Lima, Mayo 29 de 1880.
Señor Capitán de Navío, Mayor de Órdenes del Departamento.
Cumplo con el deber de poner conocimiento de U. S. lo ocurrido en la noche del 24 del presente mes, mientras desempeñaba la comisión que se me confió por la Mayoría, poniendo á mis órdenes la lancha á vapor “Independencia”.
A las 11 de la noche tomé el mando de la lancha, teniendo bajo mis órdenes al Guardia marina Señor San Martin, y trece hombres mas, entre maquinistas, timonel, y gente de mar, habiendo embarcado también al practicante de medicina, don Manuel Ugarte, que había obtenido permiso para acompañarme en esa expedición.
Desde las once de la noche, hasta las dos de la mañana, nada ocurrió de extraordinario, y estando á esa hora cumpliendo el encargo que había recibido, me disponía á regresar cuando noté que una lancha Chilena se dirigía del cabezo de la isla al lugar donde se hallan los buques neutrales. Como era de mi obligación, avancé sobre esa lancha y disparé sobre ella por cuatro veces, el cañón que llevaba. Desgraciadamente los cáñamos saltaron y el cañón quedó inutilizado para nuevos disparos.
La lancha Chilena, de mucho mayor andar que la nuestra, se puso fuera de nuestro alcance, y ordené entonces la retirada. Algunos momentos después divisé que la lancha que había perseguido, acompañada de otra de mayor porte y de dos chimeneas, se dirigían contra la mía, cortándole la retirada.
El mayor andar de esas lanchas les permitió realizar su propósito, y en pocos momentos los tuve al alcance de tiro de fusil. En el acto ordené hacer fuego con la ametralladora de mi embarcación, y con los fusiles que llevaba: más por una nueva fatalidad la ametralladora se descompuso, y me encontré sin medios de ataques contra un enemigo más fuerte; y que se aproximaba con grande rapidez.
Como la lancha llevaba un torpedo del peso de cien libras pólvora común, sin pérdida de tiempo, y ayudado por el Señor Ugarte, prendí la mecha, aplicándole la luz de la lámpara, y mantuve en peso el torpedo hasta que la proa de las mas grande de las lanchas Chilenas tocó con la popa de la nuestra. El Señor Ugarte y yo, lanzamos el torpedo sobre la cubierta de la lancha enemiga, y como se me ocurriese que la mecha de cinco minutos podía dar tiempo para que la cortasen ó para que arrojasen al agua el torpedo y quedase sin resultado mi proyecto de hacer volar esa embarcación, hice fuego sobre el torpedo con el revolver que tenia consiguiendo que estallase al segundo disparo.
El Señor Ugarte y yo, fuimos lanzados con la explosión al fondo de nuestra lancha y aunque yo quedé aturdido con el golpe, sentí que los enemigos nos hacían fuego con sus ametralladoras. A los pocos minutos, el agua inundaba los fondos de la “Independencia” y comprendiendo yo que zozobraba intenté desembarazarme del capote y ropa de abrigo que llevaba; el marinero Pablo Villanueva, que solo había sufrido una ligera contusión, me ayudó á desembarazarme de esas prendas, pues solo me habría sido imposible hacerlo. La “Independencia” se sumergió arrastrándonos consigo: mas por fortuna mía, luego que tocó fondo pude con grandes esfuerzos llegar á la superficie, de donde fui tomado pocos momentos después por un bote Chileno.
Con la cara y las manos quemadas por la explosión del torpedo; ciego y sordo en los primeros momentos y muy estropeado con la caída, apenas podía darme cuenta de lo que pasaba. Llevado al “Blanco Encalada” fui trasladado esa misma mañana al “Kielder Castle” habiendo recibido en ambos buques los auxilios que mi estado requería.
Entre los mismos Chilenos, que me dirigieron la palabra, se encontraba el Teniente señor Señoret, quien me dio la noticia de que la lancha que el mandaba se había ido á pique junto con la mía; pero que mas afortunado que yo, solo tenia una ligera herida en el brazo.
No puedo dar razón segura de los daños causados al enemigo, pero por nuestra parte tengo la triste certidumbre de que hemos perdido al intrépido señor Ugarte, al guardia-marina señor San Martin y algún otro mas; pues en el fondo de la “Independencia” había tres cuerpos, que sentí junto á mi, al zozobrar la embarcación, y que no habrán podido salir.
Deber mío es, señor Mayor de Órdenes, recomendar al Supremo Gobierno, por el digno órgano de U. S., el buen comportamiento de los tripulantes de la “Independencia”, pues todos ellos cumplieron con valor su obligación, distinguiéndose el practicante señor Ugarte que no vaciló en sacrificarse, ayudándome á arrojar el torpedo que destruyó la lancha Chilena y la nuestra, antes que esta fuera presa ó destruida por los enemigos. También debo recomendar al marinero Pablo Villanueva, pues en momentos de zozobrar la “Independencia” y arrastrando los fuego enemigos que se hacían sobre nuestras cabezas, porque las lanchas Chilenas mucho mas altas que la nuestra nos dominaban por completo, ofreció sacrificarse y contribuyó á salvarme la vida.
U. S. se dignará elevar este parte al conocimiento del Supremo Gobierno, quedándome la satisfacción de haber hecho por mi parte cuanto he podido para cumplir mis deberes de marino y de ciudadano.
Dios guarde á U. S.
No pudiendo firmar por tener heridas las manos, lo hace á mi ruego mi hermano Don Justiniano A. Gálvez.
Por José Gálvez, Teniente 2º de la dotación del “Atahualpa”.
(Firmado) Justiniano A. Gálvez.
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Saludos
Jonatan Saona
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