Teniente del Coquimbo
V.
Pero entre los mas esforzados combatientes de Tacna de que esta digresion siniestra, sendero de desecho en el camino de la muerte, nos ha apartado por un instante, nótase todavía un oficial coquimbano que tenia el mismo apellido del bravo capitán Rafael Varela pero que no era talvez sino su inmediato pariente lugareño.
VI.
El segundo Varela de Coquimbo i del Coquimbo, ayudante del comandante Gorostiaga en la batalla, había nacido entre los risueños viñedos de Elqui, al pie de sus conos apagados, especie de Vesuvios sin fuego, entre cuyas grietas crecen afamadas las vides que destilan el lácrima cristi chileno.
Vio la luz el teniente Varela tres años después del capitán su deudo (1858), i tenia una índole moral en todo diversa del andariego i travieso carácter del último. Era un mozo serio i casi melancólico. Su padre don Marcos Varela le había enviado en 1864 al liceo serenense, i su madre la señora Arismenia Rojas le obtuvo algo mas tarde un puesto en la Academia militar en Santiago.
VII.
Hubo con este motivo de volverse a sus nativos lares. I allí, en fastidiosa inercia, acariciado sólo por aquellos ensueños que en la pobreza son engaños, Vio aparecer la guerra i se alistó en el batallón Coquimbo con el mismo grado de subteniente que tenía en la Guardia Nacional de la Serena.
En esa condición peleó en San Francisco, i su conducta hízole digno de un ascenso. “Ya soi teniente—escribía a su madre, desde las Yaras en la víspera de Tacna—i espero volver a la Serena hecho todo un hombre". I algo más tarde en carta de confidencias a un amigo, traicionando sus falaces devaneos de dicha, decíale;— "Espero que le digas a N. (su desposada) que mi último suspiro será por ella. Mi anillo de compromiso lo tiene A. i está encargado de entregarlo o de mandarlo si muero.
¡Adiós, hasta después de la campaña o para siempre!"
VIII.
Llegada la hora de la prueba, el teniente Varela mostróse digno de aquella que poseía su fe simbolizada en una sortija de oro i acreedor a sus tiernos halagos. Pero la fortuna fuéle infiel i no correspondió en tal ocasión a su jeneroso ardimiento. Enfermo de tercianas, como su compatriota, el capitán de Miraflores, abandonó su lecho en la víspera de la batalla i entré al fuego acompañando al valeroso coronel Gorostiaga en calidad de ayudante, junto con el bizarro capitán serenense don Federico Cavada. Marchaba aquel grupo a la cabeza del batallón que iba a decidir la batalla, cuando a medio camino el nutrido plomo de las alturas que descendía a raudales, derribó sus caballos. Continuaron desmontados los tres dignos coquimbanos (porque el coronel Gorostiaga también lo es), i apenas habían avanzado unos pocos pasos, los tres volvían a ser heridos i el teniente Varela para no levantarse más.
IX.
Decimos mal. Porque el afecto de sus compatriotas recobré un año más tarde sus restos queridos exhumándolos del cementerio de Tacna junto con los del teniente Varas, i conducidos los dos féretros a la Serena, tributáronseles en su pintoresco cementerio que domina al pueblo, i la campiña i el océano, los honores que las ciudades agradecidas acostumbran rendir a los que por su honra perecieron.
X.
Pronunciáronse sobre los dos ataúdes sentidos discursos, ecos calurosos de noble juventud cuyo llanto viértese en cánticos, cual el que sobre aquellos dos mancebos dijera un entusiasta poeta de aquel suelo.
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"Hoi, de estos héroes guardan la fosa
Los restos, mudos, la materia inerte;
I mis arriba de la helada losa,
Guarda el recuerdo, la gloriosa muerte.
Porque sus nombres los dirá la historia
I el fiel chileno, grabará en su pecho.
De Varela, gloriosa la memoria
Del bravo Varas, inmortal el hecho.
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Dadle a los héroes, apacible el sueño,
Dadle el consuelo a la mujer que llora,
Vos, ¡oh Señor ... ! de los mortales dueño
Del desgraciado que piedad te implora (1).
(1) El joven Roberto Alfonso en EL COQUIMBO del 19 de julio de 1880.
El cuerpo de oficiales del batallón Coquimbo envió también una carta de condolencia a la madre de Varela, i el jeneroso pueblo serenense, más jeneroso i más práctico que los poetas i los soldados, le regaló la pequeña casa que la desdichada señora hoi habita, viviendo de la pequeña renta, ofrenda póstuma de la nación i de su hijo. La carta de condolencia en que se hace mención del anillo que simbolizaba sus esperanzas al volver, está concebida en los términos siguientes:
Batallón num 1 de Coquimbo
"Campamento de Pocollay, junio 17 de 1880.
"Señora:
"Los jefes i oficiales del batallón num. 1 de Coquimbo, cumpliendo el más triste de los deberes, envían a usted la expresión más sincera de sentimiento por la muerte en el campo de batalla, el 26 del mes próximo pasado, de su hijo el teniente señor Clodomiro Varela. El rindió su vida defendiendo la justa causa de la patria, murió como valiente, como mueren los hijos de la entusiasta provincia de Coquimbo; enalteciendo más aún sus méritos, la circunstancia de acompañarnos en la batalla convaleciente de una enfermedad de la que había sido atacado en el último campamento.
"Sus restos descansan en el cementerio de Tacna i el que suscribe, como el cuerpo de oficiales del batallón, esperamos el momento oportuno para volver a Coquimbo estos despojos que ya pertenecen a la provincia como a la familia.
"El capitán don Francisco Aristía está comisionado para poner en manos de usted la espada del estimado compañero, como también una argolla que llevaba en su mano.
"¡Que estas prendas, señora, sean un recuerdo para usted del valor i de la lealtad de su hijo, a quien todos hemos sentido de corazón i hemos hecho justicia a sus méritos!
"Dios guarde a Ud.
MARCIAL PINTO AGUERO.
"A la señora madre del señor Clodomiro Varela, doña Arismenia Rojas."
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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna
Saludos
Jonatan Saona
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