Guillermo Cáceres, sobreviviente |
Por el Dr. Alejandro Reyes Flores.
La Guerra del Pacífico (1879-1883), es un acontecimiento que ha marcado y sigue marcando la memoria colectiva de tres naciones sudamericanas: Bolivia, Chile y Perú. Hace 131 años, miles de sus mejores hijos, entusiastas y presurosos, se enrolaron en sus Fuerzas Armadas y salieron a cientos y miles de kilómetros de sus pueblos, a defender cada quien, su Patria. En el fragor de una guerra convencional y no convencional (guerrillas), plagada de entrega y heroísmo, cada país fue “construyendo y legitimando” sus héroes: Abaroa (Bolivia), Prat (Chile), Grau y Bolognesi (Perú). A los que volvieron, derrotados o victoriosos, ilesos o mutilados, se les reconoció como “Veteranos” en Bolivia y Chile y “Sobrevivientes” en el Perú.
El objetivo de esta exposición es, precisamente, rescatar del olvido a anónimos artesanos, campesinos, empleados, estudiantes, en su mayoría, soldados o suboficiales, que estuvieron en lo más difícil de los combates y batallas y que aún siguen reclamando en el “cementerio de los archivos”, que se les de voz, que se les escuche, porque tienen algo o mucho que decir respecto a la Guerra del Pacífico. El eje de la exposición serán los testimonios de algunas decenas de sobrevivientes que fueron actores directos de acciones de guerra y por tanto, su relato se torna importante, porque dicen “su verdad” transmitida a una Comisión Calificadora para obtener el reconocimiento de la Nación y su ansiado montepío que les permita vivir los últimos años que le quedaban de existencia, pues la mayoría de ellos tienen un promedio de 60 a 80 años, de modo que la temporalidad de los testimonios que se encuentran en el archivo del Centro de Estudios Histórico-Militares del Perú se enmarcan desde fines del siglo XIX, hasta mediados del siglo XX. La exposición también ha recurrido al archivo general del Ejército, periódicos y bibliografía especializada.
Los testimonios de los sobrevivientes para obtener su montepío (pensión) fueron corroborados por sus jefes inmediatos hasta en tanto estos existieron, después por pruebas supletorias de compañeros de armas, periódicos, pasando después a una Junta Calificadora que le otorgó validez plena, culminando con una Resolución Suprema a nombre de la Nación. La exposición tiene como fundamento, documentos cuyos personajes centrales son los sobrevivientes y sus acciones en algunos hechos de la Campaña Naval de la Guerra del Pacífico:
-Rechazo al desembarco al puerto de Sama (setiembre 1879)
-Asalto al puerto de Pisagua (noviembre 1879).
-Bombardeo y asalto de Arica (diciembre 1879-junio 1880).
-Bloqueo del Callao (abril 1879-diciembre 1880).
Rechazo al desembarco del puerto de Sama (setiembre 1879)
La hegemonía sobre el Pacífico Sur entre Chile y Perú, tiene antecedentes coloniales, reflejado en la rivalidad entre los puertos de Valparaíso-Callao y sus sectores sociales dominantes, por ello es que las relaciones entre ambos estados coloniales siempre discurrió entre el recelo y la desconfianza mutua. Si bien es cierto que las guerras independentistas marcaron un intervalo de cooperación entre las nacientes repúblicas, siempre subsistió la desconfianza, y tanto Chile como el Perú volvieron a su tradicional política de hegemonizar en el Pacífico Sur. La guerra del Pacífico, fue el detonante para que se desataran las aspiraciones de hegemonía marítima de la clase dominante chilena que ya había logrado que su Armada supere en tonelaje, capacidad de manobria y fuego a la Armada peruana. Por ello es comprensible que desde el inicio de la guerra, Chile estuvo a la ofensiva sabiendo, como lo sabíamos los peruanos que:”La particularidad de la guerra del Pacífico se debe al hecho de que se libra en un desierto –al menos en su primera parte-, pero depende del dominio del mar” (C. Cluny: 319). Declarada la guerra por Chile al Perú el 5 de abril de 1879, una de las primeras acciones de la administración de Aníbal Pinto, fue enviar su Armada con destino a las costas del Perú con la finalidad de bloquear y bombardear puertos; impedir el traslado de nuestras tropas, destruir o capturar barcos, concibiendo la ejecución de atacar por sorpresa a nuestra Armada surta en el Callao que se frustró porque coincidentemente ambas se cruzaron en el Pacífico sin divisarse.
La audacia de los jefes y tripulación de la disminuida flota peruana mantuvo en jaque a toda la Armada chilena desde abril a setiembre de 1879, bombardeando y bloqueando puertos, capturando transportes como “El Rímac” con 300 prisioneros, hundiendo la corbeta “Esmeralda” aunque perdimos el blindado “Independencia”. Estas y otras acciones de guerra, mantuvieron en vilo a la nación chilena, provocando crisis ministeriales y renuncias de jefes militares. Con este marco negativo para las fuerzas armadas de Chile y ante la presión de la prensa, partidos políticos y de la muchedumbre que enardecida salía a las calles de Santiago y Valparaíso a exigir victorias, los barcos chilenos comenzaron a buscar al “Huascar” para capturarlo o hundirlo o en su defecto, realizar alguna acción de guerra efectista. A fines de setiembre de 1879, los barcos chilenos de mayor capacidad de fuego, los blindados “Blanco Encalada” y “Cochrane” con la cañonera “Magallanes”, estando a la caza del “Huáscar”, se encontraron frente a la costa del morro de Sama y, en una acción que dedujeron sencilla porque se encontraba casi desguarnecido, sus jefes ordenaron el desembarco para tomar su puerto.
Eran las semanas previas al decisivo combate de Angamos (08-10-79) en que perdimos al monitor “Huáscar” y se inmoló Miguel Grau cuando-reiteramos- se produjo el frustrado desembarco de tropas chilenas por el puerto de Sama y que ha pasado casi desapercibido en la historiografía chilena y peruana. Nuestros sobrevivientes sí lo han registrado y aquí lo rescatamos como una contribución para una mejor reconstrucción de la verdad histórica en el testimonio participante de un joven militar peruano de 19 años, Guillermo Cáceres Tresierra:
”nosotros vimos pasar cerca tres barcos enemigos de guerra: “Blanco Encalada”, “Magallanes” y “Cochrane”. Los jefes dispusieron que avanzáramos formando distancias de guerrillas para dar la impresión de que éramos en mayor número que el que efectivamente tenían nuestras fuerzas: Los chilenos pretendieron desembarcar junto al morro de Sama. Fue un tremendo error del enemigo. En el morro de Sama había un verdadero escalonamiento de rocas que formaban una estupenda trinchera natural. Nosotros aprovechamos las ventajas del terreno hasta donde era posible. Los chilenos lanzaron al mar sus botes y empezaron la labor de desembarco. El mar estuvo contra ellos, había una especie de tormenta, las olas eran tremendas y sacudían a los barcos; los botes de desembarco se perdían entre la marejada de olas. A pesar de todo, los chilenos insistieron en el desembarco. Nosotros, según orden, esperamos a que los botes se aproximaran hasta ponerse a tiro de fusil. Una vez que esto se produjo, disparamos a mampuesta, bien parapetados. Nuestras descargas eran certeras y mortales. El enemigo también abrió el fuego; pero sus disparos eran nulos; las balas o eran demasiado altas o caían en el mar. El movimiento del mar los perjudicaba. Entre los botes de los chilenos hicimos gran número de bajas. Hasta que, al fin los enemigos, comprendieron su derrota, se embarcaron apresuradamente y los buques se alejaron, seguramente con gran pérdida de vidas y con un gran fuerte contingente de heridos“[1]
Eran los días en que la Escuadra chilena estaba desesperada por lograr una victoria, lo que los llevó a cometer el error de tratar de desembarcar por el puerto de Sama, ¿cuántos muertos y heridos sufrieron los chilenos? No lo sabemos, pero por el testimonio se deduce que tienen que haber sido -lamentablemente-, un buen número. Algo más, resulta irónico lo que sucedió después, ya que estos mismos barcos fueron decisivos para que Chile obtenga la victoria en Angamos, haciendo escribir a nuestro sobreviviente en estos términos:
”Poco días después de este hecho de armas, los mismos buques que intervinieron de parte del enemigo dieron caza a nuestro heroico “Huáscar”. Nosotros recibimos esta tremenda noticia casi inmediatamente; y el efecto que en nuestros corazones causó la infausta nueva no es descriptible. Mi batallón NÚMERO 9 (sic), se bautizó a partir de aquel día con el glorioso nombre de “HUASCAR“ Número 9”[2]¿Y quién es nuestro valioso informante que devela tanta historia?. Dejemos que el mismo nos lo diga.
Guillermo Cáceres Tresierra debe haber sido ayacuchano, pues afirma ser sobrino del legendario “Brujo de los Andes”, el general Andrés A. Cáceres, y en 1937, contaba con 78 años y vivía en la Calle Valladolid Nº 259, (2º jirón Callao), desde esta venerable edad recurría a su memoria para testimoniar:
”Cuando se declaró la guerra con Chile yo me encontraba en el Cuzco y era alumno del Colegio Nacional de Ciencias, en calidad de interno. La declaratoria de la guerra despertó un inmenso entusiasmo patriótico en mi ánimo. Inmediatamente infundí entre mis compañeros de estudio mi ardor patriótico y les hice recordar que había llegado el momento de demostrar nuestro amor al Perú. Muchos de los jóvenes alumnos aceptaron mi requisitoria y se resolvieron a ingresar a las filas del ejército que defendería al Perú contra los chilenos”.
Tenía 19 años fue el primer voluntario del colegio de Ciencias del Cuzco, lo siguieron entre otros: Manuel Villasante, Manuel Medrano, Javier Castillo, Francisco Campana y Ricardo Carpio. A los 20 años nuestro sobreviviente ya estaba de Sargento 2º, pasó Arica y de aquí a Tacna donde combatió en el Alto del Alianza recibiendo una herida de bala en el muslo izquierdo: ”Resultando inutilizado para la lucha, me dirigí cojeando a la ciudad de Tacna”, de aquí salió para Tarata y terminó en el Cuzco donde se le licenció. A los 78 años don Guillermo Cáceres Treserria vivía en Lima y solicitaba de la prefectura: “un certificado de identidad y supervivencia” para que siga percibiendo su pensión de montepío como sobreviviente de la Guerra del Pacífico.
El asalto a Pisagua (noviembre 1879)
Con su victoria en Angamos y la captura del monitor “Huáscar” el 8 de octubre de 1879, el Estado chileno estuvo en condiciones al fin, de acumular fuerzas militares en Antofagasta y comenzar a delinear su plan de invadir territorio peruano. A fines de 1879 nuestra aliada Bolivia, torpemente persistía en negarse en abrir un segundo frente de batalla por Calama para recuperar Antofagasta, permitiéndole a Chile enfilar todo su poderío militar-terrestre y marítimo-, contra el Perú que apresuradamente trasladó miles de soldados y apoyo logístico-médicos, farmacéuticos, herreros, carpinteros, etc.-, al futuro escenario de la guerra: la costa entre Tacna y el río Loa. En estas condiciones, segura la retaguardia chilena por la inacción boliviana, la estrategia chilena eligió el importante puerto de Pisagua para un desembarco de sus ejércitos y quebrar la comunicación entre Iquique y Arica, encerrando al ejército peruano acantonado en Tarapacá.
El 2 de noviembre de 1879 el poder político representado por el ministro de guerra Rafael Sotomayor y el militar por el general Erasmo Escala, ordenaron a la Escuadra el bombardeo y asalto del puerto de Pisagua, que en opinión de los estrategas es: ”Reconocido mundialmente como el primer ataque anfibio en la Guerra moderna, se caracterizó por su gran importancia estratégica, aunque en número las tropas chilenas eran muy superiores a los defensores aliados, lo difícil del terreno y complicado del ataque causó este hecho admiración mundial.”(R. Mellafe-M. Pelayo: 150).
Fue un asalto y combate extremadamente cruento, los peruanos y bolivianos: ”se parapetaron detrás de la rocas y abrieron fuego de fusilería, causando numerosas bajas entre la tropa y los remeros de los botes”(R. Mellafe – M. Pelayo: 152). Pero la superioridad de fuego chilena se impuso a los defensores alcanzando el llano, y pese a la tenaz resistencia de los ejércitos de Bolivia y Perú que se vieron potenciados con soldados voluntarios del puerto que formaron el Batallón “Pisagua”: ”del comercio, playeros y oficinistas”[3], como lo testimonió el sobreviviente Santiago Copaira Vicentelo. Se combatió con entrega por ambas partes, los chilenos desembarcando ante un fuego nutrido de fusilería y trepando los riscos para alcanzar el llano, y peruanos y bolivianos, soportando a pie firme hasta donde se pudo, la andanada de bombas del “Cochrane”, “O`Higgins”, “Magallanes” y “Covadonga” y las embestidas de los chilenos. La lucha se generalizó en las callejuelas del puerto participando en el lado peruano incluso el carpintero de la “Maestranza General del Ejército” don Ambrosio Jaén, sobreviviente quien ”tomó las armas en Pisagua” como lo confirma en 1905, el teniente coronel don Nicanor Salazar y Aramburu[4]. Las acciones de guerra que se habían iniciado a las 7 de la mañana, concluyeron con la caída de la tarde y la toma de Pisagua por los chilenos, con un costo social de 200 a 250 entre muertos y heridos en ambos bandos.
Con la puerta de ingreso a territorio peruano por Pisagua, la maquinaria militar chilena comenzó a actuar inmediatamente. El primer contingente de 2500 soldados desembarcó por Pisagua el 10 de noviembre y, el estratégico puerto de Iquique, cayó en poder de los chilenos el 23 del mismo mes. Se cerraba el círculo en torno a Tarapacá donde se obtuvo un importante triunfo, pero tuvimos que retirarnos más al norte, hacia Arica para seguir combatiendo aunque, cada vez en peores condiciones militares y logísticas.
Bombardeo y asalto de Arica (diciembre 1879 - junio 1880)
Transcurridos 8 meses del inicio de la guerra, el desborde de las fuerzas armadas chilenas se tornaba incontenible, los bombardeos indiscriminados a posiciones militares y a la población civil peruana se intensifica entre fines de 1879 y los primeros meses de 1880. Después de un desembarco relámpago en Ilo el 30 de diciembre de 1879, los chilenos se retiran para volver en forma definitiva en febrero de 1880 y comenzar a avanzar hacia el sur con dirección a Tacna y Arica: “Durante los tres primeros meses del año, se repite la estrategia insular aplicada hasta entonces por las fuerzas combinadas de Chile. La Escuadra bloquea el puerto fortificado de Arica […] al mismo tiempo, cerca de 15,000 hombres desembarcan repartidos en dos puntos, los días 26 de febrero y 1 de marzo, en Ilo y Pacocha respectivamente. Ello significa que el nuevo golpe de hacha a las posiciones de los Aliados va a darse al norte de Tacna.” (M. Mellafe-M. Pelayo: 323).
Paralelamente al panorama sombrío que se cernía sobre las fuerzas Aliadas en Tacna y Arica, el frente interno sufrió un daño irreparable: en diciembre de 1879 el presidente del Perú Mariano Ignacio Prado se ausentaba con destino a Europa con la finalidad de comprar armas y en Lima se producía un golpe de estado encumbrando como presidente y después dictador a don Nicolás de Piérola. En Tacna, lugar donde se iba a realizar una de las batallas más cruentas de la guerra del Pacífico, el general Eliodoro Camacho y el general Narciso Campero en Oruro se pronunciaban y desconocían al presidente Hilarión Daza, que se apartó del mando retirándose del escenario de la guerra. Con este entorno en que comienzan a aflorar los intereses personales sobre los intereses nacionales, nuestros jefes, Bolognesi, Montero, Ugarte, Cáceres, Recavarren, More, Suárez, Inclán, Mondoñedo, Pizarro, Albarracín, Nacarino, Cornejo, Infantas, Benavides, Pimentel y otros, al mando de sus diezmados y mal pertrechados ejércitos, asumen la responsabilidad de defender Tacna y Arica.
A principios de 1880, los soldados y suboficiales de las Compañías y Batallones del ejército peruano del Sur sobrevivientes de los bombardeos de Pisagua, del combate de Iquique y Angamos, de las batallas de San Francisco y Tarapacá, realizaron una sacrificada y larga caminata de Tarapacá a Arica, adquiriendo experiencia militar y convicción de defender el territorio peruano, como es el caso entre muchos, del suboficial Ernesto Longaray Narváez que está en la defensa del morro de Sama en noviembre de 1879, la Caleta de Ite en enero de 1880, batalla del Alto de la Alianza (Tacna) en mayo de 1880, Arica en junio de 1880, Miraflores enero de 1881 en el batallón “Libres de Cajamarca” Nº 23 y se nos pierde en las guerrillas de Huarochirí en 1882 al mando del coronel José Arris. Estos soldados fueron la columna vertebral de la guerra y resistencia contra Chile, y los que soportaron y rechazaron los continuos bombardeos de la armada chilena como lo testimonió el sargento mayor de infantería don Juan Correa Guillén: el puerto de Arica fue bombardeado intensamente por la escuadra chilena del 27 de febrero al 7 de marzo de 1880, congratulándose que el 17 la corbeta “Unión” rompiera el bloqueo chileno[5].
Mucho más explicito es el Sargento 2º de la Primera División del Sur, don Máximo Durán Cevallos, combatiente en Iquique, San Francisco, Tarapacá y Arica:
”el 15 de diciembre de 1879 sufrimos en Arica un bombardeo por el “Huáscar” (ya en poder de los chilenos) (sic) y la Magallanes, saliendo el Manco Cápac al mando de Moore quien desarboló una parte del “Huáscar”. En febrero de 1880 nos retiramos con dirección a Tacna con el fin de evitar las pérdidas que ocasionaba al ejército el transporte “Angamos” quien bombardeaba constantemente el puerto a toda hora, alcanzando sus tiros hasta cerca de las pampas de “Azapa”, pasando por encima del Morro.”[6]
Estas eran las condiciones objetivas de guerra que se vivía en Arica en el verano de 1880 y aclaremos que el transporte Angamos, tenía un tonelaje similar al Huáscar: 1180 toneladas.
Por estos meses, el ejército aliado seguía unido esperando a los ejércitos chilenos para librar la batalla del Alto o Campo de la Alianza que se realizó el 26 de mayo de 1880, extremadamente cruenta: “La noche de la batalla había más de 5 000 muertos o heridos en cada uno de los campos; y muchos de los heridos no sobrevivirían. Se ha comprobado que muchos fueron ultimados por los soldados chilenos en su persecución, incluso en las tiendas sanitarias, a veces saqueadas antes de que el servicio de orden asegurase la protección de las ambulancias.“(C. Cluny: 346-7).
La guerra cambia a sus actores y desata en ellos instintos criminales, por ello tenemos que borrarla de la faz de la tierra. Envueltos en una vorágine de destrucción y muerte hubo acciones sublimes de entrega de la vida.
Don Guillermo Cáceres Tresierra combatiente en el Alto de la Alianza nos entrega este testimonio del batallón “Colorados” de Bolivia:
”Mi batallón estaba cerca del batallón Colorado, boliviano, que fue el primer(o) en recibir la carga enemiga. El batallón Colorado se lanzó al combate con un vigor y un entusiasmo verdaderamente heroico; entraron al fuego entonando un wayno guerrero y paso de trote. Casi íntegramente este batallón fue aniquilado.”[7]
Después de la derrota del Alto de la Alianza el asedio y bombardeo al puerto de Arica se intensificó y generalizó los días 29 de mayo, 5, 6 y 7 de junio, ordenándose a los peruanos a partir del 28 de mayo a ”combatir activamente”. Se combatió en las playas, en las calles en los días previos al asalto final del Morro. 5,380 chilenos contra una guarnición de 2,200 peruanos.
La férrea defensa del puerto y morro de Arica tiene su explicación porque aquí se confundieron jefes militares profesionales que conocían su” oficio” como el coronel Daniel Nieto prisionero en Arica ( J. Ortiz- A. Castañeda: 239) con los pueblos de esta zona del Perú que ofrendaron su vida en defensa de su terruño como lo testimonia el sobreviviente tacneño Juan Chipana Mamani soldado de la 2º Compañía del Batallón Granaderos de Tacna:
"Que le tocó pelear en el muelle de Arica, habiendo resultado herido y habiendo perdido la vida su tío don Hilario Chipana, su cuñado el sargento 2º Núñez, en compañía de su hermana Manuela Chipana, que como mujer patriota acompañó a su esposo en los menesteres de la guerra, hasta rendir la vida junto a él.”[8]
Estas son las voces de “los de abajo” a quienes no se les había escuchado y hoy estamos cumpliendo con ellos. Otro tacneño, Camilo Gonzáles, sargento 1º del Batallón “Artesanos de Tacna” Nº 29, combatiente en el morro de Arica se lamentaba "que si la suerte nos fue adversa fue por la ventaja superior de las armas enemigas.”[9] Vamos a consignar algunos sobrevivientes de la gesta de Arica:
Sobrevivientes de la Batalla de Arica
7 de junio de 1880
Apellidos Nombre Grado y Participación
Dávila Manuel Soldado Batería “Santa Rosa”
Delgado Hipólito Soldado del “Batallón Iquique”
Díaz Manuel Sargento 1º Batería Nº 2 del Este
Espinosa Cesáreo Cabo 2º Cañón de las Baterías
Flores Juan de Dios Cabo 1º Batería ”La Ciudadela”
Gonzáles Leonardo Soldado de la “Columna Naval”
Loayza José Rodolfo Oficial Cazadores de Piérola N 27
Rosario José Cabo 2º “Artesanos de Tacna” Nº 29
FUENTE.- CEHMP Expedientes personales. La guerra no había concluido con la perdida de Tacna hasta Tarapacá, las acciones de guerra se trasladaron al centro y norte del Perú donde fue bloqueado y constantemente bombardeado el puerto del Callao.
Bloqueo y bombardeo del Callao (abril 1879 – diciembre 1880)
En forma intermitente, desde el inicio de la guerra, la Escuadra chilena bloqueo y bombardeo el puerto del Callao. Estas acciones bélicas de “ablandamiento” y de sembrar el “terror” en la población civil, no surtió el efecto deseado, porque tanto los militares como civiles, supieron contener y rechazar los múltiples intentos de desembarco chileno. Lo que demuestran las acciones de guerra por parte de los peruanos, es que hubo jefes militares profesionales que con pericia y audacia, supieron dirigir a la población civil que se hizo soldado en el fragor de los bombardeos. Uno de estos jefes fue el coronel de artillería graduado, Enrique Bonifaz destinado a la defensa del Callao:
”el 3 de noviembre de 1879 a la Torre “Junín”, pasando después en enero de 1880 como jefe de los torreones “Manco Cápac”, “Independencia” y “Ayacucho”.[10]
El Perú sabía que Chile iba a aumentar su presión militar en el centro del poder: Callao-Lima, y en efecto así sucedió, los días 21, 23 y 27 de abril de 1880 el Blanco Encalada, Pilcomayo, Huáscar, Angamos, Matías Cousiño y las torpederas Janequeo y Guacolda bombardearon furiosamente el Callao, pero sin lograr doblegar la resistencia peruana como lo admiten dos autores chilenos: ”Los ataques fueron repetidos en numerosas ocasiones, sin lograr algo realmente importante para la escuadra chilena. El bloqueo al Callao se prolongó por cerca de 9 meses.” (M. Mellafe – M. Pelayo: 185).
Nunca pudo la escuadra chilena acallar los cañones de los torreones de la defensa del Callao, tampoco eliminaron el peligro de las lanchas torpederas que en acciones de guerrilla marítima, contenían las incursiones de los barcos chilenos. Uno de estos actores, fue el alumno de la Escuela Naval Ernesto Flores, que al iniciarse la guerra, fue destinado a la corbeta “Unión” estando en las acciones de Arica para finalmente como lo testimonia, formar parte:
“de las fuerzas sutiles, encargadas de custodiar la bahía del Callao, durante el bloqueo de la Escuadra chilena […] Habiendo asistido a todos los combates que a diario, de día y de noche se efectuaban con las fuerzas del bloqueo […] uno de los más importantes es el que sostuvimos los tripulantes de la lancha “Arno” contra tres poderosas lanchas chilenas, en la madrugada del 6 de diciembre de 1880 en el que conseguimos el hundimiento de la lancha enemiga “Frecia”, reputada como la mejor del enemigo.”[11]
Así testimoniaba don Ernesto Flores ya anciano 1935, vivía en la Avda. Arequipa Nº 398.
Otro hecho que merece destacarse en las acciones de guerra en el puerto del Callao, fue la inmolación del teniente coronel don Pedro Ruiz Gallo, responsable de armar los mortíferos torpedos que mantuvieron a raya a la Escuadra chilena. El 24 de abril de 1880 don Pedro Montoya, testigo ocular de la explosión del torpedo que estaba preparando Pedro Ruiz Gallo escribe: “que desapareció el patriota Ruiz y yo quedé en medio del fuego.[12] Otro sobreviviente de esta acción, don Clemente Alvarado Regalado, natural de Sullana en carta fechada en el Alto 29 de julio de 1949, dirigida a la srta. Zoila Haydé Ruiz rememora:
”El señor Pedro Ruiz se malogró preparando un torpedo para echar a pique a la Escuadra chilena, este torpedo iba a ser manejado de tierra contra el mar por este sabio Señor Pedro Ruiz […] era su ayudante y de toda su confianza porque su trabajo era muy secreto y peligroso”[13]
Así se inmoló Pedro Ruiz Gallo que:”nació en la villa de la Magdalena de Eten […] el 24 de julio de 1838” (J. Basadre, T. VI: 287); Alberto Tauro del Pino también escribe que Pedro Ruiz Gallo nació en Eten, aunque difiere en la fecha: 24 de junio de 1839 (A. Tauro: 2308). Sin embargo, hemos exhumado un expediente de la sra. Martina Quiñones, viuda de Pedro Ruiz Gallo, en la que solicita montepío y para el efecto adjunta la partida de defunción donde se lee que el occiso vivía en la calle Montezuma nº 46 era: ”natural de Paita y residente en el Callao […] de edad de 46 años, raza blanca, casado, militar, muerto en la explosión de torpedos…”[14] Como es un avance de una investigación mayor, quedará con cargo a confirmar o rectificar esta información, pero lo positivo fue el dictamen de la Comisión:
”debe tenerse en cuenta que Ruiz se hallaba en campaña y que la explosión que lo ultimó, no fue una explosión corriente de almacén de pólvora sino de un torpedo de propia invensión (sic) destinado a la defensa de la Nación”.
Finalizaremos la trama que se ha urdido, teniendo como protagonista principal a los sobrevivientes de la Guerra del Pacífico, con el testimonio del ciudadano Práxedes Miguel Bravo, Bachiller en Jurisprudencia (San Marcos) y Profesor de Instrucción. He aquí su mensaje:
”desde que en abril del año 80 fondeó la escuadra chilena en esta bahía para establecer el bloqueo, me presenté voluntario en el Batallón “Artillería de Plaza”, y se me dio la clase de distinguido, enviándome enseguida a la dotación de la Batería “21 de Diciembre”, comandada por el Coronel Bolognesi, (sic) en la cual funcioné como cabo de cañón primero, y como Jefe de pieza después, hasta el mes de Agosto, en que, por haberse disuelto dicha Batería, se me trasladó a la del “2 de Mayo” cuyo jefe era el Coronel Castañón.- Al siguiente mes de Setiembre se me mandó a la Batería de “Arica”, comandada por el Jefe de Marina D. Bernabé Carrasco. (J. Ortiz- A. Castañeda: 58) Aquí, como en las demás Baterías, tomé parte activa en todos los combates contra la Escuadra chilena, hasta el mes de Octubre, siendo enseguida nombrado, por O(rden) General, Inspector de la Columna B de este puerto, cuyo Jefe era el Comisario del Cuartel 2º D…. Barreda. Desde el 15 de Octubre comencé a prestar con regularidad mis servicios en la guardia de la población, hasta que llegado el nefasto de la batalla de San Juan (13 de enero de 81) fue mandada, de Orden Superior, dicha columna, junto con la Reserva Chalaca, a la hacienda de “Surquillo”, en donde pernoctó el día 14, para asistir el siguiente día 15 a la cruenta y definitiva batalla de Miraflores donde los buenos peruanos hicimos, casi a sabiendas de su esterilidad, el último y más abnegado esfuerzo por derrotar a las hordas chilenas e impedir su paso a la Capital; quedando de este modo terminada para mí la campaña de un año en combates por mar y tierra, y cumplido el más sagrado de los deberes de un ciudadano para con su patria: servirla hasta el sacrificio de la vida.”[15]
Archivos
AGE. Cuartel General del Ejército
CEHMP. Centro de Estudios Histórico-Militares del Perú.
Bibliografía
ARIAS SCHREIBER Pezet Jorge – ZANUTELLI Rosas Manuel, Médicos y Farmacéuticos en la Guerra del Pacífico. Comisión Nacional del Centenario de la Guerra del Pacífico. Colección Documental de la Historia del Perú (1879 – 1884).
BASADRE Jorge1968 Historia de la República del Perú. Editorial Universitaria/Lima-Perú
CLUNY Claude Michel, 2008 ATACAMA. Ensayo sobre la Guerra del Pacífico, 1879-1883. Fondo de Cultura Económica. México.
MELLAFE, Maturana Rafael - PELAYO Gonzáles Mauricio, 2007 La Guerra del Pacífico en Imágenes, Relatos… Testimonios. Centro de Estudios Bicentenario. Santiago –Chile.
MENDOZA Policarpio Roberto Y., 2009 Arequipeños en la Independencia y Defensa Nacional. Universidad Católica de Santa María. Arequipa.
ORTÍZ Sotelo Jorge – CASTAÑEDA Martos Alicia, 2007 Diccionario Biográfico Marítimo Peruano. Asociación de Historia Marítima y Naval Iberoamericana. Lima.
REYES Flores Alejandro, 1979 Relaciones Internacionales en el Pacífico Sur, ensayo de interpretación: 1873 – 1879. En LA GUERRA DEL PACÍFICO. Volumen I. pp.97-123. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Dirección Universitaria de Biblioteca y Publicaciones.
1984 La Guerra del Pacífico: Pasado y Presente. En LA GUERRA DEL PACÍFICO. Volumen II pp.44 – 74. Universidad Nacional Mayor de San Marcos – Dirección Universitaria de Biblioteca y Publicaciones.
2006 Los héroes anónimos. La voz de los sobrevivientes de la Guerra del Pacífico. En el Dominical del diario el Comercio Lima, 1 de octubre del 2006, pp. 12-13.
TAURO del Pino Alberto 2001 Enciclopedia Ilustrada del Perú. El Comercio Nº 14 Peisa.
Lima, mayo del 2010
Alejandro Reyes Flores
*En ACTAS DEL VIII SIMPOSIO DE HISTORIA MARÍTIMA Y NAVAL IBEROAMERICANA. Lima Perú 9-13- de noviembre de 2009 pp.239-251
*En ACTAS DEL VIII SIMPOSIO DE HISTORIA MARÍTIMA Y NAVAL IBEROAMERICANA. Lima Perú 9-13- de noviembre de 2009 pp.239-251
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Saludos
Jonatan Saona
Saludos
Jonatan Saona
quisiera expresar que como peruano me encuentro conmovido por los testimonios de estos compatriotas que lucharon en defensa del territorio patrio, espero k muchas mas personas tomen conciencia del sacrifio la valentia y el coraje de estos hombres que no dudaron en dejarlo todo llevados por el amor a su patri..que nos sirva de ejemplo a todos..
ResponderBorrarSaludos, les escribe el autor del artículo, ello es solo una muestra de cientos de testimonios inéditos que tengo en mi archivo
ResponderBorrarAlejandro Reyes Flores
Muy buenos los comentarios; ojalas Alejandro pudieses hacer un blog con los testimonios de los sobrevivientes. Sería muy interesante y te sugeriría usar mapas para ilustrar la geografía de los combates e historias.
ResponderBorrarMuy importantes aportes, espero que si tiene mas datos sobre los héroes caídos en el Campo de la Alianza pudiera compartirlos.
ResponderBorrarSaludos desde Tacna- Perú
donde quedaron los niños mujeres yancianos peruanos que vivian en tarapaca despues de la guerra
ResponderBorrarnunca existió el intento de desembarco en Sama,ya que aun no se contaba con la superioridad naval, lo mas lógico es que solo se tratara de una misión de reconocimiento, y el relato solo se trate de un testimonio inflado por parte del sobreviviente para lograr su pensión de veterano.
ResponderBorrarSegún mi abuela, Luz Villalobos Rivera de Aponte, su padre poseía salitreras en él área de Tarapacá. Creo que su nombre era Ernesto Villalobos casado con Victoria Rivera. Después de la guerra fueron desplazados y vivieron en Arequipa. Que fué de aquellos negocios apropiados por los chilenos? El tratado de Ancón dice que respetarían los acuerdos comerciales previos a la Guerra del Pacífico
ResponderBorrarComo peruano puedo decir que ; el Perú pierde la guerra del pacífico debido a los malos ejercicios administrativos, tanto económicos como políticos; además, que desde comienzos de su historia como Estado y tomándolo como una huella dejada desde el tiempo Colonial, la falta de identidad entre los pobladores jugó un papel importante para la pérdida de la guerra. hoy en día solo nos queda reflexionar y honrar a cada uno de los peruanos que entregaron sus vidas por la nación que es hoy el Perú y no permitir que vuelva a ocurrir. desde Santiago de Chile.
ResponderBorrarMuy buen artículo referente a los sobrevivientes de la guerra. Gracias por compartirlo. Algo qué para mi siempre a sido muy claro. Y estoy seguro qué muchos otros también piensan de la misma manera. Y esto es qué si ciertamente Chile ganó la guerra, a sus tropas y Marina no les fué fácil. A pesar de toda su superioridad en tropas y armamento, la verdad es que ellos también recibieron lo suyo. Miles de ellos no volvieron a ver Chile otra vez.
ResponderBorrarSolo mencionar mi enorme admiración por quienes no dudaron en defender el honor de sus respectivos pueblos a la hora sagrada del toque del clarín mas allá del color de sus banderas, sin lugar a dudas fueron tiempos de héroes, soy chileno y llama la atención que a pesar que la educación no era un bien al alcance de las mayorías en ese periodo de la historia eso no significó que no brillaran dones que en nuestros días parecieran escasear , la lealtad, la entrega personal hasta llegar al sacrificio y el honor por la tierra que los vio nacer , GLORIA A LOS HÉROES
ResponderBorrarDespués de leer estos relatos da la impresión que la guerra la ganó Perú. Los peruanos tienen cero autocrítica.
ResponderBorrarLes escribe el autor del artículo. Sin haber abandonado el tema de la guerra con Chile investigue y publique un libro sobre un barrio de Lima: Los Barrios Altos. Hace tres años retome con fuerza los testimonios de los sobrevivientes y en setiembre del 2018 publique 296 testimonios de sobrevivientes con 40 fotografías de los apellidos A y B y que mereció una entrevista en el diario El Comercio de Lima (22-10-2018).
ResponderBorrarSigo en la "brega" haciendo la "otra" historia de la Guerra del Pacífico.
Saludos desde mi universidad San Marcos.