2 de enero de 2021

Cartas de Lima

Recorte del diario
Cartas de Lima publicadas en el extranjero

"CHILE Y PERU.
De diferentes correspondencias fechadas en Lima extractamos lo siguiente:

Del 10 DE ENERO.
Estamos como en el limbo. El General D. Mariano Ignacio Prado, Presidente constitucional de esta república, ha desertado de su puesto y marchándose á Europa, con la fútil disculpa de que allí es indispensable su presencia para la pronta adquisición de no sé que elementos bélicos. El General Prado, á cuya ineptitud debe el país la mala dirección de la campaña, el sacrificio del Huáscar y la derrota de San Francisco, era soportado al frente del gobierno, sólo por respeto al régimen constitucional. Todos teníamos la convicción de que ese hombre funesto no llevaría jamás nuestras armas á la victoria; pero era preciso sostenerlo en el poder para impedir que la revolución viniese. Con la vergonzosa deserción de Prado estamos hoy vecinos á ella. El vice-presidente General La-Puerta, anciano fatuo, testarudo, achacoso, y de pocos alcances intelectuales, ha asumido el ejercicio de la presidencia, conservando á los impopulares ministros para quienes no es mas que un biombo ó maniquí.

A las seis de la tarde del 18, y cuando hacia ya una hora que el vapor había zarpado para Panamá, súpose en Lima la injustificable marcha de Prado. La conmoción pública fué inmensa é indescriptible; pero La-Puerta ó mejor dicho sus ministros de guerra y gobierno desplegaron gran aparato de fuerza para acallar las manifestaciones de la indignación general. Desde ese día la revolución está latente en todos los espíritus, y no pasará mucho sin que ella se presente tremenda é irresistible.

En la batalla de Tarapacá se encontraron sólo tres mil quinientos peruanos, alcanzando contra cinco mil chilenos una victoria que su misma prensa confirma. La división peruana emprendió luego, sin ser molestada por el enemigo, la retirada sobre Arica, en donde hizo su entrada el 19, después de veinte días de fatigosa marcha. Unida esta fuerza á la división Montero, ántes de quince días tomará éste, al frente de doce mil hombres, la ofensiva sobre los chilenos. Faltábanle municiones y la corbeta Unión, burlando los cruceros chilenos, desembarcó en Mollendo millón y medio de cápsulas, cinco mil rifles, vestuario y otros artículos. La Unión es esperada mañana en el Callao de regreso de su arriesgada comisión. Los abundantes pertrechos desembarcados en Mollendo llegarán á Arica en cinco ó seis jornadas, que son las que ordinariamente emplean los comerciantes para el trasporte de bultos entre uno y otro lugar.

El blindado Blanco Encalada y dos buques más de la marina chilena han establecido un crucero al Norte del Callao hasta Panamá. El 19, el trasporte Limeña, al entrar al puerto de Huacho, reconoció al Blanco Encaladla á cinco millas de distancia. Este emprendió la caza y el Limeña, maniobrando con habilidad, llegó en la noche al punto de su destino que era el Callao. El Limeña traía á su bordo un batallón de voluntarios de Chiclayo (310 plazas ), un escuadroncito de caballería formado en Lambayeque (120 hombres), algunos conscriptos embarcados en Casma y 160 caballos. Como Vd. ve, la presa que se le ha escapado al Blanco valía la pena.

El general Buendía, que mandaba el ejército en el combate de San Francisco, ha sido arrestado por Montero y sometido á juicio, conforme á una disposición del gobierno de Lima. El coronel Belisario Suarez, jefe del Estado Mayor, se halla también en juicio en Arica. Ambos merecen ser tratados
con severidad.

Del 25
Una imprudencia del general La Cotera, ministro de la Guerra, ha bastado para que la revolución contra el gobierno de La -Puerta, revolución que, como dije á Vd. en mi anterior correspondencia, estaba en todos los espíritus, estallara de un modo irresistible. El general La Cotera, que con más sagacidad habría logrado tranquilizar al país, tuvo la necesidad de lanzar la chispa que había de producir el incendio. Hé aquí lo que ha pasado.

Hace días que La-Cotera, con fútiles pretextos, iba desarmando ó cambiando jefes en aquellos cuerpos que consideraba hostiles á su persona. El domingo 21 intentó desarmar al batallón voluntarios de Ica, cuyos jefes, coronel Arguedas y comandante Zorrilla, decidieron no obedecer la orden. Inmediatamente La-Cotera, poniéndose á la cabeza de tres batallones y cuatro piezas de artillería, se dirigió á la plaza de la Inquisición, donde estaba el cuartel de los seiscientos iquiños. Estos ocuparon los techos y después de una hora de vivo fuego, en que los asaltantes hicieron uso de su artillería, tuvo La-Cotera que retirarse con grandes pérdidas para ir en busca de más fuerzas. La Cotera peleó allí con mucha bizarría: una bala le atravesó el kepis y otra dió muerte al caballo que montaba.

Entretanto el batallen Guardia Peruana, fuerte de quinientas plazas, y que era otro de los amenazados de desarme, se batía en la plaza principal contra cuatro cuerpos acuartelados en Palacio. El batallón Guardia Peruana es también un cuerpo de voluntarios formado por D. Nicolás de Piérola, quien se batió rifle en mano, á la cabeza de su batallón.

En ambas plazas el pueblo, aunque desarmado, daba vivas á Piérola y hostilizaba con piedras á las tropas de La-Cotera. Este quiso hacer entrar en combate seis batallones más; pero sus jefes declararon que si bien no eran hostiles al ministro tampoco se prestaban á asesinar al pueblo indefenso y mucho ménos á sus compañeros de armas. No hemos venido (decían los soldados) y abandonado nuestros hogares para batirnos con nuestros hermanos sino con los chilenos.

A las ocho de la noche, y cuando el combate llevaba más de dos horas, empezaron a escasear las municiones en los batallones de Piérola y de Arguedas. Estos decidieron retirarse camino del Callao, y al emprender el movimiento se les unió una columna de 200 celadores, dos compañías del batallón Huarochirí y gran número de dispersos de los otros cuerpos.

Llegan á doscientos cincuenta los muertos y heridos. El pueblo se apoderó de las armas de los que caían.

En la madrugada del 22 se presentó Piérola en el Callao donde fué recibido con gran entusiasmo. A las ocho de la mañana las baterías, fortaleza y los dos mil quinientos hombres allí acantonados negaban obediencia al ministro La-Cotera y aclamaban á Piérola. El Prefecto Salaveron y el contraalmirante Hazas, jefe militar de la plaza, fueron destituidos y reemplazados con el Dr. D. Pedro José Saavedra. Piérola contaba ya con cinco mil soldados y mucho pueblo que lo acompañó desde la capital.

Entretanto La-Cotera permanecía en Lima al mando de doce mil hombres que, sin desconocerlo como á ministro, se negaban resueltamente á ir á derramar la sangre peruana. 

Al fin, el vice-presidente general La Puerta llegó á convencerse de que era una insensatez obstinarse en luchar contra el sentimiento público, que su poder era nulo y que La-Cotera, escudándose con el nombre de ese pobre anciano, se empeñaba en ensangrentar el país.

La-Puerta y sus ministros La-Cotera, Químper y Elguera se habían hecho imposibles para el Perú. No podían durar un día más en el gobierno.

A las cinco de la tarde del 22 los jefes de todos los batallones existentes en Lima suscribieron una acta de sometimiento á la autoridad del Sr. Piérola, la presentaron á La-Puerta y La-Cotera y ambos se dieron por despedidos de Palacio.

La Municipalidad, por su parte, redactó también un acta, que firmaron los cabildantes y el pueblo, invistiendo al Sr. Piérola del poder dictatorial. Hoy se encuentran muy tranquilos en sus casas y sin que nadie los moleste ni persiga.

El Dictador hizo su entrada en Lima, en la tarde del 23. El entusiasmo del pueblo y del ejército rayaba en frenesí.

Del 30.
El nuevo gobierno ha sido reconocido por toda la república y por el contra-almirante Montero, general en jefe del ejército del Sur. El temor de que nos envolviésemos en la anarquía ha desaparecido por completo. El país no abriga más pensamiento que el de ayudar al gobierno para alcanzar una victoria definitiva sobre los chilenos y lanzarlos de Tarapacá. Con la fé que todos los peruanos tienen en el señor de Piérola, estamos seguros de que el enemigo será en breve aniquilado. Hoy hay virilidad y entusiasmo, lo que no sucedía cuando el estúpido Prado y el inválido La-Puerta dirigían la administración pública. Hoy se tiene confianza en que los elementos y recursos del país serán bien aprovechados. Para decirlo de una vez, hoy el jefe del Estado es todo un hombre. Inteligencia, energía, valor y honorabilidad: eso es el señor de Piérola.

El 25 quedó organizado su gabinete con el nombramiento de siete secretarios en la forma siguiente:
Guerra.— Coronel D. Miguel Iglesias.
Marina.— Capitán de navío D. Manuel Villar,
Fomento.—D. Mariano Echegaray.
Justicia.—Dr. D. Federico Panizo.
Hacienda,—Dr. D. Manuel Barinaga,
Gobierno.—D. Nemesio Orbegozo.
Relaciones.—Dr. D. Pedro José Calderón.

El Huáscar está ya en activo servicio y se encuentra en Pisagua.

El general Campero, al mando de una división boliviana, ha desalojado á las fuerzas chilenas que ocupaban San Pedro de Atacama. Se disponía á atacar luego Calama, Caracoles y Antofagasta, posiciones defendidas por cerca de cuatro mil soldados chilenos. Las fuerzas de Campero llegan á dos mil hombres.

Del 31.
Ha fondeado en el Callao el vapor Ylo de la compañía inglesa trayendo á los prisioneros del Huáscar y Pilcomayo recientemente canjeados. Él pueblo y las autoridades los han recibido con vivísimo entusiasmo.

Se ha recibido el siguiente telegrama :—El 27, en Tacna, fué, por unanimidad, destituido el general Daza del mando del ejército boliviano, reemplazándolo el coronel Camacho.

La destitución de Daza la esperábamos. Fué en cobardía digno compañero de Prado. Gran parte de responsabilidad en el desastre de San Francisco le cabe á Daza que si, en vez de retroceder en la mitad del camino, sin causa que lo justifique, hubiera continuado la marcha, habría podido llegar á reunirse con el ejército de Buendía el 16 ó 17, es decir, dos ó tres días ántes de la batalla, y evitado acaso con su presencia que se desbandasen las dos divisiones bolivianas que introdujeron el desórden y el pánico en el resto de los combatientes.

Bolivia y el Perú necesitaban para hacer la guerra en toda forma desprenderse de esos dos hombres nulos é imprevisores á quienes habían encomendado la dirección de la campaña. La torpeza de ambos los constituía, más que en enemigos, en aliados de Chile."


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Texto e imagen publicados en "Boletín mercantil de Puerto Rico" 8 de febrero de 1880.

Saludos
Jonatan Saona

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