Los crímenes, las violencias y las infames persecuciones ejercidas en Calama por los heróicos vencedores chilenos no es posible describirlas sin horrorizarse.
Jefes y oficiales valientes sin mas crímen que haber defendido su suelo han sido cobardemente fusilados después de tomados prisioneros o rendidos, indios indefensos han sido pasados a cuchillo con inaudita ferocidad y saqueadas sus habitaciones; ancianos septuajenarios y niños imberbes han sido reducidos a prisión, unos, otros bárbaramente azotados.
Mujeres bañadas en llanto han sido torpemente violadas por la rotería desenfrenada y luego ultrajadas, befadas y pegadas de palos y golpes.
Habitaciones abandonadas hanse entregado a la voracidad de las llamas, como enseñas de la civilización y del progreso que los nuevos soldados de la conquista llevan al suelo que reivindican.
Honor a ellos!
El coronel Canceco, el bravo entre los bravos, fusilado; el coronel Eguiño perseguido con tenaz saña en Tocopilla; el valiente Abaroa, moribundo, traspasado de cinco tiros de rifle, muerto a palos y golpes de culata sobre los restos gloriosos de su munición de combate: Sjogren, prisionero, asesinado a puñaladas en el cuartel, Jurado fusilado por negarse a enseñar el paso del río; multitud de soldados rendidos ultimados a tiros y bayonetazos.
Hé aquí los timbres de gloria que hoi puede presentar Chile al mundo civilizado.
(''Tiempo'' de Iquique.)
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"El Comercio". Año II n° 190. La Paz de Ayacucho, sábado 12 de abril de 1879.
Saludos
Jonatan Saona
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