6 de enero de 2012

Parte de Urízar G

Silvestre Urízar Garfias
Parte de Silvestre Urízar Garfias

REGIMIENTO TALCA

Callao, enero 25 de 1881.
Señor:

Tengo el honor de dar cuenta a V.S. de las operaciones practicadas por el regimiento de mi mando en las batallas de Chorrillos y Miraflores, en los días 13 y 15 del corriente mes.

En el plan acordado en el campamento de Lurín para atacar las fortificaciones que defendían la ciudad de Chorrillos, se designó al cuerpo de mi mando para operar, en unión del Regimiento Atacama, contra los dos morros en que la primera fila enemiga apoyaba su derecha.

Debiendo tener lugar el ataque en la madrugada del 13, el día anterior, a las 5 P.M., abandonamos el campamento de Lurín con dirección a Chorrillos, marchando el Talca a retaguardia del Atacama, como se ordenó.

En esta jornada, que se practicó con las precauciones consiguientes a la proximidad del enemigo, no ocurrió nada de notable.

A medianoche acampamos a distancia, próximamente de 4.000 metros de los puntos que se debían atacar.

Después de tres horas de reposo, el regimiento desplegado en batalla comenzó a estrechar la distancia que lo separaba del enemigo, hasta llegar a las 4.30 A.M. a las faldas de los mencionados morros y a unos 500 metros de sus fortificaciones. Pocos minutos después, el morro de la derecha rompió sus fuegos de fusilería y ametralladora sobre el ala izquierda de nuestra línea, extendiéndose progresivamente hacia el lado opuesto hasta comprender toda nuestra línea de batalla.

Contestados al punto los fuegos por el Regimiento Atacama, que se encontraba unos 50 pasos a nuestra vanguardia, ordené a los míos que avanzaran en orden disperso sin disparar un tiro hasta llegar a la línea que formaba, en el mismo orden, aquel cuerpo.

Practicado este movimiento, toda la línea comenzó a avanzar de frente hacia las posiciones enemigas, sosteniéndose durante 20 minutos un fuego bastante nutrido por ambas partes.

Al fin de este tiempo, comenzó a notarse que las trincheras del morro de la derecha enemiga, amagadas ya de cerca por el 2º Batallón del regimiento de mi mando y el 2º Atacama, apagaban paulatinamente sus fuegos, haciéndose éstos más nutridos en nuestra derecha. Pocos momentos después, cuando la claridad del día permitió percibir con claridad los objetos, se vio todo dicho morro coronado por los nuestros. Entre tanto el 1er. Batallón Talca, que escalaba con el 2º Atacama el segundo morro, muchos más empinado que el primero, se encontraba amedia falda, recibiendo el fuego del enemigo.

Considerando que un ataque simultáneo por vanguardia y retaguardia de dicho morro aceleraría la victoria, reuní en la falda opuesta del primer cerro las fuerzas disponibles que quedaban del batallón que lo había atacado para guiarlas por la espalda del segundo.

El éxito no se hizo esperar, pues en poco tiempo más (las 6.30 próximamente) los estandartes del Talca y el Atacama, que habían hecho la ascensión juntos, se vieron flamear en las trincheras enemigas.

Tras de aquellas formidables posiciones quedaban aún muchas otras, y era preciso seguir adelante, a pesar del cansancio de la tropa. Guié una parte de ésta hacia nuestra izquierda, siguiendo la otra por la derecha, en apoyo de los cuerpos de la 2ª Brigada, que operaban contra las fortificaciones que defendían los valles de uno y otro costado. Por ambos flancos, las fuerzas de mi mando prestaron a los nuestros un eficaz auxilio.

A las 10 A.M. las fuerzas de nuestros combatientes estaban casi totalmente agotadas y el Morro Solar, último baluarte del enemigo, se divisaba aún cubierto de gente que lanzaba sobre la nuestra una lluvia de balas y metralla.

La situación por ambos lados era bien difícil.

Los pocos soldados de diversos cuerpos, entre los cuales había muchos del Talca, que sostenían el fuego de la derecha (no pasarían de 200) tuvieron que abandonar la posición arrancada poco antes al enemigo y que éste recuperó.

En la izquierda recibí orden de flanquear, con los 50 hombres que llevaba, el Morro Solar; pero esta operación fue también infructuosa por las escasas fuerzas de que podía disponer, y los que la emprendieron se vieron en peligro inminente de ser cortados por el enemigo.

Afortunadamente, la llegada al campo de batalla de algunos cuerpos de la 3ª División vino a decidir la derrota del enemigo.

En el combate que tuvo lugar dos días después en Miraflores, el cuerpo de mi mando se puso en movimiento, del campamento que ocupaba al norte de Chorrillos, a las 1 P.M., por orden del señor coronel Jefe de la 1ª División. Pocas cuadras había recorrido cuando se sintió que el fuego se había roto por el enemigo atrincherado al sur de Miraflores y la 3ª División de nuestro ejército colocada al frente de él.

La proximidad al lugar del combate era tal, que las balas llegaban hasta nuestras filas.

En estas circunstancias recibí orden de redoblar la marcha del regimiento haciéndolo avanzar de frente para atacar el ala izquierda del enemigo. En cumplimiento de esta orden, el regimiento avanzó paralelamente a la línea enemiga, recorriendo al frente de ella y a una distancia de 800 a 900 metros, recibiendo por consiguiente sus fuegos hasta tomar su colocación. Hecho esto, el combate siguió hasta las 4 P.M. próximamente, hora en que, abandonando sus trincheras el enemigo, se declaró en derrota.

Adjunto a V.S. la lista nominal de los señores jefes, oficiales e individuos de tropa que ha tenido el regimiento en las batallas referidas; debiendo prevenir a V.S. que entró a la de Chorrillos con el efectivo de 1.085 hombres, y a la de Miraflores con el de 786.

Las bajas entre muertos y heridos, en Chorrillos, suman 299, y en Miraflores, 63.

Me es doloroso tener que consignar entre las 11 bajas de jefes y oficiales, la del teniente coronel, segundo jefe señor Carlos Silva Renard, herido de muerte al comenzar la batalla del 13, y la del entusiasta y distinguido joven subteniente Francisco R. Wormald, que cayó víctima de su arrojo mientras combatía en las filas más avanzadas.

Al señor Silva Renard debe el Regimiento Talca en mucha parte su buena organización y disciplina; y su prematura muerte afecta no solamente al cuerpo que formó y a la provincia que depositó en él su confianza, sino al ejército en general, que pierde a un jefe distinguido.

En conclusión, tengo la satisfacción de decir a V.S. que el cuerpo de mi mando ha correspondido a la confianza que la provincia de Talca depositara en él y a la justa expectativa del país y del Gobierno. La mejor recomendación que debo hacer de él es que jefes, oficiales y tropa han cumplido dignamente su deber.

S. URÍZAR GÁRFIAS

Al señor Coronel Jefe de la Brigada.


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Saludos
Jonatan Saona

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