Manuel Velarde |
(Texto tomado de "El Perú Ilustrado" Lima, 16 de noviembre de 1889)
Pocos ciudadanos han librado en el revuelto mar de la política, un nombre tan honorable y tan puro, como el General D. Manuel Velarde.
En ese vaivén de los acontecimientos funestos para el país, se han hundido, y con justicia, muchas reputaciones, salvándose apenas del naufragio, unas cuantas cabezas encanecidas como la de Velarde.
Hay almas que no pueden ser nunca viejas.
Hay caracteres que se pronuncian en todas las fases de la vida, con los rectos, brillantes perfiles de la mocedad.
Quien se abrasa en el fuego del patriotismo como un adolescente; quien no se da al reposo egoístico de los años para combatir en favor de los intereses generales; quien trabaja empeñoso por la reconstrucción del edificio nacional, no desdeñando tostarse la piel en las obras de utilidad pública como un triste obligado sobrestante, mal puede llamarse viejo, aun que haya visto caer las verdes hojas de su juventud y sienta el aire otoñal acariciar su frente.
I.
Hijo legítimo del Teniente Coronel veterano de la independencia don Simón Velarde y de la señora doña Manuela Seoane, vió la luz nuestro respetado amigo, en un hogar limeño de aquellos en que la virtud es algo mas que una palabra de adorno, pues descansa en obras reales y diario sacrificio de sus jefes por cada uno de los vástagos que sustentan.
Numerosa era la prole del veterano, y es debido á esta circunstancia, el que sus hijos, bien dotados por la naturaleza, no alcanzasen sin embargo, una instrucción como la que hoy se completa en las universidades.
En 1846 y cuando el hoy General Velarde contaba apenas 13 años, fué llevado al Cerro de Pasco por un tío suyo que ocupaba allá ventajosa posición, siendo también muy conocido en el país, por su grande inteligencia y acertada participación en los negocios de Estado.
Este señor había formado una sociedad con el objeto de explotar una mina. Tocóle á su sobrino el servicio de la administración de ella, encontrándose con bastante energía para ese cargo en tan corta edad, como en el terreno de la práctica lo manifestó.
Quienes conozcan el Cerro de Pasco, los rigores de su clima y la pesada labor minera de allí, no dejarán de admirarse de esta primera y brillante prueba dada por un niño, en el campo de la industria, al lado de muchos hombres endurecidos en el trabajo; siendo más raro aún,que cumpliese á satisfacción de la sociedad, el difícil cargo de administrador, por todo el tiempo que dicha sociedad tuvo esa mina.
II.
La vocación que arrastra, llevó al joven de regreso á Lima, á sentar plaza en el Ejército Nacional ingresando al batallón “Callao” como cadete, antes de haber cumplido 15 años, siguiendo así la carrera en que su padre cosechó los laureles eternos de nuestra emancipación, al lado de Bolívar, Sucre y demás héroes.
Del batallón “Callao”, pasó al Colegio Militar, donde adquirió los conocimientos técnicos de su arma, obteniendo la clase de sub-teniente en el mismo plantel, previo examen de ley, el 24 de Noviembre de 1849.
Los sucesivos grados hasta el de coronel, lo fueron concedidos en la columna “Izcuchaca” y batallones “Callao” y “Zepita,” corrientes las campañas de Bolivia y el Ecuador, y las batallas de la Palma y Arica, bombardeo del 2 de Mayo, y otros encuentros más, en que siempre se distinguió Velarde como pundonoroso y valiente.
La grande estimación que le profesó el Mariscal don Ramón Castilla, provenía de su bizarro comportamiento en la batalla de la Palma, donde al frente de una compañía de la columna "Izcuchaca" se opuso tenazmente el capitán Velarde, al paso del ejército enemigo, dando así tiempo á que Castilla desplegase la artillería que consumó la derrota del General Echenique en tan sangrienta jornada.
La defensa de Arica el 21 de Febrero de 1858 contra Vivanco y que costó preciosas vidas, conquistó un grado más á Velarde, recomendado al Gobierno por el jefe de la plaza, en términos honrosísimos.
Joven, bastante joven todavía, ganóse las palas de coronel. Y es de advertir que en épocas anteriores, con menos ilustración científica, era más difícil el ascenso en edad temprana por el rigor de la disciplina; siendo únicamente las funciones de armas ó largos y competentes servicios, los que hacían adelantaren el Ejército.
III.
Principia ya á figurar en la escala política D. Manuel Velarde, el 24 de Noviembre de 1870, día en que fué nombrado Prefecto de Cajamarca.
La sagacidad, finas maneras y blandura de carácter,—no escento en caso necesario de energía,—abrieron al nuevo prefecto la voluntad general, recibiendo del pueblo de Cajamarca, pruebas mil de simpatía y estimación.
Con intervalos ligeros, sirvió las prefecturas de Lima, La Libertad y Callao, durante la administración de D. Manuel Pardo, quien le propuso para coronel efectivo al Congreso, después de la campaña contra Piérola, en que tomó parte activa, obteniendo esta clase en 2 de Marzo de 1875.
En el año anterior y como recompensa de sus afanes por la prosperidad de Cajamarca, fué elegido Senador de ese Departamento, con el voto unánime de sus pueblos.
La vida parlamentaria no es extraña á los militares inteligentes. Velarde mantuvo en el Congreso de 1875, con mucha altura los intereses patrios, y sin estudiados discursos,dejó oír su voz en pró de la justicia, cuantas veces se lo exigieron el deber y el patriotismo.
Hombre á quien siempre repugnaran los manejos viles, no tiene participación la más mínima en los negocios fiscales de otras épocas. E1 huano y el salitre, esas dos fuentes que emponzoñaron la existencia del país, manchando como un virus afrentoso el rostro de tantos hombres públicos de su tiempo, han pasado para el señor Velarde sin rozar siquiera su casaca de militar ni su toga inmaculada de legislador.
IV.
La guerra del Perú con Chile, puso entre los primeros, al entonces Coronel Velarde, al frente de una división importante que marchó al Sur, llena de esperanza y de bríos.
En vista de los documentos que tenemos á la mano, el desastre de San Francisco se habría evitado, consiguiendo en su lugar una victoria completa, á haberse también seguido las indicaciones oportunas que hizo Velarde en las horas precedentes al desconcertado ataque de los peruanos.
Conocido es entre el ejército que luchó en San Francisco, la opinión de buscar á los chilenos en el cerro de Dolores, cuando amanecía el 10 de Noviembre de 1879, opinión mantenida con firmeza por Velarde, que consideraba como militar entendido, infructuoso un ataque de subida, en medio de un sol abrasador y careciendo casi totalmente de agua, entre los calichales de San Francisco.
Esta opinión no predominó, desgraciadamente, en la Junta General; sobreviniendo la catástrofe después de las 12 del día, y cuando la División Exploradora comprometió la batalla con un ardor digno de mejor suerte, por su heroísmo inútil, escalando el cerro de Dolores hasta posesionarse de los cañones enemigos, mientras el grueso del ejército sin orden expresa de ataque, se mantenía en la llanura, no pudiendo volar al inmediato auxilio de sus compañeros.
Preciso es leer con calma la brillante exposición de don Manuel Velarde sobre los sucesos del Sur y publicada en el Comercio de 9 de Diciembre de 1884, para comprender las causas verdaderas del desastre de San Francisco. Allí están punto por punto rebatidas todas las falsas especies que corrieran á la distancia, cambiando los hechos y desfigurando á los hombres que tomaron parte en la jornada del 19 de Noviembre y que concluyó, no diremos con una derrota, sino con una retirada desastrosa del ejército peruano, por no haber emprendido contra el chileno, como lo aconsejó Velarde, en las primeras horas de la mañana, y con el común esfuerzo de nuestros batallones.
La aludida exposición del General Velarde, es un documento importantísimo para la Historia. No solo hay allí datos preciosos y observaciones discretas sobre los acontecimientos del Sur, sino que se ve al hombre patriota, de cuerpo entero, pugnando por romper las sombras que envuelven al Perú, con el honor de sus más abnegados hijos.
V.
Al jefe divisionario de San Francisco, le fué encomendado, posteriormente, el Estado Mayor del Ejército Perú-Boliviano, reunido entre Tacna y Arica, bajo las órdenes del Contralmirante don Lizardo Montero y General don Narciso Campero, Presidente constitucional de la República de Bolivia.
Campero militar patriota y entendido, si los hay en América, reconoció en Velarde condiciones muy especiales para la guerra, haciendo mención honrosa de él, en sus escritos.
La batalla de Tacna, es sin disputa alguna, la mejor batalla que se ha librado en el territorio peruano, sobre la base técnica, desde la dominación española hasta nuestros días.
Concurrieron allí las circunstancias todas, que hacen de una función de armas, el duelo científico, por decirlo así, de dos grandes ejércitos; entrando en mucha parte también, el corage y resolución de ambos contrarios.
La victoria de Chile fué debida al mayor número de combatientes y mejor calidad del armamento, pues sabido es que disponía en Tacna de más de cien cañones Krupp y 16 mil fusiles de retrocarga, mientras los aliados contaban apenas 40 cañones de los antiguos, y doce mil rifles de diversos sistemas, no faltando los viejos minié de cargar por la boca, y de un alcance ridículo para las modernas batallas.
-Hemos vencido pero nos cuesta mucha sangre, escribía el General Baquedano al Gobierno de su país, manifestando así, el denuedo de los enemigos, que, cedieron el campo, después de una mortalidad en sus filas asombrosa.
Las buenas disposiciones de nuestras tropas se debieron en gran parte al Jefe del Estado Mayor General, de quien se expresa así el Contralmirante Montero en el parte que elevó á la Secretaría de Guerra.
‘‘No puedo dejar de llamarla atención del Supremo Gobierno respecto al distinguido comportamiento del Jefe de E. M. G. coronel D. Manuel Velarde, quien después de haber llenado su deber del modo más inteligente y satisfactorio, y cuando ya no quedaba un solo soldado que colocar en la línea del fuego, se lanzó en compañía del valiente coronel don Agustín Moreno al mayor fragor del combate, perdida la esperanza del triunfo en busca de una muerte gloriosa."
VI.
Tocó á don Manuel Velarde el comando de la “Columna de Honor", formada por todos los jefes y oficiales sin colocación en el Ejército, cuando se aproximaban los chilenos á Lima. Obediente á las ordenes superiores, guarneció basta la madrugada del 10 de Enero de 1881, el cerro de la Molina, por donde se creyó en un principio que atacara el General Baquedano con lo mejor de sus tropas.
Ocupada la Capital por el invasor, y en el deseo de verle evacuar cuanto antes el territorio de la República, aceptó en el Gobierno provisional del doctor don Francisco García Calderón, el Ministerio de Gobierno,después de haberse resistido mucho y visto la ninguna voluntad de Chile para entenderse con el Dictador en los preliminares de paz.
Nadie ignora el fin que tuvo el Gobierno de la Magdalena ante las exigencias temerarias de la cancillería de Santiago.
Velarde consecuente á sus compromisos, marchó poco después á Arequipa donde se hizo cargo del E. M G. del Ejército que obedecía al Contralmirante Montero. Vice-presidente de la República con ejercicio del mando en Huaráz, durante el confinamiento del doctor García Calderón á Chile.
Fué entonces que las cámaras bolivianas en vista de los servicios prestados á la alianza, invistieron al coronel Velarde con el alto grado de General, que obtuvo también en el Perú, ante el Congreso de 1886.
A fin de procurarse elementos bélicos, marchó á Bolivia y de acuerdo con el General Campero, regresó á Arequipa con algunos recursos que contribuyeron á levantar el espíritu de nuestros departamentos del Sur, amenazados ya por los chilenos.
Hizóse cargo del mando en Jefe del Ejército peruano de Cuzco, Puno, Arequipa y Moquegua, hasta la llegada del Contralmirante Montero, á quien acompañó algún tiempo en el Ministerio de Guerra.
Emprendió Velarde un nuevo viaje á Bolivia, regresando al Perú, cuando la plaza de Arequipa caía en poder del enemigo sin seguir el ejemplo de Lima cuyos calumniados hijos supieron morir defendiendo su hogar en las tres grandes batallas de San Juan, Chorrillos y Miraflores.
VII.
La conducta del General Velarde en los sucesos posteriores, es bien conocida por el país.
Formó parte del Consejo de Ministros el 2 de Diciembre de 1885, contribuyendo en el ramo de Guerra á la conciliación de los bandos armados que se temió rompieran nuevamente las hostilidades con la llegada de Relayze á Lima.
Allí desplegó como nunca, su habilidad y energía, imposibilitando la reacción sangrienta que pretendían algunos, pues desarmó las tropas llegadas del interior, calmando así la ansiedad general de esos momentos.
Nombrado Prefecto del Callao, pasó al Ministerio de Gobierno en los primeros meses de la administración del señor General Cáceres; puesto que renunció oponiéndose con entero valor al primer arreglo que se pretendiera en nombre de los tenedores de bonos peruanos, y que ha sido después materia de mil debates en la prensa, las cámaras y demás círculos políticos de la Nación. Publicó un folleto en que daba esplicaciones de su conducta y manifestaba también la necesidad del rechazo de las pretensiones de los tenedores de bonos.
Creyendo asimismo inspirarse en las conveniencias patrias, renunció protestando una vez más del Contrato Grace, la Prefectura y Comandancia General de Loreto con facultades amplias, y el carácter de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Perú en el Brasil, que se le confiriera.
Manifestando sin embargo que estaba pronto á servir á la Nación en cualquier puesto donde pudiera manifestar con su honradez acrisolada la independencia de sus ideas, aceptó la administración del ferro-carril de Trujillo,—cargo sin importancia política y bastante inferior á los que había renunciado en meses anteriores, probando así también con su modestia, las más altas virtudes del ciudadano.
En Trujillo como administrador del ferro-carril, dió un brillante ejemplo de lo que pueden la actividad y la pureza en el i manejo de los intereses fiscales, dando cima á una obra que esperó largos años el puerto de Salaverry. Allí está ese magnífico muelle atestiguando la labor constante y desvelos del General Velarde, quien ha conquistado nombre imperecedero en el departamento de la Libertad.
Las ovaciones que lo han tributado el pueblo y la prensa de Trujillo, no se borrarán fácilmente de su memoria. Antes de volver al Callao para ocupar la Prefectura que hoy sirve, recibió una medalla de oro que trae en el anverso las armas de Trujillo y la dedicatoria que hace de ella la ciudad, al director de su ferro-carril; ostentando en el reverso, una vista del muelle de Salaverry y la fecha de su inauguración.
En el puerto vecino fué recibido con inmenso júbilo por el vecindario que salió cuanto puede esperarse de una autoridad como la suya. Manifestaciones tan elocuentes son el mejor testimonio de sus méritos.
El General Velarde es, pues, uno de los hombres más simpáticos que se dibujan en el escenario político; y, solo su modestia que corre pareja con su patriotismo, puede obligarnos á poner nuestra firma al pié de estos renglones. No puede tampoco permanecer anónimo, lo que se inspira en altos merecimientos y consideraciones públicas.
Carlos G. Amézaga.
Lima, Noviembre de 1880.
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Texto e imagen tomados del "El Perú Ilustrado" núm 132, Lima, 16 de noviembre de 1889.
Saludos
Jonatan Saona
Saludos
Jonatan Saona
He tenido la oportunidad de leer el plan alternativo sugerido por el coronel Velarde para la batalla llamada de Dolores. Y entendiendo que al referirse a "los cerros" ha querido decir que el ejército aliado debió tomar, para su ataque, una ruta que le diera acceso a la Encañada - vale decir, la quebrada o depresión que separa los cerros Tres Clavos y San Francisco - me pregunto cómo hubiera operado aquello cumpliendo la condición que señala el citado coronel. Esto es, hacerlo "temprano en la mañana".
ResponderBorrarComo el ejército aliado solo llegó a posesionarse de la Oficina Porvenir hacia media mañana del día 19, después de agotadora marcha de varios días por el desierto, solo me cabe suponer que el plan en cuestión contemplaría esperar hasta el siguiente día 20 para poder realizar tal avance "temprano en la mañana".
Y en tal caso, se hubiera encontrado con un ejército de Chile reforzado por otros 3.000 combatientes que, convocados ese día 19, empezaron a llegar por tren hasta dolores esa misma tarde, incluyendo a su comandante en jefe. Habría enfrentado, entonces, a unos 9.000 hombres frescos, descansados, con agua abundante proveída por el pozo de Dolores, y transportados cómodamente por vía del ferrocarril que Buendía, con toda cortesía, dejó a disposición de su enemigo.