Señor:
Dándome cuenta el Jefe del Estado Mayor de la División de mi mando de los hechos relativos a la brillante jornada de Chorrillos, en la cual correspondió a las fuerzas de mi mando una larga y tremenda tarea que supieron empezar y concluir con gloria, me dice lo que sigue:
"Como Jefe de Estado Mayor de la División que está al mando de V.S., me cabe la satisfacción de dar cuenta de los sucesos militares que tuvieron lugar en la memorable jornada el día 13 del presente y que dieron por resultado el triunfo de nuestras armas sobre el ejército peruano en la batalla de Chorrillos.
En cumplimiento de órdenes impartidas por el Cuartel General, V.S. dispuso que a las 5 P.M. del día 12, la división que estaba acantonada en el valle de Lurín se pusiese en marcha, formando cuatro columnas paralelas: la 1ª compuesta de los regimientos 2º de Línea y Colchagua, que formaban la derecha; la 2ª, de los regimientos Atacama y Talca, la 3ª, de los regimientos 4º de Línea y Chacabuco, y la 4ª, del Regimiento Coquimbo y Batallón Melipilla. Las tres primeras seguían el camino de Lurín a Chorrillos por el alto, paralelas a la línea telegráfica, y la 4ª, el de la playa que conduce a la misma ciudad. Esta columna marchaba seguida de dos baterías de artillería de montaña y el parque, y éstas protegidas a su vez por el Regimiento de Artillería de Marina.
Sin inconveniente alguno se marchó hasta las 12 P.M., haciendo alto como a unos cinco kilómetros de los puntos que, según instrucciones, debían ser atacados al amanecer.
A las 3.30 se levantó nuevamente el campo, y fijados que fueron a cada columna los puntos que debían atacar y arreglada la forma en que debía hacerse, se marchó resueltamente a su ejecución en orden de batalla, llevando la línea de vanguardia cubierto su frente por sus respectivas guerrillas.
Una densa niebla cubría los morros y sólo pocos minutos antes de las 5 pudimos notar unos cohetes de señales. A las 5 A.M. sentimos que el enemigo rompía sus fuegos; nuestra división continuó impasible por algunos minutos hasta descubrir sus posiciones, trabándose enseguida un vivísimo fuego de fusilería contra sus trincheras, que la distancia de 300 a 400 metros que nos separaba de ellas y la claridad nos las ponían de manifiesto.
De los tres morros sobre los cuales dirigimos el primer ataque, dos cedieron luego al vigoroso empuje de los regimientos 4º de Línea y Chacabuco y parte del Atacama y Talca. El morro más alto, atacado por parte de los dos últimos regimientos y las trincheras que habían correspondido al 2º de Línea y Colchagua, se resistieron por más de dos horas, estando apoyado el enemigo por algunas fuerzas que defendían las trincheras que tenían en la hacienda de San Juan y que habían sido designadas a otra división, y que sólo pudo entrar en combate un poco más tarde que la 1ª.
Tomados los primeros morros, los regimientos 4º y Chacabuco y algunos grupos del Atacama y Talca continuaron atacando las trincheras que estaban a nuestra izquierda, y el enemigo fue abandonando sucesivamente después de sangrientos combates en cada una de ellas. En un morro que llamaremos de Las Canteras, se hizo una resistencia tan tenaz, que además de mucha tropa nuestra que quedó allí fuera de combate, tuvimos la desgracia de ver caer mortalmente herido al segundo comandante del Chacabuco don Belisario Zañartu, que reunía justos títulos para que se le llamase el valiente entre los valientes. A esta lamentable pérdida se siguió la del primer jefe del mismo regimiento, el bravo y entusiasta coronel señor don Domingo de Toro Herrera, que fue igualmente herido.
Nuestra tropa siguió avanzando hacia la izquierda hasta tomar una última y fuerte trinchera que había al pie del gran Morro Solar, de donde el enemigo continuó haciendo un vivísimo fuego de fusilería, ametralladoras y artillería que tenía colocada en la cima de esa ventajosísima posición. Aquí nuestras fuerzas se limitaron a mantener los puntos conquistados, ya por el corto número a que estaba reducida, ya por el cansancio consiguiente después de haber recorrido desde que principió el combate no menos de cuatro kilómetros de terreno arenoso y sobremanera accidentado.
Cuando se llegó a este último punto, se vio también al Regimiento Coquimbo y Batallón Melipilla que, auxiliados por nuestra escuadra, entraba por la izquierda, y ayudados por nuestras fuerzas tomaban posesión de varias trincheras que por ese flanco tenía el enemigo para defenderse del ataque que debía hacérsele por la playa.
El enemigo, acosado así por su derecha y por el frente, concentró todas sus fuerzas a la casi inexpugnable línea del Morro Solar, haciéndonos desde allí bajas considerables que no podíamos evitar sin abandonar el terreno conquistado. A esta hora, que serían las 8 A.M., estaba ya puesta en derrota la derecha del enemigo, y después de organizados los regimientos 2º de Línea y Talca con reducidas fuerzas, fueron en socorro de nuestra izquierda que estaba seriamente amenazada.
Nuestra artillería de montaña, al mando del mayor Gana, tomó oportunamente, por orden de V.S., desde el principio del combate las posiciones que estimó más ventajosas y fue avanzando hasta colocarse en dos de los morros conquistados a nuestra izquierda. Allí establecida, sostuvo un nutrido y bien dirigido fuego sobre las posiciones que ocupaba el enemigo en el mismo Morro Solar, manteniéndose a 1.800 metros más o menos de la infantería enemiga.
Varias veces se intentó el ataque de este Morro; pero sin resultado, tanto por lo inaccesible de su frente y flanco, como porque el número de fuerzas de que hasta esa hora se podía disponer era muy reducido. En estos difíciles momentos llegó el refuerzo mandado por V.S., compuesto de los regimientos de la 1ª División que ya había deshecho al enemigo en nuestra derecha, y de algunos otros cuerpos de las otras divisiones que vinieron en auxilio nuestro.
Con estas fuerzas, convenientemente distribuidas, se procedió al ataque definitivo de sus últimas trincheras en el Morro Solar, dando por resultado que a las 12 M. estuvieran completamente apagados los fuegos del enemigo, excepto en el pueblo de Chorrillos, donde el combate terminó a las 3 P.M., porque las fuerzas enemigas, parapetadas en las casas, hicieron allí resistencia que, aunque tenaz, fue inútil.
El triunfo obtenido en este día por nuestro valiente ejército ha sido tan completo como espléndido; y la 1ª División, que tuvo que recorrer más de cinco kilómetros conquistando a viva fuerza los fuertes y trincheras del enemigo, que combatió contra más del doble número de fuerzas de las más veteranas, tiene derecho, a mi juicio, a un legítimo orgullo y a la satisfacción de haber contribuido poderosamente a la adquisición de tan brillante victoria.
Dolorosas y enormes son las pérdidas sufridas por nuestra División en jefes, oficiales y tropa, como podrá V.S. ver en las listas adjuntas, donde se nota que en general cada cuerpo parace que se impuso el deber de dar mayor número de víctimas combatiendo por la gloriosa bandera de la patria. Y apenas consuela un tanto los trofeos adquiridos, constantes en más de cuarenta cañones de todos calibres y siete ametralladoras arrebatadas al enemigo con valor heróico en once fuertes y trincheras que él creía inexpugnables porque no conocía el valor ni el empuje de los bravos hijos de Chile.
No entro, señor Comandante en Jefe, a hacer recomendaciones especiales, porque tengo la íntima convicción de que todos y cada uno ha llenado su deber, aún más allá de lo que debía esperarse, atestiguándolo las numerosas víctimas que se han sacrificado en aras de la patria. V.S., que tan acertadamente dirigió las fuerzas de su mando y que tan cerca pudo verlo y observarlo todo, es el mejor testigo de este aserto, y estoy seguro que habrá quedado satisfecho de la conducta digna y levantada de todos y cada uno de sus subalternos".
Al transcribir a V.S. el precedente parte, me es muy grato expresar a V.S., con legítimo orgullo, por el honor de las armas de Chile, que toda la División de mi mando, en la memorable jornada de Chorrillos, cumplió con su deber más allá de las exigencias militares.
Hubo un momento en que creí que no alcanzaría el aliento físico a mis fatigadas tropas para coronar la victoria trepando las empinadas cimas del Morro Solar después de haber tomado al asalto y a la bayoneta once trincheras sucesivas y nueve fortalezas artilladas, durante seis horas de combate; pero entonces tuve el placer de recibir el refuerzo que el señor General en Jefe se sirvió mandar en mi apoyo, bajo las órdenes del comandante del cuerpo de reserva, teniente coronel don Arístides Martínez, el cual supo llenar su deber a la altura de los demás jefes de mi División.
En el brillante comportamiento de los señores jefes y oficiales y de las tropas de la División de mi mando, se hace difícil hacer mención especial de algunos de ellos. Sin embargo, creo llenar un sagrado deber de justicia recomendando a la benevolencia de V.S. y a la estimación del país al valiente coronel don Gregorio Urrutia, Jefe del Estado Mayor de la División, y a los distinguidos oficiales de su inmediata dependencia; a los señores coroneles jefes de la Brigada, don Domingo Amunátegui y don Juan Martínez, y a los comandantes de los regimientos 2º y 4º de Línea, Artillería de Marina, Chacabuco, Talca y Atacama, a los cuales correspondió la parte más difícil del combate, y por fin, al comandante de la brigada de artillería de montaña.
De la misma manera recomiendo a la benevolencia de V.S. a mis alentados ayudantes, teniente coronel don Roberto Souper, que fue gravemente herido, sargento mayor don J. N. Rojas, sargento mayor graduado don Agustín Fraga, capitán de corbeta don Javier Barahona, capitán don Elías Yáñez y teniente 1º señor Silva Palma, quien durante el combate me prestó importantes servicios para comunicarme con la escuadra.
Las bajas de la División de mi mando han sido sensibles y considerables: 92 jefes y oficiales y 1.843 individuos de tropa quedaron fuera de combate entre muertos y heridos.
El resultado general de la jornada ha sido glorioso.
En poder de mis fuerzas quedaron 42 cañones de distintos calibres y 7 ametralladoras.
Adjunto a V.S. las listas nominales de muertos y heridos.
Dios guarde a V.S.
P. LYNCH
Al señor General Jefe de Estado Mayor General
__________
COMANDANCIA EN JEFE DE LA 1° DIVISION.
Señor:
Tengo el honor de trascribir a V.S. el siguiente parte, pasado por el señor coronel Jefe de Estado Mayor de la división de mi mando, sobre la brillante jornada de Miraflores, que concluyó con el poder militar del Perú, dándonos libre acceso a la ciudad de Lima i a la plaza fuerte del Callao:
"Me cabe el honroso deber de dar cuenta a V.S. de los hechos que tuvieron lugar en la gloriosa i decisiva victoria obtenida en la batalla de Miraflores, que ha dado por resultado la mas completa destrucción del ejército peruano, que por segunda vez osó desafiar el conocido esfuerzo de los valerosos hijos de Chile.
Estando acampado a inmediaciones de Chorrillos el día 15 del actual, a las 12 M. recibí órdenes de V.S. para mover nuestra división en dirección a Miraflores, punto en que se encontraba el enemigo, tras de trincheras parapetadas de antemano. Llegando al pueblo de Barranco se hizo alto i se esperó órdenes para tomar la colocación que debíamos ocupar i que aun no se había designado.
Descansamos sobre las armas i se esperó allí hasta las 2 P. M., hora en que se rompieron los fuegos por el enemigo.
En el acto recibí órdenes de V.S. para dar colocación a algunos cuerpos de la división a la derecha de los que estaban colocados en línea de batalla. En su cumplimiento dirijí al 2° de línea que entró en batalla bajo un vivísimo fuego, a causa de que el enemigo tenia ya al frente sus batallones parapetados en fuertes trincheras.
Practicado esto, pasé a colocar los rejimientos Chacabuco i 4° de línea, que V.S. mandó para protejer la derecha, por cuanto el enemigo amenazaba cortarnos por ese flanco. El Jefe de la 2° Brigada, señor coronel don J. D. Amunátegui, entró resueltamente en linea de batalla con estos dos cuerpos, a pesar del nutrido fuego que hacia el enemigo. No obstante esto, fuerzas peruanas en número considerable trataban de envolver nuestra ala derecha; pero en este momento me mandaba V.S, el Rejimiento Coquimbo, que al mando de su jefe el comandante don Marcial Pinto A., se formó en batalla en medio de las balas enemigas, desfilando con la izquierda a la cabeza, que dirijia su bravo i pundonoroso jefe, i tan pronto como hubo terreno di órden que entrase en línea, lo que efectuó con precisión admirable i contuvo el avance que por ese flanco hacia el enemigo, apoyado por artillería de grueso calibre que tenia en fuertes i por una columna de caballería que amenazó nuestra derecha. En este momento se presentó el Rejimiento de Carabineros, al mando de su entusiasta jefe, comandante don Manuel Búlnes, quien cargó al enemigo aunque sin resultado práctico a causa de las murallas i de haberse retirado las fuerzas de caballería. Dió esta carga tal aliento a nuestras tropas, que atacaron con denuedo al enemigo, pronunciándose desde ese momento la derrota en el ala izquierda del enemigo, i según parece, en toda la, línea, pues ya no hubo que hacer sino perseguir la derrota hasta un fuerte que, con gruesa artillería i formidables trincheras, hai no léjos de San Bartolomé. Allí hizo alguna resistencia el enemigo; pero no fué sino para aumentar sus víctimas, que fueron numerosas, según V. S. tuvo ocasión de verlo.
A este fuerte, sea dicho en obsequio de la verdad, llegaron reunidas fuerzas de todas las divisiones, escepto la 2° que operaba por el lado de Monterico.
Aquí, por orden del señor Jeneral en Jefe, se tocó retirada, acampando esa noche en la hacienda de la Palma.
Espléndido triunfo, señor Comandante en Jefe, fué el que se obtuvo en este día memorable, i por segunda vez la división de su mando tuvo una parte tan importante, que bien lo demuestra el gran número de bajas que ha sufrido entre sus jefes, oficiales i tropa en sus ya tres veces diezmadas filas, como lo verá V. S. en las listas adjuntas.
Aunque en la batalla de Miraflores entramos con reducido número de jefes i oficiales, otra vez tenemos que lamentar numerosas pérdidas; pero ninguna es comparable con la del ilustre coronel don Juan Martínez, que por su modestia, su bravura jamás desmentida i su ejemplar conducta militar, tenia el amor de todos sus compañeros de armas, i la patria una segura columna de órden i lealtad.
Omito, señor Comandante en Jefe, recomendaciones especiales, porque V. S. sabe mejor que yo, que todos cumplieron su deber, según mi opinión, a satisfacción de V. S, i de la patria, pues en toda la división de su mando no he visto otra cosa que la mas noble emulación por merecer el honroso nombre de hijos de Chile.”
Durante el combate de Miraflores, lamenté la ausencia en mi división del Rejimiento de Artillería de Marina, del Batallón Melipilla i de la brigada de artillería de montaña que tan brillantemente se había comportado en la batalla de Chorrillos; pues al disponer que avanzara, se me comunicó por uno de mis ayudantes que el señor Jeneral en Jefe había dado órden para que éstos marchasen por retaguardia en protección de nuestra derecha, no alcanzando los dos primeros a entrar en combate.
En Miraflores, como en Chorrillos, los diversos cuerpos de mi división, a los cuales se había agregado el Batallón Quillota, llegado a última hora al campo de la acción, dieron un brillantísimo ejemplo de valor i disciplina, notándose particularmente por su arrojo los señores jefes i oficiales.
Entre las primeras víctimas de su entusiasmo para alentar a las tropas de su mando, cayó mortalmente herido en el campo de batalla el ilustre coronel don Juan Martínez, Comandante en Jefe de la 1° Brigada de la división, cuya pérdida nunca será bastante sentida por el ejército i el país. Estoi cierto que el aprecio de sus conciudadanos i de sus compañeros de glorias i de fatigas, le acompañarán siempre en el grato recuerdo de sus virtudes, sirviendo ellas de estímulo i ejemplo para sus compatriotas.
La victoria de Miraflores costó a la división de mi mando, además de la pérdida del coronel Martínez, la de 52 jefes i oficiales i 686 individuos de tropa.
A las fuerzas de mi división correspondió el honor de asaltar i tomar a la bayoneta dos fuertes, en los cuales el enemigo tenia cañones de calibre de 100 libras.
Debo hacer notar a V.S. una especial recomendación de mis ayudantes, sarjento mayor don Vicente Subercaseaux, que se me presentó en los primeros momentos del combate, i capitán don Enrique del Canto, los cuales fueron heridos cuando cumplían mis órdenes, i los sarjentos mayores don Juan N. Rojas, Agustín Fraga i capitán don Elías Yañez.
Destruidas las fuerzas del ejército peruano en las memorables jornadas de Chorrillos i Miraflores, recibí órden para marchar en la madrugada del día 18 del presente mes a tomar posesión de la plaza fuerte del Callao, la que se efectuó el mismo día, entrando a ella con el señor Ministro de la Guerra, sin que se nos opusiera resistencia alguna; por el contrario, fueron recibidas nuestras tropas con las mayores muestras de júbilo.
Acompaño a V. S. las listas nominales de muertos i heridos.
Dios guarde a V. S.
P. Lynch.
Al señor Jeneral Jefe de Estado Mayor Jeneral
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COMANDANCIA EN JEFE DE LA 1° DIVISION.
Señor:
Tengo el honor de trascribir a V.S. el siguiente parte, pasado por el señor coronel Jefe de Estado Mayor de la división de mi mando, sobre la brillante jornada de Miraflores, que concluyó con el poder militar del Perú, dándonos libre acceso a la ciudad de Lima i a la plaza fuerte del Callao:
"Me cabe el honroso deber de dar cuenta a V.S. de los hechos que tuvieron lugar en la gloriosa i decisiva victoria obtenida en la batalla de Miraflores, que ha dado por resultado la mas completa destrucción del ejército peruano, que por segunda vez osó desafiar el conocido esfuerzo de los valerosos hijos de Chile.
Estando acampado a inmediaciones de Chorrillos el día 15 del actual, a las 12 M. recibí órdenes de V.S. para mover nuestra división en dirección a Miraflores, punto en que se encontraba el enemigo, tras de trincheras parapetadas de antemano. Llegando al pueblo de Barranco se hizo alto i se esperó órdenes para tomar la colocación que debíamos ocupar i que aun no se había designado.
Descansamos sobre las armas i se esperó allí hasta las 2 P. M., hora en que se rompieron los fuegos por el enemigo.
En el acto recibí órdenes de V.S. para dar colocación a algunos cuerpos de la división a la derecha de los que estaban colocados en línea de batalla. En su cumplimiento dirijí al 2° de línea que entró en batalla bajo un vivísimo fuego, a causa de que el enemigo tenia ya al frente sus batallones parapetados en fuertes trincheras.
Practicado esto, pasé a colocar los rejimientos Chacabuco i 4° de línea, que V.S. mandó para protejer la derecha, por cuanto el enemigo amenazaba cortarnos por ese flanco. El Jefe de la 2° Brigada, señor coronel don J. D. Amunátegui, entró resueltamente en linea de batalla con estos dos cuerpos, a pesar del nutrido fuego que hacia el enemigo. No obstante esto, fuerzas peruanas en número considerable trataban de envolver nuestra ala derecha; pero en este momento me mandaba V.S, el Rejimiento Coquimbo, que al mando de su jefe el comandante don Marcial Pinto A., se formó en batalla en medio de las balas enemigas, desfilando con la izquierda a la cabeza, que dirijia su bravo i pundonoroso jefe, i tan pronto como hubo terreno di órden que entrase en línea, lo que efectuó con precisión admirable i contuvo el avance que por ese flanco hacia el enemigo, apoyado por artillería de grueso calibre que tenia en fuertes i por una columna de caballería que amenazó nuestra derecha. En este momento se presentó el Rejimiento de Carabineros, al mando de su entusiasta jefe, comandante don Manuel Búlnes, quien cargó al enemigo aunque sin resultado práctico a causa de las murallas i de haberse retirado las fuerzas de caballería. Dió esta carga tal aliento a nuestras tropas, que atacaron con denuedo al enemigo, pronunciándose desde ese momento la derrota en el ala izquierda del enemigo, i según parece, en toda la, línea, pues ya no hubo que hacer sino perseguir la derrota hasta un fuerte que, con gruesa artillería i formidables trincheras, hai no léjos de San Bartolomé. Allí hizo alguna resistencia el enemigo; pero no fué sino para aumentar sus víctimas, que fueron numerosas, según V. S. tuvo ocasión de verlo.
A este fuerte, sea dicho en obsequio de la verdad, llegaron reunidas fuerzas de todas las divisiones, escepto la 2° que operaba por el lado de Monterico.
Aquí, por orden del señor Jeneral en Jefe, se tocó retirada, acampando esa noche en la hacienda de la Palma.
Espléndido triunfo, señor Comandante en Jefe, fué el que se obtuvo en este día memorable, i por segunda vez la división de su mando tuvo una parte tan importante, que bien lo demuestra el gran número de bajas que ha sufrido entre sus jefes, oficiales i tropa en sus ya tres veces diezmadas filas, como lo verá V. S. en las listas adjuntas.
Aunque en la batalla de Miraflores entramos con reducido número de jefes i oficiales, otra vez tenemos que lamentar numerosas pérdidas; pero ninguna es comparable con la del ilustre coronel don Juan Martínez, que por su modestia, su bravura jamás desmentida i su ejemplar conducta militar, tenia el amor de todos sus compañeros de armas, i la patria una segura columna de órden i lealtad.
Omito, señor Comandante en Jefe, recomendaciones especiales, porque V. S. sabe mejor que yo, que todos cumplieron su deber, según mi opinión, a satisfacción de V. S, i de la patria, pues en toda la división de su mando no he visto otra cosa que la mas noble emulación por merecer el honroso nombre de hijos de Chile.”
Durante el combate de Miraflores, lamenté la ausencia en mi división del Rejimiento de Artillería de Marina, del Batallón Melipilla i de la brigada de artillería de montaña que tan brillantemente se había comportado en la batalla de Chorrillos; pues al disponer que avanzara, se me comunicó por uno de mis ayudantes que el señor Jeneral en Jefe había dado órden para que éstos marchasen por retaguardia en protección de nuestra derecha, no alcanzando los dos primeros a entrar en combate.
En Miraflores, como en Chorrillos, los diversos cuerpos de mi división, a los cuales se había agregado el Batallón Quillota, llegado a última hora al campo de la acción, dieron un brillantísimo ejemplo de valor i disciplina, notándose particularmente por su arrojo los señores jefes i oficiales.
Entre las primeras víctimas de su entusiasmo para alentar a las tropas de su mando, cayó mortalmente herido en el campo de batalla el ilustre coronel don Juan Martínez, Comandante en Jefe de la 1° Brigada de la división, cuya pérdida nunca será bastante sentida por el ejército i el país. Estoi cierto que el aprecio de sus conciudadanos i de sus compañeros de glorias i de fatigas, le acompañarán siempre en el grato recuerdo de sus virtudes, sirviendo ellas de estímulo i ejemplo para sus compatriotas.
La victoria de Miraflores costó a la división de mi mando, además de la pérdida del coronel Martínez, la de 52 jefes i oficiales i 686 individuos de tropa.
A las fuerzas de mi división correspondió el honor de asaltar i tomar a la bayoneta dos fuertes, en los cuales el enemigo tenia cañones de calibre de 100 libras.
Debo hacer notar a V.S. una especial recomendación de mis ayudantes, sarjento mayor don Vicente Subercaseaux, que se me presentó en los primeros momentos del combate, i capitán don Enrique del Canto, los cuales fueron heridos cuando cumplían mis órdenes, i los sarjentos mayores don Juan N. Rojas, Agustín Fraga i capitán don Elías Yañez.
Destruidas las fuerzas del ejército peruano en las memorables jornadas de Chorrillos i Miraflores, recibí órden para marchar en la madrugada del día 18 del presente mes a tomar posesión de la plaza fuerte del Callao, la que se efectuó el mismo día, entrando a ella con el señor Ministro de la Guerra, sin que se nos opusiera resistencia alguna; por el contrario, fueron recibidas nuestras tropas con las mayores muestras de júbilo.
Acompaño a V. S. las listas nominales de muertos i heridos.
Dios guarde a V. S.
P. Lynch.
Al señor Jeneral Jefe de Estado Mayor Jeneral
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Saludos
Jonatan Saona
Patrick Linch, coronles ingles, que lucho junto a los chilenos cometiendo asesinatos a gente inocente que nada tenía que hacer en esta infaustua guerra que los chilenos lo provocaron. Dios te habrá mandado al infierno para que pagues y sientas en carne propia el dolor de gente inocente. El infierno tanto a ti como los de tus demas amigos chilenos estan siendo juzgado por Satanaz y desgracia para tu descendencia que ahora en Chile estan gozando de tan indebida fortuna.
ResponderBorrarLa guerra la provocaron los peruanos con la maquinación del Tratado Secreto de 1873. para sacar a Chile del mercado del salitre y que Perú se quedara con el monopolio. Vinieron por lana y salieron trasquilados. Mira los videos del Profe Siobre Ruedas en youtuber, peruano culto, que llega a esa conclusión
BorrarPatricio Lynch era Chileno de nacimiento y fue el mayor hombre de armas que dio la America Latina del siglo XIX
ResponderBorrarcholo ignorante , lynch es chile patricio lynch solo de saldiva y no patrick , se nota la mierda de educacion que tienen , patetico
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