La hidalguía, la nobleza de nuestros procederes y la generosidad de nuestros actos con la nación peruana, a todo lo largo de su vida de nación independiente, son galones de oro con que hemos venido marcando la amistad más sincera y menos correspondida, la fraternidad más constante y más alevosamente traicionada.
El oro de nuestros empréstitos y la sangre de nuestros soldados afluyen a las tierras del Inca para asegurarles su independencia en Ayacucho. Con gesto hidalgo rechazan oficiales y tropas las generosas donaciones con que el gobierno de Lima y los pueblos de las provincias intentan pagar a los mercenarios de la Gran Colombia. Invaden nuestro territorio con 8.000 soldados y vencidos por 4.000 bravos en Tarqui, los tratamos con benignidad no superada sin cobrarles el precio de la victoria magnífica. Necesitan en 1866 un ingeniero, mercenario también, que dirija la defensa del Callao ante el sitio de la escuadra española y allá se sacrifica heroicamente, en la formidable explosión del fuerte el bogotano Cornelio Borda. Tienen que huir los ejércitos peruanos ante el avance de las tropas chilenas, tras la batalla de Miraflores, y los colombianos residentes Lima organizan el servicio de las guardias urbanas para proteger a la sociedad de las depredaciones del pueblo y de los posibles excesos de los vencedores. Como San Martín, el pueblo colombiano ha sido el Protector del Perú.
El poco alarde que hacemos de los beneficios que dispensamos es causa de que hechos generosos y magníficos se vayan al olvido. El sitio de Lima del año de 1881 es uno de ellos, que merece recuerdo especial.
Aterrada la ciudadanía con la proximidad de los ejércitos chilenos, que al mando del general Baquedano se habrían de apoderar en breves horas de la capital del Perú, abandonada por las tropas regulares, los colombianos se ofrecieron a constituir una legión que hiciera la guardia de la ciudad, en aquellas horas de desconcierto, de amargura y de peligro. Le cupo el honor de dirigirla a un colombiano ilustre, descendiente de uno de los héroes de Ayacucho, al general David Concha y Fernández de Soto.
El general David Concha nació en Buga el año de 1833 y era hijo de José Antonio Concha Escobar, prócer de la guerra magna, ascendido a teniente en el campo de Ayacucho, y de la señora María Josefa Fernández de Soto y Aparicio. El general Concha se radicó en Lima años más tarde, se casó con doña Elvira Cárdenas y tuvo varios hijos que ocuparon destacada posición en la república peruana.
Ante el peligro común, el general Concha se apresuró a organizar la legión colombiana en el mes de enero de 1881, y fueron tan importantes los servicios que él y sus compañeros prestaron a la ciudad del Rímac que las damas limeñas le obsequiaron con una preciosa medalla de plata, que conserva la familia como una joya de enorme valor histórico y que tiene los siguientes motivos: por el anverso un soldado de guardia con dos figuras de mujer que sostienen respectivamente un ramo de laurel y una corona y una раlma y una llave con esta leyenda: “Las señoras de Lima a la guardia urbana extranjera”. Por el reverso, bajo el sol de Perú y entre una corona de laurel se encuentra la siguiente leyenda: "Testimonio de gratitud por su noble y valerosa conducta en los días de peligro. — Enero, 1881”.
Ya lo dijimos antes: Colombia ha sido el verdadero Protector del Perú.
Jorge Wills Pradilla."
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"Cromos. Revista Semanal Ilustrada". Vol. XXXV, Núm. 864. Bogotá, Mayo 13 de 1933.
Saludos
Jonatan Saona
Lo que los observadores extranjeros teníamos entendido, es que actuó en Lima, durante esos luctuosos días (15-16-17 enero 1881) una guardia urbana formada por extranjeros, cuya presencia fue definitoria para efectos de controlar al populacho alzado, saqueadores y delincuentes. No una guardia colombiana, sino "extranjera", en que tuvieron participación ciudadanos británicos, españoles, italianos y norteamericanos, entre otros.
ResponderBorrarEl artículo parece atribuir solamente a los ciudadanos colombianos todo el mérito de esa valiente y decisiva actuación.
El autor era colombiano y el texto fue publicado en una revista de dicho país por lo que destaca solamente a ellos, y además escrita en el contexto de la guerra entre Perú y Colombia 1933. La Guardia Urbana extranjera era de diferentes países como Francia, Bélgica, Italia, España, Ecuador, Colombia, etc.
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