“Serían las 5 de la madrugada y estando yo de guardia, divisé un bote que venía entrando por el lado sur, en dirección al puerto. En el acto di aviso al oficial de guardia, quien me contestó demostrando poco interés: “debe ser un bote de pescadores”. A las 8 almorzó la jente y después se tocó zafarrancho yendo la tripulación a sus puestos y desatrincamos las piezas de artillería.
El Comandante mandó a romper los fuegos sobre el objetivo que, como hemos dicho, era el puente, se disparó con las piezas número 1 y 3 del costado de babor. Los proyectiles pasaban por debajo del puente y creyéndolo ya inutilizado, se hizo cesar el fuego y se dio orden de disparar sobre un falucho que se encontraba fondeado en la roda y se veía como a media carga. Los disparos dieron en el blanco y el falucho fue echado a pique.
Después recibimos orden de disparar con las piezas de a 9 situadas en el castillo al bote que en la mañana había entrado al puerto y cual dijo el oficial que era de pescador y por lo cerca que se hallaba del buque no podíamos dar en el blanco.
Visto el resultado negativo, mi Comandante ordenó cesar el fuego y que el bote se trajera al costado de la “Covadonga” para sacar las especies que tenía a su bordo. Así se hizo y fueron extraídos los siguientes útiles: 4 remos, 2 vicheros con punta de bronce, 1 caña de bronce, 1 timón, 1 paño de felpa, 1 espejo, 1 peineta, 1 botella de agua florida y 1 pequeña bandera peruana.
Yo me encontraba sobre la toldilla del buque, en observación, llamándome mucho la atención el empaletado de popa del bote.
En ese momento, mi Comandante, me ordenó que tomara la bandera peruana y la colocase sobre la caja de señales, lo cual, como es natural, me distrajo de lo que yo con tanto empeño observaba: el empaletado en que tenía fundadas sospechas, por notarse que el enmasillado estaba aún fresco.
Una vez todos los objetos a bordo se ordenó que el bote fuera fondeado a una distancia de 800 metros afuera, a fin de que sirviera de blanco cuando se hiciera ejercicio de tiro de rifles. Habíamos avanzado unos 400 metros, cuando se nos hizo regresar por orden de mi Comandante y que el bote fuera colocado al costado de estribor, hacienda confeccionar un aparejo al penol del cruzame de trinquete, para izarlo.
En momentos en que se encontraba en el puente el Comandante Ferrari, el 2° don Enrique Gutiérrez, el teniente 2° don Froilán González y el contador señor Leiton y estando todo preparado para izar el bote, el contramaestre Constantino Micable hizo tesar el aparejo, ocasión sin duda, en que se oprimiera el forminante del torpedo, por haberse rastrillado, el cual debe haber estado comunicado por los cáncamos de proa a popa por dentro de uno de los verduguetes de bronce que tenía el bote.
Una vez teso el aparejo, estallo el torpedo, abriendo un grande agujero en el costado del buque. En ese momento todo fue consternación!...
Pude ver como el pobre contramaestre Micable, voló por los aires por efectos de la explosión.
Esto sucedió el día 13 de septiembre de 1880, a las 3.33 de la tarde, hora de a bordo, pues el reloj de la cámara de oficiales marcaba esa hora que, con el estampido de la explosión, quedo parado.
Inmediatamente, en medio de una grande confusión, nos concretamos a hacer esfuerzos para arriar los botes y poder salvarnos. Otro tanto hacían los oficiales.
Al fin logramos arriar la segunda canoa, embarcándose todos los que podían. Mi Comandante que se encontraba parado en la borda de popa, ordeno al marinero 1° Jorje Chepule, que arriara el chinchorro lo que se hizo después de costoso trabajo, por estar muy atrincado.
La jente se desembarcó desordenadamente y se olvidó de desenganchar el aparejo de popa del chinchorro y por este motivo los tripulantes y la embarcación se hundieron junto con el buque.
El remolino fue tan grande que abarco un gran radio salvando milagrosamente muchos tripulantes de ser envueltos en ese torbellino…
Yo me encontraba por fortuna, a prudente distancia y me mantenía a flote esperando auxilio. A unos cuantos metros divise el bote de los oficiales y nade hasta darle alcance; pero iba tan lleno de jente que no pude ser admitido, ante el peligro de que, por salvar una vida habríanse sacrificado muchas más. Felizmente los del bote me dieron un remo como tabla de salvación. En seguida partió el bote de los oficiales manejado por 4 remos rumbo al Sur.
Apoyado en el remo resolví dirijirme a tierra y cuando había nadado un poco más de una cuadra encontré a mi Comandante Ferrari sosteniéndose a flote en un cajón de batayola. Le ofrecí auxilio por si lo necesitaba y lo rehusó, contestándome que tratara de salvarme yo, que por él no había cuidado.
Seguí nadando hacia tierra y encontré muy luego a un muchacho de apellido Carrasco, ayudante de timonel, agarrado de un coy, de los muchos que flotaban en los alrededores y me suplico lo favoreciera; así lo hice.
Juntamos 4 coyes y formando una balsa la atrincamos muy bien y tomamos una tabla que había a la mano, la que nos serviría de remo, y nos dirijimos a la playa. El mar estaba ajitadisimo y se hacía difícil llegar a tierra sin peligro de ahogarnos. Entonces resolvimos regresar al lugar de la catástrofe y buscamos refugio en los mástiles más altos del buque que se encontraban a flote.
Allí cerca encontramos también al fogonero 1° Emilio N. quien nos acompañó en nuestra peregrinación. Llegamos y subimos al palo trinquete que tenía el cruzame del juanete en seco.
Una vez arriba vimos al maestro carpintero, de nacionalidad brasilero que llegaba a las jarcias de estribor y nos suplicaba le pasáramos un cabo para sostenerse a flote y descansar un poco, pero no pudimos hacerlo, por que no teníamos con que cortar un pedazo, y cuando decidimos ir en su auxilio, tuvimos la desgracia de ver que un tiburón hizo presa de su cuerpo y a los pocos instantes el mar se teñía con su sangre. Desde nuestro lugar de salvación, divisamos después el bote en que iban nuestros oficiales y habrían avanzado 1 y media milla, más o menos, rumbo al Sur, perseguido por una embarcación enemiga, de la que disparaban tiros de rifle, a cada instante, tal vez sin causar daño a los nuestros.
En seguida el mismo bote viendo la inutilidad de su persecución, abandono la caza y enderezo proa hacia nosotros, es decir, adonde se encontraba el buque naufrago y estando ya a una distancia de 2 cuadras, más o menos, oímos los gritos de ¡Viva el Perú! ¡Viva Pierola! Y como nada contestáramos, nos Un varias descargas. El viento Sur era demasiado fresco, lo que hizo acercar poco a poco el bote a nosotros, y sus tripulantes seguían provocándonos con los mismos gritos y vivas anteriores, haciéndonos siempre descargas con sus rifles. Uno de estos disparos saco un pedazo de cruzame del juanete.
En esta emergencia y en vez de morir fusilados a mansalva, sin podernos defender, ideamos e íbamos a llevar a la práctica el plan siguiente: adueñarnos del bote enemigo, para lo cual les diríamos que nos tomaran como sus prisioneros, que nos acercaran su bote para embarcarnos, pues no sabíamos nadar ninguno de nosotros.
Los enemigos que tripulaban la embarcación eran 14, vestidos de paisanos y todos armados.
Nuestro plan se frustro, pues no quisieron embarcar más que a 1 de nosotros; yo y el otro compañero fuimos remolcados por mar, atrincados a un costado del bote, hasta llegar a la playa al lado Norte de un muelle en construcción.
La misma embarcación regreso a recoger unos cuantos tripulantes nuestros que se encontraban a flote. La mayor parte nos hallábamos casi desnudos. Uno de los jefes enemigos, dio orden de que fuéramos al cuartel de los bolivianos, cuando avanzamos un poco, oímos decir: ‘Llévenlos al Hotel Grande’.”
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Urquiola Muñoz, Marcelino. "Recuerdos de la Guerra del Pacífico", 1929.
Publicado en facebook por "Guerra del pacifico al día - 1879-1884"
Saludos
Jonatan Saona
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