I.
Hemos ya recordado entre los infantes a los Délano, a los Heaton, a los Henry, i entre los jinetes a Cox, a Carson, a Luco Lynch, a Carlos Souper, i hoi toca su turno a Ricardo Walker Martínez, que sin pertenecer a cuerpo determinado, fue uno de los más incansables jinetes de las tres campañas del Perú, en calidad de ayudante de campo i oficial de Estado Mayor.
II.
Había nacido este enérjico i brillante soldado en Vallenar por el año 1845, siendo su padre el industrial i opulento caballero inglés don Roberto Walker, natural de Whitely, en el norte de Inglaterra. Su madre fué la bella señora doña Custodia Martínez, rival en gracia i en donaire de dos hermanas, que se hicieron a la par esposas de otros Walker. Como las tres gracias de la antigüedad, las tres señoritas Martínez, del Huasco, orlaron la ruda frente de Albión con guirnaldas de llores cojidas en su ameno río.
Vinieron antes los dos hermanos Walker (don Juan i don Alejandro) de Birmingham a Chile, i no teniendo nada de común con el último llegado, excepto el apellido, hiciéronse los tres, hermanos políticos, por el procedimiento del primero i segundo batallón del rejimiento Atacama, en el cuál los soldados llamáronse entre sí «cuñados», porque el segundo llevó después de Tacna sus mujeres al primero que sólo tenía glorias.
El vínculo de unión de los tres había sido la excepcional belleza criolla de aquellas tres niñas, hijas de uno de los más ricos descubridores del mineral de Agua Amarga, don José Martínez; i de aquellas alianzas, de la Fuerza con la Gracia, vino que los Walker Martínez formaran una familia intrépida, interesante i varonil.
III.
Ricardo Walker correspondió, como el que más, a aquellos atributos, i apenas salido del colejio, en la época del auje de su padre, que había improvisado el oasis de Las Salinas en las arenas entonces solitarias de la Viña de la Mar, mostró inquieta vida aventurera. Minero con su padre en Vallenar, empleado de banco en Valparaíso, especulador a la ventura en Lima, viajero en Estados Unidos en la época de la guerra con España, cateador en Caracoles, la última guerra con el Perú i con Bolivia encontrólo de dependiente de comercio en Salta, i al oír el primer rumor de la pelea, de un salto hallóse en Chile. Los soldados ingleses, o hijos de ingleses, son como sus bulldogs: saltan, pero no sueltan.
IV.
Nombrado ayudante de Estado Mayor con el grado de subteniente, su bravura, realzada en él por su porte arrogante i un carácter irritable, al que no era ajena dolencia de familia que había tronchado muchas jóvenes vidas, conquistó Ricardo Walker sus ascensos, campaña tras campaña, en una batalla después de otra batalla, hasta que con el grado de capitán, impartiendo las órdenes de su inmediato jefe, mestizo de británico como él, cayó de su caballo en el campo de Miraflores, atravesado el pecho, asiento del mal que había de consumirle, por una bala de ametralladora.
V.
Algunos días más tarde extinguióse en Lima el animoso capitán al lado de Roberto Souper, otro ayudante del coronel Lynch derribado en las gargantas de Chorrillos de su favorito caballo “Juan José"; i así, casi juntos, desaparecieron de la tierra empapada de sangre enemiga aquellos dos espíritus que ni un solo instante desmintieron la indomable enerjía física i moral de su raza i de su liga.
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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna
Saludos
Jonatan Saona
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