22 de julio de 2019

Arturo Prat

Arturo Prat
ARTURO PRAT

I.
Si en el presente desfile hacia la inmortalidad de los muertos ilustres de Chile engrandecido, hubiérase seguido, por el editor de esta galería nacional (cual es de uso) el orden de precedencia en la heroicidad de las hazañas, en el logro de los sacrificios o siquiera en la prioridad de las fechas, su primera pájina i su primera efijie habrían pertenecido de derecho al capitán glorioso, que el primero entre todos i antes que todos señaló a sus compatriotas, marinos, soldados i ciudadanos, la senda del deber en denodado combate i en sublime martirio.

Mas era preciso dejar hacer su aparición a otros antes que al capitán de Iquique a fin de no sentirse deslumbrados por aquel grandioso reflejo inicial que fué la aureola de la guerra en su cuna i será su inmortalidad en los siglos; i a este propósito convencional, hemos obedecido hasta la presente pájina en nuestra larga tarea de glorificadores.

II.
Mas hoi el sol se ha puesto más allá del horizonte tras la parda montaña. Las sombras descienden sobre el valle. El reino del olvido comienza. I entonces por sí sólo llega el momento de la augusta justicia i de la oportuna, necesitada i grandiosa consagración en los anales de la historia.—Nunca hemos olvidado a este respecto que los restos mortales del capitán de Iquique i de sus valerosos lugar-tenientes en la batalla, sepultados de misericordia por extranjera mano en el médano que presenció su inconmensurable proeza, hállanse todavía guardarlos en extraña bóveda, lejos, mui lejos, de su nativo suelo, i de prestado.

Dicho esto, más como desahogo del ánimo patriótico, que como protesta contra los eternos aplazamientos de la justicia en nuestra morosa tierra, penetramos en el seno de la luz, que se llama la historia, i al pié del faro que el capitán chileno encendiera para iluminar con su proyección infinita la guerra en el mar i en sus colinas, en la playa i la montaña, vamos de lijera a contar su pura, inmaculada, incomparable vida antes del sacrificio magnánimo, antes del redentor ejemplo.

III.
Vio la luz el capitán de fragata de la armada de Chile don Agustín Arturo Prat (quien, si hubiera sobrevivido a sus hazañas, sería hoi, de seguro, uno de sus mas prestijiados almirantes) en el departamento de Itata i en la hacienda de San Agustín de Puñual, situada en las faldas del alto cerro de Coiquén, que mira al mar, en la noche del 3 de abril de 1848.

Muéstrase todavía, con el respeto con que se abre al peregrino un santuario, el aposento blanqueado, protejido por tosco corredor, en que nació el héroe chileno, i aun se nombra i honra en la comarca, así como el sitio de la cuna, el nombre de la campestre matrona que asistió a la bendecida madre en su alumbramiento. Ufano todo el pueblo comarcano, ha erijido por esto en la plaza de la ciudad cabecera del departamento, que es Quirihue, un monumento de mármol que da testimonio de su justísimo orgullo i digno decoro lugareño.

IV.
Por sus antecesores, era el capitán Prat de estirpe catalana, procedente de Jerona, ciudad antigua de guerra, vecina de Sagunto, de la que, en los primeros albores de la revolución sudamericana (1811), había pasado a Chile i al Perú, por móviles de comercio, su abuelo paterno don Ignacio Prat.

Asesinado éste en una celada de hurto en la Serena, mientras perseguía su honrado comercio, algo más tarde (1824), quedó su viuda, una señora oriunda de Valdivia, llamada doña Agustina Barril, a cargo de varios hijos, i entre éstos, de uno que llevaría el nombre de su madre i el sello del infortunio del autor de sus días.

Don Agustín Prat (que así llamábase el último), dedicóse en efecto al comercio, como su padre, i como él no tuvo fortuna, sinó antes bien innumerables desdichas, enfermedades prolongadas, un incendio de su almacén en Santiago, cuando no había bombas ni seguros, i por último la esterilidad del campo, que antes de abrirse inopinadamente el mercado de California en 1849, era casi yermo en Chile.

Su única compensación, en medio de sus dolores físicos i quebrantos industriales, había sido, durante todo el tiempo que las plagas duraron, su esposa, mujer que cultivó en sus hijos, enseñándoles con el ejemplo la santa resignación del sacrificio, con el amor probado i con la lei inmutable del deber cumplido, el sendero que condujo al mayor de ellos desde su seno a la inmortalidad. La señora María del Rosario Chacón, hija de un entusiasta patriota de la independencia, i nieta, por su madre, de un marino italiano que pereció al servicio de Chile en las aguas del Cabo de Hornos, al unir su suerte a la de un hombre de bien, aceptó, a ejemplo de la mujer chilena i de la mujer bíblica, por entero el lote de su suerte.

Por manera que cuando todos los senderos del solicitado bienestar de la familia cerráronse para su esposo, fuése la virtuosa consorte a compartir con él, en las soledades de una remota estancia de provincia, el pan que el tardo arado rendía entonces al hogar en Chile. La hacienda de San Agustín de Puñual era propiedad de sus padres que la cedieron en arriendo a su marido, para enajenarla poco después, en razón de la merma jeneral de los valores de campo que por aquellos años afectó a todo el país. Hoi es propiedad de un caballero, catalán también, don Javier de Codina, que sabe honrar su raza con el culto de los recuerdos.

V.
Pero en medio de sus contrastes de aciaga suerte i como si el destino hubiera querido anticipar recompensa amplísima a la familia peregrina, nacióle a la madre abnegada en el desamparo de la comarca montañosa, el hijo cuya memoria su país hoi aclama i ella bendice, bajo las circunstancias que dejamos señaladas.

Da de aquéllas vivo testimonio la fe de bautismo del infante; i como lo que hai mas admirable i mis digno de estudio en la vida del capitán Prat, es la inquebrantable unidad de su existencia que es inalterable, sólida, indestructible como el acero, desde el pañal al sudario, conviene, a fin de dejar bien establecidos sus verdaderos e inmortales atributos, no quede relegado al olvido ni el más nimio de los detalles que a esa convicción suprema conduzcan. En este sentido la vida que vamos a trazar dentro de marco comparativamente estrecho, había de componerse de piezas justificativas, de apreciaciones morales, de cartas íntimas, de confidencias, de fallos del alma, del criterio ajeno, antes que el nuestro porque así aparece en el conjunto realzada en sus verdaderas proporciones la talla del  héroe. I para empresa semejante ningún trozo de granito habrá de estar de más, una vez allegado al alto pedestal que sustentará la colosal efijie.

VI.
Conforme al juicio vulgar de las muchedumbres, que más que ser convencidas gustan de fascinarse, la verdadera i para muchos la única gloria del capitán de Iquique arranca del hecho i de la fecha en que consumó su renombrada hazaña en esas aguas.

Pero lo que la justicia póstuma ha recojido sobre sus días, su carácter, su virtud, sus principios i sus hechos, así como sobre las luchas de su vida al ser ésta segada en su primor lozano, demuestra con indestructible evidencia que el acto final de la existencia del abordador del Huáscar no fué sinó la consumación lójica i sencilla. sin preparación i sin violencia, de una serie de antecedentes morales que formaban la integridad inmaculada e indestructible de su corta pero jenerosa carrera de hombre i de marino.

Es esa unidad, que se extiende desde las selvas del Itata a las playas arenosas de Tarapacá durante el espacio de 31 años, lo que constituye, a juicio nuestro, la verdadera grandeza moral del ínclito chileno que se llamó Arturo Prat; i por eso incorporamos aquí, como el primer anillo de la rota cadena, recojida hoi con piadosa solicitud e incansable afán, de entre las piezas justificativas del proceso de su gloriosa carrera, su fe de bautismo hallada en la parroquia de Ninhue, a dos leguas del selvático sitio en que naciera, i la cual, así cuenta su excepcional venida al mundo:

"En esta iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario de San Antonio de Ninhue, a dos días del mes de marzo de mil ochocientos cuarenta i nueve, puse óleo i crisma i bauticé solemnemente a Agustín Arturo, de once meses menos dos días, hijo lejítimo de don Agustín Prat i de doña María del Rosario Chacón, naturales de la hacienda de San Agustín de Puñual de este curato. Fueron padrinos don Andrés Chacón i doña Josefa Chacón. De todo lo cual doi fe.—J. Bartolomé Venegas.

“Es copia fiel del libro i a foja a que me refiero.—-José Ignacio Lafuente, cura vicario"

"Quirihue, junio 15 de 1879.—Certifico que el presbítero don José Ignacio Lafuente, que suscribe la copia precedente, es el cura de la parroquia de Ninhue en el departamento de Itata. —-José Ignacio León, notario público.

VII.
Cuando el tierno montañés así tardíamente bautizado, porque nació enfermizo i aun mudo (al decir de su madre), hubo cumplido quince meses, trajéronlo a Santiago por la vía marítima de Talcahuano. I con este motivo su madre, tan amante como previsora, ha referido en más de una ocasión al que estos recuerdos compajina, que a fin de robustecer la frájil estructura del niño predestinado, cuidaba durante su navegación a vela a Valparaíso, en el invierno de 1849, de mojarlo todas las mañanas en el agua fría i fortificante del océano,—Era ese el bautismo del marino después del óleo del cristiano....

VIII. .
Del asilo campestre que a la familia Prat había brindado su jeneroso abuelo materno don Pedro Chacón Morales, pasaba ahora su buena hija al cariñoso nido sub-urbano en que aquel buen caballero abrigaba su numerosa prole en el barrio de los Tajamares, i que en aquel tiempo era conocido con el nombre de "lo Herrera," por un canónigo de Santiago que, a principios del presente siglo, edificara sus vastas dependencias a manera de'claustros. Hoi es el Asilo de la Providencia, i así se denomina.

Pasó allí los primeros años de su primera niñez, al pie de los Andes, quien debía ilustrar con imperecedero renombre i en edad temprana el mar de Chile. I sólo se cuentan de él, los ejercicios jimnásticos a que por una especie de instinto restaurador de sus escasas fuerzas naturales entregábase el vacilante niño. Nadie, de ordinario, subía más alto que él a los empinados álamos, (cual si fueran mástiles de natural aprendizaje) para hurtar sus nidos a los pájaros, ni nadie buscaba, a escondidas de la solícita madre, más hondas pozas en el vecino río para aprender el arte de nadar, que en él era otro instinto.

En cierta ocasión en que distraído u holgazán se entretenía con uno de sus compañeros de aventuras en medio de la polvorosa avenida que separaba el Mapocho de su casa, frente a los cipreses de la Providencia, un coche de servicio de los que viajan a Apoquindo lo atropelló malamente, i hubieron de llevarlo cubierto de sangre i contusiones a su madre.—Fué aquel el primer ensayo de guerra, el primer combate del captor de la Covadonga i del sublime defensor de la Esmeralda.

IX.
Crecido un poco en años i en turbulentas empresas infantiles, a fin de hacer más asequible la educación cuotidiana de sus hijos, debida hasta entonces sólo a su prolija dedicación de madre i de institutriz, la señora Chacón, llevando por la mano a su marido ya postrado, trasladó su habitación al centro de la ciudad, a la calle Nueva de San Diego i a la casa que, al presente, una suscrición popular convierte decorosamente en monumento digno del nombre que la honra.

Hallábase situada esta mansión, hoi histórica· pero en aquella sazón modestísima vivienda, al tres cuadras al sur de la Alameda, esta vena aorta de la vida i del corazón de lento latido del Santiago, i entre la Escuela Superior, (ubicada en aquellos años cerca del canal de San Miguel) i el Instituto Nacional, vasto edificio erijido recientemente en el antiguo eriazo, mitad claustro i mitad cuartel de San Diego, sucursal de los Padres franciscanos, que allí cerca conservan todavía su convento grande.

El aula universitaria era la pompa de la niñez, el boato de la familia i de la intelijencia, el orgullo del barrio oscuro i mercader, al paso que la primera de las construcciones recordadas, la Escuela de la Campana, como se la conocía en el vecindario por el matinal llamado a sus alumnos, fué simplemente el taller. I ése elijió con previsora ternura la madre del héroe. Quería la señora Chacón de Prat hacer de su hijo un hombre; i hecho hombre, él se haría lo que su alma enérjica i justificada le aconsejase ser marino, soldado, diplomático, profesor, abogado héroe de inacabable memoria, todo lo que él quisiese i todo lo que a su vez fué.

Cuando Arturo Prat entró en efecto a la escuela que rejentaban dos hombres de distinguida virtud, porque eran dos hombres de trabaja los educacionistas Suárez ¡ Otaiza, incansable obrero i batallador de la enseñanza hasta hoi día el primero, llevaba consigo en su ya luminoso cerebro las primeras lecciones que se aprenden en el regazo de la madre, este primer jimnasio de la naturaleza. Consta de los libros que relijiosamente conserva su primer institutor, i del cual ha entregado al público su pájina de mayor orgullo, que el alumno Arturo Prat. al incorporarse en la Escuela Superior, a la edad de ocho años, el 13 de octubre de 1855. sabía silabar. hacer palotes (trazos) respondía como un pequeño papagayo a las preguntas del Astete i sabía marcar con trémulo dedo los contornos de las provincias de Chile, balbuciando el nombre de sus capitales. ¿I quién, en aquellos tiempos, i a su edad sabía más que él?

X.
Mas ha pasado apenas el primer año escolar, i el tierno niño, aunque no ha obtenido, en razón sin duda de su pequeña talla, ninguno de los premios que se disputaron i obtuvieron nombres hoi oscuros, aparece distinguido en las clases de lectura, de aritmética i de jeografía. Era el futuro profesor que se formaba, codo con codo, en la dura banca, junto con Marcos Bolton, el profesor de jeografía; con Enrique Wood, el profesor de idiomas; con Valentín Bravo, el profesor de medicina; con José Olano i Juan José Rojas Carreño, fundadores de colejios de educación, muerto el primero en el campo de batalla; con Emilio Corvalán i Mauricio Cristi, dos diaristas de mucho mayor nota que fortuna; con Vicente Mutilla. en fin, el injeniero de la Esmeralda, que fiel a la consigna de los infantiles juegos, murió al lado de su capitán-condiscípulo, cumpliendo sus postreras órdenes:—¡Guardad los fondos!

Consta todo esto de los libros de la Escuela Superior, cuyo extracto publicó hace ya algunos años con lejítimo orgullo su ilustrado fundador, apenado el altivo espíritu al ver hoi la noble sala del jimnasio intelectual trocada en afanosa prendería... I de aquellas hojas que el viento del olvido o los envoltorios del bodegón no habían esparcido todavía, resulta que al dejar el aula de la calle de San Diego, que fue el camino del Inca, el camino del Perú antes de la conquista, el alumno lejendario, Arturo Prat, tenía estampadas en su hoja de servicios las siguientes anotaciones: “Aplicación, excelente; capacidad, buena; conducta, buena; asistencia, inmejorable" (1).

XI.
La puntualidad fué una de las primeras virtudes prácticas del capitán Prat, que así habría sido comandante de una nave inglesa, con el cronómetro en la mano, como mandara, con inviolable pundonor todas las de Chile.

Entre tanto, para hacer i merecer todo eso en aquella edad de la vida, en que los días son tan fugaces como el vuelo de los jilgueros que en los asuetos o en las cimarras perseguimos en el campo o en el cerro, habíase necesitado de seguro una consagración seria, asidua i casi adusta.

Pero Arturo Prat, sin ser “un niño loco" como Luis Uribe, su compañero de hogar, sino todo lo contrario, un niño formal, cumplido i recto, un alumno modelo, no dejaba por esto mismo de pagar el tributo de sus años a los ejercicios i a las pequeñas pasiones que forman el primer campo de batalla de las luchas eternas de la existencia humana.

Háse, en efecto, conservado vivo recuerdo de su primer pujilato, ensayo infantil de más señalados combates; i cuando en abril de 1879 vino el capitán Prat por la última vez a Santiago con pliegos de su almirante él mismo hacía alegremente memoria del lance a su adversario en la Moneda, donde, después de muchos años, encontráronse al acaso. El último ha contado aquella aventura, precursora en tierra firme del uso de la espada, del cañón i del abordaje en el mar, i dejámosle la palabra i el tema:

"La estrecha amistad,—escribía desde Talcahuano, donde se halla honrosamente empleado don Adolfo Gaete Sotomayor, condiscípulo del héroe,—la estrecha amistad que había entre ambos, fué rota un día por una empanada frita que yo me comí de más de las que a Arturo le correspondían. Entonces, rabioso por esto el héroe, i aguijoneado por otros niños,—no recuerdo el nombre de ellos.—nos hicieron pelear, tomándonos del pelo, i a cual tiraba más fuerte, hasta que llegó el ayudante.

"Pero como en la infancia el reír i el llorar, el andar alegre o enojado es todo cosa de un instante, sucedió que poco duró nuestro rencor, i nuestra amistad volvió a ser más estrecha, constituyéndose en mi pasante de gramática castellana, en la cual era mui aventajado, siendo el primero en la clase del señor don Elíseo Otaiza.» 

A su turno, el maestro i el juez han depuesto su testimonio en otra reyerta de mayor valía i de precoz i casi temeraria resolución contra la fuerza. Acosado un día Arturo Prat por una turba de pequeños forajidos, armados de sables de palo, hallándose él inerme, guardó su infantil rencor hasta hora propicia, i pidiendo en préstamo al siguiente día, en el despacho vecino, con recado finjido tal vez de la madre o del maestro (¡lícito ardid de guerra!), el cuchillo de partir azúcar, blandiólo en medio de las rotas filas de sus contendientes, que le rendían sus espadas i denunciaron su, por ellos juzgada, aleve hazaña.

—"¡Señor, señor, Arturo Prat ha traído de su casa un cuchillo para matarnos!..."

Fué ese el tumultuoso denuncio de los vencidos "ocho contra uno."  Pero la sentencia del tribunal de la escuela, que no siempre es la justicia, porque el maestro es constantemente "uno contra cien", fué esta vez equitativa, castigando a los asaltantes por la cobardía i al asaltado por su arrojo.—"¡Fué para intimidarlos!" se contentó en decir Arturo Prat, el mismo apacible, dulce, casi melancólico mozalvete que tenía delante de sus ojos codiciosos la gorrita redonda del cadete naval.

Aprendía así sin saberlo el futuro captor de la Covadonga i capitán de la Esmeralda la primera lección del abordaje.

XII.
Arturo Prat, niño de escuela, dejó su banco de San Diego, según aparece de los libros de la Escuela Superior, el 25 de agosto de 1858, i de los libros del Ministerio de la Guerra resulta que el 28 de ese mismo mes fué incorporado a la Escuela Naval en Valparaíso. Tres días era lo que entonces se empleaba en hacer el viaje por las cuestas de la capital al puerto, i échase de ver que el aprendiz de la gloria no perdía tiempo. Únicamente el día en que su deudo i protector don Jacinto Chacón llevólo a bordo, o trájolo a tierra junto con su camarada Uribe, con sus trajes flamantes de pájaros del mar, deslizóse con ellos al taller de un fotógrafo, i de esa manera es cómo la historia i el arte han conservado una de las queridas efijies, modelo para la niñez, en que el uno i el otro lucen su garbo i su infantil donaire (2).

XIII
Tal fué, entre tanto, la niñez de Arturo Prat, consumida en noble tarea en la calle Prat, entre la Escuela Superior, que fué su cartilla, i la Universidad, que veinte años más tarde sería su diploma en alta i laboriosa carrera. Niñez de buen augurio, pasada entre libros i batallas, al son de la campana, en tierra como a bordo.

Conducido al altar bendecido por la fe, que es una madre; enseñado a sufrir al pie del lecho del autor de su existencia, que padeció largos años necesitado i moribundo, el hijo vivió todavía como aprendiz toda esa edad, simple preparación del día del heroísmo en el cual, exhibido en total todo su sér al ruido de las espadas i entre los lampos del cañón, mostróse en la cima de la gloria, para educar a su vez con su vida i con su muerte a las jeneraciones que en pos de el venían.

XIV.
Hecha así, de prisa, pero con la fidelidad de las memorias inextinguibles del hogar, la cuenta de los días infantiles de Arturo Prat, horas fugaces como el ala de las mariposas que son su emblema i su ensueño, el capitán de Iquique, optando por el océano, fué nombrado, según dijimos, a la edad de diez años alumno de la Escuela Naval, recientemente fundada, en la medianía de 1858.

Sirvióle de padrino en aquella concesión de gracia del gobierno, como le sirviese de padre verdadero después del fallecimiento del suyo, su  tío materno el distinguido escritor i jurisconsulto don Jacinto Chacón, i hé aquí cómo, trazando la síntesis de la pubertad, después de los albores de la infancia que hemos visto lucir sobre el frájil niño, expresábase a propósito del futuro capitán del Esmeralda su deudo que bien le conocía.

Es una palabra íntima, voz del alma, la que así habla del héroe i así dice:

XV.
"Arturo Prat fué en su infancia todo lo contrario de lo que fué en su juventud. De complexión raquítica i endeble, tenía una expresión melancólica i un aire distraído. Hijo de un padre dechado de virtudes, pero, como Job, aquejado de gravísimos males, Arturo recibió como herencia un organismo debilitado, que daba a su sér una apariencia triste i enfermiza. Pero su buena mamá, mujer de capacidad i de carácter, comprendiendo el funesto porvenir que aguardaba a su niño, se consagró a extirpar de raíz los jérmenes maléficos que impedían su desarrollo. Observando ella que de todos los extremos, el de la aplicación científica del agua fría es el que más directa i radicalmente influye sobre la sangre, la depura i modifica, activando la circulación, dando con ello fuerza al organismo i regularidad a las funciones vitales, estudió con toda atención el método del lamoso hidroterápico Preinitz i aplicó a Arturo con rigor i esmero su tratamiento restaurador. De este tratamiento, los benéficos sudores hidropáticos, administrados periódicamente desde su más tierna niñez hasta su más avanzada juventud, devolvieron a esa flor agostada toda su lozanía, dándole la fuerza i la salud. I fué tal el vigor que ese tratamiento infundió a la complexión de Arturo, que éste levantaba pesadas barras de hierro i las soportaba con el brazo extendido horizontalmente durante largo tiempo, obteniendo siempre la primacía en toda clase de ejercicios jimnásticos entre sus compañeros de colejio o profesión. Desarrollado en su juventud con regularidad i solidez, él ocultaba, tras una figura esbelta, alta i delgada, músculos de hierro i fuerzas atléticas. La plena salud i robustez de este joven Hércules conservado por su madre para honra de la patria, es un ejemplo notable de la decisiva influencia que una intelijente matrona puede ejercer en el porvenir del niño, estudiando con tiempo las causas i aplicando con perseverancia los medios de desarraigar los vicios que afectan la organización de su hijo.

"Para verificar la exactitud de mis observaciones sobre el carácter e índole de Arturo en su infancia, basta mirar con atención los retratos que de él i de Luis Uribe hice sacar en 1858, el primer domingo que salieron de la Escuela Naval. En ese cuadro, ya histórico, se notará la parada arrogante, firme i marcial de Luis, contrastando con el encojimiento i endeblez de Arturo. En este retrato está la impresión de su índole triste i de su débil constitución. Compárese ahora esta imajen con la que arrojan sus retratos de joven, i se verá en éstos algo como un modelo de la estatuaria griega, en que, en fuerza de la gracia i ajilidad de su talante, revela la enerjía del nuevo principio de vida que le anima i el poderoso i cultivado espíritu que era el motor de máquina tan maravillosa.

"Digo máquina tan maravillosa, porque Arturo estaba admirablemente bien dotado, era un hombre completo. A una intelijencia de primer orden, unía un corazón bien templado i dispuesto a las nobles, grandes i jenerosas acciones. Era, en una palabra, un gran carácter.—Severo i ríjido como jefe, era una dama en el trato social i un modelo de ternura en el seno de su familia.— Para él no había imposible: lo que se proponía para su cultivo i perfección, lo ejecutaba.—Mui joven aun, i recargado con las multiplicadas atenciones de su empleo de více-director de la Escuela de Marina i de profesor de ramos importantes en ella, se propuso hacer los estudios largos i complicados de la carrera de abogado, i realizó su propósito apesar de los obstáculos que le oponían la rutina i baja emulación.

XVI.
"I en este ramo debo decir que yó tenía un verdadero placer de conferenciar con él sobre puntos oscuros e importantes de la lejislación en mi tarea de exposición razonada del Código Civil vijente, i descubría en él una gran sagacidad i rectitud de juicio, que proyectaba luz sobre mi intelijencia i hacía en mí el efecto de una revelación. Pero lo que daba a su alma la grandeza i la fuerza, el ímpetu i la abnegación en el cumplimiento del deber, era la clara intuición de la vida puramente espiritual del alma en rejiones desconocidas después de la muerte, i la evidencia que le asistía de que todos estamos sujetos a una prueba, a una iniciación dolorosa, en que todos tienen que caer para levantarse de nuevo, pero que todos también—unos más tarde, otros: más temprano—tienen que llegar a la cima de la montaña.

"Por último, completaba estas luminosas creencias la convicción de que no hai ser creado por el Gran Dios que esté condenado a una expiación eterna, i mucho menos que esté destinado a la perdición moral; que la cuestión es de tiempo i en las rejiones donde mora el infinito i donde el alma completa su desarrollo, el tiempo es inagotable. Que Dios, bueno i misericordioso como es, no se goza en los suplicios eternos o en la destrucción de una alma que él ha creado inmortal. Estas grandes i evidentes verdades no nacieron en él por efecto de las luchas i desgracias de la vida: eran en él como una intuición, como una reminiscencia, como una revelación. Él hablaba de las cosas de lo alto como si las hubiera visto...

"Hé aquí el secreto de su determinación i de su actitud de ánjel exterminador en su abordaje al Huáscar. —Él, con toda la conciencia del acto que emprendía, iba sereno a la muerte, porque su honor i su deber, que él llevaba hasta la abnegación, le imponían la‘necesidad de buscar i ejecutar todo recurso de Victoria para su patria, por imposible que pareciera alcanzarlo, i se lanzó al abordaje i dirijióse al timón del Huáscar con él propósito de gobernarlo i estrellarlo sobre la costa"(3).

XVII.
Hasta aquí el filósofo, o, mas bien, el disector doméstico i moral que verifica tranquilamente el análisis de una existencia querida.

Ahora, en cuanto a las fechas de sus adelantos, servicios i ascensos en su carrera de marino,
hé aquí su enumeración tomada de uno de sus mejores biógrafos entre los innumerables glorificadores que el gran marino ha encontrado.

"El 28 de agosto de 1858 se le instaló en la Escuela Naval de Valparaíso, conducido allí por su tío, nuestro poeta Jacinto Chacón. ¡Coincidencias del destino!... ese mismo día i llevado por el mismo señor era también incorporado en la Escuela el niño Luis Uribe, segundo de Prat a bordo de la Esmeralda.

"Un cuadro de fotografía, el señor Jacinto Chacón llevando a cada uno de la mano, nos enseña esta primera escena de marinos.

"Los estudios de Arturo fueron rápidos i lucidos. En los primeros días sus profesores se quejaban que era un tanto distraído, pero que aprendía. El no estudiaba con la contracción i ahínco de muchos de sus condiscípulos; pero sabía tan bien o mejor que ellos sus lecciones.
Como recompensa al fin del segundo semestre, después de sus exámenes, obtuvo un premio que
consistió en una medalla de plata.

"Es indudable que allí, con la franqueza de su carácter, con esa intuición desconocida de las almas elevadas, sé hizo querer de sus compañeros con ese amor que no fué un débil sentimiento, sinó ese amor inmenso i grande que le tuvieron hasta consumar a su lado el sacrificio de la vida!...

“Sin amor no se concibe tanta cooperación en tan cruenta i difícil lucha. Sin él, no imajina la mente una decisión tal en espíritus que serenos afronten las desconocidas rejiones de la inmortalidad!...

"Después de 16 meses, en enero de 1860 se le embarcó a bordo de la Esmeralda, a las órdenes del capitán de fragata don José Anacleto Goñi, volviendo en marzo de ese mismo año a continuar sus estudios en la Escuela Naval.

"En 15 de junio de 1861 rindió examen de teoría i el gobierno le dió título de guardia-marina sin examen.

"En 22 de agosto de ese mismo año volvió a embarcarse en la Esmeralda, a las órdenes del capitán de fragata don Manuel 2.° Escala.

"Desde esta fecha datan los servicios profesionales del joven Prat. Recorre la costa en muchas ocasiones en comisiones de servicio, i en todas ellas, en su carácter de subalterno, hace su deber cumplido.

"El 10 de enero de 1863 se le trasbordó al pontón Chile, al mando del capitán de corbeta don Martín Aguayo, i volvióse al poco tiempo a trasbordar a la Esmeralda, entonces mandada por el capitán de corbeta don Galvarino Riveras.

"En julio 21 de 1864 obtuvo el grado de guardia-marina examinado" (4).

XVIII.
Agregaremos nosotros a estos leves rasgos de la vida del mar, que el guardia-marina Prat hizo a Lima el viaje en que la Esmeralda llevó en setiembre de 1864 al señor Montt, cuando este majistrado concurrió al malhadado i estéril Congreso Americano de aquella época. Asimismo, cinco años más tarde, i ya en calidad de teniente, acompañó en esa nave al ilustre vicealmirante Blanco Encalada, cuando en cumplimiento de una leí del Congreso i del voto nacional, embarcóse el último, acompañado de una comisión de ciudadanos, de marinos i militares, con el fin de repatriar las cenizas del prócer de la independencia don Bernardo O’Higgins, en 1869.

Otro rasgo más, que corresponde a este período de la inmaculada juventud del héroe. Cupo al teniente Prat como porción de reparto en la captura de la Covadonga una gruesa cantidad, i apartando de este, para él, inmenso caudal, unos pocos centenares de pesos destinados a sus libros i atavíos de profesión, llevó a su amada madre, lleno de escondido gozo, todo el resto.

Era esa para él una simple devolución de las tiernas caricias que le rodearon desde la cuna; i hasta su postrera hora no hubo hijo más amante, más solícito ni más respetuoso en el deber. Casi igual era su afecto por su respetable abuela materna. la señora doña Concepción Barrios (hija del capitán de mar Bary), la cual le sobrevivió i a quien nunca llamó sinó con el cariñoso i casi infantil título de "mi abuelita." Como hombre de hogar, el capitán Prat fué siempre un ser completo, así como hombre de guerra fué un campeón "sin miedo i sin reproche."

XIX.
Durante este intervalo de tiempo había sobrevenido la guerra con España junto con la alianza) con el Perú, i fué cosa digna de notarse con relación a Arturo Prat, que tomase él parte mui señalada en los dos únicos hechos de armas que ¡lustraron por parte de Chile aquella guerra; en el Papudo i en Abtao, al paso que siempre miro con alejamiento i aun con no disimulada desconfianza i enojo el pacto que había puesto al mismo mástil la bandera del Perú i la de su patria.

"Quizá debemos felicitarnos,—escribía a su madre desde Lebu, a propósito de la negativa de los marinos peruanos para juntar sus naves a las nuestras en las aguas de Pisco en octubre de 1865,—quizá debemos felicitarnos de esta ocurrencia, pues habría sido mui crítico el estado en que nos hubiera dejado si lo hacen más tarde i cuando nos encontremos en peligro."

I estos mismos proféticos sentimientos volvió a evidenciar tres meses más tarde en la víspera de Abtao.

"Como Ud. comprenderá,—decía a su madre desde aquel apostadero el 3 de febrero de 1866 —esta alianza, i apesar que conocemos su necesidad, no nos agrada porque los peruanos no es jente en que se pueda tener confianza, i no la tenemos, por lo cual le aseguro, prefiero, cono muchos de nosotros, el que hagamos la guerra solos"

El joven aprendiz de la guerra, que aun no había cumplido 18 años, no amaba evidentemente i como por instinto a los peruanos. ¿Presentía, por ventura, dentro del arcano de su jenio, el certero mozo que el plomo peruano disparado tras de oculto parapeto, había de matarle?...

XX.
De todos es hoi sabido que el guardia-marina Prat figuró junto con Uribe, su jemelo i casi su hermano, con Latorre i con Condell, entre los be en leal combate hicieron arriar la bandera de España del mástil de la Covadonga en la memorable mañana del 26 de noviembre de 1865.

Pero en la noche de la ante-víspera trataron en secreto los chilenos de tomar aquel buque al abordaje en la rada de Coquimbo, i hé aquí cómo el alma del héroe adolescente rebosaba de alegría dentro de pecho, delante de aquella perspectiva en medio de los nocturnos aprestos del asalto. ——"Este día en la noche, después de ponerse la luna, debía ser el combate; estaba ya todo arreglado, dos divisiones de abordaje debían atacar, habiendo sido yo elejido para la primera división con el teniente Thomson." —... I bien! con el teniente Thomson debía batirse el guardia—marina en la apresada Covadonga, a la cual paso con él, en Abtao, así como Thomson debía morir sobre el mismo puente del conquistado monitor en que él cayera. Sublimes, inescrutables retribuciones de la gloria i del martirio!

Ufano con tan tempranos i bien logrados ensayos en la mar i resumiéndolos en un solo voto que se  cumplió más tarde sobre el puente de la Esmeralda, decía a este propósito i desde Ancud el 6 de diciembre de 1865, estas palabras, cuyo final parecería un eco anticipado de su inmortal arrojo de la mañana de mayo:

"Las demostraciones de alegría i entusiasmo con que han recibido la noticia en Valparaiso, Santiago i toda la República, ha sido la mayor i mas grata recompensa que esperábamos. Sin embargo, yo deseo otra mas dulce; pero ésta la hace imposible la distancia a que nos hallamos (distancia que creo mui pronto estrecharemos), i es la de darles un estrecho abrazo i gozar del entusiasmo viendo humillado el pabellón que trató de abatir el justo i noble orgullo del nuestro.

"Hoi la senda de la gloria se nos presenta a la vista, nadie vacila en seguirla, todos lo desean, pues en Chile no es conocida la cobardía i en nuestros buques se la desprecia"

"Tal es la participación de gloria i de trabajo, —dice uno de los compendiadores ya citado de la vida del héroe i resumiendo la hilación de los sucesos de su carrera,— que cupo al teniente 2.° Arturo Prat en esta campaña en que se consumaron heroicos hechos, atendida nuestra debilidad de fuerzas en comparación de las que ostentaban los españoles.

"El rol de Prat era secundario; pero su apostura, la inquebrantable tarea de su puesto, eran signos de lo que podía esperarse de él. Acababa de cumplir 18 años.

"Había llegado a esa edad viril en que el rostro diseña las facciones del hombre. Su tez un tanto sollamada por los vientos de la mar, sus negros ojos centelleantes de ardor i viveza, su flexible i alta estatura le daban una expresión de varonil belleza.

"En su alma, donde se anidaban los más puros afectos, a su filial cariño añadíase la ternura que profesaba a sus hermanos, todavía en la infancia. Sus deseos era formarlos, como su madre lo había hecho con él, i sus cartas revelan sus propósitos. Su noble i digna pobreza encontró medios de darles inequívoca prueba.

"Habíanle tocado como 1700 pesos por parte de la presa de la Covadonga, i su primera dilijencia fué llevar a su madre 1000 pesos, repartiendo lo demás entre sus deudos. Su madre le recibió esta ofrenda con lágrimas que empañaron sus ojos i lo estrechó silenciosa en sus brazos!...

"Tanta virtud, tan noble abnegación, le merecieron de todos los suyos un sentimiento que ya no fué amor, fué idolatría... Desde entonces es consuelo, aun más, es esperanza en estos momentos que la negada fortuna abate la sien en pesarosa incertidumbre!"...

XXI.
I penetrando en la hora oportuna en el santuario de los corazones, el biógrafo revelador a pausas, agrega:

"Entre el grupo que formaba su larga familia, había una joven que, tímida e inocente, había escuchado las alabanzas tributadas al joven héroe: sin saberlo ella misma, secreto e íntimo sentimiento, nació en su interior. En Arturo sucedió igual cosa, i sea predestinación, sea ese amor que nace en una mirada i vive de esperanzas, ellos se amaron sin decírselo!...

"Era principal atributo en el alma de Arturo la honradez. ¿Quién era él todavía para comprometer el corazón de una niña a quien nada tenía que ofrecer? Sus padres, sus hermanos, necesitaban del auxilio de su sueldo: ¿cómo fomentar un sentimiento que tan difícil era poder alguna vez colmar?

"Arturo silenció i relegó como un ensueño esta impresión de su alma... Se dijo a solas: Si alguna ves llego a ser capitán de corbeta, la diré mi amor!...

"En los primeros días de 1873, febrero 12, recibió los despachos de capitán de corbeta graduado: acercábase ya el término fijado por él mismo para declarar su amor.

"La señorita Carmela Carvajal, cuñada de una tía suya, era la mujer que amaba, i por la que había profesado ese culto sublime de grande i misterioso sentimiento. Una palabra bastó para que esas dos almas comprimidas confiasen en alas del porvenir la realización de los ensueños de su dicha.

"Tenía ella en esa época 19 a 20 años, i a su hermosura se agregaba la modestia i suavidad. Él completaba 25, no cumplidos aún.

"El matrimonio tuvo lugar el 5 de mayo de 1873, i fué éste un día de alborozo i plácemes para toda la familia.

"No tardó el ciclo en premiar las virtudes de Prat dándole un primer hijo, que nació en mayo 10 de 1874, pero tuvo el dolor de perderle presto. En setiembre 11 de 1876 le nació su segundo hijo que, siendo mujer, la llamó Blanca Estela nombre marino que talvez le hacía recordar cuando poseído de amor, lejos de la mujer que amaba, veía rielar la huella de su nave en medio de esas noches puras o trasparentes que ilumina la claridad de la luna...

"No tuvimos el gusto de tener amistad con él pero varias veces le encontramos paseando su hijita por la calle del Circo, ya de 2 años, i admiramos, sin adivinar al héroe, tanta ternura i tanta solicitud. Recordamos una tarde en que le vimos volver trayendo consigo a su niña i un ramo de flores. Comprendimos que él iba a adornar su hogar con una trinidad de amor, de inocencia i de perfume"...

XXII.
"Tal era el hombre juzgado como individualidad: de un carácter suave i tranquilo, era sobre todo modesto: cuando tenía que usar su uniforme de parada en cumplimiento de algún deber, se
manifestaba desagradado; nunca quiso colgar sus medallas.

"Eran los estudios su principal entretenimiento; no rehuía enseñar a otros lo que él había aprendido.

"La escuela "Benjamín Franklín" de Valparaíso, donde daba lecciones gratuitas de Astronomía i Botánica, lloróle por esto como uno de sus predilectos hijos. Fué uno de los primeros a incorporarse a la sociedad de Bellas Letras que por el año de 1877 trató de organizarse en aquella ciudad i que desgraciadamente no se llevó a cabo.

"Amaba también la música i había aprendido a tocar el piano. Ella ejercía sobre su alma esas impresiones tiernas i sensibles que afectan con emoción las fibras de nuestro organismo, Otra
virtud mas: conocía el valor del dinero i lo despreciaba, lo estimaba como un medio, no como un fin; sin embargo, no quería que nada se gastase que no fuese de indispensable necesidad: su
espíritu elevado desdeñaba. a aquéllos que cifran su valía en la fortuna.

“No comprendía que fuera de los sentimientos del corazón, el hombre adquiriese hábitos i necesidades sin las cuales dicen algunos no pueden pasar, por esta razón no fumaba, menos tomaba
licor.

"Era como esos árboles que guardan el rocío para hacer brotar en su rededor verduras i floral..."

“Hasta e1 22 de agosto de 1868, que se trasbordé a la O’Higgins. la vida de Arturo Prat se
desliza en servicios de estación en Mejillones. En febrero de 1869 se traslada al Ancud, i en junio de ese mismo año le encontramos en el Thalaba. Vuelto al Ancud, hizo viaje a Valdivia, Chiloé i Magallanes. En enero de 1870 llega hasta las islas de Pascua en la corbeta O’Higgins.

"Arturo Prat miraba con desagrado los continuos trasbordos; juzgábalos perjudiciales a la marina. Se ama el buque que se sirve como se ama su propia morada. Se acostumbra en ella i todo se encuentra pronto i listo. Arturo tenía el hábito del orden i disciplina: castigaba siempre, todo, lo que podía contrariarlo"

Pero castigaba mas como padre que como jefe, i entre los que a sus ordenes sirvieron es voz común que un consejo dicho a media voz, una mirada severa del capitán Prat era más temida a bordo i más eficaz para la disciplina que el arresto en la alta cofa.

En una ocasión en que un grumete, fuertemente castigado por su orden, cayó al agua, el capitán Prat, sin desnudarse, precipitóse al mar i lo salvó, sin que en esta acción verdaderamente sublime él tuviera la vanidad, la afectación, ni siquiera el lejítimo placer de contar su aventura. Súpose ello por otros, porque por él nada se sabía.

El capitán Prat era en el servicio sumamente reservado, casi mudo, como había nacido; i por esto la dulce compañera de su vida reconveníale a veces tiernamente llamándole "frión"....

XXIII.
"Por este tiempo la vida del mar principió a enfermarle: había contraído una enfermedad de erisipela que le atacó dos veces.

"Esto i la creencia que la marina desatendida i pospuesta no sería una carrera que facilitara en el porvenir los gratos i queridos sentimientos de su amor, le hicieron pensar en adquirir otra profesión.

" La carrera del foro presentábase a su mente como un ideal de esperanza; supuso que ella podría facilitarle el voto de su corazón.

"Sin maestros, nada más que con los libros del derecho, dedicóse por entero al estudio de las leyes i de la dilatada profesión.

"En esas horas que para todos sus compañeros eran de tregua para las fatigas del servicio, veíase a Arturo encerrado en su camarote o paseándose sobre cubierta, absorto en su estudio.

"Quien ama como él sabía amar, lo puede todo."

XXIV.
Colócase aquí entre el libro, que era su ambición, i el deber, que era su divisa, la memoria del hecho heroico que el capitán Prat consumó en la rada de Valparaíso, cuando siendo segundo jefe de la Esmeralda. cojida ésta el 24 de mayo de 1875 por furioso i repentino vendabal, rompió sus cadenas i fuése sobre la playa del Almendral, donde naufragó.

El capitán Prat hallábase con licencia en tierra; pero al tener noticia del peligro de su nave, echóse desde una embarcación del muelle a nado, i aferrándose de un cabo que desde a bordo le arrojaron, desnudo, febril, infatigable en la porfiada tormenta, heroico en el peligro, logró salvar del desastre, junto con su jefe superior, el capitán de navío don Luis Lynch, hasta al más humilde marinero. A media noche, a la luz vacilante de las linternas, el capitán Prat fué el último en abandonar el casco de su nave destrozada por las olas.

¿I no está allí diseñado en toda su grandeza moral en aquella prueba viril de salvamento, el magnánimo caudillo, que montando cinco años más tarde por el mismo mes i casi en el propio día aquel mismo barco histórico, ordenó hundirlo para salvar su bandera?

XXV.
Por esa misma época, dentro de su vida civil i con el tesón propio sólo de las naturalezas superiores, el capitán de marina logró recibirse en Santiago de abogado. Sus ojos se inflamaron en el estudio, pero él perseveró. En esta situación de su vida, tuvimos la fortuna de verle por la primera i única vez, en una quinta de campo de Quillota, donde convalescía. Pero después hemos visitado con relijioso respeto el estrecho i desvencijado aposento, dentro de cuyas paredes, cuando venía a Santiago a rendir sus exámenes profesionales, estudiaba. Hallábase aquél en la casa de su digna i anciana tía doña Clara Prat, que aún conserva en él su modesto mobiliario, calle de Mesías, núm. 56.

Sin embargo, cuando el capitán Prat asistía a la Universidad, vestía su mejor uniforme, i el día en que rindió su examen final ante la Corte Suprema, presentóse de gran parada a recibir las congratulaciones de sus jueces examinadores, que le interrogaron sobre presas marítimas. El digno majistrado don Alvaro Covarrubias ha dado después testimonio de la brillantez de aquel acto inusitado.

Señalaremos aquí otra manifestación jenerosa de la rectitud de su espíritu como ciudadano. Su tema legal para graduarse en la Universidad había sido la libertad electoral, esta mugre que ensucia el manto augusto de la República i que él baldeó con su pluma como si fuese la basura que sobre la cubierta de las naves deja el ollín de las chimeneas i la inmundicia de las cocinas.

Un lance todavía de aquella época i de aquella vida.

Conforme al ceremonioso formulario español, de nuestros tribunales, el capitán Prat iba a pe netrar en la sala de la Corte Suprema el día de su juramento, llevando ceñida al cinto la espada del Papudo. Mas el portero López detúvole, i sonriéndose se despojó de ella. Se ha dicho que esta fué la única vez que el capitán de la Esmeralda entregó su espada... pero no fué a un enemigo sinó a un ujier...

XXVI.
Tenía todo esto lugar en 1875, i tres años después el capitán-doctor, que mantenía con buen éxito su estudio en Valparaíso, fué llamado a servicios de otro jénero, que requerían la firmeza de su profesión de guerra i la sagacidad de sus últimos estudios.

"La República Arjentina, en 1878,—dice de él su mejor biógrafo ampliamente citado en este estudio. a titulo de fraternidad en el trabajo, —con motivo de la cuestión de límites, había asumido contra nosotros una actitud arrogante i provocativa que hacía inminente la guerra.

«Deseó nuestro gobierno conocer detalladamente i por un juicio que fuese adecuado e inteljjente, cuáles serian las fuerzas navales que tendría que combatir, cuáles sus hombres, la opinión pública, los recursos financieros; todo lo que constituía el ser de ese país que nos invitaba a luchar.

“Después de varios exámenes de individuos, nadie encontró mas apto, mas adecuado que el joven marino Prat; él, mejor que ningún otro, podía certificar evidencialmente i de un modo práctico todo lo que deseábamos saber.

“Se dió a su misión el carácter de ajente confidencial, i mui luego nuestro gobierno hubo de congratularse en su elección. Prat fué allí perfectamente recibido: sus modales, su hermosa figura, la actitud marcial que le distinguía, le abrieron los salones de Buenos Aires i facilitáronle medios de conocer la armada en sus mas íntimos i minuciosos pormenores.

“Fué allí, "el doctor Prat" i así todos con respeto le llamaban, asegurando un diario de Montevideo, que era "un ilustre publicista," cuando solo era un ilustre mudo.

“Dicese que el gobierno, temeroso que su nombre, ya conocido en nuestra marina, pudiera ser un obstáculo para cumplir su cometido, le indicó otro, lo que rehusó diciendo:

"Iré, señor, donde se me ordene ir; pero aquí como allá, yo deseo ser siempre Arturo Prat.”

“Era entonces cuando chanceándose con su esposa en cartas íntimas la decía:

"Son aquí (Buenos Aires) las señoras hermosas i espirituales; las niñas, sin saber que soi casado, me dan miradas amables... No te pongas celosa, porque tú, tú sola, compañera de mi vida, serás mi único amor!"...

En esos días de ausencia, 29 de diciembre de 1878, ella le daba un tercer hijo que se llamó como él, Arturo» (5).

XXVII.
Otro detalle de esa misión tan delicada como audaz del capitán Prat, i que establece en la incesante continuidad de actos públicos i domésticos la perfecta i admirable unidad de su vida de hombre i de esposo, de guerrero i de diplomático.

Había recibido por todo auxilio del gobierno una letra sobre Londres, de 400 libras esterlinas, cuya venta le produjo en Montevideo 1796 pesos. Pues bien, de esa exigua suma, después de varios meses de trabajos activos, fructíferos i reservados (noviembre 19 de 1878-enero 18 de 1879) devolvió al Erario Nacional, con cuenta minuciosa de sus gastos, llevada en su cartera, la cantidad de 997 pesos, casi la mitad del caudal que había recibido, sin limitación para su representación en el extranjero.

Otro recuerdo, o, más bien, otro presentimiento del noble marino. Mientras vivió en Buenos Aires i en Montevideo el capitán-diplomático, no cesó de instar al gobierno a fin de que hiciese reparar de urjencia los calderos de sus tres corbetas de linea, antemural de la República, a la par con sus blindados. ¿Sospechaba ya desde entonces el capitán Prat, que la vieja Esmeralda, al estallar sus calderas, detendría su plan de abordaje, como aconteciólo en hora suprema i decisiva dentro de Iquique?

Excusado es agregar que la voz profética del espíritu del jeneroso patriota no fué en manera alguna escuchada.

Tres meses más tarde las tres corbetas hacíanse a la mar, llenas de parches, i entonces para poner remedio, gastóse el triple en dinero i en angustias.

XXVIII.
Hallábase el capitán Prat desempeñando todavía su misión confidencial cuando estalló la guerra con las repúblicas vecinas i coaligadas del Pacífico, i en el acto, embarcóse para Chile, llegando a Valparaíso a fines de febrero de 1879.

Al pasar por la colonia de Magallanes, ocurrió un lance que es todavía un testimonio de la elevación silenciosa pero nunca desmentida de la grande alma del joven adalid. Enterrábase ese día a uno de sus compañeros de colejio, el teniente Garrao, que ejercía en la colonia el oficio de capitán de puerto. El capitán Prat asistió con tierno recojimiento a la ceremonia fúnebre, i al retirarse deslizó en manos del capellán de la colonia una moneda francesa de 20 francos, rogándole que hiciese algún sufrajio por el alma del condiscípulo i amigo fallecido (6).

XXIX.
La actual guerra no fué nunca comprendida por los hombres que la mandaron hacer a la manera como se manda tejer una frazada en un telar indíjena o fabricar una torta en taller ajeno; de suerte que cuando el capitán Prat regresó al departamento, le relegaron al puesto subalterno e inerte de ayudante de la comandancia jeneral de marina.

Trabajado en tal coyuntura por irresistible rubor, esta virjinidad del alma, privilejio sólo de la mujer i del héroe, el capitán Prat vivía como disfrazado, vestía de paisano i se escondía a las miradas del público i de sus compañeros detrás de las paredes de su estudio de abogado abierto en la calle que hoi en Valparaíso lleva, por esta misma causa, su imperecedero nombre:

"Me he decidido,—escribía en esta situación, desahogando su corazón ofendido en el de un amigo,—me he decidido a dejar el uniforme i vestirme de paisano. Me da vergüenza mientras mis compañeros parten a la guerra, quedarme aquí" (7).

"Mozo sublime!—exclamaba alguien a este propósito,—aguarda tu hora! El día que vengará tu heroica impaciencia, va a llegar."

XXX.
I en efecto, nombrado primero asesor del almirante de la armada, en cuya condición cúpole la misión de notificar al prefecto de Tarapacá coronel Dávila, el bloqueo de Iquique, llevando a tierra un pliego que el último, cojido de convulsa rabia no pudo abrir, comisionóle en seguida su jefe para volver a Valparaíso por uno de los vapores de la carrera, i llevarle la Covadonga, el antiguo i querido esquife de sus primeras armas i de sus primeras glorias, que se reparaba lentamente en aquel apostadero.

Verificólo así el capitán emisario; i habiendo partido de Valparaíso el 3 de mayo en convoi con el Abtao, echaba su ancla en la rada de Iquique. iluminada por esplendente noche, el día i o de ese mes, es decir, dos semanas escasas antes de su grandiosa hazaña, luz esplendorosa que en la noche de los errores alumbró a su hora la guerra i la salvó.

XXXI.
Continuó el capitán Prat al mando de la Covadonga por algunos días durante el infructuoso cuanto fatal bloqueo de Iquique. Pero habiendo resuelto el contra-almirante Williams Rebolledo ir al Callao en demanda de la flota peruana, precisamente en los momentos en que ésta se alistaba para largar sus velas con rumbo a sus puertos del sur, trasbordó aquel jefe al capitán Thomson (que continuaba siendo por excelencia su hombre de guerra) de la Esmeralda al Abtao, destinado a servir de brulote, i confió al capitán Prat el mando de la vieja corbeta chilena, encargándole sostener durante su ausencia el bloqueo de Iquique junto con la Covadonga, ésta al mando del bravo Condell.

Tuvo lugar la partida de la escuadra chilena, compuesta de siete buques, al caer la noche del 17 de mayo de 1879, i esa tarde comieron todos los capitanes en el acorazado Blanco Encalada, nave almiranta. Los que partían mostrábanse llenos de gozo i libaban sus copas a la victoria en cuya busca iban. Pero notaron todos el ceño entre melancólico i airado del capitán Prat. Era eso porque se quedaba.

Mozo sublime! volvemos a exclamar aquí. Aguarda tu hora, porque esa hora va a llegar!

XXXII.
El capitán de la Esmeralda lamentaba indudablemente en los adentros de su alma no proseguir la estela de su almirante i de sus compañeros de armas que les llevaría a gloriosa batalla. Pero no por esto dejaba de comprender el riesgo inminente de un asalto a que con los buques más débiles de la escuadra, i que por lo mismo eran dejados atrás a manera de pontones, sin calderos i casi sin cañones, se exponía.

Por esto, al estrechar por la última vez la mano de su jefe—según éste lo ha contado solo recientemente—díjole al pié de la escala del Blanco estas palabras, cuyo sublime laconismo repercutirá, como el grito de Leónidas en los ecos de la más remota posteridad:—“Si el Huáscar me ataca lo abordo."

I cuando llegó la hora, el invicto adalid lo abordó, cayendo el primero al pié de su torre.

XXXIII.
Entre tanto, i mientras esto sucedía en el litoral de Tarapacá, la escuadra peruana, cuyo nervio eran el monitor Huáscar i la fragata acorazada Independencia, habíase puesto en marcha el 16 de mayo, a media noche, rumbo de Arica. I de esta suerte las dos armadas rivales, que pudieron librarse franca batalla en el Pacífico, se cruzaron sin avistarse a la altura de Mollendo a las seis de la tarde i a la distancia de 60 millas el 19 de mayo de 1879.

Pero antes de llegara su destino, supo el presidente Prado, que en la última venía, por un capitán inglés, el cual después se quitó la vida en la ciudad de Bath (el capitán Cross), que habían quedado manteniendo el bloqueo de Iquique solo la Esmeralda inerme i la diminuta Covadonga. I en el acto mismo, dándoles solo el tiempo necesario para renovar su carbón, despachó de Arica, con la velocidad de hambrientos buitres, sus dos acorazados, a las órdenes de los capitanes de navío Grau i Moore.

La hora presentida iba a sonar.

XXXIV.
“El miércoles por la mañana,—dice una de las mejores relaciones del combate de Iquique, escrita en su idioma nativo por un almirante escandinavo,—día 21 de mayo, se percibieron desde el puerto de Iquique dos columnas de humo, mar afuera por el norte.

"En la misma ciudad se creyó al principio que era la escuadra bloqueadora que volvía. En la Esmeralda i Covadonga notaron, sin embargo, que los que venían eran enemigos: primero el monitor Huáscar, e inmediatamente después la blindada Independencia. Pero para cerciorarse, salieron los buques chilenos del puerto, i se dirijieron inmediatamente al encuentro de los desconocidos. No tardaron mucho en saber que no se habían equivocado.

"El Huáscar abrió el fuego. El primer cañonazo sonó a las 8.30 A. M., i fué esa la intimación de rendirse, hecha por el más poderoso al más débil. La aguda bala cayó en el agua precisamente entre la Esmeralda i la Covadonga, i fué recibida por un unánime i atronador grito de ¡Viva Chile! exhalado por las valientes tripulaciones de ambos buques. Ese viva fué seguido por un tiro de cada nave chilena.

"La lucha había, pues, comenzado; pero como hubiera sido demasiado desventajoso para los buques chilenos el pelear en campo abierto i mar afuera contra un enemigo bajo todos respectos superior a ellos, volvieron, defendiéndose al mismo tiempo, a la rada de Iquique.

"Allí, en ese espacio estrecho, pegados a tierra, en esa bahía que, por decirlo así, es abrazada por la ciudad i la islita que tiene en frente, los chilenos obligaban a los blindados a batirse con menos ventaja, limitándolos en su libertad, tanto para moverse, como para hacer uso de su artillería, por dos razones: primera, por el deber de conservación propia; i segunda, para no dañar a la ciudad peruana situada mui cerca, detrás del enemigo.

"Llegados al puerto, colocóse, en efecto, la Esmeralda tan cerca de tierra como le fué posible.

"Esto le atrajo, por otro lado, la desventaja de que desde la playa le podían tirar también, i no tardaron mucho en encontrarse entre dos fuegos.

"Además, despacharon del puerto botes armados con la intención de abordar los buques chilenos, que se hallaban ya atacados por todas partes.

"Entre tanto, las baterías de tierra estaban sólo armadas de cañones pequeños. Los botes de abordaje fueron con buen éxito rechazados, i huyeron.

"En tierra, además, habían puesto en juego todos los elementos disponibles para apagar el fuego que en diferentes partes habían prendido las granadas peruanas.

"Pero el ataque de tierra era el menos temible: la tempestad más violenta i más difícil de soportar fué la que estalló del lado del mar sobre los débiles pero intrépidos barcos de Chile. Los peruanos disponían de grandes cañones protejidos por blindaje contra unos cuantos pequeños la descubierta que poseían sus adversarios.

"Dos de los buques más poderosos del Perú combatían contra dos de los más débiles de Chile ¿Cuál podía ser el desenlace?

"Si hai algo que pueda hacer vacilar en la respuesta. sería a lo más la circunstancia de que a veces suele suceder que pequeños incidentes producen grandes resultados i que en la guerra casi nada es imposible" (8).

XXXV.
I ahora, después de escuchar la fría pero severa i verídica reseña del marino del norte que abre el combate, cedamos la palabra al propio enemigo i a su lengua de fuego, que esta vez era el alambre eléctrico i su chispa misteriosa:

Era el 21 de mayo de 1879 i amanecia.

La pintoresca ciudad de Iquique, pequeña Constantinopla de los médanos, despertábase perezosamente entre la bruma, destacándose sobre la parda colina sus elegantes minaretes.

Los centinelas peruanos, apoyados en sus fusiles i esparcidos como puntos negros en la extensa playa, aguardan la hora del relevo del primer cuarto. Las rondas nocturnas penetran de regreso por el zaguán de sus cuarteles. La ciudad militar entra en reposo... El pueblo Civil, aletargado por el bloqueo, este sueño del mar, i bosteza en sus almohadas de salitre. Calma profunda reina en la atmósfera, en el recinto, en el océano, en el firmamento que tenue luz tropical colora. Los bloqueos tienen el privilejio de convertir las bahías en ataúdes i los pueblos en cementerios. Eso era Iquique al amanecer del memorable miércoles 21 de mayo de 1879.

Solo las avanzadas de los muelles, listas para evitar los desembarcos nocturnos de los chilenos,
creen divisar movimientos extraños i sospechosos en la flotilla bloqueadora.

La Covadonga voltejea inquieta hacia el norte, i al fin endereza su proa a ese rumbo, como peje espada que ha divisado a la ballena i se alista al terrible i desigual encuentro. La Esmeralda, aferrada todavía a su ancla, aparece entre los reflejos de la alborada como enhiesta roca enclavada en la bahía.

De repente colúmbrase junto a la isla un lampo de cañón, i las colinas de la playa del Colorado, repercutiendo los ecos, llevan el sobresalto a todos los soñolientos moradores de la perezosa ciudad.

¿Qué ha acontecido?

Es la Covadonga que dispara el primer cañonazo de alarma a su consorte...

¿Por qué i para qué fin?

Ese cañonazo, en el sentido figurado de la guerra, quería decir sencillamente a las tripulaciones:
—¡Preparaos para pelear i para morir!

Condell i Orella, éste último con su vista de lince, habían reconocido los dos formidables encorazados del enemigo que, levantando crestas de espuma, venían en su demanda con toda la pujanza de sus poderosas hélices.

Entre tanto, nada de esto se apercibía en tierra.

El jeneral Buendía dormía como su nombre. Solo el vijilante Suárez. estacionado en la colina del Molle, sobre la espalda meridional de Iquique, tenía su caballo ensillado i velaba en su tienda. Belisario Suárez fué el jenio infatigable de la defensa de Tarapacá.

Por eso sus compatriotas vencidos en todas partes, hoi le repudian.

XXXVI.
Entre tanto, el hermoso reloj de la torre de madera, que ocupa el centro de la plaza de armas de Iquique, acababa de sonar las 8 de la madrugada: i los telegrafistas de todas las estaciones militares comienzan a instalarse tranquila i automáticamente en sus puestos, como de ordinario. Los telegrafistas, estos artífices de emociones, a tantos centavos por palabra, son seres indiferentes, simples apéndices de carne i tendón, agregados a los apéndices de madera i acero de sus aparatos. Sus almas se asemejan a los sobres de carta, con la sola diferencia que no tienen goma, porque no tienen saliva. Su única misión, es hacer hablar a secas al mundo i guardar estricto silencio. Son simples aisladores humanos, que hacen hablar a todos los hombres i a todas las razas, pero que no hablan ni pueden hablar... ¡Singular oficio!

El telegrafista de Iquique ha sentido el primer llamado de la mañana. Es el saludo del trabajo universal, que en todas partes despierta a la misma hora.

El injeniero don Narciso de la Colina, muerto más tarde en el puesto del deber en Miraflores, i que llevaba nombre adecuado para un artífice de ferrocarriles, avisa al coronel Suárez que se ha dado orden para que ciertos carros de carga estén listos en cierto paraje de la línea. Es ese casi el tema exclusivo de todos los telegramas de la campaña de Tarapacá, que contiene en cerca de doscientas pájinas en folio el libro copiador de la oficina de Iquique, prisionero hoi en un armario, i del cual sacamos exclusivamente el argumento de esta narración conmovedora, pero rigorosamente histórica. Eran aquellos los pedidos cuotidianos i repetidos cien veces en el curso del día: de víveres, de forraje, de bestias, de armas, de pólvora, i, sobre todo, de agua... El agua es el servicio eterno del telégrafo en los médanos. El desierto tiene sed, i, como el soldado de los húmedos valles de Chile, jamás se sacia hasta la hartura... El desierto es un enfermo incurable dé hidropesía.

XXXVII.
El telegrafista ha trasmitido así el anuncio del injeniero de la Colina i lo ha asentado con mano reposada en su libro copiador i en la pájina 82 de su cuaderno, cuando, un renglón más abajo, siéntese que su pulso se ha estremecido, como si la corriente eléctrica hubiese saltado de los alambres a sus dedos.

¿Qué ha acontecido otra vez?

Todo el secreto del drama está allí. Comienza la emoción; ajítase la concurrencia; el telón del océano ha sido descorrido por mano misteriosa, pero visible, i la trajedia heroica ha subido al escenario de la historia. Una muchedumbre ávida i febril, de veinte mil espectadores, mitad soldados, mitad vecinos, está agrupada, como en el vasto circo romano, en la playa, en los muelles, en los balcones, en las rocas, en las azoteas. Los gladiadores han saludado al rei del anfiteatro i a la muerte, i la lid jigante comienza en la líquida arena. .

El telegrafista acaba de anunciárnoslo con trémulas vibraciones de temor i de entusiasmo, que todavía llegan i todavía palpitan. Las copiamos con la fidelidad escrupulosa con que el facultativo cuenta los latidos del corazón del que se muere...

“Jeneral en jefe a coronel Suárez (mayo 21 de 1879, 8.38 A.M.)

"Huáscar, Independencia baten a los buques chilenos Esmeralda i Covadonga."

I luego se lee esta línea como en forma de I postdata: "Que esté lista la división".

¡Lista la división del Molle. la división Cáceres, en que forman el Zepita i el Dos de Mayo!! ¿Para qué?

Aquella no es cuestión de soldados ni de tierra.

Es una simple batalla de mar.

¡Ah! Pero los peruanos preven que los chilenos van a rendirse o a encallarse inmediatamente. Esto último será el máximum de su heroísmo de náufragos abandonados; i es preciso acordonar la playa, desde el Colorado al Molle para que ni uno solo escape. Es indispensable que el círculo esté completamente formado como una trampa de hierro, como el círculo del alambre en la batería eléctrica. Así lo dice el jefe de Estado Mayor, Benavides, en su parte oficial de la tarde, i así lo hace.

Los Cazadores de la Guardia se agazapan como cazadores de liebres a lo largo de la playa del Colorado.

Los Cazadores del Cuzco completan la red i la caza en la otra extremidad de la bahía. 

Los lobos del mar no tendrán por donde huir. Las divisiones están listas.

I era en ese preciso momento de las pusilanimidades minuciosas, de las victorias baratas, cuando el capitán Prat, pálido, pero sereno, tranquilo, sublime, completamente dueño de si mismo, dueño de su voz i dueño de su buque, roto i casi inmóvil, pero convertido por el heroísmo en roca, arenga a su tripulación desde el alcázar, i señalando con su espada el tricolor que flota dulcemente con la primera brisa en los mástiles, díceles estas palabras, que oyó el Pacífico en todas sus lindes:—¡Esa bandera no se ha arriado nunca!

La orden del día de la gran jornada estaba dada, i los dos barcos se acercaban como para darse de viva voz el último adiós de los que van a morir lidiando.

—¡Seguid mis aguas! grita el capitán Prat con su bocina, i la vibración del telégrafo, como si hubiera cojido en el espacio la entonación heroica, llevaba al Alto del Molle este eco, seco como el rechinar de las espadas en un duelo:

——Siguen batiéndose!
BUENDIA.

XXXVIII.
En esos precisos momentos una embarcación pasa por el costado de la Esmeralda; i una mujer que estrecha contra su regazo tres tiernas criaturas pide, con la voz temblorosa del espanto, socorro i albergue a los chilenos.

Es la mujer del piloto Stanley "el hombre infierno" de los peruanos, que huye de su pontón, cojido entre dos fuegos, mientras su marido huye en el Loa hacia Antofagasta.

I entonces, rasgo a la vez sencillo i grandioso, que ha sido referido con el apropiado nombre de “una galanteria en el martirio," el capitán Prat baja del alcázar, se acerca a la mura de su buque convertido en un castillo de fuego, i alzando cortésmente de sus anchas sienes su gorra de combate, la misma con que una hora hacía había saludado el oriflama de la patria invicta, díjole estas palabras de esquisita cortesía:—"No tenga cuidado, señorita!"—i mostróle el rumbo de salvación hacia la playa del Colorado, que los peruanos comenzaban a coronar de tropas, asustadas por el heroísmo (9).

XXXIX.
Sobreviene aquí en el libro de las peripecias del combate un instante de pausa, que parece trazado por toscos rasgos de pluma en el papel mudo i rayado a máquina, como las cuentas de vulgar mercader.

Pero los jefes peruanos que presencian las diestras evoluciones de los dos barcos encerrados i sin esperanza, necesitan llevar aire a sus pulmones, aliento a sus pechos. Necesitan hablar i hablan.

El telegrafista no ha tenido suficiente calma para mirar el reloj suspendido al muro fronterizo de la máquina, i no ha apuntado la hora.

Pero deben ser apenas las nueve de la madrugada, i Buendía dice a Suárez estas dos palabras, que no son sin embargo la victoria ni sus alas:

¡Llevamos ventaja!
Buendía.

I el entendido capitán del Alto, comprendiendo a la distancia, por esa sola frase, que no es mansa oveja la que el lobo acorrala, sorprende al jeneral en jefe desde la altura con este consejo de acertada mira militar;

Batería de tierra será bueno cañonee a buque cerca de tierra.
Suárez.

Ejecútase el consejo sin tardanza, i el barco chileno, como el león mañoso i envejecido de la serranía andina, que los vaqueros tienen cojido dentro de un círculo de cardones encendidos, visibles como nocturna lumbre desde la llanura, dispara a la vez sus dos baterías al mar i a la playa, asemejándose a un volcán en erupción...

Fué en ese momento preciso i terrible cuando la Covadonga doblaba la punta de la isla de Iquique i perdía de vista a su jemela. I al notar sus marineros las llamaradas de sus disparos por andanadas, i el fuego de su fusilería i el de la jente de tierra, creyeron que la Esmeralda había volado antes que rendirse...

Por esto el primer telegrama del 24 de mayo, vía de Tocopilla, vía de Chacanee, vía de Caracoles i vía de Antofagasta. tenía el laconismo siniestro i rápido del relámpago, i decía así: La Esmeralda, antes de rendirse, se voló... Simple engaño de hora i de retina. La Esmeralda hacía, dos horas más tarde, algo mucho más grande i más inusitado: impasible, indomable, taimada i grandiosa, íbase a pique con la bandera al tope como el Vengeur de Francia!

XL.
Pero en ese momento, con la goleta que escapa como gaviota herida, perforado su flanco de babor por una granada del Huáscar que se lleva de camino una noble vida, cambia la decoración. el escenario, los corazones, los latidos del alambre.

—¡Buque enemigo proa Cavancha! exclama Suárez a caballo sobre el Molle, viendo venir el
barquichuelo como bruto desbocado hacia la playa que domina desde el Alto; i como si sintiera a pesar suyo el mismo recelo que hizo exclamar a Buendía en el primer arranque del combate:—¡Que esa división esté lista! el segundo jefe del ejército peruano pregunta a su superior en el anuncio telegráfico:

—¿ Mando fuerzas?

Era el cierzo helado de la duda i la zozobra que comenzaba a soplar en las caletas del desierto:—la paraca venía esta vez proa del norte...

El jeneral Buendía, comprendiendo la ansiedad de su segundo, junto con la inminencia del peligro i de la caza, respondió:

—Esté listo en su puesto. Disposición tomada
Buendía.

Era ese el—All right! de Condell, dicho con la fraseolojía del que manda para vencer, no del que obedece para morir.

XLI.
Deslízanse ahora varios minutos, que son siglos. El telegrafista de la máquina de Iquique ha perdido toda posesión de sí mismo.—Εs dueño del manubrio del aparato, pero no el dueño de su alma ni de su pulso. Las líneas que copia se hacen fuego en espirales, como los buques que pelean en la rada, i el desatentado obrero maltrata la ortografía de la lengua, como la Covadonga maltrataba en esa hora a su enorme perseguidora.

Comienza el vértigo en la tierra i en el mar la grandiosidad.

La inquietud ha vuelto, en efecto, a aparecer tras el estambre del papel de los recuerdos, como apareció en la madrugada tras la bruma. Las líneas se tuercen, el martinete está mudo, los ojos siguen por encima de la colina los rumbos encontrados de la incertidumbre.

Son las once de la mañana i todavía no circula por los alambres esta palabra, que es siempre rápida como la centella:—"¡Victoria!" La Esmeralda se resiste i pelea.

La Covadonga huye i pelea.

Esa es la única faz de la batalla.

Una sombra pasa por la frente del jeneral en jefe, que el sudor empapa, i pregunta:

—¿Qué hace la “independencia"?
Buendía.

I el eco del Molle, apagado por el estrépito lejano del cañón, le contesta en el apunte gráfico del libro:

¡Persigue buque chileno!
Suárez.

El sobresalto aumenta.—¡Cómo! La Independencia, fragata poderosa, que traga los vientos i las olas en su marcha triunfal, ¿no ha dado caza todavía al barquichuelo fujitivo?...

Al sobresalto sucede el asombro, i el jeneralísimo peruano vuelve a preguntar a los que están en el divisadero de la altura:

¿Que hace la "Independencia"?
Buendía.

I Suárez, enervado, inmóvil sobre su montura, con los ojos fijos en el mar plácido que se mece a los pies de su caballo, con testa secamente otra vez:

¡Persigue al "Covadonga"!
Suárez.

XLII.
Ocurre aquí en el libro de cuyas pájinas copiamos. con la fidelidad nimia de los lapidarios, estos rápidos diálogos de la batalla naval de Iquique, algo de extraño i singular.

Nadie ha preguntado i nadie ha respondido.

Pero son o han debido ser las doce del meridiano, i el telegrafista, sin el dictado aparente de nadie, ha escrito medio a medio de la pájina, como quien escribe un epitafio, estas palabras, que son el resumen de la espantosa trajedia:

"Esmeralda" a pique.
Baró "Independencia,"

¿Quién dictó esas líneas? ¿El hombre, el viento, el cañón lejano... o fué el alma de los que del fondo de la ola i de los barcos sumerjidos subían al empíreo, sembrando el espacio de quejidos i de gritos de fracaso i de victoria?

El libro mudo i misterioso no lo dice (10).

XLIII.

I en efecto, pasados los azares de la primera hora, cumplida la promesa del héroe sobre el puente del Huáscar, enterrado el glorioso abordador por la mano de un noble extranjero junto con sus bravos secuaces, Serrano i Aldea, el capitán del monitor peruano, como humillado por su dolorosa victoria, pero enalteciendo su alma de marino con exclarecida magnanimidad, juntó hasta los más pequeños arreos del ínclito mártir, i como si fueran otras tantas reliquias, enviólos a su esposa con la siguiente carta, que es el más digno apoteosis de la titánica hazaña:

“Monitor “Huáscar"

Pisagua, junio 3 de 1879.

“Dignísima señora:

“Un sagrado deber me autoriza a dirijirme a Ud. i siento profundamente que esta carta, por las luchas que va a rememorar, contribuya a aumentar el dolor que hoi justamente debe dominarla.

“En el combate naval del 21 del próximo pasado, que tuvo lugar en las aguas de Iquique, entre las naves peruanas i chilenas, su digno i valeroso esposo, el capitán de fragata don Arturo Prat, comandante de la Esmeralda, fué, como usted no lo ignorará ya, víctima de su temerario arrojo, en defensa i gloria de la bandera de su Patria.

“Deplorando tan infausto acontecimiento i acompañándola en su duelo, cumplo con el penoso i triste deber de enviarle las para Ud. inestimables prendas que se encobraron en su poder, i que son las que figuran en la lista adjunta. Ellas le servirán indudablemente de algún consuelo en medio de su gran desgracia, i por eso me he anticipado a remitírselas.

“Reiterándole mis sentimientos de condolencia, logro, señora, la oportunidad para ofrecerle mis servicios, consideraciones i respeto con que me suscribo de Ud., señora, mui afectísimo seguro servidor.

“Miguel Grau (11).

XLIV.
Llegado es el momento de poner término a este ensayo que por su figura culminante, su punto inicial en la guerra i el ámbito inmenso en que estaba llamado, como ejemplo, a ejercitar su acción posterior en el mar como en la tierra, debía de fuerza abarcar el mayor espacio en el Album de la gloria. I como de preferencia hemos aceptado en esta reseña de vida tan preclara el testimonio ajeno al nuestro propio, estampado ya en otros libros (12), va a sernos lícito invocar aquí la voz más querida que endulzó las fibras del guerrero i apasionó con mayor vehemencia su entusiasta corazón. Porque así, i de prestado, dentro del propio santuario, sabremos todos lo que fue en sus santas intimidades aquel gran espíritu, conservado hasta hoi en ánfora de lágrimas.

Es su propia esposa la que habla, i así desde el fondo de su corazón de mujer i de su pecho de esposa, mediante jenerosa condescendencia que empeñará eternas gratitudes, vierte en el papel el mando i oloroso bálsamo (13).

XLV.
Arturo, cuando niño, era. vivo i juguetón, pero al mismo tiempo mui dócil. Se distinguía por su inmenso cariño hacia su madre. Muchas veces, para tenerlos en sosiego a él i sus hermanitos, ésta les decía que ella querría más al que estuviera más tiempo a su lado, i era seguro que Arturo dejaba de jugar i pasaba largas horas junto a ella para ser el preferido de su mamá. Era aplicado, observador i le gustaba saber el por qué de todas las cosas, i su padre, que talvez presentía lo que ese niño podía llegar a ser más tarde, se complacía en satisfacer todas sus preguntas. Tenía mui buena memoria i supo aprovechar i conservar las lecciones i consejos de tala clase que en su niñez recibió de su tierna madre.

"Cuando él apenas contaba seis o siete años, día le enseñó los principios de la música, i más tarde, sin más que estas escasas nociones, ayudado de su natural constancia i paciencia. Arturo consiguió aprender algunas romanzas que eran su más agradable distracción en sus horas de descanso, durante las fatigosas estaciones de Magallanes o Mejillones, en las que casi nunca saltaba a tierra.

"Es imposible imajinar una vida más pura i arreglada. Me refería uno de sus más íntimos amigos i compañeros, que Arturo era tan serio desde muchacho, que siempre les censuraba sus lijerezas. Por esto le decían que él era para ellos una especie de opinión pública.

"Fué desde niño mui prolijo para todo. Cuidadoso de su persona i de su casa, nunca estaba desocupado, i aún en las visitas que hacía a las personas de su familia, se ocupaba de arreglar lo que estaba en desorden o de hacer alguna cosa útil; así es como algunos de sus más próximos parientes conservan varios trabajos de su mano, como cajitas curiosas, habiendo obsequiado a su padre un escritorio trabajado por él mismo e iluminado varias fotografías, entre ellas la de su abuelita, la de la interesante esposa de usted i la de nuestra hijita Blanca Estela.

"Era tal el cariño hacia sus padres i el deseo de verlos tranquilos i felices, que a veces se privaba hasta de ir al teatro, que era su distracción favorita, por no gastar ese dinero en simples pasatiempos cuando podía emplearlo en cosas más necesarias.

"Sí, como hijo amante nada dejaba que desear, como esposo i como padre, puedo asegurarle que fué un modelo de ternura.—Quería compartir conmigo hasta los más íntimos cuidados de la familia. Así me escribía en una ocasión desde Mejillones: —"A cada momento me parece que te veo rendida de mecer a nuestra hijita, sin que a tu lado esté yo para ayudarte a compartir, aunque sea en pequeño, tus trabajos: lo único que me consuela es que en esta vida todo es relativo: hai placer porque hai dolor, i a la grandeza de éste corresponde la intensidad de aquél."

Εra por carácter reservado i nunca hablaba más de lo necesario, pero era mui minucioso i expansivo para escribir; en sus cartas no se olvidaba de nada ni de nadie.

"Quien lo hubiera visto en el seno de la familia, tratando de aliviarme en lo posible en el cuidado de los que él llamaba sus tiernos ánjeles, no habría podido reconocer en él al marino austero, al jefe estricto.

"Recuerdo que el día de nuestro enlace, un jefe que lo apreciaba mucho, pero que solo lo conocía bajo este último aspecto, decía a uno de mis hermanos: "El joven es cumplido, es una alhaja, pero es mui tirante"

"Amaba a nuestra hijita con delirio i jugaba con ella como un niño; pero una vez que se ponía a trabajar, ya no había para él más que sus papeles i sus libros; se contraía de tal manera, que ni la bulla de los niños le interrumpía ni molestaba.

"Nadie mejor que usted sabe con cuántas dificultades tuvo que tropezar para realizar su propósito de recibirse de abogado. Toda mi esperanza era que una vez recibido se retirara de la marina, que presentía me sería tan funesta, pero nunca pude decidirlo.—A este respecto me escribía en 1874:

"La idea de abandonar la marina me es antipática i, a la verdad, solo impelido por poderosas razones me decidiría a hacerlo. No cuento entre mis defectos la inconsecuencia.—Mientras no posea un nombre, si no respetable, al menos de mérito, como abogado, debo conservar el de marino, que me lo ofrece, i llevar como accesorio el otro.—No tengo ninguna mezquina ambición; ni los honores ni la gloría me arrastran, pero creo puedo servir en algo a mi país en la esfera de actividad tanto del uno como del otro."

"Tenía gran confianza en Dios i la esperanza segura de una vida mejor. Así es que jamás se abatía por los reveses de la vida. En esta convicción, siempre me repetía: "Dios nos guía, i lo que sucede es siempre lo mejor que debe suceder."—En 1874 me escribía, a propósito de la muerte de una amiga mui querida: "El pesar que esta desgracia me ha causado ha sido mayor por afectar tan de cerca tu tierno corazón i hallarme tan lejos para enjugar tus lagrimas i fortalecerte a tí en la resignación, ya que no fué posible recibir su último adiós. Entre tanto, mi amiga, quédenos el consuelo, para los que creemos en una segunda vida, que la virtuosa matrona que hemos visto desaparecer de la vida temporal goza para siempre de la espiritual; que la buena esposa, la tierna madre, la abnegada amiga del pobre i del poderoso, le han conquistado."

"Deseando que ésta llene el objeto que usted se propone, tiene el gusto de saludarlo su afectísima atenta servidora.—Carmela Carvajal de Prat."

XLVI.
Después de este nombre,—suave perfume de una tumba delante de la cual los chilenos estarán mañana postrados de rodillas, fresca corona de llores envuelta en los tules de eterna viudedad,—sólo queda un deber para el compajinador humilde: arrodillarse sobre la lápida todavía sin nombre en el cementerio o en el pedestal de Chile, i esculpir en ella el ósculo de la eterna reverencia del imperecedero culto del amor a lo grande i a lo excelso.

I porque nó?

Contemplemos, bajo todas sus faces, cómo ha de mirarse en la cúspide del orgulloso monumento de glorificación que en la playa chilena le aguarda después del prolongado secuestro en bóveda extraña i de comercio.

Examínesele en toda su vida i en su última hora.

Niño, tiene el heroísmo del hogar.

Adolescente, ama como los paladines de la leyenda.

Marino, casi desde la cuna besa el Océano en la frente i se mece en él, en sus olas azules, en sus tradiciones de gloria, en sus batallas de inedia noche, como si hubiera nacido entre sus crestas.

Nombrado para tomar al abordaje a la Covadonga en el puerto de Coquimbo, escribe a su madre que la idea de aquella empresa le sonríe como sus propias caricias.

Captor de la nave española, envía íntegra a su techo su cuota de presa, haciendo del patrimonio del bravo el báculo de padre anciano i abatido.

Náufraga la Esmeralda en la rada de Valparaíso, lánzase de su lecho donde le retiene la fiebre, i sálvala.

Como Lee, "el gran Virjinio," Arturo Prat cree que la cosa más grande de la vida es el deber. I de esta enseña santa no aparta jamás los ojos, desde el aposento del aula infantil hasta su última mirada al invicto mastelero en cuyo tope flota invicto pabellón.

Se ha dicho, en efecto, i se ha creído, que hubo en Iquique un grande i pocas veces visto heroísmo de soldado.

Húbolo, a la verdad, en todos, i en Arturo Prat más alto que en otro alguno, excepto tal vez el heroísmo guerrero de Ignacio Serrano, este Ayax de nuestros mares.

Pero el heroísmo jenuino, propio, tranquilo, inmutable como la roca, bruñido como el bronce, I jsublime como la luz que alumbra las mañanas de los Andes, es el heroísmo del deber que Arturo l’rat ostenta al pié de la colina de Tarapacá. ¡Recordemos!

Avisanle que invencible enemigo se acerca... i Pero el capitán no se inmuta, ni se atropella, ni le aparta una línea del trazado de acero del deber, del orden de batalla que la Ordenanza prescribe para el mar:—"¡Sale a reconocer!»

Es la escuadra enemiga que viene ufana, provocadora, invencible... No se inmuta por esto el adalid, que encierra en su personalidad todas las responsabilidades del deber propio i colectivo, i se limita a gritar con voz de aliento:—Muchachos el combate es desigual!... Asciende entonces el capitán glorioso al alcázar de su nave acometida por los buitres del Norte... I entonces, i con palabras de hombre i de jefe, latiendo desahogado el valiente corazón dentro del pecho i sonora Ja lengua en la garganta, empapada en el calor de las fauces, anima a los suyos a morir como chilenos:—"¡La bandera de Chile no se ha rendido nunca!»

La vibración de aquella alma i de aquella voz repercute en la nave entera de la cubierta a la cofa, del bauprés a la hélice, i el capitán de mar, que ha recibido esa bandera i su custodia, sabe que nunca será arriada.

Esto, como prenda moral, sobra a su pecho i a su mando.

Pero el hombre, el gladiador, el camarada, acuérdase que si el fragor del bronce es el himno de la batalla, el músculo del combatiente es la victoria; i entonces, sereno, impasible, sublime siempre, pregunta:—"¿Ha almorzado la jente?»

XLVII.
I hecho todo esto, que es sólo el deber i sus cimas opacas o luminosas, (que esto poco importa) el héroe cabal, que no se ha desmentido en uno solo de los grandes actos de su vida, en una sola de sus voces de mando en la última maniobra, pone la proa al sepulcro i dice tranquilamente a su bravo lugar-teniente:—¡Seguid mis aguas!

I todavía, cuando paseando segura mirada por la borda divisa que todo está ejecutado dentro del deber postrero, que es el martirio, grita a todos los que le obedecen i se doblegan como sifu eran sólo la sombra de su cuerpo, al eco de su bocina de bronce: —¡Cumplid ahora vuestro deber!

XLVIII.

I mas adelante del sacrificio, cuando el cañón ha tronado durante tres horas, i viénese desolado sobre el flanco de la frájil nave, rota por las balas, enfurecido monstruo enemigo con sus hocicos de hierro trabados i enhiestos, acusando que en el fondo de sus entrañas está aposentada la muerte, el caudillo inmortal salta sobre su lomo como para asirle la indómita garganta, i al caer exánime deja al vencedor lo único que los héroes antiguos solían dejar en el campo enemigo: su espada i su cadáver...

Su broquel, que sería devuelto al hogar, era solo el retrato de su esposa i de sus hijos, que nunca apartó del corazón ni como atavío ni como memoria.

XLIX.
Lo que constituye por esto la grandeza peculiar del heroísmo de Arturo Prat, lo que lo hace único e insuperable por otros heroísmos, es su maravillosa, nunca interrumpida, pareja, acerada, impasible unidad.

Como Bayardo, su nombre recorrerá la historia sustituido por una leyenda, nombre de pila de la gloria.

Arturo Prat ha pasado por la doble prueba del crisol de fuego en que hierve la envidia i del crisol de arcilla en que reposa el olvido.

En el fondo del primero no se ha encontrado un solo vestijio de hiel.

El fondo del último está todavía lleno de lágrimas...

La gloria de Arturo Prat es una gloria completamente liquidada: es un finiquito de la inmortalidad que nunca jamás será revocado.

L.
La vida i la muerte de Arturo Prat confúndense, así, en una sola intuición, en una sola voluntad, en una sola luz, como la del diamante que el lapidario acaba de laminar con el cincel; es la gran unidad del deber, que comienza en ta cartilla i acaba en el salmo que los moribundos de ánimo entero recitan junto con el sacerdote en el dintel del mas allá...

De aquí la talla colosal de este chileno, que ayer era solo escondida juventud.

De aquí que el nombre de Arturo Prat no sólo sea un emblema de la nación chilena sino una leyenda, una admiración, una figura aparecida en luciente relieve en el horizonte que el Océano abre a todas las naciones.

LI.
Como Pablo Jones, el tipo de mar de la América del Norte; como Gravina en Trafalgar, como Canaris en Grecia, como Cochrane en el puente de la primera Esmeralda, Arturo Prat es el héroe del mar entre todos los pueblos, j aquel a quien el vulgo canta, la ola arrulla, el nauta invoca en el peligro, la tempestad destaca sobre el puente, asido al timón, dando el nimbo sobre la cofa, jenio i salvador a la vez que d I Océano resucita en todos sus enojos como para I aplacarse a su voz.

LII.
I otra vez, por esto, lo decimos al concluir, i cuando el tiempo enfriando los ánimos i los momentos solo deja paso a la convicción tranquila i al fallo justiciero.

Arturo Prat, como marino de Chile, fué por la pureza i la grandiosa unidad de su vida un verdadero semi-dios de la antigüedad 

LIII.
Una cosa de gran dolor quédanos todavía por agregar a estas memorias de una vida sin tacha, de un holocausto sin ejemplo, de la mas grandiosa magnanimidad de nuestra historia. Es una voz de la tumba. Es una reclamación suprema i urjente ante la posteridad.

¿Por qué, en efecto, mientras la mano de la patria enlutada, de la amistad solícita, de la tierna fraternidad, o simplemente de la misericordia de los buenos, ha devuelto al suelo blando de la curia los despojos queridos de los que en el páramo cayeron, sin exceptuar los más humildes; por qué yacen todavía casi insepultas, bajo una plancha de hierro destinada a guardar, no los trofeos siquiera de la guerra sino los fardos del comercio, después de un lustro casi completo de resignación i espera, las santas cenizas del héroe inmortal? .
¿Qué se aguarda?

¿Acaso la erección de suntuoso monumento confiado a la morosidad extranjera?

¿Acaso el regreso a sus lares del último barco, del último soldado, del último cadáver?...

¡Ignorármoslo! Pero al poner fin a la vida del campeón de Iquique, escrita cincuenta meses después de su inmolación, la espina del remordimiento se atraviesa en nuestra garganta i como una voz secreta, salida de olvidada i casi profanada tumba, nos acusa.

I lo único que en semejante dolor alivia i alza el ánimo, es la esperanza de que la hora del apoteosis no se halla lejos, que el cincel del arte labra ya el cáliz destinado a recojer las últimas lágrimas, que el semi-dios de la historia va al fin a encontrar en los dinteles de su cuna el altar marmóreo que consagrará, con los reflejos del bronce enemigo herido por el sol de Chile, su ínclita, inmensa, imperecedera gloria.

_____________
(1) Artículos publicados en El Mercurio del 11 i del 13 de febrero de 1880, con el título de El alumno Arturo Prat, por su primer maestro, el distinguido institutor don José Bernardo Suárez, uno de los espíritus más independientes de la enseñanza i de la prensa chilenas.

(2) En el emblema que ocupa la derecha del retrato de Prat en este Album, el artista ha copiado con fidelidad el rostro de aquél cuando era niño, tomándolo del grupo fotográfico mencionado.

(3) Carta al autor, escrita expresamente sobre la pubertad de Arturo Prat, por su tío i tutor don Jacinto Chacón, mayo de 1880.

(4) Biografía completa de Arturo Prat, por Bernardo Vicuña.—Valparaíso, 1879.
Conceptuamos ésta la mejor biografía jeneral entre las que aquí se han publicado del capitán Prat, no sólo por su forma, sinó por haber sido escrita a la vista de preciosos documentos íntimos i por dictados de la familia a  quien el autor consultó ampliamente en Valparaíso.
Por lo demás, la Bibliografía Prat cuenta ya por sí sola no menos de una docena de volúmenes i folletos, escritos para honrar su memoria.

(5) Bernardo Vicuña, biografía citada.

(6) Dato posterior comunicado al autor por el gobernador de la colonia de Magallanes, don Carlos Wood.

(7) Carta del capitán Prat a don Darío Riso Patrón Cañas, comunicada autógrafa por éste al autor.

(8) Relación del combate de Iquique leída en la Λcademia de ciencias navales de Stockolmo por el contra-almirante sueco conde de Stalkberg en octubre de 1879, i comunicada al autor por la señora chilena doña Enriqueta Cox de Jhannegt, residente en Stokolmo.

(9) Esta escena se halla prolijamente contada en un memorial en inglés, que el piloto Stanley presentó mis tarde al gobierno de Chile, detallando sus sufrimientos i los de su familia.—Esta fué reducida a prisión i tratada por las autoridades peruanas de Iquique con un lujo de crueldad que espanta. En ningún pecho, en la playa peruano, brilló en esas horas ni el mis leve reflejo de la magnanimidad de Prat.

(10) En el parte oficial del sub-jefe de estado mayor del ejército peruano de Tarapacá, don Antonio Benavides, cuyo documento fué apresado más tarde en Pozo Almonte entre los papeles del Estado Mayor peruano, cuando éste, después de la batalla de San Francisco, huía hacia la quebrada de Tarapacá, se leen también los siguientes significativos i sinceros párrafos, verdaderos boletines de la gloria de Prat i de la marina de Chile escritos por la pluma de un enemigo: "Como al norte del puerto estuviese empeñado el combate entre el Huáscar i la Esmeralda, ésta, huyendo, se acercó tanto a la playa de la ensenada del Colorado que se supuso también que allí se rendiría. Queriendo aprovechar, como en Molle, si desembarcaban prófugos, se destacó al batallón número 7 Cazadores de La Guardia, que fué situado a la ceja de dicha ensenada, ordenándose además a la brigada de artillería de la primera división viniera inmediatamente a ocupar un puesto desde el que podría dirijir sus fuegos a la Esmeralda con algún provecho. Así se verificó, i en cuanto las piezas rompieron sus fuegos lo mismo que nuestros nacionales que guardaban ese punto, fueron contestados por la artillería de dicho buque i su guarnición por el espacio de media hora, habiéndose visto obligado por esto a abandonar el puerto haciendo rumbo al norte. Entonces el Huáscar a toda máquina se fué sobre él, i después de un rudo choque lo echó a pique a las 11.40 A.M. sucumbiendo HEROICAMENTE con sus tripulantes."

Este parte oficial lleva la fecha del 21 de mayo de 1879, es decir, que fué escrito el mismo día del combate.

(1) Hé aquí el inventario de los objetos que el jefe peruano envió jenerosamente a la viuda del héroe i que ésta guarda como dentro de un santuario:
Inventario de los objetos encontrados a, capitán de fragata don Arturo Prat, Comandante de la corbeta chilena “Esmeralda" momentos después de haber fallecido a bordo del monitor “Huáscar".

Una espada sin vaina, pero con sus respectivos tiros.
Un anillo de oro, de matrimonio.
Un par de jemelos i dos botones de pechera de camisa, todo de nácar.
Tres copias fotográficas, una de su señora i las otras dos probablemente de sus niños.
Una reliquia del Corazón de Jesús, escapulario del Cismen i medalla de la Purísima.
Un par de guantes de Preville.
Un pañuelo de hilo blanco, sin marca.
Un libro memorándum.
Una carta cerrada, i con el siguiente sobre-escrito:
“Señor J. Lassero.
“Gobernación marítima de Valparaíso.
“Para entregar a D. Lorenzo M. Paredes.

Al ancla, Iquique, mayo 21 de 1879.
El oficial de detall,
P. Rodríguez Salazar.

(12) Para más prolijos datos, especialmente sobre el combate de Iquique, puede el lector consultar Las Dos Esmeraldas, (1879) i la Historia de la Guerra (1880-1882), El Combate Homérico, brillante cuadro del señor Grez, la Biografía de Prat por los señores Medina i Guerrero, etc., etc.

(13) A petición nuestra, la digna señora Carmela Carvajal de Prat se sirvió escribir estos apuntes íntimos en mayo de 1880, i con motivo del primer aniversario del combate de Iquique. Están contenidos en una carta escrita a nuestro amigo don Jacinto Chacón, en Curimón, el 14 de mayo de 1880.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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