Eneas Fernández |
Capitán del Talca
V
Pero aquél de los tres hermanos de Talca i del Talca que despertó más vivas simpatías en su honrosa vida i causó más honda sensación de dolor con su prematuro fin, no sólo en su ciudad i en su provincia, sinó en el país entero, fué el que llevó el nombre heroico de Eneas, i se hizo en la guerra digno de él, sucumbiendo a la edad de 28 años, que es todavía la alborada de la juventud.
VI.
Nacido en Talca en 1852, educado en su liceo provincial; después empleado publico notablemente intelijente, oficial entusiasta del batallón cívico de su ciudad, mostró siempre el mas acendrado pundonor, hasta que, lleno de vida i rebosando de patrióticas esperanzas, marchó a la guerra.
Su primer ensayo fué el ascenso del Morro Solar, empresa de titanes, que impasible presenció otro titan, i allí cayó mortalmente herido en sus propias filas su hermano menor.
Su segunda i decisiva prueba fué la de Miraflores, al frente de cuyas trincheras, i, según el testimonio escrito de los que en ella le vieran, desplegó notorio atrevimiento, animando a su fatigada tropa. Se ha dicho con razón que la batalla de Miraflores fué una victoria de oficiales, por la invencible constancia que éstos desplegaron al frente de sus rejimientos, cansados por tres días de marchas i tres noches de vijilia en medio de las balas; i el capitán Eneas Fernández Letelier descolló por su bravura, entre los mejores, en trance tan apurado.
Enronquecida su garganta a fuerza de animar a los suyos, la batalla iba ya a terminarse, cuando, mas afortunado que su hermano el de Locumba, una bala enemiga, recibida a pecho descubierto, le postró en tierra.
VII
Transportado a las auras de su patria en busca del recobro de la vida que aceleradamente se extinguía, "cruel destino — decía de él el diario EL FERROCARRIL del 15 de febrero de 1881,— hace que los dos hermanos Carlos i Eneas vengan a encontrarse juntos en el hospital de sangre de Valparaíso. El bravo capitán Fernández ve sucumbir allí a su querido hermano Carlos.
"Esta terrible impresión, soportada en su lecho de dolor, agravó el estado de sus heridas, determinando una fuerte inflamación al hígado, que se complicaba mas tarde con una incurable pulmonía.
“Como ultimo recurso fué trasportado a Santiago a casa de una de las personas de su familia, en donde ha permanecido los ocho últimos días de su breve pero gloriosa existencia (1).
"Sus postreros instantes, sellados por su increíble enerjía, quedarán por mucho tiempo en la memoria: "Nunca me arrepentiré,— decía,— de haber servido a mi patria, i si puedo levantarme volveré con gusto a rendir por ella la vida."
(1) La respetabilísima señora doña Jesús Sepúlveda, viuda del no menos venerable caballero don Estanislao Silva. La señora Sepúlveda vivía entonces en la Avenida del Ejército Libertador.
VIII
Los restos mortales del héroe talquino fueron trasportados el día 15 de febrero de 1881, un mes cabal desde su inmolación en Miraflores, a la ciudad de su nacimiento, i el pueblo de ésta, congregado espontáneamente i por entero, le recibió en sus brazos, bañando su sarcófago de lágrimas. Al día siguiente, la cita de la ciudad fué en el enlutado templo, que apenas daba cabida a la culta sociedad talquina, profundamente afectada por su pérdida, i a la llorosa muchedumbre, que ama sin saberlo a los héroes.
Después de los oficios relijiosos que en esa ocasión presidio el respetable sacerdote, don Fernando Blaitt. antiguo cura de Talca i que había sido una especie de capellán honorario de su rejimiento, "fué conducido el cadáver, según una relación dada a luz al día siguiente en un diario de la localidad, al carro fúnebre que estaba colocado frente a la puerta de la capilla.
“La comitiva, que era numerosísima, se puso en marcha en el siguiente orden:
”A la cabeza el carro fúnebre, tirado por soldados del batallón cívico; en seguida abrían calle varios soldados del rejimiento Talca, que acompañaron al capitán Fernández en las batallas de Chorrillos i Miraflores. Se distinguía entre ellos el sarjento primero José Anjel Lagos que, a pesar de estar casi imposibilitado para andar, pues usa muletas, hizo su marcha a pie hasta el mismo Cementerio. Seguían los deudos del ilustre muerto i varios amigos, todos a pie; continuaba el batallón cívico con la banda de música a la cabeza, i cerraba la comitiva una larga fila de coches particulares i públicos, i una compacta muchedumbre de a pie i a caballo.
“Frente a la casa de la señora Trinidad Garcés, se detuvo la comitiva, i varias señoras colocaron en el féretro coronas de siempre-vivas i flores; otro tanto se hizo al enfrentar la casa del señor Galvarino Gallardo.
"Por fin, llegó el cortejo fúnebre al Cementerio. Al bajar el ataúd del carro mortuorio, tomaron los cordones el señor intendente de la provincia, el señor juez del crimen, dos de los hermanos del muerto, don Bernardo Letelier, don Luis Ignacio Silva i don Baldomero Arancibia.
"Antes de depositar el cadáver en la sepultura, que ha de guardar para siempre aquellos queridos restos, tomo la palabra el señor Luis Ignacio Silva. Este caballero pinto a grandes rasgos la vida del joven capitán. Su discurso, tan elocuente como conmovedor, hizo derramar más de una lagrima entre los concurrentes.
“En seguida ocupo la improvisada tribuna el juez del crimen señor Gallardo, i describió también de una manera enérjica i elocuente la vida de Eneas Fernandez, como también la de sus otros dos hermanos Milcíades i Carlos Manuel.
"Talca.—-dijo,——debe enorgullecerse de tener en su seno a hijos tan entusiastas i valientes como los tres hermanos Fernández, como el arrojado i temerario Anjel Custodio Corales, como el denodado Miguel E. Letelier i el valeroso Alejandro Concha.
"El discurso del señor Gallardo conmovió también profundamente a la concurrencia, con tanta más razón, cuanto que allí se encontraban presentes los deudos i amigos de los otros oficiales talquinos, a quienes nombró i asoció a la memoria de los tres hermanos Fernández, como compañeros de gloria i sacrificio"
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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna
Saludos
Jonatan Saona
Que sufrimiento para esa familia que perdio a 3 de sus hermanos en una maldita guerra.
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