9 de septiembre de 2023

Traslación de los restos


La Apoteósis. Traslación de los restos de nuestros héroes
(Crónica del 15 de Julio de 1890)

Cuanto se diga es poco para dar idea del espectáculo que ha presenciado Lima: estaríamos escribiendo un mes y no acabaríamos de narrar todos los magníficos cuadros, las escenas conmovedoras; ni mucho menos sería posible enumerar las ofrendas que se han depositado sobre los restos venerandos: cantarán los poetas, narrarán los cronistas y á través de los años comentará la Historia, y solo ella referirá el suceso extraordinario, único, el primero de su clase en los pueblos sud-americanos.

Nada igual recuerdan haber visto los que hoy viven, y pasarán decenas de decenas de años para que Lima pueda volver á ver algo parecido.

Esforcémonos por narrar.
Desde la noche del 14 la afluencia de gente al pié de los arcos que se levantaron en el trayecto por donde debían ser llevados los restos era tan numerosa que recordaba la llamada visita de monumentos en los días santos: había notable ansiedad por concurrir á la ceremonia del 15 y las familias se afanaban en hacer adornar las fachadas de sus casas y de sus almacenes; las sociedades unidas hacían colocar tarjetas de duelo en todas las puertas de calle, y puede decirse que á las doce la ciudad estaba enlutada.

Desde las primeras horas del 15 fueron izadas á media asta las banderas de los establecimientos públicos, y no quedó una casa en Lima sin bandera; los escudos nacionales fueron cubiertos con velo negro y al comenzar el tráfico se vió salir á los cocheros en traje de duelo, cubiertos con anchas cintas de crespón sus sombreros de copa, y en los tramways no tan solo se veían cortinajes negros, sino que los conductores cambiaron sus pitos por rondines que anunciaban el silencio y recogimiento.

Desde las ocho de la mañana podía recorrerse el trayecto de la Exposición á Maravillas admirando el espectáculo más bello que no fué posible imaginar: en la plazuela de la Exposición habían sido cubiertas con guirnaldas las verjas de los parques y todos los edificios que rodean la plaza ostentaban cortinas negras, con franjas de plata, guirnaldas y coronas. En el centro de la plazuela se alzaba un catafalco sencillamente hecho de escalas, bajo la dirección de Matellini: tenía de elevación 30 metros, estilo dórico, y en la forma de un bautisterio, ocho grandes cortinajes de cachemira descendían de sus cuatro arcos y ocho pequeños caían como desprendidos de los primeros y sujetos á las columnas; en su coronación se destacaba una cruz formada de escalas; en la parte superior de cada columna había una placa que en letra grande contenía el nombre de un prócer: Miguel Grau, Alfonso Ugarte, Ladislao Espinar, Leoncio Prado, J. R. Ugarte, Diego Ferrer, Pedro Silva y Elías Aguirre.

Ciento y tantas escalas habían servido para la formación de este catafalco.

A partir de la Exposición y colocándose á la entrada de cualquier calle de las que debía recorrer el cortejo, el golpe de vista era sorprendente, pues los brillos de las franjas de plata, los colores de las banderas enlutadas, los cortinajes y cenefas ofrecían á la vez que pintoresco, imponente espectáculo; y al avanzar en cada calle no se podia dar un paso sin admirar el gusto, el capricho, la elegancia y la profusión de los adornos: ha habido competencia en decoraciones riquísimas, las cuales en los templos más suntuosos hubieran sido codiciadas: recamadura de oro y plata; colgaduras de terciopelo, borlón y tules finos; grandes flores de esmalte; borlas de hilado de oro; cordones de seda; trofeos; en fin, las calles principales eran un inmenso pabellón de banderas de todas nacionalidades, bajo el que orientales festones y regias galas se estendían como manto de duelo: puertas de calle había que eran como pórticos de capillas ardientes y balcones que semejaban las elevadas colgaduras de templos adornados para los funerales de un rey; dudamos que en Paris se hubiera hecho nada mejor en primor y magneficencia: lo mejor fué echado á la calle para recibir dignamente a los que pelearon las batallas de la Patria: nadie escatimó su fortuna; poderosos y pobres convirtieron en moradas suntuosas sus moradas y ese honor toca á las señoras que se esmeraron en el adorno de sus casas.
Lima ha sido una ciudad deslumbradora.

Hé aquí una rápida ojeada del trayecto:
Casa del señor Raymond, Belén, fachada con cortinas de terciopelo negro y grandes coronas de ciprés y laureles.

Casa del señor La -Barrera, portada festona. da con sencillez y gusto.

Gustavo A. Patous, cortinaje negro con cintas de plata 

Juana Pérez de Rodríguez, ámplio cortinaje con lazos, que llevaban esta inscripción «á José Rodríguez, su madre.»

Tomás Barros, cortina y pequeñas coronas entrelazadas con laureles.

Cármen de Romano, crespones de seda, ciprés y laurel.

Maria Gutierrez, cortinas negras y laureles de plata.

Mariana G. de Vásquez, cortinas de luto riguroso con cenefas de plata. Esta respetable señora es la digna hermana del contra-almirante Grau.

Tránsito Zavala, cortinas con cenefas de gasa blanca.

José Carrillo, laureles y coronas enlutadas.

Catalina V. viuda de del Valle, cortinaje con ancha flecadura de plata.

El colegio de Belén, tenía todas sus ventanas enlutadas y sobre la puerta un ángel de tamaño natural, con alas de plata, el cual llevaba una gran corona de laurel en la mano, en actitud de colocarla sobre el escudo del Perú, hecho de raso, terciopelo, oro y esmalte; de la corona pendía un ancho listón de raso blanco con bordadura de oro, conteniendo la siguiente inscripción: «honor á los héroes de la Patria. »

Los trofeos que engalanaban esta alegoría llevaban los colores de las banderas francesa y peruana.
J. A. de Lavalle y Pardo, antepecho con laureles y cenefas de plata.

Esquina de Belén, señor Miguel Vega, grandes cortinajes de paño negro y esta inscripción en letras de plata: «al inmortal Grau.»
M. I. Vargas, cachemira negra, lazos con coronas y laureles.
Señora viuda de Plaza, cortinajes con lazos de plata, guirnaldas y coronas.

Rosario Q. de Puente, P. de La-Torre, Rudgue, señora Soria, G. Orbegoso, S. Jacoby y doctor Vásquez de Velazco, cenefas negras entrelazadas con guirnaldas y laureles de plata.

Colegio Whilar, numerosas coronas, lazos de flores, cintas de plata y cortinaje en la puerta principal y ventanas laterales.

Doctor Almenara, hermosas cenefas de plata, grandes cortinajes y guirnaldas.

La «Salvadora Lima», desde la torre hasta el suelo, artísticamente enlutada y con iluminación especial.

Señora viuda de Araníbar, casa de Ugarte, doctor La-Torre, Higginson, Calderoni y Arturo Field, decoración con flores naturales, pequeñas anclas y ramas de laurel.

Han llevado adornos especiales la fachada de la bomba «Lima», el almacén de Castagnola, cubierto por completo de negro desde el techo al suelo.

Casa del señor Paz-Soldán, Basagoytia, Blume, fotografía de Castillo, en una de las casas de Baquíjano se leía «honor a los campeones del Perú», «admiración á los defensores de su bandera», «gloria á los defensores de la Patria.»

Señores Blondel, Welsch, Ludowieg, Cremer Bacigalupi, hotel Americano, Bar, Courret, Pigmalyon y Centro Militar, llevaban adornos caprichosos y variados.

La casa Grace, cortinajes en el interior y exterior, Parrinello, el teléfono, Grau y Cott, cubierta con paño negro la entrada de sus establecimientos.

Sobre el almacén de Sironvalle se leía, en letras de oro: «honor al valor desgraciado», y en el balcón del doctor Dam, entre trofeos, se veía el busto de Grau.

En la plaza principal, todos los clubs nacionales y extrangeros, llevaban cubiertos sus balcones con guirnaldas, coronas y banderas enlutadas, distinguiéndose el Casino español tanto por el buen gusto de sus adornos, cuanto por la calidad y abundancia de ellos.

El local del Concejo, la Casa verde y el Palacio arzobispal, vestían de riguroso luto.
La pila estaba cubierta por una pirámide cuadrangular de cuya coronación se desprendían lazos á los faroles de la verja, la que por completo estaba envuelta en lazos de laurel y grandes coronas ocupaban la parte central de cada una de las caras de la pirámide.

Frente al «Patatrac» se levantaba una hermosa columna sobre cuatro gradas, la que coronaba un sarcófago desde donde se desprendían hasta el pié de la pirámide gruesas guirnaldas ocupando el centro de esta las armas de la Patria formadas de flores naturales.

En la parte baja de la pirámide se leía «gloria á los mártires del Perú» — «imitad el ejemplo de los que se sacrificaron en cumplimiento del deber» — «loor á los héroes» — «homenaje de los empleados del comercio á los que defendieron con honor nuestra bandera.»

La casa Sivori y Panizzoni, había enlutado rigurosamente, con telas muy finas y adornos caprichosos, todos sus almacenes y parte del portal frente á ellos y sobre fondos negros en letras de plata abrillantadas, se veía los nombres de los jefes cuya memoria honraba.

La casa Pilotto había hecho otro tanto.

A partir del Arzobispo, la casa de las señoras Romero, señora viuda de Ortiz, el restaurant Génova, doctor Vega, doctor Arenas, familia Pinto, Denegri, Roldan, Albrecht y Quiroga, llevaban adornos elegantes; muy en especial la casa de monseñor Roca y la de la señora Sancho Dávila.

Siguiendo el trayecto, las casas Garland, consulado de Dinamarca, legación de España, señor Osores, señoritas Ferreiros, señor Barreda, señor Mendoza, doctor Sosa y señor Ayulo, presentaban, podemos decirlo, lo más expléndido en adornos, valor y buen gusto.

En la esquina de Zárate y San José la Sociedad de artesanos Unión Universal, había levantado un monumento de 34 metros de elevación y del orden corintio: de dos cuerpos el primero de 11 metros y de 23 el segundo; sus cuatro frentes adornados con festones negros, orlados de oro; á la distancia sorprendían magestuosamente pareciendo una torre cuya parte culminante llevaba una cruz de madera adornada de raso y oro, la magestad de este monumento era digna del acto que se celebraba y la inscripción que llevaba expresaba con sencillez el sentimiento de la clase obrera: "Las sociedades unidas — á los héroes de la Patria.»

Al centro de la ojiva mayor se veía el sol de la guerra y ramas de laurel formaban la ornamentación de este caprichoso monumento.

Al entrar á la plaza de Bolívar se admiraba un gran pórtico de doce metros de elevación por doce de ancho, estilo gótico, con tres ojivas imitando mármol y granito, ostentaba este pórtico veinte coronas de gran dimensión y en vistosos escudos ochenta nombres de los mejores combatientes, ocho nombres de batallas y sus trofeos estaban compuestos de sesenta banderas, treinta rifles y veinte y tantos sables; su coronación se destacaba con imponente gallardía mostrando las siguientes inscripciones: "el Colegio de Lima al heroísmo" — "imitadlos" — "recordadlos."

Continuando se hacían notar las casas del señor M. E. La -Torre, colegio de la señora Gomez, señorita Asin, taller de costura, bomba «Cosmopolitas, Watson, Alvarez, doctor Acuila, bomba «Roma», Merello, Alzamora, señora de Cornejo, señora Tudela, cuartel «Zepita, Inválidos, «Callao» número 4, Recojidas, Legación de Colombia.

Toda la fachada de la Buena Muerte en forma de arco colgante y el molino de Santa Clara cuyas estatuas llevaban crespones de duelo y la iglesia cortinas con lágrimas de plata.

Continuando las casas del señor Belevan, Bozano, la iglesia de Mercedarias.

Al entrar al boulevard «Bolognesi», se veía una elegante columna cuadrangular en cuyo centro estaba el retrato del héroe de Arica entre trofeos, guirnaldas y coronas; este homenaje pertenecía á los camaleros.

Hemos hecho mención, entre lo mucho que se ha distinguido, de aquello que al paso era posible anotar.

A las once y media en punto llegó el convoy del Callao con los restos y su entrada a la plazuela de la Exposición causó un efecto conmovedor: entre el inmenso gentío que apenas dejaba en la plazuela lugar para colocar un grano de trigo, el convoy avanzó lentamente á dos máquinas, con sus ocho carros llenos de coronas, trofeos y banderas; sus guardias de honor, llevaban vistosos uniformes que atraían la atención pública y entre estos el inmenso cortejo de pié como en otros tantos coches: las bandas del ejército á una rompieron en fúnebres marchas y todas las miradas se dirigieron al convoy; todos los corazones palpitaron como movidos por un resorte; todos los sombreros fueron quitados con respetuosa reverencia, y exclamaciones de dolor y de admiración salieron de entre aquel océano humano.

En aquel momento solemne el fuerte de Santa Catalina hizo sus salvas y de las altas torres se dejaron oir, como lamento formidable, el doble de todas las campanas; en ese momento circuló entre la multitud una composición de Elías Alzamora, miembro del «Círculo Literario» y un magistral artículo de González Prada.

Hallábase bajo el gran túmulo la comisión de recibo, y las de entrega hicieron el acto de depositar los restos en manos de los designados por el Supremo Gobierno, cambiándose discursos entre los señores Melitón Carbajal, coronel Borgoño, Irigoyen y Alcalde municipal.

A la una y veinte minutos comenzó á partir el cortejo. Aquí debemos detener nuestra narración para agradecer a las colonias extranjeras la manifestación singular que han hecho al Perú, asociándose á su duelo: la colonia francesa, la española, la italiana, la alemana, la inglesa, la china, la suiza, la ecuatoriana, la boliviana, la argentina, se han distinguido de manera especial, no tan solo concurriendo en sus más selectas corporaciones, sino enviando coronas preciosísimas para los carros mortuorios: una sola de las cintas del Casino Español importó 25 soles de plata. Después de las colonias, á las que renovamos nuestra gratitud, debemos hacer mención de los pueblos y delegados nacionales que tanto se han afanado por realzar la augusta ceremonia.

Los cuzqueños obsequiaron tres coronas: una de hojas secas y artificiales hermoseadas con rosas té, en fondo de violetas y pensamientos; llevaba esta inscripción: "El Cuzco á la gloria de sus hijos, coroneles Manuel Suarez y Juan B. Zubiaga". La otra estaba formada de hojas secas, tembleques, claveles y trinitarias disecadas, su diámetro era de metro y medio y ésta su dedicatoria: "el Cuzco á su hijo predilecto, coronel Emilio Luna, muerto en Huamachuco".

Un hermoso lazo de raso llevaba esta inscripción: "el Cuzco á R. Cáceres."

El Concejo provincial del Cuzco, estaba representado por una comisión presidida por el doctor Villar; y 300 soles sobrantes de la erogación hecha por los cuzqueños en Lima, fueron destinados á los huérfanos de aquel departamento, muertos en la última guerra.

Los moqueguanos enviaron dos coronas de Aores naturales disocadas y con esta inscripción: «la provincia de Moquegua á los héroes de la Patria. Fué colocada esta corona sobre el ataud de los restos del coronel Gastó.

Otra de flores naturales y cuyo diámetro era de un metro, estaba dedicada á la memoria de todos nuestros héroes.

Los arequipeños obsequiaron una corona de dos metros de diámetro toda de flores y hojas disecadas, margaritas, tembleques, campanillas, begonias, camelias, jeránios, violetas y girasoles, llevaba esta inscripción: "Arequipa", y en el otro lado: « á los mártires de la guerra.»

El Concejo provincial de Islay, dedicó, también, una gran corona de flores naturales disecadas y siempre-vivas, con este lema: "el Concejo provincial de Islay á los mártires de la guerra."

Los piuranos obsequiaron una gran ancla de seda blanca de dos metros y medio, adornada con clavos de plata; en la parte alta y en letras de oro lleva el nombre de «Grau, y en la parte baja «Piura á sus hijos»; además una gran corona de briscado finísimo: «Piura a sus hijos», igualmente un timón de felpa blanco, de un metro, en cada una de cuyas manecillas se hallaba el nombre de un héroe; dos grandes cruces de flores naturales, destinadas á la memoria del coronel Bezada y Melendez, respectivamente.

Avalúase el ancla en más de mil soles de plata y la corona en más de quinientos.

Los lambayecanos y chiclayanos enviaron dos coronas de ciprés y laurel, con la siguiente inscripción: "el departamento de Lambayeque á Elías Aguirre, defensor de la honra é integridad de la Patria"; la otra, estaba dedicada á la memoria de Ferré.

Los hijos de Canta, una corona de siempre vivas naturales, disecadas, con anchas cintas de raso negro y esto lema: «el Concejo provincial de Canta á los mártires de la guerra.»

Los yaulinos una corona de flores barnizadas, plateadas y doradas de 75 centímetros de circunferencia; en sus cintas se leía: «el pueblo de Yauli á los defensores de la Patria.»

Los tarapaqueños hicieron distribuir medallas de plata pabonadas, del tamaño de medio sol, con cintas peruapas enlutadas.

Los huanuqueños obsequiaron una preciosa corona de flores artificiales, camelias, pensamientos y jazmines del cabo, la que llevaba en su parte central, trabajada en briscado, una espada con sus elegantes dragonas y simbólica inscripción en la empuñadura. Este trabajo fué hecho por la señorita Dolores Cámara; además hicieron imprimir un folleto titulado "Leoncio Prado ante la historia" por Domingo de Vivero, y levantaron una suscrición dedicada a la madre de Prado.

A la memoria del bravo comandante Zavala, dedicó una pequeña corona, como representante de Huamachuco, el señor Abelardo M. Gamarra.

El Concejo provincial de Chancay obsequió una corona de un metro de circunferencia, de siempre-vivas y flores disecadas. En los lazos, llevaban el siguiente lema: «el Concejo provincial de Chancay, á los mártires de la guerra.»

Los hijos del Cerro de Pasco, una valiosísima corona, tanto por su calidad como por el arte con que había sido trabajada: el fondo tenía una gran cantidad de plata trabajada en filigrana y sobre rosas, pensamientos y camelias, llevaba en cada hoja, en una tarjetita en miniatura, el nombre de los principales jefes y oficiales muertos en los combates, y en el centro, sobre ébano, la siguiente inscripción: « los hijos del Cerro de Pasco á los que en la guerra con Chile, rindieron su vida en Angamos, Tarapacá, Tacna, Arica, Huamachuco, cumpliendo su deber hasta el heroísmo.» Tenía esta corona 85 centímetros de diámetro y fué una de las que mas llamó la atención general.

Después de los pueblos, de la mayor parte de los que, por la distancia, no pudieron contribuir a la ceremonia, debemos relacionar á los colegios de esta capital:

Vamos á enumerar á algunos:
Colegio de la señora Sologúren, «Instituto Peruano Inglés», una corona grande de jazmines del cabo naturales, con su respectiva dedicatoria á nuestros héroes, en lazo de crespón negro, con letras de papel plateado.

El colegio de la señora Perez de Albela, una corona valiosa de briscado, obra de las alumnas, con la inscripción: « homenaje a los mártires de la guerra.»

El que dirije la señorita Puertas, una corona de rosas pálidas, artificiales, con pensamientos y su respectivo lazo negro y dedicatoria en letras plateadas.

El colegio de la señora Badani de Chavez, llevó a cabo una feliz idea. Las alumnas bajo la dirección de la señora Badani, construyeron un catafalco de cerca de tres metros de alto, trabajo de mérito; cuyos detalles hasta el menor y más difícil, fué ejecutado en el establecimiento, sin apelar á manos hábiles de fuera.

El catafalco semejaba un mausoleo. Estaba todo forrado en terciopelo negro. Su base era una urna, sobre la cual había una pirámide truncada, cuyas aristas estaban cubiertas por velo blanco, adornado con mutiflores, camelias y jazmines artificiales. Los bajos relieves, eran tambien de velo blanco haciendo flores, figurando pequeñas coronas y ramitos.

Coronaba el monumento la figura plateada de un ángel que sostenía otra corona pequeña de jazmines del cabo y pensamientos.

En la parte del centro de esta especie de túmulo se leía, comenzando por la parte superior de la pirámide, la siguiente inscripción, en caracteres bordados con seda blanca: « el colegio de la señora Badani de Chavez, ofrece este homenaje de gratitud á nuestros compatriotas que sucumbieron en defensa del honor nacional.»
En la parte posterior: «Julio de 1900.
En el costado derecho: «gloria á los héroes.»
En el izquierdo : «justicia al mérito.»
Todas estas inscripciones en letras de diversas formas, bordadas con seda blanca.
El trabajo era primoroso. Las alumnas bajo la inmediata dirección de la profesora de bordado señorita Vicenta Gonzalez lo habían llevado a cabo. 

Las alumnas del colegio de Belén obsequiaron una corona grande de camelias, jazmines y pensamientos de género finísimo y briscado, con un lazo de surah negro con dedicatoria: «á los que heróicamente defendieron el honor nacional.»

Las madres de la comunidad de ese convento regalaron una cruz grande de rosas té artificiales, con dedicatoria. El colegio de San Pedro, también dió coronas de flores naturales y artificiales.

Las madres institutrices obsequiaron, igualmente, coronas y cruces de flores artificiales.
Los colegios municipales de niñas, cual más cual menos, todos presentaron ofrendas significativas, consistentes en coronas de flores naturales, artificiales, cruces y anclas.

El colegio del Corazón de Jesús, de la calle de la Merced, una corona de flores artificiales de siempre-vivas y pensamientos, trabajo del establecimiento.
El colegio de la señora Fanning, corona de briscado, figurando flores diversas, corona de flores de género muy fino y de flores naturales.

Todas ellas con sus respectivos lazos con inscripciones elocuentes, al par que sencillas.

El de la señora Lund, idénticas ofrendas, rivalizando con aquellas en gusto artístico y riqueza de material, y una cruz de jazmines del cabo, rodeada por espiral de violetas.

Colegio de la señora Poppe, una gran cruz de flores artificiales, trabajo de las alumnas.
El de la señorita Gomez, una hermosa cruz, que en pequeños escudos llevaba los retratos de nuestros héroes.

Varios colegios de hombres, coronas valiosísimas, distinguiéndose una cruz de los alumnos de los padres jesuitas, de flores naturales у de doscientos soles de valor.

Entre los homenajes particulares, podemos recordar una hermosa cruz de violetas con gran monograma en filigrana de oro, de la señora Ugarteche de Prado, á la memoria de Leoncio.

Una corona de conchas, obsequio de la sociedad Arca de Noé, y otra formada de escamas de pescado.

También mencionaremos una muy hermosa, de la señora viuda de Villate.

Para el carro de los restos del contra -almirante Miguel Grau y al lado del ataúd en que estabau depositadas sus reliquias, se veía la significativa ofrenda entregada por el señor doctor don Manuel María del Valle, en nombre y representación de nuestros compatriotas, residentes en la ciudad de La Paz.

Ella consistía en un lindo almohadón de terciopelo, tachonado de flores también de terciopelo, y cubiertas de finísimo crespón negro, con agarraderas de terciopelo morado, teniendo en una de sus esquinas una corona de flores artificiales, acompañada de una gran faja de terciopelo del mismo color, sobre la cual estaba grabada, en letras de oro, la siguiente inscripción: la colonia peruana de La Paz.

Sobre ese cojin, fué colocada la espada y la gorra de uso del contra -almirante Grau, llevando cada uno de estos significativos recuerdos, su respectiva inscripción.

La espada y la gorra, fué proporcionada al doctor Valle, por la familia del malogrado contra -almirante, y el cojín fué trabajado en la media noche de la víspera, por la distinguida modista señora Legrand, para satisfacer el empeño manifestado por la colonia peruana de La Paz, de rendir tributo a los ilustres héroes de la guerra nacional.

La colonia cubana, la colonia francesa, la ecuatoriana, la española, coronas de lo mejor que fué posible conseguir.

Imposible sería enumerar todas las coronas y cruces obsequiadas; ellas habrán representado valor de no pocos miles de soles.

Entre los homenajes figura también el número dado por la prensa toda, y distribuido gratis al pueblo.

El centro «Lima», distribuyó también una corona fúnebre, con artículos adecuados.

Hubo una corona especial: de hojas de roble, tal como las que servían para coronar á los héroes en la antiguedad: llevaba dos grandes cintas riquísimas, una completamente blanca y otra roja. En la primera se leía: «integridad del territorio»; y en la segunda: «Amantes de la Ilustración.» (Nombre público con que se designaba entonces, á la "Liga Peruana", sociedad secreta, cuya historia hemos de narrar alguna vez).
Llevaba además una placa de acero.

Los carros destinados para conducir los restos estaban preparados de la manera siguiente:
dos carros de la bomba «Victoria»: uno de escalas cubierto de terciopelo negro con franjas de plata; llevaba una capilla pequeña con dos hermosos faroles enlutados; otro de gallo decorado en el mismo órden; ambos conducidos á mano por socios de la compañía. El arreglo de estos carros fué hecho por el señor Antonio Cazeaubon.

La bomba Roma », además de su carro mortuorio, adornó exprofesamente, su carro Reina Margarita, dividido en dos cuerpos, formando el central una capilla con columnas claveteadas de plata; su coronación triangular llevaba dos escudos italianos en los costados y peruanos en el anterior y posterior, cuatro mulas con caparazones de luto, arrastraban este carro, cuyo arreglo fué dirigido por el señor Ferrari.

La bomba francesa dos carros; uno de escalas elegantemente decorado por el señor Malherbe y sobre cuya coronación se veía un globo acerado y en los ángulos de la misma, cuatro magníficos plumeros.

Llevaba fino terciopelo y flecadura y borlas de hilado de plata; dos escudos con las iniciales de la bomba, entre pabellones peruano y francés; llevaba este carro rica corona de briscado, obsequio de la colonia y una cruz de flores naturales obsequio de la bomba; el segundo carro era el gallo «France», adornado en esqueleto; las ruedas de estos carros llevaban un filete de plata.

La "Cosmopolita", su carro Manuel Pardo, con un sarcófago de metro y medio de largo, cubierto con fino paño negro; coronados sus ángulos con perillas de plata y llevando una gran cruz de flores naturales, de los empleados de la cámara de diputados. Este carro fué arrastrado por los dos hermosos caballos del carruaje del señor Olavegoya.

El carro Grau, llevaba un gran docel con perillas de ébano, franjas de plata y coronas valiosas, arrastrado, tambien, por caballos de carruaje particular, dirigido el arreglo por el señor Lanfranco.

La « Salvadora Lima,, dos carros: uno para los restos del general Silva, cubierto de fina cachemira conun pequeño túmulo de 5 metros 50 centímetros de largo, con cenefa y galería de felpa, cordonadura y decoración de plata, é inscripción en madera de mepli y en la parte superior tres cruces. Este carro llevaba 16 coronas. Una obsequio del señor Pardo de Zela, otra del doctor Fernandez, las que estaban entre trofeos. El segundo carro que podía contener cinco cajones, era de escalas y el arreglo, hecho por el señor Pajuelo.

La «Salvadora Iberia», preparó dos carros: de entre ellos uno soberbiamente adornado con pilastras de acero y ébano, decoraciones de plata, guirnaldas, coronas y trofeos. Entre los carros de negro, era sobresaliente.

El gremio de carreteros de mudanza de San Agustín, preparó también para llevar las urnas funerarias cuatro carros: el primero para conducir una pirámide, coronada por el busto de Grau, en traje de parada y de mucho parecido, trabajo todo de briscado, que es lo que había que admirar: el busto se destacaba rodeado por una corona que semejaba la espuma de las olas.

Era obra de mucho mérito y de valor inestimable; los tres restantes adornados con sencillas guirnaldas eran para las urnas.

El Convictorio Carolino presentó igualmente un carro que llevaba una urna rodeada por cuatro grandes estatuas: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, que parecían de alabastro.

Este carro dirigido por Mattelini estaba destinado á Emilio Luna, y fué uno de los mejores.
Llevaba doce cintas con los siguientes nombres, de jóvenes que fueron de la Universidad: Manuel Palomino, Felipe Valle Riestra, E. J. Vila, C. Diaz, Bartolomé Trujillo, Néstor Bermúdez, Genaro N. Llona, Carlos Gonzalez, José A. Torres Paz, Benjamín Fajardo, Mariano Arredondo, H. Lavalle y Pardo. Llevaba este carro el retrato de Luna, entre flores.

Una corona de briscado, de su señora madre y una corona de su hermano, señor Luna y Peralta.

El carro de la «Lima», interpretaba la grandeza del acto y estaba destinado á Grau; tenia dos cuerpos: el primero, con cenefa de terciopelo blanco de 50 centímetros, ornado con franjas de plata; el segundo festonado de paño blanco, flecadura y bordados de plata, salpicado de botones del mismo metal; al centro y á los costados, escudos cubiertos de crespón resaltaban entre coronas de biscuit. En la parte central del carro había una pequeña plata forma, forrada eu borlón, con adornos de terciopelo de miniatura, salpicado de flores de plata.

En cada esquina del carro se veían inmensos plumajes blancos de gran costo, los cuales descansaban en pompones de plata cincelada; delante de la plataforma, una cruz dorada, obsequio de la señora Fanning, hacía contraste con el ancla y la corona de briscado de los hijos de Piura. 

A este carro no le faltaba nada en belleza. Era arrastrado por dos parejas de mulas blancas, á las que servían de palafreneros los mismos señores de la bomba.

Decoración Nicolás Torres.

El carro de los tipógrafos estaba coronado por una columna truncada de la que partían guirnaldas de flores, y delante de ésta, sobre una columna de mármol, de un metro veinte centímetros de alto, un libro simbolizando la Historia con esta inscripción: "á los mártires de la guerra -- 1879-1883 - el cuerpo general de tipógrafos de Lima." Una valiosa corona rodeaba á esta columna.

Los tipógrafos del Callao obsequiaron una gran cruz de 2 metros de alto con esta inscripción: «los operarios de "El Porvenir" del Callao á las víctimas de la guerra,"

Además de estos carros los de primera clase de la Beneficencia de Lima y Beneficencias extrangeras, llevaban adornos especiales y cubiertas sus mulas con tejidos de lana caprichosos.

El carro de los tarapaqueños tambien fué de los más elegantes, el de coronas llevaba cuatro niños esmeradamente vestidos, sobrinos del inmortal Ugarte.

El carro en que eran conducidos los restos de Ugarte, estaba forrado en su plataforma con felpa blanca
A cada costado llevaba una bandera nacional hecha de felpa.
Los caballos eran tirados por caballeros tarapaqueños.

El catafalco del cuerpo de tipógrafos fué modesto y significativo, y en él fueron conducidos los restos del sargento 1.° Adolfo Maldonado, joven de 16 años; que dió fuego al polvorín en el combate de Arica y los del teniente Olivencia.

Cada chapitel de dicho carro estaba coronado con una maceta que contenía un ramo de rosas blancas y jazmines del cabo. Hermosas coronas pendían de los chapiteles.

El ejército compuesto de cuatro baterías de artillería rodada, cuatro batallones de infantería «Zepita», «Huamachuco», «Junín» y «Callao»; de los regimientos de caballería «Húzares», «Cazadores del Perú» y «Escolta de S. E.» al mando del general de división don Juan Buendía, entró por la calle de Juan Simón á la plazuela de la Exposición, formando en martillo en el primer ángulo de la parte de la plazuela que dá frente al de la Penitenciaría.

Una vez en este órden las bandas de música de los diversos cuerpos se reunieron al pié del gran catafalco y ejecutaron la marcha Grau. Cuando había de comenzar el desfile del cortejo, se dió la voz de mando para que el ejército formara en columnas por orden de numeración y así marchara á retaguardia de la inmensa comitiva. 

Una vez que se hubo llegado á la plazoleta del Cementerio, se desplegó en batalla hasta la portada de Maravillas.

Cuando concluyó la ceremonia de inhumación y se retiraron las corporaciones rompieron en columnas, marchando cada cuerpo á su respectivo cuartel.

El desfile del cortejo fué verdaderamente grandioso: de mas sería enumerar las corporaciones y sociedades que concurrieron al ceremonial, pues ninguna nacional ó extrangera, religiosa ó de otro carácter dejó de estar presente en la expléndida manifestación: las sociedades piadosas con sus estandartes riquísimos en los que la plata, el oro y hasta las piedras preciosas se dejaban ver, llamaron la atención y dieron una vista especial al cortejo.

Tambien las logias sin quedar una sola se hicieron presente sin más insignia que una pequeña hoja de acacia en el ojal; por demás brillante era el espectáculo que ofrecian las altas corporaciones oficiales, las academias y centros que llevaban insignias y medallas y entre ese cortejo lo más conmovedor fué la marcha de los niños de los colegios, entre los que notamos á los pequeños versaglieri, á los alumnos de la Escuela Militar, los de la Escuela Naval, los de la de Clases, los grumetes y toda esa falanje que son el porvenir y que llevarán eternamente en su memoria el sublime espectáculo de que han sido testigos.

Algunos cadáveres fueron llevados en hombros, como el de Pardo Figueroa, el de Prado, el del capitán King tras los restos de Alfonso Ugarte y. del general Silva, iban blancos caballos de batalla enjaezados con esmero.

En un mismo carro los restos de Tafur, padre é hijo.

Concurrieron sólo con estandartes 22 sociedades.

Una pirámide de flores llevada por cuatro ciudadanos, obsequio de los empleados de la aduana, llamó extraordinariamente la atención, por la calidad de sus flores, que parecía de betones de azahar, ambrosías, margaritas y jazmines del cabo, y por el exquisito gusto con que estaba formada: calculamos su valor en 800 soles.

Concurrió la marina extranjera en corporación.

S. E. presenció la marcha del cortejo de los balcones de Palacio.

Los halcones en el trayecto se hallaban repletos de señoras, todas en traje de riguroso luto.

Gente del pueblo llenaba las azoteas.

Al pasar la urna de los de Arica, de varios balcones derramaron perfumes, como agua bendita de los templos.

Entre las sociedades humanitarias, iba el cuerpo general de tipógrafos con su respectivo estandarte.

Entre las corporaciones los representantes de la prensa de Lima y el Callao.

Delante de la iglesia de la Merced los tarapaqueños habían levantado un arco de gran altura y de formidables columnas imitando mármol.

Concurrió la corporación de los miembros de la compañía Roncoroni, en traje de etiqueta.
Cada carro iba escoltado por guardia de honor y llevaban las riendas de los carros caballeros palafreneros.

Jóvenes distinguidos llevaban de la rienda los caballos de batalla.

Después del último carro marchaban 20 carruajes particulares, el de S. E. el primero y en seguida todos los públicos.

Por fin llegó el cortejo al Cementerio general,

En la puerta de entrada había grandes cortinajes negros con lágrimas plateadas y anclas bordadas con hilo de oro y plata. En medio una hermosísima cruz blanca de flores naturales. A todos lados guirnaldas y coronas de ciprés con lazo de crespón negro; una roseta plateada, en el lazo y de las cintas pendientes lágrimas de plata.

Los mausoleos fueron adornados con guirnaldas y coronas tanto en el exterior como en el interior.

A la entrada de la capilla, otro cortinaje negro con decoración y adornos semejantes á los de la fachada. Rodeaba todo el marco de la puerta una guirnalda. Al medio una corona de ciprés con lazos negros, lo mismo que en cada uno de los jarrones del frontispicio. Las dos puertas pequeñas que están á los costados de la principal, tenían cintas negras á lo largo de sus cornizas.

En el interior, las grandes columnas estaban rodeadas de paño negro salpicado de lágrimas de plata, intercaladas con guirnaldas, y dejan á descubierto parte de su pintura blanca. Los pedestales se hallaban todos cubiertos de negro.

Alrededor del monumento que había en la capilla cuatro hacheros con cirios adornados con cintas negras de crespón, é igual número de candelabros con bujías.

En cada una de las columnas se veía listones negros y blancos y banderas peruanas con lazo de crespón. Cubrían las puertas interiores de la capilla grandes cortinajes semejantes á los de la entrada.

Del techo pendían guirnaldas, y entre cada dos columnas había, suspendidas, coronas de ciprés con listones y lazos. Una guirnalda rodeaba la corniza de la bóveda.

El monumento del Gran Mariscal Castilla, sirvió de interina sepultura á los restos de nuestros héroes.

Estaba adornado con guirnaldas y de cada una de las estátuas se desprendía una corona de ciprés con lazo negro.

El busto estaba igualmente rodeado con una corona.
Las guirnaldas caían desde lo alto del monumento hasta las rejas, y otras hasta las esquinas del primer cuerpo.

Delante se colocó una gran ancla de flores naturales y de 5 metros de altura, enviada por la Beneficencia, la que estaba compuesta de margaritas, heliotropos, ciprés y laureles y dos coronas. Delante se colocó el elegante y lujoso estandarte obsequiado por las señoras de Lima, hecho de terciopelo blanco y rojo. La bandera caía desde la mitad del asta que estaba enlutada. La reja que rodea el monumento cubierta de guirnaldas. El valor del ancla fué calculado en 500 soles.

Comenzó á llegar la procesión fúnebre al Cementerio general á las 4 de la tarde.

Una vez bajados de los carros los restos, fueron recibidos en la puerta exterior de la capilla por las comunidades religiosas, el Cabildo Metropolitano, presidido por monseñor Tovar y la Sociedad de Beneficencia. Allí se rezaron responsos por el eterno descanso de las nobles almas que animaron á aquellos cuerpos mutilados.

En seguida, después de atravesar la capilla, entraron las cajas mortuorias á la hermosa avenida que conduce al mausoleo de Castilla, pasando por una calle formada por dos brigadas de marinos de la Escuela Naval, la Escuela Militar, el colegio italiano, de uniforme y con rifles escolares; juventud estudiosa, compañías de bomberos y salvadores de Lima y el Callao, junto al mausoleo en que iban a ser depositados, el Cabildo Metropolitano, el clero secular, y regular, el señor obispo Pozo, de Guayaquil; el Consejo de Ministros y comisiones peruanas y otras corporaciones, el señor Director de Beneficencia y miembros de esta filantrópica sociedad.

Conforme fueron llegando los carros que conducían los ataúdes, fueron trasladándose éstos al monumento del Gran Mariscal don Ramón Castilla. Algunas de las cajas que no tenían cabida en la bóveda de él, fueron colocándose detrás. La urna de las cenizas recojidas de Arica, fué colocada a la izquierda y la de Tacna á la derecha.

Apenas llegó el ataúd del contra-almirante Miguel Grau se detuvo un momento á la entrada de la bóveda, siendo sostenido por cuatro bomberos de la «Lima» y se entonó el respectivo responso por la comunidad dominicana, con cirio en mano, bendiciendo la caja monseñor Tovar.

Antes de proceder á sepultar, hablaron el señor Ministro de Justicia doctor don José Gregorio Galindo, el director de la Sociedad de Beneficencia Pública señor Manuel Candamo, el señor Francisco de P. Secada, Ministro de Guerra y el señor Ricardo Heredia, á nombre de la sociedad "Fundadores de la Independencia.”

Cincuenta mil almas formarían el número del cortejo que al llegar al Cementerio presentaba cuadro más grandioso que el que suele verse en Lima en los primeros de Noviembre: era las seis de la tarde y recién había terminado el ceremonial; á las ocho de la noche el gran gentío, sin embargo de su larga peregrinación, volvió a recorrer parte del trayecto para ver los arcos y los catafalcos alumbrados por bujías enlutadas.

Así Lima se recojió, suspendidos todos los espectáculos públicos y cerrados por completo sus establecimientos, para meditar no tan solo en el singular espectáculo que vió, sino también en aquellos cuyas reliquias guarda su Cementerio.


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Gamarra, Abelardo (El Tunante). "Rasgos de Pluma". Lima, 1902.

Saludos
Jonatan Saona

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