poeta y filósofo Samuel Velarde (spirit fort) con la flema de un británico y refiriéndose a un papel impreso que dijo haber encontrado en el atrio de la catedral, página de un articulo del célebre escritor español don Modesto de La Fuente (Fray Jerundio) alude a a la situación de España cuando la invasión de Napoleón 1°. y que coincidía admirablemente con la situación del Perú. 

No comprendiendo Ingunza el alcance, del pensamiento de Fray y del comentario del diputado poeta, salió de su asiento violentamente hasta el medio del salón de sesiones y con voz estentórea dijo: "este discurso es propio para pronunciarlo en la "chichería del Obispo" pero no en un parlamento". El discurso fué una pieza acabada de oratoria, digna de pronunciarse en el parlamento inglés, Pero asi andaba el patriotismo en el corazón sincero de los representantes al congreso!
 
El Congreso de Arequipa se clausuró cumpliendo su cometido: satisfizo todas las exigencias del gobierno de Montero al expedir las pocas leyes de su iniciativa; dió la ley de paz, consultando el compromiso solemne contraído con Bolivia, su aliado; conservó la defensa militar del territorio como un medio necesario para obtener un tratado de paz honroso; puso en esa ley a cubierto el crédito del Perú disponiendo el pago de los acreedores extranjeros, garantidos con el salitre de la provincia de Tarapacá, la indemnización de los gastos de guerra con Chile vencedor y proveyó la elección de 2° vicepresidente de la República en la persona del abnegado guerrero general Cáceres, cuyo proyecto de ley tuve la previsión de presentar. 

El Congreso de Arequipa no fue un Congreso constituyente sino un Congreso restaurador de la tradición legislativa del país de conformidad con la Constitución y el reglamento que había regido a las Cámaras de 1879, interrumpidas por la dictadura de 1881, que funcionó en Chorrillos: tan cierto es que el mismo Chile le reconoció toda legitimidad de poder para tratar de la paz, sobre la base de cesión territorial que rechazamos y fué la causa eficiente de su disolución. 

P. FUENTES CASTRO. 


************
Revista "Mundial" Año II, n°47, Lima, 18 de marzo de 1921.

Saludos
Jonatan Saona

No hay comentarios.:

Publicar un comentario