Quequeña.
En los confines del valle, hacia el Sur, está el distrito de Quequeña. Qqueqquenañai, que era su nombre en quechua, significa: ya truena.
Y en efecto, que por aquel lado es por donde son más récias las tempestades, como que en las alturas que lo dominan comienza ya la sierra, la región andina. Y Pocci, último distrito, que se halla al Este de Quequeña, es ya plena sierra.
Dos son los pueblos principales de Quequeña: Yarabamba y Quequeña, unidos antes por una antigua alameda de colosales sauces, que fué destruida durante la guerra.
Tiene este distrito 2,250 habitantes. Sus habitantes han sido dados á la ocupación de la arriería, industria que los ferrocarriles han destruido casi totalmente.
Tiene este lugar, un terrible recuerdo de la guerra entre el Perú y Chile.
Fué en 1883, el año triste, el año negro para el Perú.
Hallábase el ejército chileno ocupando nuestro valle, y un piquete de varios soldados y un oficial, estaba acantonado en en el pueblo de Quequeña.
Hallábase el ejército chileno ocupando nuestro valle, y un piquete de varios soldados y un oficial, estaba acantonado en en el pueblo de Quequeña.
Ya se supone la impaciencia, la ira dolorosa con que soportarían los hijos de Arequipa, la ocupación enemiga de su tierra, á la que ni aún siquiera les dejaron el honor de defender.
Los vencedores andaban, por supuesto, altivos, provocadores. Era preciso hacerse pedazos el alma, para
que no estallara á cada instante. ¡Terribles días aquellos!
que no estallara á cada instante. ¡Terribles días aquellos!
Un día, algunos vecinos de Quequeña, agotado ya el sufrimiento, provocados por bárbaro castigo impuesto por los chilenos á un niño, reuniéronse y atacaron el cuartel en que se hallaban los soldados chilenos, resultando, dos de estos, muertos en el combate; y huyendo otro á Arequipa, á dar parte de lo ocurrido á sus jefes.
La mañana del día subsiguiente, 23 de Noviembre, vióse desembocar en la pequeña vega de Yarabamba, varios jefes del ejército chileno, seguidos de un piquete de soldados.
Desde las primeras casas del pueblo, empezaron á reunir y llevar con ellos a todos los hombres que encontraban. Atravezaron así, el pueblo de Yarabamba, y siguieron al de Quequeña, donde también arrastraron á todos los hombres que pudieron haber.
Pocos momentos después, en la pedregosa plaza del último de estos pueblos, veíase un grupo como de treinta peruanos, rodeados de la fuerza chilena.
Conferenciaron lijeramente, los Jefes de esta, y en seguida se hizo formar en hilera á los prisioneros.
Tomaron luego sus nombres, los pusieron en pape les y procedieron al fúnebre sorteo. Iban á ser quintados...
Entre tanto, el horror de aquella escena había ido creciendo. -La visión de la muerte, inesperada, brusca, surgió de repente ante los desgraciados prisioneros. El silencio era espantoso. Solo á intervalos, oíase el crugido de algún sable. Aquellos hombres, sorprendidos así, inocentes, porque ninguno de ellos había estado en el combate, sintieron el soplo frío de la muerte helar su frente; pero no la inclinaron . ¿Iban á morir? Estaba bien, morirían como valientes... El cura del pueblo fué llamado á absolver á los sentenciados.
Se hizo el sorteo. Seis nombres salieron... Los designados por aquel horrible azar, avanzaron en silencio.
El sacerdote les dió su bendición .
Un pelotón de soldados los condujo á una casucha inmediata a la plaza, y allí ,en un patio, hiciéronlos parar en fila y los fusilaron! Todos cayeron sin una queja.
Pobres hermanos nuestros, mártires oscuros y sublimes... Las manchas de su sangre no se han borrado, ni pueden borrarse del suelo.— Las rojas manchas, parece que gritaran venganza!
Los demás prisioneros fueron flajelados.
Después, se puso á fuego á varias casas, y después todo quedó en silencio. Esta fué la justicia que hicieron los soldados chilenos que ocupaban nuestro valle.
Ellos sabían que los que estuvieron en el combate habían huido; sabían, por lo tanto, que todos los peruanos que habían aprehendido eran inocentes, pero no por eso la matanza fué menos cruel, menos fría, menos bárbara!
Ellos sabían que los que estuvieron en el combate habían huido; sabían, por lo tanto, que todos los peruanos que habían aprehendido eran inocentes, pero no por eso la matanza fué menos cruel, menos fría, menos bárbara!
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Hoy, al que pasa por los pueblos de Yarabamba y Quequeña, le cuentan, todavía con lágrimas, la historia de aquel trágico día!
Á mí me la contaron un día, y la escribo aquí, porque es preciso que estas cosas no se olviden; hay que repetirlas todos los días al oído de los hombres y de los niños!
¡Quién sabe! La suerte de las naciones es vária.
No olvidemos á nuestros hermanos de Quequeña.
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Polar, Jorge. "Arequipa. Descripción y estudio social". Arequipa, 1891.
Saludos
Jonatan Saona
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