5 de febrero de 2022

Cáceres sobre Pucará

Andrés Cáceres
Combate y retirada de Pucará, domingo, 5 de febrero de 1882.

En vista de la proximidad del chileno y previendo un encuentro ineludible, resolví proseguir la marcha en la madrugada del siguiente día. Como medida de precaución dispuse que el coronel Secada, con el grueso del ejército y sobre la marcha, tomase posiciones en las alturas dominantes más allá del pueblo Pucará, pues la situación de este lugar no ofrecía ninguna ventaja táctica. La impedimenta tomó la delantera.

A las cinco de la mañana, cuando el ejército se hallaba formado en columna de marcha y se acababa de pasar lista de diana, apareció de súbito el enemigo que, forzando el paso, había caminado toda la noche para alcanzarnos y atacarnos de rebato.

Su artillería, emplazada a pocas cuadras de distancia al frente de la población, rompió sus fuegos protegiendo el despliegue de sus guerrillas, al mismo tiempo que su caballería dirigíase al trote largo a pasar el río Pucará. La sorpresa, sin embargo, no desconcertó a nadie. Los soldados llenáronse de júbilo a la presencia del chileno y a cada cañonazo le contestaban con un estentóreo «viva el Perú». Secada siguió su marcha conforme se había dispuesto. Conmigo quedaron dos compañías del Zepita, e inmediatamente bajé con la 4a, mandada por el capitán Mariano Rodríguez, conduciéndola yo personalmente, al llano a contener al chileno, y situándola al abrigo de unos tapiales en las inmediaciones del río. Opúsose aquí firme resistencia a la infantería enemiga que, ya desplegada y extendiéndose ahora a la derecha, intentaba ganarme el flanco izquierdo, amenazando envolverme. Con la prontitud que el caso requería , hice bajar la otra compañía para que se situase a la altura de la 4a y, a la izquierda, sosteniendo la embestida del contrario.

Después de cosa de un cuarto de hora de haberse iniciado el combate en esta forma, el fuego se hizo más nutrido y el enemigo arreció su empuje, ante el cual retrocedí con la 4a compañía y, afirmándome en una nueva posición de retaguardia, protegí el retroceso de la otra, que seguía en tanto batiéndose y que vino a colocarse a la altura de la 4a. Esta operación se repitió varias veces, y así, en una serie de combates escalonados y sucesivos, se sostuvo la lucha conteniendo el avance chileno y llegando a las inmediaciones de la población.

A consecuencia del continuo subir y bajar el terreno conduciendo a la tropa habíase aflojado la cincha de mi caballo. Desmonté para arreglarla, pero precisamente en esta circunstancia ví que un piquete de caballería enemiga había logrado vadear el río, que estaba bastante cargado por la fuerte lluvia de la noche, y se dirigía al sitio donde yo estaba. Ante tal peligro ordené a mi escolta y a mis ayudantes, que se hallaban en una altura inmediata, que hicieran fuego contra ese piquete, el cual, no pudiendo seguir adelante a causa del fuego y la fragosidad del terreno, tuvo que retroceder.

Parapetadas ahora las compañías en los linderos de la población, se continuó la lucha por algún tiempo y fué debilitándose poco a poco, a medida que afirmabamos la resistencia y menguaba el brío del ataque chileno. Ya habíamos ganado las alturas y nuestra situación táctica había mejorado.

Cuando ya ocupábamos la parte alta, después de contener al chileno, llegó el comandante Ambrosio Navarro, jefe de la artillería, a comunicarme, de orden del coronel Secada, que el grueso del ejército estaba reunido y había tomado posiciones sobre las alturas de la derecha del Cuello de Marcavalle y hallábase listo para combatir. El objeto principal, desprendernos del enemigo y proteger el retroceso del grueso del ejército, estaba cumplido.

A las doce del día estaba concluida la acción; las compañías de Zepita, replegadas en la altura y en orden de combate, aguardando un nuevo ataque enemigo. Pero éste no avanzaba. Para provocarlo a continuar la refriega e incitarlo a seguir hacia el Cuello de Marcavalle, donde formado en batalla esperaba el grueso de nuestro ejército, ordené que bajara una de las compañías, haciendo fuego sobre el chileno. En estas circunstancias, el comandante Navarro, impulsado por un irresistible entusiasmo, se adelantó a dicha compañía disparando contra el enemigo, pero a poco cayó, atravesado por una bala chilena diestramente dirigida.

Qué pasó en las filas enemigas? ¡Los chilenos rehuían la batalla y contramarchaban sobre Zapallanga! ¿Por qué? Lo que veía parecíame inverosímil y para convencerme de tal operación, que bien podía ser un ardid, acompañado de mi escolta me encaminé en dirección a Zapallanga. Efectivamente, el chileno contramarchaba a Huancayo dando muestras de desorganización, pues sobre el campo dejaba abandonados insepultos sus muertos y tirados considerable cantidad de municiones y equipos. Indudablemente que su impulso atacante habíase quebrado ante nuestra resistencia. La campaña comenzaba, pues, a dar sus frutos.

Por nuestra parte, las pérdidas que sufrimos en esta acción fueron relativamente considerables, en comparación con el efectivo que combatió. De nuestros oficiales resultaron heridos los tenientes Manuel A. Montenegro, Federico Morales y Abraham Ballenas; y los subtenientes Demetrio Mercado, de gravedad, Manuel Bendezú, Manuel Domínguez y Ruperto Guerra.

Convencido ya de que los chilenos no intentarían renovar el ataque, replegué mis guerrillas hacia el grueso del ejército. El entusiasmo de la tropa por batirse con el chileno subía hasta el delirio. Lástima que nuestra manifiesta inferioridad numérica y las circunstancias materiales no nos permitieran tornar nuestra defensa inmediatamente en contragolpe. Hubimos de poner la cabeza sobre el corazón.

Al cabo de una hora de espera en el Cuello de Marcavalle, seguimos a Nahuimpuquio, aldea situada en el término de la cuesta de Marcavalle. En la plaza de dicho lugar descansó la tropa y después de comer el rancho, proseguimos la marcha hasta Izcuchacha, donde se pernoctó.


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Cáceres, Andrés. "La Guerra entre el Perú y Chile 1879-1883, extracto de las Memorias de mi vida militar". Buenos Aires, 1924.

Saludos
Jonatan Saona

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