Comas, Marzo 12 de 1882,
Señor Jeneral:
Con insólita satisfacción elevamos a V. E. la presente nota con el objeto de narrarle someramente un acontecimiento ocurrido en este pueblo con una fracción de araucanos del ejército vandálico de Chile, dignos imitadores de las hordas salvajes de Atila.
El 26 de Febrero último, a las 9 A. M., se presentaron en este pueblo 32 chilenos de caballería, en compañía de dos estranjeros mui conocedores de esta parte de nuestro territorio, los cuales les servían a nuestros enemigos de guías; practicaron hechos abominables, como violación de mujeres sin distinción de edad, robos, etc., acciones que son i forman el carácter distintivo de los ladrones de la Araucanía; demoraron mas de tres horas en la población en cometer los delitos referidos i tomar almuerzo, i pasaron luego a la hacienda Rumatuyo a saltear lo que en ella encontraron.
El pueblo reunido en masa consultó la manera cómo debía recibirseles a su regreso, i no hubo nadie que no dijera “a bala, galgas i palos,” aunque fuese sin probabilidades de victoria, pero que querían consumir siquiera con uno de los aciagos enemigos, a quienes aborrecemos hasta la muerte; se dispuso ese ataque, haciendo lo posible para conseguir municiones para los pocos rifles que aquí poseemos. Pero necesitábamos de un cerebro que ideara el mejor modo de emprender el ataque para conseguir su buen éxito, i nos fijamos en don Ambrosio Salazar, por conocer mui de cerca su patriotismo; aceptó gustoso el nombramiento que lo dimos como comandante de la fuerza del distrito de Comas.
Preparado todo bajo su dirección para destruir al enemigo, solo esperábamos el momento de verlos descender la montaña vecina, por donde pasa el camino, para triturarlos; el 2 de Marzo, poco mas o ménos, a las 11 A. M., se cumplieron nuestros deseos de verlos; traían un gran pillaje: 200 reses, 50 arrobas de mantequilla i otras menudencias; rompimos nuestros fuegos de fusilería, desprendimos las galgas preparadas con antelación i, finalmente, empleamos garrote, sin ceder un palmo de tierra al chileno; ellos nos hicieron fuego nutrido de fusilería por tres horas, pero no sufrimos mucho por las trincheras que preparamos; hai de nuestra parte muchos heridos i solo cuatro muertos; murieron en la refriega 15 chilenos, entro éstos el jefe de la espedición; los que escaparon mediante sus buenos caballos, han sido casi todos heridos; hemos tomado todas las reses i mantequilla; pero como no están colmados nuestros deseos, nos preparamos en nuestros hogares a salir para atacarlos por retaguardia, luego que V. E. se aproxime, i estimaremos muchísimo nos comunique por oficio su aproximación.
No olvidaremos de recomendar a V. E. la esforzada cooperación de los ciudadanos don José Benito Jil i don Luis Chaves en pro de la patria. Permítanos V. E hacer una lijera digresión: nos aseguran que dos espectadores imparciales del combate han pasado nota a V. E. dando cuenta del resultado; el uno es el gobernador del mismo, el que ha abandonado la población así que supo que los chilenos pensaban venir; por consiguiente, si han tenido noticia del combate o saben, será solo por tradición oral; es cierto que el dicho gobernador mandó 20 hombres del lugar en que estuvo emigrado, ocupado mas bien en escamotear que en combatir al enemigo, i está en conciencia de todos que a esto se debe el no haber obtenido un triunfo completo sobre el enemigo; aprecie V. E esa nota como una farsa.
Ha sido un rocío saludable para nosotros la noticia de su aproximación, i rogamos a V. E. no desmaye un minuto en proseguir hasta encontrar el fin que se ha propuesto, pues todos nosotros lo aclamamos como a padre de la patria i redentor de la América latina.
—Luis Chaves, alcalde municipal.
—José Manuel Mercado.—Pablo Vellido,—José Benito Jil,—Evaristo Solis.—Francisco Váldes, síndico.—Baltasar Chaves, gobernador.—Cláudio Pancar.—Santiago Carrera.—Nazario Valero, gobernador.
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Fotografía tomada por Ernesto Linares en Sierralumi
Saludos
Jonatan Saona
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