3 de enero de 2019

José Rafael Salinas

José Rafael Salinas
Don José Rafael Salinas
Subteniente del Coquimbo

I.
Fáltanos todavía un nombre, es decir, una heroicidad poco conocida que fijar entre los ensangrentados laureles del rejimiento Coquimbo.

Ese nombre fué el de José Rafael Salinas. rejidor del municipio de Combarbalá.

Esa heroicidad fué su muerte, episodio sublime de Miraflores.

Fué aquel alentado mozo ancho de corazón, hijo de un minero de Combarbalá llamado don Antonio Salinas, si bien él vino al mundo en Illapel el 18 de marzo de 1849.

Cuando tuvo músculo suficiente para levantar del suelo un combo de chancar metales, envióle su padre a la escuela de artes i oficios de Santiago, i allí adquirió ciertas nociones de mecánica que lo ayudaron a ganar algo más tarde medios de subsistencia para sí i los suyos. En la provincia de Coquimbo, como en Caracoles, hízose injeniero práctico de minas, i después, con su crédito cívico, edil de Combarbalá.

II.
Hallábase radicado en ese pueblo durante el segundo año de la guerra, cuando los enganchadores de carne de cañón llegaron a sus agrios campos en demanda de su oficio i solicitaron su ayuda, mediante su conocido entusiasmo por las glorias nacionales.

Aceptó el joven Salinas oferta tan grata a su naturaleza i marchó a la guerra solo tres meses antes de sus dos finales batallas; i en la última ejecutó a la vista de todo el ejército i en especial de su rejimiento, hazañas tales que sobrecojieron aun a los que venían marchando desde Pisagua por el camino de todos los humanos heroísmos.

III.
Logró, en efecto, el subteniente Salinas en lo mas recio del combate de Miraflores i a su conclusión hacia nuestra derecha, matar por su propia mano un jefe peruano, i encaramándose sobre su caballo cautivo lanzóse al medio de la vorájine del combate a la fortaleza foseada i rodeada de minas i polvorazos llamada por unos de la Calera i por otros de la Merced.

Era su propósito evidente tomar por asalto aquel último reducto del enemigo, i empuñando una carabina, quitada también por su mano al enemigo, condujo hasta tres veces un puñado de bravos coquimbanos hasta el foso.

Pero de allí rechazábanles el plomo i la dinamita como si fuesen una coraza impenetrable, hasta que una bala arrebató íntegra la oreja derecha al bravo que los conducía.

Empapóse entonces su rostro i sus barbas en cuajos de polvo i de sangre, i paseando, con voz enronquecida de un grupo en otro grupo, apellidaba todavía a los suyos al último esfuerzo, que era la victoria, cuando recibió en el pecho dos proyectiles que le tendieron por tierra sin lograr apagar del todo sus gritos heroicos. 

El subteniente Rafael Salinas, acaso sin saberlo, era de la escuela de Rafael Torreblanca i de Rafael Varela, tres nombres que ni Atacama, ni Coquimbo, ni Chile sabrán olvidar.


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Texto e imagen tomados de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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