Belisario Suárez |
Parte de Belisario Suárez sobre el enfrentamiento en Quillagua
La Noria, Octubre 16 de 1879.
— Benemérito Señor General de División y en Jefe del Ejército.
— B. S. G.
— Tengo el honor de dar á U. S. cuenta de los estudios realizados, de acuerdo con las instrucciones de S. E. el Supremo Director de la Guerra y de las de U S. en el reconocimiento del Monte y Pozos de la Soledad que he logrado extender hasta Quillagua, á la vez que de los sucesos á que han dado lugar esos trabajos, por la existencia de fuerzas enemigas en los lugares objeto de ellos y sus inmediaciones.
Destinada como está la primera parte de esta exposición á servir de guía á las posteriores disposiciones de la campaña, es y debe ser por ahora el secreto de los directores de ella, lo cual me obliga á consignarla en parte separada, seguido de anexos importantes, como las declaraciones obtenidas de los prisioneros; y otros datos igualmente útiles, como el itinerario exacto de las distancias y las facilidades de que son suceptibles los caminos del desierto. Me lisonjea la esperanza de que encontrará US. en ellos, si no completa la resolución del gran problema de la campaña, gran camino avanzado, al ménos, para llegar á encontrarla.
En este oficio me limito, pues, á narrar el viaje realizado y los incidentes de él que aún cuando no ofrecen sino el aspecto ménos interesante de la comisión que he cumplido, servirán sin embargo para evidenciar mas, si cabe, la superioridad indisputable de nuestras tropas, y la posibilidad debatir en sus posiciones avanzadas á los que han emprendido su obra de usurpación bajo la garantía del desierto, que va faltándoles á medida que vamos emprendiendo como lo permiten nuestras ventajosas condiciones militares.
Desde que S.E. y U.S. con los exactos datos que deben á su patriótica actividad é intelijente vijilancia, conocieron el plan del enemigo sobre el sur de esta provincia, quedaron acertadamente resueltas la exploración, primero, y la ocupación, después, del Monte de Soledad, y se me hizo el honor de confiarme ámbas operaciones, que por su importancia debían considerarse como esencialmente propias de las obligaciones de mi cargo; pero fué necesario esperar la llegada de la división de exploración destinada al segundo de estos objetos, y la espedición se postergó hasta la mañana del 4, en la cual marché á este cantón para situar provisionalmente las fuerzas recién llegadas.
El mismo día me diriji á Pozo de Almonte donde se me unieron los 50 Húzares nombrados de antemano para acompañarme en la comisión que se me tenia encomendada.
Trascurrió el día preparando los elementos indispensables para un viaje del todo aventurado, por los condiciones de la localidad y la vecindad del enemigo.
El 5 emprendí marcha, pasando por este cantón hasta San Pablo, que está hasta tres leguas de él, y á 7 del punto de partida.
Levanté el campo á la una de la mañana y dirijiéndome á las 6 á la Aguada de la Alianza donde principia verdaderamente el desierto.
En las mismas condiciones, y á las 4 y 10 minutos de la tarde llegamos á los Pozos de la Soledad, donde nos detuvimos un día estudiándolos y haciendo las observaciones que hallará V. S. en el informe reservado que acompaño á éste. Mi comisión estaba terminada, pero comprendiendo la necesidad de examinar de cerca el campamento enemigo de Quillagua, di órden para marchar sobre este punto con el objeto de reconocer sus alturas y el interior de la quebrada en mas de dos y media leguas.
Penetramos en ellas por el camino de las «Remesas» que toma su nombre del tráfico del ganado argentino de que se provee esta provincia, y continuamos sin interrupción por la vía de las «personas,» orillas del río, durante dos leguas. Como en este punto era posible dar agua á nuestra caballada, lo hicimos, y terminada esta operación y llenadas las cantinas de los soldados, proseguimos hasta el mismo pueblo, encontrando á la media legua el campamento Chileno.
Un centinela nos dió el alto, y había sido tomado con gran utilidad para nuestras operaciones si la imprudencia de uno de los nuestros que contestó el quién vive con un tiro, que alarmando á las fuerzas, nos colocó entre dos quebradas inaccesibles al salir por la loma que está al frente del pueblo.
Dominamos la primera, pero hubimos de conocer lo imposibilidad de hacer lo mismo con la segunda, y contramarchamos á la vista y bajo la persecución del enemigo, hasta tomar la ruta anterior. Protejidos por la niebla que lo envolvió todo, tomamos el camino real y lo seguimos 9 leguas hasta la pampa de «Tambillo», en la cual nos dió alcance á una media legua mas ó ménos, una fuerza compuesta de dos mitades de caballería, una tras otra y que hablan venido en persecución nuestra.
Como solo tenía 32 de los 50 húzares que tomé en Pozo Almonte, por haber dejado algunos resguardando los víveres de la Soledad, otros ó cargo de la brigada y otros enfermos, ordené al Teniente Don José M. Peña, que con cuatro tiradores cubriera la retaguardia para impedir que se introdujera el desórden en nuestra tropa.
El expresado oficial cumplió con particular acierto su comisión; y como desconociese, á causa de la misma niebla y del polvo que levantan los caballos, el número de las fuerzas contraria, adopté el partido de ocupar una loma, encadenar los caballos que por lo cansados no estaban en condiciones de combate y que abrigué en lo mas resguardado de la loma á cargo de dos hombres, desplegando en guerrilla los 30 restantes. A su vez, las dos mitades que nos perseguían se dividieron tomando una la derecha y otra á la izquierda.
Cuando estuvimos á tiro mandé hacer fuego, y se retiraron á los pocos disparos llevando al parecer algunos heridos. El Comandante de la mitad de la derecha mandó un oficial á la izquierda y ámbos se replegaron tomando definitivamente la retirada.
Ordené entónces montar, por encontrarse algo repuestos los caballos, y bajamos á la pampa, y al ponernos á distancia de clarín les hice oír el toque de generala como provocación, y se detuvieron en efecto, pero para continuar de nuevo la retirada.
Cuando lo hacíase presentó un refuerzo enemigo en la altura, y volví á avanzar en la pampa y á desplegar en guerrilla, porque el entusiasmo en la tropa y el estado de los caballos lo hacían posible. Previendo esta actitud se retiraron nuevamente dejando á nuestra fuerza en sus posiciones hasta perderlos de vista, momento en que seguimos la marcha á la «Soledad», punto al cual llegamos entre dos y tres de la tarde.
Al penetraren el monte fuimos sorprendidos por un nutrido fuego de fusilería de las partidas pertenecientes al escuadrón «Exploradores del Desierto» emboscado allí.
Mandé desplegar la fuerza y penetrar al bosque, y después de combatir algún tiempo conseguimos, á favor del denuedo de nuestros soldados y de la velocidad de nuestros caballos, dispersar al enemigo y tomarles nueve prisioneros, cuyos nombres constan de la relación adjunta y uno de los cuales, el cabo Eugenio Cárdenas, tenia en su poder el nombramiento de su clase expedido por la Comandancia General de Armas del Loa, que también acompaño: 10 carabinas Remington, igual número de sables corvos y 11 bestias.
He distribuido las armas y equipos al escuadrón Castilla.
No puedo apreciar, por lo difícil de hacerlo en el bosque, las pérdidas del enemigo, y solo hemos encontrado dos muertos, uno de ellos el célebre merodeador Rojas, y un herido que actualmente medicinamos de la mejor manera posible.
Por nuestra parte solo tenemos que lamentar la fractura de un brazo que sufrió el Alférez Moyano. Este valiente oficial cayó con su caballo en la impetuosidad de la carga.
Faltos de forraje y agotados en general nuestros recursos, volvimos á Laguna, donde pasamos la noche; de allí he ordenado que los húsares pasen a Canchones á reparar sus caballos y he venido á este cantón para aguardar órdenes de U. S. á la vez que tomar las medidas del caso.
Tal es el resultado del primer reconocimiento sobre las posiciones enemigas, que la acertada combinación de S.E. y la dirección inteligente de U.S. prepararon, y que me tocó llevar á efecto como Jefe de Estado General.
El verdadero y bastante útil resultado estratégico de esta exploración lo hallará U. S en el informe reservado que completa éste, acerca del cual, como de sus anexos, me permito reclamar la atención de U.S.
Si se tiene cuenta para apreciar la retirada al frente del enemigo, que en el pueblo de Quillagua existe, aparte de otras fuerzas, el regimiento Santiago, fuerte de 1,350 plazas, creo cumplir un deber de justicia, al consignar aquí los nombres del Sargento Mayor Don José Antonieta, Teniente Don Teodomiro Puente Arnao y Alférez Don Domingo Gomez Sánchez y Don N. Moyano del regimiento Húzares de Junín, Teniente Don José Mercedes Peña de este E. M. G., delegado de la Comisaría General Don Samuel Márques, pagador del batallón Guardias de Arequipa Don Pedro Antonio Rodríguez y ciudadano Don Domingo Barreda, que han estado a la altura del patriotismo y del deber.
Sírvase U. S. poner este oficio y lo de su referencia en conocimiento de S. E. el supremo director de la guerra.
— Dios guarde A U.S.
— Belisario Suárez.
He aquí la relación de los prisioneros:
— Sargento 1° Norberto Munilla. — Cabo 1° Eusebio Cordero (con nombramiento) — Cabo 1° José S. Aliaga, id. Hilario Arrieta. — Cabo 2° José del D. Avendaño.
Soldado — Vicente Nuñez— Miguel Campo.—Gregorio Miranda.— Próspero Alvarez. — Eusebio Roja.
— Firmado
— El Primer Ayudante
— Manuel María Seguín,"
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Saludos
Jonatan Saona
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