José Velásquez |
Regimiento Núm. 2 de Artillería.
Campamento de Dolores, Noviembre 20 de 1879
En vez de reasumir los distintos partes de los comandantes de las cinco baterías pertenecientes al regimiento de mi cargo, referentes a la batalla del día 19, he preferido, en vista de la importancia del asunto y como materia de observación y de estudio, trascribirlos íntegros a V. S. Juzgo que de esta manera se le dará más importancia al rol que felizmente cupo a la artillería el día indicado...
Las baterías de campaña del capitán Villarreal y de montaña del capitán Wood, situadas a la derecha de nuestra línea, impidieron la aproximación del enemigo al portezuelo que conduce a las aguadas de Dolores, sin duda alguna, objetivo de aquél por ese costado.
No sucedió así en el ala izquierda por donde el enemigo se acercó bastante, pues a más del interés de estas aguadas, tenía el paso expedito al Norte, una marcha y retirada segura al Este, para tomar el camino de Tarapacá pasando por la quebrada de dicho pueblo o una contra marcha sobre Pozo Almonte y demás puntos del departamento.
El enemigo, comprendiendo muy bien tales ventajas y la otra muy principal de dominar las alturas del cerro más elevado de la Encañada, quiso aprovechar las facilidades de la subida, los accidentes de terreno de nuestros sitios y además las circunstancias de no haber ningún cuerpo de infantería que las defendiera, sino una batería francesa de montaña colocada en la cima.
Por felicidad, en este costado y a la izquierda figuraban tres baterías de artillería: la francesa arriba indicada y que V. S. ordenó establecer, la de montaña del mayor Montoya y capitán Carvallo, que yo coloqué en la falda de la izquierda de un cerro de la misma cadena, y por último, la de campaña mandada por el capitán don Santiago Frías, que situé sobre un pequeño morro de cinco metros de altura al lado de la línea férrea y que domina en parte la del Tamarugal.
Los fuegos combinados de estas baterías pudieron, en tres ocasiones, contener más allá de 3.000 metros de distancia las columnas que componían el grueso del ejército enemigo. En ningún momento pudo éste hacer avanzar fuerzas considerables y organizadas hacia nuestras posiciones. Apenas si ligeras guerrillas ocultas en las sinuosidades del terreno, tras de parapetos de caliche o metidas en fosos, venían a fusilar a los artilleros que no tenían a su frente fuerza alguna que los apoyara.
El regimiento 3º de línea, que defendía nuestros flan cos y la retaguardia de la batería del capitán Frías, lo mismo que el frente de la batería del capitán Carvallo, impidió la aproximación de esas guerrillas al ala izquierda.
El señor comandante Castro, del cuerpo mencionado, atendiendo mi pedido, mandó a una de sus compañías guerrilleras con el objeto de despejar las enemigas, y después el comandante del Valparaíso, señor coronel Niño, comprendiendo lo acertado de esta medida, hizo lo mismo con todo su batallón.
De esta manera, rechazadas las fuerzas que intentaron atacar la batería del señor Salvo con el oportuno auxilio de dos compañías del Atacama y del Coquimbo, como está detallado en el parte de ese jefe, deshechas por el 3º las guerrillas de que he hablado en compañía del Valparaíso, y detenidas a largas distancias por los fuegos de la artillería las gruesas columnas del enemigo, éste trató, sin conseguirlo, de organizarse a más de 5.000 metros, quedando por consiguiente concluida la batalla.
Eran las 5:20 P. M.
Muy poco tengo que agregar con respecto a los pormenores del servicio a lo que dicen los partes de los comandantes de batería que he tenido el honor de transcribir.
La artillería, señor, estuvo el día indicado a la altura del prestigio de nuestro ejército. Llenó su misión y tengo el gusto de manifestar a V. S. que los señores jefes y oficiales demostraron en ese día el valor tranquilo e inteligente, tan indispensable para el servicio de este importante arte. Los artilleros sirvientes se condujeron como se conducen siempre los soldados de Chile.
La batería de campaña del activo e inteligente capitán Flores, a las órdenes del distinguido mayor Fuentes, forzó la marcha cuatro horas consecutivas, salvando las dificultades del terreno para llegar a tomar parte en la acción, lo que consiguió a última hora. Esta batería la dejé en el camino el día anterior obedeciendo a órdenes superiores.
El comandante don José Manuel Novoa y su ayudante, el capitán Gallinato, que se habían quedado en Pisagua por asuntos del servicio, llegaron durante lo más recio de la batalla: el primero acompañó al señor General en Jefe y el segundo pasó a una de las baterías.
Me es doloroso tener que manifestara a V. S. la muerte del teniente don Diego A. Argomedo, que cayó en su puesto demostrando serenidad y valor incontrastables.
Los comandantes de batería, capitanes Carvallo y Urízar, heridos gravemente, son dos oficiales distinguidos, no solo por su valor, ilustración y conocimientos en el arma, sino también por su carácter y constancia en el trabajo. Ambos poseen la virtud más bella que puede tener un hombre distinguido: la modestia. La pérdida de estos dos jóvenes sería inmensa para la artillería de Chile.
El teniente Koeller recibió un golpe de bala en la espalda, y los alféreces Nieto y García fueron heridos, el primero levemente y el segundo de alguna gravedad.
Incluyo la lista de los artilleros muertos y heridos, lo mismo que la de municiones consumidas.
Durante la batalla me sirvieron de ayudantes el capitán don Basilio Dávila y el alférez portaestandarte don Salvador L. de Guevara, manifestándose severos y activos en el desempeño de las comisiones que se los encomendaba.
Termino, señor, haciendo especial recomendación del cirujano de este cuerpo don Elías Lillo, que subió los cerros cinco veces durante la batalla, recogiendo y prestando auxilio a los heridos, y diciendo que cada uno de los oficiales del parque cumplió perfectamente con sus obligaciones.
Dios guarde a V. S.
J. VELASQUEZ.
Al señor General en Jefe del ejército.
****************************
Saludos
Jonatan Saona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario