Subteniente del Caupolicán(1)
Natal Eduardo Vega (Ossa por la cuna de su madre), como Torreblanca, como Vallejos, como Blanco i otras tempranas víctimas del patriotismo, fué atacameño.
Educado en su ciudad natal de Copiapó hasta ¡a edad de 14 años, su madre, que había pasado a segundas nupcias, llevólo a Lima en la época precisa en que Torreblanca i Vallejos buscaban allí, con la frente erguida del trabajo, camino a su existencia.
Por su parte, el joven Vega, colocado en el colejio departamental de Guadalupe, mediante los esfuerzos de su padre político, consiguió notables aprovechamientos, señalados por los premios que obtenía en sus clases escolares. Su segundo padre era el caballero don Tristán López, que fué más tarde capitán del Curicó i defendió bizarramente a Lurín al día siguiente de la batalla de Miraflores contra un asalto de montoneras.
III.
Llegó en 1879 para el adolescente alumno de Guadalupe la ocasión de elejir una carrera. El tierno espatriado había cumplido diez i ocho años, era un estudiante aprovechado i luego iba a tener bajo su brazo el diploma del bachillerato que le abría las puertas de la Universidad de San Marcos. Pero huyendo de ser doctor, i "doctor limeño", iba el intelijente bachiller a tomar un puesto en la escuela de medicina de San Fernando, la más antigua de la América española, cuando, a manera de relámpago, estalló la guerra.
IV.
El animoso estudiante atacameño en ciudad de molicie, tihabía cursado—dice uno de sus condiscípulos —en Copíapó, varios ramos de humanidades en el colejio Bruno Cabala primero, que rejentó el malogrado institutor don Zenón Martínez Toro í en el de la Sociedad de Artesanos después, dirijido por don Belisario Aguirre.
"En Lima, sus amigos i compañeros de estudio lo llamaban el chileno Vega, con cariñosa espiritualidad.
"Distinguióse en la clase de matemáticas por su certero tino para resolver los más difíciles problemas.
"Los señores Artidoro García Godos i Antonio Quiroga, sus profesores en ese ramo, lo estimaban i distinguían entre sus más sobresalientes alumnos por la viveza de su injenio"
I en otra parte el biógrafo aludido (que es el notable diarista don P. P. Figueroa) agregaba: "Tenía Natal Vega la idea fija en su mente, de descubrir las verdades que las ciencias naturales ocultan al hombre.
"La medicina, la química i la física, esas tres poderosas ciencias sobre que descansan los conocimientos humanos más avanzados de la edad contemporánea, seducían su espíritu, absorvían sus facultades, sintetizaban su ideal, compendiaban, resumían sus ambiciones."
A la temprana edad en que el destino le forzaba a abandonar el colejio tenía ya formado un
curioso herbario del propio suelo en que debía morir.
V.
La familia López fué cruelmente expulsada de Lima; pero aquella afrenta no quedaría impune.
El brioso repatriado, no encontrando mejor puesto, se alistó de sarjento segundo en el batallón Caupolicán, i en esa capacidad i en la de sarjento primero hizo toda la campaña hasta la partida hacia Lima, a aquella ciudad en la que había pasado los mejores años de su vida, de la cual saliera perseguido por trabillas de jentes que se burlaban del infortunio de una proscripción en masa, i a la que ahora él ambicionaba entrar vengado i triunfante.
VI.
Nos ha dejado el joven Vega, ascendido ahora a subteniente del Caupolicán, en una tierna carta que escribía a su madre desde la rada de Curayaco el 23 de diciembre de 1880, la expresión de una alma injenua i levantada en este pasaje que parece un eco profético de su próxima pero heroica desdicha:
"En todo caso, mamacita querida,—la decía,— le suplico que tenga la suficiente resignación para soportar cualquiera desgracia que sobreviniera.
"Tenga siempre presente que Dios es grande i sabe lo que hace. Si el Dios que hasta ahora nos ha sido propicio, en este caso que se nos va a presentar, es decir, en el combate de Lima, no nos fuera próspero, llore i lloren todos mis hermanos, no por mi muerte, sinó por nuestra derrota, i en caso de salir ileso en semejante acto seria un dolor que nunca lo lloraría lo suficiente.
"Reciba un abrazo de su hijo i exclame junto conmigo: ¡Viva Chile! que es el grito unísono que hoi se siente.
"Adiós. Suyo
Natal"
VII.
En San Juan i en Chorrillos el Caupolicán tuvo, como es sabido, una participación más de espectador que de combatiente; pero llevado al fuego en Miraflores por el pundonoroso coronel don José María del Canto i su intrépido segundo el impetuoso Dardignac, cupo a la compañía en que militaba el subteniente Vega salir al frente de batalla, dispersa en guerrilla, al mando del valiente joven don Alfredo Valdés; i en la atrevida carga que Dardignac emprendió a través de la llanura, aquellos dos nobles mozos cayeron casi juntos para no volver a levantarse. Llevaba Vega levantado el brazo con su espada, animando su jente, cuando una bala le atravesó el costado derecho matándole instantáneamente, pero de tal manera que el brazo al caer sobre el torso tibio del combatiente, cubrió la herida como una venda. Al pasar Dardignac junto a él, creyóle en consecuencia abatido por la fatiga i ordenó le socorrieran, cuando su espíritu vital estaba ya extinguido.
VIII.
Es digno de contarse por ajena pluma este lance heroico. "El subteniente Vega,—dice otro de. los numerosos biógrafos que aquella corta vida alcanzara,—con cuatro soldados i un cabo tuvieron el arrojo temerario de marchar sobre el reducto en el cual se colocaría primero que en ninguna parte el tricolor nacional; pero tal arrojo de valor, costó la vida al pobre subteniente.
"Cuando en efecto se hubieron apagado los fuegos en el reducto, pasó el valiente mayor Dardignac con su comitiva, i al encontrar a Vega tendido en tierra, creyendo que la carrera i la ajitación lo hubieran cansado, dijo: aquí tengo un hijo que es preciso cuidar; dénle agua al subteniente para que se le pase la fatiga i llamen al teniente Soruco para que lo venga a cuidar.
"Las órdenes del mayor se cumplieron: pero el teniente encontró agonizante al amigo i compañero, Una bala había atravesado el pulmón i el corazón de Vega.
"En menos de veinte minutos se había extinguido una vida joven, pues ese día cumplía veinte años el primero de los oficiales que tuvo el arrojo de marchar a tomar un reducto a pesar del fuego vivísimo que se nos hacía de las diversas murallas en que se parapetaba el enemigo."
IX.
Sincero i profundo fué el dolor de los compañeros de armas del subteniente Vega, i tal lo manifestaron a sus deudos en la siguiente carta de duelo que a los últimos ha quedado como la última satisfacción de un destino aciago:
"Lima, febrero 19 de 1881.
"Señora doña Mercedes O. de López—Santiago.
"Respetada señora:
"Al comunicar a usted la triste noticia de la muerte de su hijo i nuestro querido compañero Natal, ¿qué podremos decirle que sea un consuelo para usted?
"Comprendemos de sobra su dolor, pero le rogamos tenga presente que la patria ha exijido el sacrificio de sus hijos i que ha sido necesario pagarlo. Natal fué uno de los elejidos en nuestro cuerpo i nos hemos visto precisados a aceptar tamaña desgracia. Sucumbió luchando hasta el último momento, i luchando con coraje, con bravura asombrosa. ¡Murió como chileno, al pie de su bandera i al frente de sus soldados!
"El destino le ha quitado a usted el cariño de su más amado hijo, pero le ha dejado en cambio su recuerdo inscrito en las honrosas pájinas de la historia.
ii Es verdad que Natal ya no existe; pero su nombre pasará más allá de los siglos i ante él nos descubriremos todos diciendo: ¡Natal Eduardo Vega fué un valiente!
Reciba, señora, nuestro sentido pésame i disponga de sus atentos servidores.—-José María del Canto.— Valentín Torres.— Vicente Palacios B.—Enrique Bernales.—Juan Orbeta.—Marcial Novoa C.—Alfredo Soroco.—Eduardo Kinast.—Carlos S. Lemm.— Víctor M. Bascuñán T.—Felipe S. Beraud."
X.
Una circunstancia más que reviste de melancólica simpatía el recuerdo del valeroso mancebo a cuya existencia consagramos esta pájina tan breve como sus días, es la siguiente:
El subteniente Natal Eduardo Vega había nacido el 15 de enero de 1861, día sábado.
I en día sábado, 15 de enero de 1881, desapareció combatiendo en lejana tierra i con "asombrosa bravura" por la gloria de su patria.
El subteniente Vega vivió solo veinte años, contados hora a hora, minuto por minuto, pero en su voluntario sacrificio consumó la profecía de un ilustre soldado i filósofo americano (el jeneral Miranda), quien, en sus Consejos a su discípulo don Bernardo O’Higgins, cuando era éste un adolescente de veinte años, le decía: "Sólo la juventud del hombre es grande."
II En los vastos horizontes de la inmortalidad vive el alma de un héroe", había dicho también de él otro de sus amigos que le amara en la vida i le admirara en su fin (2)
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(1) Por un error de taller se puso en la lámina que contiene el retrato de Natal E. Vega que era subteniente de Zapadores, cuando en realidad lo fué del Caupolicán i en sus filas peleó i murió.
(2) Es digno de notarse que sobre este joven subteniente del Caupolicán se hayan publicado artículos biográficos en Los Tiempos (marzo 29 de 1881), en El Mercurio de Valparaíso (mayo 18 de 1882), en La Industria de Iquique (enero 15 de 1883), i en La Libertad de Talca (junio 20 de 1882)
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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.
Saludos
Jonatan Saona
Honor al guadalupano chileno Vega...
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