26 de julio de 2016

Porras sobre Grau

Raúl Porras Barrenechea
Raúl Porras sobre Miguel Grau

En la trigesimosexta sesión, del lunes 8 de octubre (Legislatura Ordinaria de 1956), se rindió homenaje al héroe y ex parlamentario Miguel Grau; el senador Barco López comenzó con este homenaje, le siguieron los representantes Sologuren, Dammert Muelle, Gulman, Mendizábal, Battifora, Miñano, Polar Ugarteche, Monteza y Porras Barrenechea:

El señor PORRAS BARRENECHEA. 
-Señor Presidente:
Como profesor de historia y como miembro del Frente Democrático Independiente, quiero unirme al homenaje que se tributa al héroe egregio de 1879. Creo que Grau fue una de las más excelsas categorías de la peruanidad. Todos nosotros le hemos rendido alguna vez homenaje, ya como niños de escuela, ya como profesores, ya como simples peruanos; y todos los años, el 8 de octubre, el nombre de Grau y el de su barco ascienden en el más alto mástil de la admiración heroica. Todos los peruanos sabemos bien cuál fue la condición heroica de Grau y de sus trascendentales cualidades de hombría, de abnegación y de valentía.

Grau -lo he dicho otra vez, fue héroe por una misteriosa fuerza cósmica, por una imposición de la naturaleza que encendió en heroísmo el frágil barco del Perú y lo ofreció en aras de la nacionalidad. Grau es el héroe máximo del Perú, sobre todo por su generosidad . Grau mostró la peculiar manera de pelear, de vencer y de morir de los peruanos. Grau, como auténtico peruano, enseñó la posibilidad de luchar sin amargura y de convertir la venganza en generosidad, y él dio al enemigo la peruanísima lección de vencer sin odio y de perder con honra. Por eso los peruanos admiramos a Grau, porque encarna las virtudes de nuestro pueblo y encarnó -digamos así con orgullo- todas las cualidades del hombre de la costa del Perú.

Grau nació en Piura, avanzada sin temor hacia el Océano, es una atalaya de la nacionalidad que nunca ha sido vencida ni forzada por el enemigo . Allá aprendió Grau, en la Escuela Náutica del Norte, en el puerto de Paita, su insólita lección juvenil de riesgos y aventuras. Grau demostró desde niño, en su tierra natal, prendido como un grumete a los velámenes de frágiles bergantines, las cualidades de hombría del hombre costeño, que destellaron en la guerra de 1879. Lo que admira en Grau a mi modo de ver- es esa esencia costeña. Lo he dicho ya en un elogio de Grau , que no temo repetir, como todos repetimos la oración cotidiana del Padre Nuestro . Grau tuvo algunas notas que denuncian su ancestro y su arcilla costeños, principalmente su afabilidad y cortesía; su sensibilidad y ternura, su fatalismo bondadoso y, sobre todo, su agilidad en la guerra , su pericia marinera, hecha de velocidad y de audacia, de intuición rápida y feliz, de briosa improvisación de recursos ante la fatalidad adversa o desesperada. El “Huáscar” manejado por él - dice González Prada- "parecía un ser viviente, con vuelo de águila, vista de lince y astucia de zorro”. En las campañas del monitor, que escapa ligero y ágil frente a los pesados y lentos acorazados chilenos y surge ileso de las celadas y de los insidiosos arrecifes, hay una ligereza deportiva, una móvil alegría, costeña de antiguos “caballitos” marinos que se burlan sonriendo de la muerte y de las olas. Ésa es la figura de Grau que todos los peruanos amamos.

Pero hay otra figura insigne que está generalmente olvidada y retraída para la historia , y esa es la figura del héroe cívico, es la figura de Grau miembro del Partido Civil, fundador del Partido Civil, hombre que luchó al lado de don Manuel Pardo y luchó contra la tiranía de los Gutiérrez. Y luego, la figura de Grau que se aparta siempre de los honores, de las prebendas, de los premios pecuniarios y que levanta siempre su personalidad ingénita con toda sinceridad y honradez. En sus rasgos morales destaca primordialmente en Grau su desprendimiento, esa capacidad de abnegación y de sacrifico y esa predestinación melancólica para el dolor, ese saber que era un hijo del infortunio al que la patria le exigía la máxima lección del holocausto. Por eso es ejemplificadora en los anales del mundo la campaña naval de 1879. Se ha dicho con razón que la campaña del “Huáscar” es un milagro naval. Grau se batió con un solo buque contra toda la escuadra chilena y logró arrinconarla y desconcertarla, logró que los grandes acorazados chilenos regresasen avergonzados a susbases para reparar sus máquinas y para mejorar su velocidad, mientras que él, con un solo barco, recorría las costas chilenas, capturaba transportes en el Perú. Un solo buque peruano detuvo a toda la escuadra chilena. Mientras el “Huáscar” estuviera en el mar, mientras Grau estuviera en el “Huáscar” —ha dicho un historiador-, Chile no podría desembarcar un soldado en territorio peruano y los ejércitos de la invasión se pudrirían en Antofagasta y en los puertos chilenos en espera del desenlace inevitable del duelo de Grau y el “Huáscar” contra toda la escuadra chilena. Y el final fue tan glorioso, tan inmenso y desproporcionado, como había sido la lucha sin esperanza del caballero peruano del mar. El 8 de octubre fue el final trágico y glorioso de la epopeya. La nacionalidad, expectante desde la costa, escuchó el tronar de los cañones y vio morir uno a uno, sobre la cubierta enrojecida, a todos los capitanes de la nave heroica y, estremecida ante la grandeza de la hazaña pudo decir, como ha dicho el poeta que preside este Senado: “Se hizo de sangre todo el horizonte, pero el mar como nunca fue color de laurel” (ovación en la sala).

Pero el homenaje a Grau debe ser completo. Yo recuerdo haber leído en la historia de nuestra Marina, escrita por Manuel Vegas García, marino acucioso, que Grau , el osado y el estoico de 1879, fue en la víspera de la guerra un hombre de Estado y un técnico previsor, y que él, varios años antes de la tragedia, anunció al Perú que Chile se armaba, que la Marina peruana estaba abandonada y que la Marina del Perú constituía una especie de “museo naval", que sería incapaz de sostener un ataque de la escuadra chilena.

La denuncia de Grau nos muestra su espíritu patriota, vigilante y previsor. ¿No sería esta la ocasión propicia, señor Presidente, para que los peruanos pensásemos también en nuestra Marina de Guerra? ¿No sería bueno advertir que países vecinos han adquirido unidades superiores a nuestra escuadra y que se ha descuidado, en el último lapso, la Marina nacional? ¿No sería el momento de pensar que ha habido acaso un instante, hace un año, en que hemos podido ser víctimas de una agresión, por no haber tenido preparados los elementos navales suficientes y haber dejado que los países vecinos adquieran unidades superiores a las nuestras, como las que adquirió Chile en 1879? ¿No merecería nuestra escuadra actual —compuesta principalmente de submarinos que no pueden oponerse a los destroyers ni a los cruceros adquiridos por otros países y sin ninguna unidad valedera sobre la superficie-, no podría merecer también el calificativo de museo naval? Éstas son las reflexiones que vienen angustiosamente al espíritu al rendir homenaje a la figura epónima de Miguel Grau [aplausos].

La Presidencia, al igual que el primer y segundo secretarios se adhirieron a este homenaje. El doctor José Gálvez, agradeció al senador Porras Barrenechea por haber citado Oda Pindárica, obra del presidente, quien citó los versos finales: “Se hizo de sangre todo el horizonte, pero el mar como nunca fue color de laurel".


***************
Casalino, Carlota. "Raúl Porras Barrenechea, Parlamentario". Lima, 1999.

Saludos
Jonatan Saona

No hay comentarios.:

Publicar un comentario