Desde el año de 1851 figura en la carrera de la milicia el distinguido jefe cuyo retrato presentamos hoi.
Hijo de militar, abrazó desde mui jóven la carrera de su padre en la cual ha prestado servicios importantes i que son ya conocidos de la nación. Es este cabalmente un motivo suficiente para que, no pretendiendo adornar nuestro escrito con lucidas formas literarias, hagamos una sencilla relación de los méritos que le adornan.
En las rudas campañas de Arauco mostró mas de una vez sus brillantes dotes de militar valeroso e intelijente. Bien conocidos son de los que han seguido las relaciones de esas arriesgadas expediciones el paso del río Quepe en 1869 i la campaña que bajo sus órdenes se llevó a cabo en 1870.
Después de una prolongada permanencia en la frontera fué trasladado a Santiago en 1874 con el batallón 4.° de línea, del cual era primer jefe desde fines de 1868.
En la capital, ese cuerpo fué siempre admirado por su moralidad i disciplina i reconocidos sus importantes servicios, especialmente en las grandes inundaciones de 1877.
Pasando a la guerra contra el Perú i Bolivia encontramos hermosas pájinas de gloria escritas por el coronel Amunátegui. Brilla entre todas la acción de Santa Catalina i Dolores en 18 i 19 de noviembre de 1879. ¿Quién no recuerda aquella marcha paralela al ejército enemigo, después de salvarse de caer con solo 2,000 hombres en medio de 11,000?
La batalla de Dolores en la cual fué dispersado el gran ejército peruano que defendía a Tarapacá i que nos dió la posesión de este rico departamento, debe parte de su feliz éxito al coronel Amunátegui que ocupó en ella el puesto de jefe de la división del centro, colocada en la cima del cerro de la Encañada.
Esa división la formaban los cuerpos 4.° de linea, Atacama, Coquimbo i la batería de artillería del valiente Salvo.
I aquí un detalle poco conocido: el primer cañonazo disparado por ésta, lo fué por órden del coronel Amunátegui, como para dar a conocer a sus enemigos que después de haber marchado paralelamente había llegado al término de su viaje i les daba a su vez la bienvenida.
En la batalla de Tacna, Amunátegui, como jefe de la 3° división, coadyugó eficazmente al feliz desenlace de esa acción, i en Arica, donde no le fué posible encontrarse por cumplir imperiosos deberes, su rejimiento lo representó dignamente llevando a cabo aquella acción tan gloriosa i sorprendente: colocar en el escarpado Morro, en el intervalo de 55 minutos, la bandera inmaculada de la Patria, después de haberse apoderado de un fuerte i ocho reductos perfectamente artillados i defendidos.
Chorrillos i Miraflores, especialmente el primero, vieron al coronel Amunátegui en los puestos del mayor peligro.
El 4.° de línea i el Chacabuco, dos cuerpos de su brigada, fueron los que mas bajas tuvieron en esa gloriosa jornada. En ámbas acciones fué compañero de armas i de glorias del jefe de su división, don Patricio Lynch.
Después de mas de doce años en que ha tenido bajo sus órdenes el rejimiento 4.° de línea, ocupa actualmente el puesto de jefe político i militar del Callao.
Estamos seguros de que en este cargo de labor i de intelijencia, ha de desempeñarse el coronel Amunátegui a entera satisfacción de sus superiores i subalternos, porque es de aquellos hombres que
han principiado obedeciendo para saber después mandar.
Cuando la paz esté firmada, cuando regresen a sus hogares esos valientes soldados que han expuesto la vida en cuatro i cinco batallas, el coronel Amunátegui regresará definitivamente a esta ciudad, i tendrá la satisfacción de haber servido a su patria con esfuerzo, desinterés i grandeza de alma. I vivirá en medio de sus conciudadanos agradecidos que al verlo no podrán menos de recordar estas campañas de prueba i de peligro, en que el coronel Amunátegui ha sabido cubrirse de tanta gloria.
I dirán entonces con razón: "Hé ahí un héroe."
R. V. Osorio Garrido
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Texto e imagen publicados en el periódico "El Hijo de la Patria" núm. 5, Santiago, 6 de agosto de 1881.
Saludos
Jonatan Saona
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