Ha muerto en un lugar de baños de los Altos Pirineos, Francia, el 30 de agosto del presente año, la digna matrona tarapaqueña Sra. Rosa Vernal de Hilliger.
Fué la Sra. Vernal una madre digna de figurar, por sus virtudes cívicas i privadas, al lado del héroe á quien dió vida, al lado de su hijo, el inmortal Alfonso Ugarte.
No hai peruano que no conozca el comportamiento de Ugarte durante la guerra del 79. Listo para emprender viaje a Europa en compañía de su familia, sobrevino la declaratoria de guerra i el joven á quien su cuantiosa fortuna brindaba un porvenir lleno de halagos, renunció á él por quedarse en su patria á cumplir con su deber. Organizó i equipó en Iquique, por su cuenta, un batallón; i cuando la plaza de Arica cayó en poder del enemigo, Ugarte antes que prisionero del invasor prefirió clavar las espuelas en los hijares del caballo que montaba i lanzarse desde lo alto del Morro al océano.
La respetable madre de Ugarte, que suspendió también su viaje a Europa, trasladóse á Arequipa i allí fué donde instada para que hiciera volver a su hijo á su lado, dió la célebre respuesta que pinta su carácter: Si todas las madres llamáramos a nuestros hijos, ¿quiénes serían los encargados de defender á la Patria?
Frase sublime, llena de patriotismo, que sintetiza toda una profesión de fé respecto á los deberes que estamos obligados á cumplir. Tales palabras, que en boca de un padre hubieran sido acreedoras a las mayores alabanzas, en boca de una mujer, pronunciadas por una madre que tenía en su mano los medios para redimir con cualquier suma de dinero al hijo que se sacrificaba voluntariamente, merecen ser esculpidas como epitafio sobre la loza que guarda sus restos venerandos.
Jamás se amenguó en la Sra. Vernal el odio que hacia los chilenos sentía, i lo llevaba á extremo tal, que sus labios nunca, después de la guerra, llegaron a modular la palabra que expresaba la nacionalidad que tanto aborrecía. Cuando se veía obligada á hablar de ellos, valíase de epítetos como los siguientes: los bandidos, los canallas, los ladrones.
Preocupábala grandemente la suerte de su país, no obstante vivir radicada en suelo extraño, Barcelona, desde muchos años há. La noticia del menor movimiento sedicioso en el Perú trastornábala, porque comprendía que aquello perjudicaba inmensamente a su patria. Era entonces cuando altiva, dolorida por esa nueva desgracia, pedía el castigo i la muerte de los revolucionarios que con sus ambiciones bastardas retardaban el resurgimiento del Perú, al que había ofrendado lo más caro que existía para ella en el mundo, su hijo único, su Alfonso.
Jamás desoyó los llamamientos que en nombre del patriotismo se le hicieran: allí están los balances de la Junta Patriótica en que su nombre figura varias veces, junto con el de su hija Isabel, con ingentes sumas de dinero.
Séale la tierra ligera á la madre amante i patriota; descanse en paz la matrona augusta!
R. E. G.
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Revista Ilustrada "Actualidades". Lima, 15 de octubre de 1903.
Saludos
Jonatan Saona
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