Estanislao del Canto |
Huancayo, febrero 7 de 1882.
Señor General en Jefe:
Cábeme la satisfacción de dar cuenta a usted señor de las expediciones practicadas por la división que me fue entregada el 1º del corriente por el señor coronel jefe de estado mayor general don José Francisco Gana.
Encontrándose en Jauja el batallón Lautaro, cuatro piezas de artillería, 1.111 carabineros, y en marcha desde Tarma el batallón Tacna 2º de Línea, dispuse que el comandante Gonzáles de artillería, marchase a la vanguardia al mando de 50 carabineros. Ese mismo día llegó a Concepción a las 3 P.M. y después de tomar pacíficamente el pueblo, situó sus avanzadas con el objeto de no abandonar ese pueblo y resguardarse del enemigo. La avanzada colocada en dirección a San Jerónimo, ruta que llevaba el enemigo, con pérdida de un cabo, y por nuestra parte el soldado de carabineros José Dolores Ríos.
Al amanecer del día 2, se puso en marcha para Concepción el Batallón Lautaro, con seis piezas de artillería y algunos carabineros; durante su trayecto tuvo lugar el incidente del puente Huaripampa, de que ya he dado cuenta a V.S. A la llegada de estas fuerzas al pueblo de Concepción, se supo que las del enemigo se encontraban en Huancayo, noticia que me fue notificada en Jauja, por lo cual ordené que cinco compañías del Chacabuco se pusieran en movimiento para incorporarse a la división.
Por investigaciones que tomé de las vías de comunicación, me convencí que desde Jauja estaban dando noticias nuestras al enemigo; y no por la vía del pueblo de Cinco y Mito, pasando el río Jauja por los puentes de cimbra que hay a las inmediaciones del pueblo de este nombre.
Para evitar este grave daño que recibíamos, comisioné al capitán Mac Cocheon y luego después al teniente don Caupolicán Villota para que fuesen a cortar los puentes de Parca y Lloquipampa y destruir por completo el de Huaripampa, quedando solamente comunicación desde la Oroya al puente de Concepción, que estaba en nuestro poder; era inútil por consiguiente, el puente que hay frente a Huancayo y que pertenecía al enemigo.
Después de estas medidas, y como de las 6 a las 7 am del día 3, me puse en marcha desde Jauja a Concepción, llevando el Batallón 2° de línea, tres piezas de artillería y el resto de Carabineros. A mi llegada a Concepción procuré a toda costa obtener noticias fidedignas del enemigo; y en circuntancias en que me preparaba para hacer un reconocimiento, llegó la persona que había enviado por tales datos, anunciándome que las fuerzas del General Cáceres evacuaban la plaza de Huancayo Sin pérdida de tiempo, decidí perseguirle; al efecto, me puse en marcha con el Batallón 2° de Línea, cuatro piezas de artillería y los carabineros de Yungay; dejando orden de que el Lautaro y las cinco piezas restantes de artillería tomasen las disposiciones de la altura de Concepción. Estas disposiciones tomé porque se me aseguró que en la Quebrada Honda, que dista tres leguas mas o menos de Concepción, se habían fortificado 400 hombres del enemigo para proteger la retirada del General Cáceres.
Cuando hube llegado a la Quebrada Honda la encontré desierta, y entonces decidí llegar a Huancayo, por presumir que en este pueblo sería donde existía la tropa que protegía la reitrada del enemigo. Llegado que hube a las inmediaciones de este pueblo, tuve noticia de que las ultimas tropas recién salían; y entonces dispuse que el teniente don Caupolicán Villota con cuatro carabineros pasase de largo la población y se cerciorase de la efectividad del hecho, prohibiendo en lo absoluto que ninguna persona fuese a anunciar al enemigo la aproximación de nuestras tropas.
Desde el mismo pueblo de Huancayo ordené el inmediato movimiento del Lautaro y de las cinco piezas de artillería que habían quedado en las alturas de Concepción. Eran las 6 PM y, sin embargo, resolví continuar mi marcha hasta avistar al enemigo, pues el teniente don Caupolicán Villota, trayéndome un oficial prisionero, vino a anunciarme que la retaguardia del enemigo no distaba mas de 25 cuadras.
Considerando la forzadísima marcha que había hecho la tropa que me acompañaba, y en virtud de las instrucciones que tenía decidí acampar en una pequeña población denominada La Punta, con el objeto de dar aliento a los perseguidores, pues habían recorrido un trayecto de siete leguas, y esperar al coronel Robles que llegase con el Lautaro y su artillería; igualmente mandé al capitán de bagajes, señor Encina, para que con los bagajes necesarios llegase a Concepción a traer en sacos la carne cocida del rancho que había mandado preparar para la tropa. Como a las 4 A.M. del día 5 llegó este alimento y después de repartirlo a toda la tropa, emprendí la marcha en persecución del enemigo, pero ya con las noticias recibidas de que el coronel Robles con sus fuerzas me seguían.
A las 7.15 A.M. divisé al enemigo; notando que en su campamento había movimiento, me aproximé a él, a una distancia de mil quinientos a dos mil metros; y ordené que las cuatro piezas mandadas por el sargento mayor don Rafael González se colocasen en batería y rompiesen fuegos. Mientras tanto la vanguardia de infantería, precedida por cuatro carabineros y un cabo, seguían su marcha regular de observación del enemigo. Pronto regresaron los carabineros anunciándome que el enemigo se hacía fuerte en la entrada del pueblo denominado Pucará. En tales circunstancias, la descubierta de infantería recibió los fuegos del enemigo, fuegos que fueron contestados por los nuestros y que pronto recibieron el refuerzo de tres compañías del 2º de Línea, al mando del sargento mayor don Enrique del Canto.
El resto del 2º mandado por el comandante accidental de dicho cuerpo, teniente coronel graduado don Eleuterio Dañín, ordené tomase el flanco derecho del enemigo, por estar su retaguardia protegida por un cerro que éste había descuidado tomar, tal vez con motivo de su plan de retirada.
En el término de media hora o tal vez poco más, debido a los certeros disparos de artillería y al impulso de medio batallón del 2º el enemigo cedió y entonces dí orden de que la caballería cargase, resultando que el enemigo abandonó la población y se refugió en las alturas.
Ya las fuerzas del coronel Robles estaban reuniéndose a las nuestras, y como el enemigo resistía en una segunda línea, dispuse avanzasen dos piezas de artillería; tomasen un lugar conveniente y disparasen sobre el enemigo, en razón de que la infantería y caballería eran importantes, por separarlas de una fragosa quebrada.
En este momento entraba en combate otro medio batallón del 2º mandado por el comandante Dañín y las primeras compañías del Lautaro. Iniciado este nuevo combate el enemigo resistió por unos breves momentos, pero luego se vio que sus tropas se dispersaban a derecha e izquierda, y entonces ordené al sargento mayor Roberto Bell que cargase con sus carabineros. Esta carga fue infructuosa, porque era imposible verificarla a causa de que el terreno no presentaba sino desfiladeros, sin embargo, nuestros infantes, bajo los fuegos de artillería, tomaron una segunda posición.
Creímos que el enemigo se había dispersado por completo; pero resultó que 20 o 35 cuadras más atrás en un portezuelo de altura dominante, formaba su tercera línea. Era preciso atacar, y al efecto, volviéndose a colocar la artillería, reforzada con la que había traído el coronel Robles, en lugares convenientes y bajo los fuegos de ésta, avanzaron nuestras tropas, seguidos de una mitad de carabineros, al mando del alferez Alamos.
La resistencia del enemigo era tenaz y bien ordenada; pero al fin nuestros soldados despejaron su frente.
Tomada esta tercera posición, notóse dispersos entre los enemigos, y por prisioneros tomados entre los enemigos, supe que los batallones Lima y Zepita hacían fuego contra sus compañeros de los batallones Junín, América y Libres de Huancayo.
La dispersión del enemigo era completa; nos separaba una honda y escarpada quebrada; la fatiga de nuestra tropa era notable; la distancia que teníamos que salvar para destrozar por completo al enemigo, era de gran magnitud, como también era largo el trayecto que teníamos que recorrer para encontrar recursos con qué reponer a nuestros soldados. Por otra parte, como ya las mismas tropas del general Cáceres se habían encargado del desempeño de nuestro rol, creí terminada mi misión.
El resultado de este triple ataque ha sido que los enemigos se hayan disuelto por completo, pues el número de muertos que ha tenido lo conceptúo en ochenta o cien contándose entre estos varios oficiales y dos jefes, entre los cuales un teniente coronel, señor Navarro y no el coronel Tafur como antes se había dicho a V. S.
Se han tomado al enemigo más de 100 rifles de diversos sistemas, sin contar muchos que se han dejado en el mismo campo, completamente inutilizados.
El número de prisioneros es de 38, incluso dos oficiales; y me permito manifestar a V. S. que la mayor parte de la tropa tomada son unos infelices reclutados por fuerza y dá lástima su situación.
Por lo que respecta a los heridos, el pueblo de Huancayo ha nombrado comisiones de la municipalidad, cuerpo sanitario y colonia extranjera para recogerlos.
Nuestras bajas han sido: la pérdida del nunca bien sentido capitán del 2º de Línea don Manuel Antonio Baeza que murió heróicamente en el segunda ataque dado al enemigo, 13 soldados en el 2º y el Lautaro, también muertos, y 17 heridos. Los ignorados de que antes había dado cuenta a V. S., se han presentado a sus respectivos cuerpos.
Por datos tomados de los prisioneros que concuerdan con las noticias que ya teníamos, las fuerzas del general Cáceres eran:
Artillería..................... 50 individuos.
Caballería.................. 70 " "
Escolta....................... 30 " "
Batallón Lima............ 450 " "
Batallón Zepita.......... 350 " "
Batallón América........ 300 " "
Libres de Huancayo... 260 " "
Total: 1.810 individuos.
La artillería enemiga que constaría de cinco piezas, no entró en combate, porque se había mandado adelante desde el día anterior.
Nuestras tropas se componían de la artillería, Carabineros y batallón Tacna 2º de Línea y Lautaro, con las fuerzas que V. S. sabe.
Me permito recomendar especialmente al alférez del regimiento Carabineros de Yungay, don Ildefonso Alamos, que ha desplegado, desde el principio de la persecución al enemigo un celo en el cumplimiento de sus deberes, constancia y valor a toda prueba, según lo justifican los partes de los jefes de cuerpo que tengo el honor de acompañar a V. S., y personalmente he tenido ocasión de observar la exactitud de estos asertos, por lo que considero un estricto deber manifestar a V. S. que este oficial se ha hecho acreedor a un empleo superior al de su grado, a fin de que V. S., por estímulo del ejército y en pago a sus sacrificios, se sirva solicitarlo del Supremo Gobierno.
No concluiré este parte, señor general, sin recomendar a V. S. al señor coronel graduado Eulogio Robles, al teniente coronel don Antonio Gonzáles, el graduado de la misma clase don Eleuterio Danín, a los sargentos mayores Enrique Canto, con especialidad por corresponderles triunfo especial en el ataque del pueblo, a don Rafael Gonzáles, por su buena dirección en la artillería, y a don Roberto Bell.
Igualmente, recomiendo a mis ayudantes, teniente don Caupolicán Villota, subteniente don Eduardo Hurtado, teniente don Galo Irarrázaval, capitán Mac Cocheon y al capitán de bagajes don Feliciano Encina, que han desplegado una actividad digna de todo elogio en el cumplimiento de su deber.
Los oficiales y tropas especialmente recomendamos en los partes de los jefes se consigne aquí sus nombres, pero refuerzo las recomendaciones, porque ellos se han sabido portar como soldados de honor en el lleno de sus deberes.
Dios guarde a Us.
E. DEL CANTO
Al señor General en Jefe del ejército de operaciones del norte.
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Saludos
Jonatan Saona
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