"El juramento de los héroes
No hemos podido averiguar con exactitud el día en que tuvo lugar el episodio en que vamos a ocuparnos y del cual ningún historiador del combate de Arica hace mención, acaso porque no tuvieron noticia de él, o porque no le reconocieron importancia —que la tiene y grande. — Nosotros creemos que fué el día siguiente en que verificó el primer consejo de guerra.
Incurriríamos en omisión imperdonable si no lo consignásemos en estas páginas, mucho más cuando tiene él puntos de similitud con aquellas escenas caballerescas medioevales de que nos habla la historia. Por eso lo bautizamos con el título de El juramento de los héroes.
El tantas veces recordado subprefecto Sosa nos instó alguna vez a que narrásemos en “El Morro de Arica”— llenando así vacío de que se reciente la historia— el banquete con que el coronel Alfonso Ugarte obsequió a los jefes de la guarnición, en su casa particular, sita en la calle “2 de mayo”, hoy propiedad de la señora Susana Pescetto de Mongillo.
A las 8 de la noche la totalidad de aquéllos rodeaban la mesa. El anfitrión y el doctor Sáenz Peña, segundo jefe del batallón “Iquique”, hacían los honores de casa. No fué un banquete, ni mucho menos, el con que Ugarte agasajó a sus compañeros de armas, en vísperas del combate; fué apenas una modesta comida de confianza. Ni podía tampoco tener mayores proporciones, porque después de un bloqueo de cerca de un año, se carecía de todo en Arica.
De más está decir que el coronel Bolognesi ocupaba el asiento de honor, como así mismo que la conversación versó sobre los preparativos que se hacían para que la defensa resultase eficaz.
Llega la hora de los brindis y Ugarte pónese en pié para ofrecer la manifestación en frases impregnadas en el aroma delicado de su alma. Dijo de la suerte que se deparaba a las escasas legiones y del pensamiento que animaba a todos y cada uno en esos momentos supremos en orden a la defensa; y, desnudando su espada gloriosa, tendióla sobre la mesa, invitando a los presentes a desenvainar las suyas y ratificar el juramento que habían prestado en la junta de guerra, de morir antes que rendirse!
Fue escena imponente, conmovedora; sobre la cruz de sus espadas todos repitieron el juramento propuesto.
El subprefecto Sosa, que se halló entre los presentes, nos decía que la emoción patriótica sacudió, todo su ser.
Bolognesi agradeció el agasajo y las frases pronunciadas en su elogio por el coronel Ugarte. Estuvo inspirado al referirse a las desgracias de la patria en la dura prueba a que el Destino la había sometido.
Tanto este discurso como el de Ugarte, fueron entusiastamente aplaudidos.
También hicieron uso de la palabra el comandante La Torre, los viejos coroneles Inclán, Arias y Aragüez y Várela; cerrando el acto con llave de oro, para emplear la vieja metáfora, el comandante Sáenz Peña, que pronunció el más brillante discurso que hasta entonces se había escuchado de sus labios.
El verbo arrebatador del noble argentino conmovió visiblemente, como en el consejo de guerra, a los circunstantes; siendo de sentir que la historia no registre pieza oratoria de tan subidos quilates.
Pero nosotros, como al principio decimos, no podemos permitir que uno de los más hermosos sucedidos históricos de los muchos que precedieron a la jornada de Arica, permanezca ignorado."
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Vargas Hurtado, Gerardo. "La Batalla de Arica, 7 de junio de 1880". Lima, 1921.
Imagen: "Bolognesi, Biografía Ilustrada", por Carmen M. Pinilla. Lima, 1980.
Saludos
Jonatan Saona
"Si non e vero, e ben trovato". Como señala el texto, ningún historiador ha recogido este suceso con anterioridad, lo que no significa que no sea real.
ResponderBorrarReal o no, es positivo este tipo de enaltecimiento de los héroes en general, y de aquellos que combatieron en Arica en particular. Lo merecen, porque efectivamente se manifestaron dispuestos a combatir hasta el final, sabiendo bien que tal decisión, con mucha probabilidad, les costaría la vida. Como efectivamente ocurrió a la mayoría de ellos.
Fue una decisión serena, viril, adoptada con días de anticipación a la batalla, y eso nos hace considerar que lo hicieron con el total convencimiento de que convenía ese sacrificio a los intereses de su Patria. Y a su honor, por cierto.
En Chile eso se respeta, y da a esos combatientes una categoría especial. No es casualidad que varios de sus nombres se recuerden en calles y plazas a lo largo del país.