Historia del último guerrillero de la resistencia peruana en la Quebrada del Rímac
Luis Alayza y Paz Soldán (*)
El 27 de junio de 1939 se extinguió una de las existencias más pintorescas del Perú; uno de aquellos hombres que contando únicamente con sus personales arrestos, su ingénita rebeldía y una tenacidad inquebrantable, y por aliado a las peñas ariscas, a principios de la Cordillera de los Andes, realizaba la proeza de detener la marcha de los ejércitos, alebronar a los guerreros más valientes y sembrar zozobra en la capital, cada vez que se trataba de rechazar una invasión extranjera o de combatir al gobierno bajo las banderas revolucionarias de algún caudillo.
Mateo Vera nació el 21 de setiembre de 1858, en los gloriosos tiempos del Mariscal Castilla. Fueron sus padres Toribio Vera y Julia Chuquihuaranga. Cursó instrucción media en el Colegio “Guadalupe”, del que salió sin concluirla, para realizar su primera proeza el año 1874, a los 16 años de edad, cuando su padre con otros seis pierolistas, durante la revolución contra don Manuel Pardo, venía preso a Lima, en el tren que solo llegaba hasta Chicla. Mateo con un grupo de muchachos asaltó el convoy en uno de los puentes de Purhuay (o Puruhuay) y libertó a su padre.
Desde este momento casi constantemente vivió con la carabina al hombro por las quebradas y picachos de la accidentada provincia de Huarochirí. Había resucitado en él el espíritu legendario de la tierra brava. La región de los Huarochiris y los Yauyos fue siempre teatro de levantamientos y montoneras.
El indio Francisco, que se hacía llamar Inca, levantó en 1750 todo Yauyos, con el propósito de sacudir el yugo español. Treintitrés años después otro inca, Felipe Velasco, revivió la campaña iniciada por Francisco. Ambos perecieron en el patíbulo.
Perfil
Advierto que al hablar de Vera no estoy haciendo la biografía de determinado individuo, sino la psicología del guerrillero peruano.
Durante la gesta de Independencia surgieron del seno de estas peñas, noveles personajes, émulos de los guerrilleros españoles que detuvieron los pasos de Napoleón Bonaparte en la península y cambiaron el curso de la historia.
El heroico Mina, Martín el empecinado, Porlier el cartageno de Indias y demás Leones de la independencia española, tuvieron su réplica en Ninavilca, Davusa, Riquero y otros hijos de Huarochirí.
El primer montonero peruano fue Mariano Vidal, nacido en Supe, grumete de la escuadra de Lord Cockrane, en las campañas del sur de Chile, apodado el “Diablillo” por sus temeridades, a Cockrane apodábasele el “Diablo”. En el asalto de las fortalezas de Valdivia, al penetrar en los sitios de mayor peligro, colocando su gorra en la punta de la espada gritaba a su gente “Adonde entra mi gorra entro yo”; y con esa breve arenga dio cima a empresas al parecer irrealizables. Andando los tiempos, Vidal fue general del ejército y Presidente de la República.
A la zaga de Vidal surgió en 1820 Ninavilca, hijo de Huarochirí y el más temible de los jefes de montoneros del centro. Como Vidal, alcanzó las palas del Generalato y en 1826 se enfrentó al Libertador Bolívar, cuando hallábase éste en el apogeo de su poderío. Yauyos y Huarochirí formaron en lo antiguo una sola circunscripción, que después los virreyes dividieron en dos. Esto sirvió de base para la creación de la provincia de Huarochirí, a raíz de la batalla de Ayacucho.
Último montonero
El Dr. Hildebrando Sotelo, en una bien documentada tesis para graduarse en Letras, ha trazado el brillante cuadro de las montoneras de Huarochirí a través de la historia.
En la guerra del Pacífico, el último de los grandes jefes de montoneras es Mateo Vera “El León de la Quebrada”. Contaba con 20 años de edad cuando se enroló como voluntario de su pueblo y recibió las presillas de Teniente del batallón “Guardia Peruana”. Allí se relacionó con el general Cáceres y don Nicolás de Piérola. Asistió con el grado de capitán a las batallas de San Juan y Miraflores, el 13 y 15 de enero de 1881 y, después de la caída de Lima, se presentó con 60 hombres armados por él para participar en la Campaña de la Breña.
Pocos días antes de su muerte, invitado por nuestro insigne escultor Romano Espinoza Cáceda y por el Ing. Froylán Guzmán Espinoza, a sus natales Breñas de San Mateo, a la fiesta tradicional de “Corpus Christi”, estreché por última vez la mano temblorosa y fría del anciano valetudinario. “El León de la Quebrada”, con los ojos definitivamente oscurecidos por las cataratas, hundido en una vieja poltrona en la puerta de su modesto hogar, a pocos pasos de la orilla del Rímac, recibía los postreros rayos del sol otoñal, un sombrero de cinta deshilachada sobre las sienes.
La Breña
Hablamos de La Breña y comenzó a referirme, como durante toda la campaña, en compañía del coronel González, Inchaústegui, Vivar, Espinoza, padre del escultor y otros amigos fue dueño de la Quebrada de Purhuay. Asistió a las órdenes del Cura Ríos, temible jefe de guerrillas, a la sorpresa de Cieneguilla, a mediados del mes de diciembre. Ahí las fuerzas chilenas sufrieron un tremendo revés y se replegaron a Lima, perseguidas hasta los suburbios de la capital por el infatigable cura-coronel. En la batalla de Chicla a órdenes del general Cáceres, tuvo un nuevo triunfo sobre los coroneles chilenos que conducían armas y dinero para la Campaña del Centro. A principios de 1883 ordenóle Cáceres detener a la expedición Canto, fuerte de 4.000 plazas.
Vera, con 400 hombres mal armados, se situó en la difícil quebrada de Chaupichaca, de cerros parados y peñascosos, curvas violentas y alturas donde las galgas constituían el parque de nuestros compatriotas, y realizó la hazaña de obligar al general Canto a retromarchar dejando 50 muertos, y a cambiar el plan de la expedición, que se fraccionó para subir por partes, hasta La Oroya, y el general Cáceres aprovechó hábilmente los dos días de retardo ocasionado a la poderosa división chilena. Me habló Vera después de otras acciones y finalmente del encuentro de Purhuay, del 21 de abril de 1883, en el que vengó el incendio de Santiago de Tuna, perpetrado por los chilenos, pero estos en represalia, quemaron tres meses después todo el pueblo de San Mateo.
De Cáceres a Piérola
En la guerra civil del 94, nuevamente echóse Vera a Las Breñas, haciendo armas contra su antiguo y heroico jefe, el general Cáceres.
Le pregunté el origen de este cambio inexplicable, y saqué en limpio que no obedecía a diferencias personales, sino a su antigua vinculación con su jefe de 1874, Nicolás de Piérola, quien a su paso por la quebrada, retirándose de Lima después de la derrota de Miraflores, cautivó con sus cantos de sirena al broncíneo guerrillero.
Me mostró el grupo fotográfico en que aparece el hombre del 95 en el pueblo de Cieneguilla con su Estado Mayor, el joven Augusto Durand, el aventurero alemán coronel Pauli con sus barbas aceradas, y los jefes de las diversas fracciones, reunidas ahí en vísperas del asalto a Lima, del 17 de marzo.
Finalmente, se quejó de su situación económica, clase de mayor, pensión de S/. 120.00, repetía entre indignado y plañidero el hombre que tanto había batallado y tan grandes servicios había prestado al país.
Hablando hace pocos días con el Dr. Fernando Gazzani, compañero de Mateo Vera en la guerra del 79 y en las filas de Cáceres en la guerra civil contra Iglesias y finalmente en la campaña de 1894-1895 contra este general, referíame como el 29 de mayo de 1909, cuando un grupo de valientes plagió a Leguía, pero solo por breves instantes, porque reaccionando las tropas del gobierno, dieron con ellos en el panóptico. Vera, que no había tomado parte en la conspiración, levantó la última montonera y cerró su carrera repitiendo la primera proeza de su foja de servicios, detuvo un tren que llevaba una fuerte suma de dinero y tomó S/. 14,000 para iniciar con ellos una nueva campaña. Todavía conservo en la mano con que trazo estas líneas la sensación de la diestra, fría y temblorosa del anciano de la larga fama, y la palpitación captada en el apretón de manos del corazón patriota y esforzado del “León de la Quebrada”, último guerrillero hasta hoy de la cuenca del Rímac.
(*) Diplomático y escritor (1883-1976). Condensado del libro del autor “Mi País”, editado en 1943.
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Saludos
Jonatan Saona
El Coronel Mateo Vera Chuquihuaranga es el héroe huanchurino de la Guerra del Pacífico. En su nombre está el nombre del Apóstol de Cristo y Evangelista San Mateo y en sus apellidos, el mestizaje bravío y noble, esencia de la Nación Peruana. Gloria al León de la Quebrada del Río Rimac y de San Mateo de Huanchor.
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