15 de noviembre de 2022

Carta de Camacho

Eliodoro Camacho
Carta de Camacho a M. Taborga sobre Camarones

Sucre, Agosto 25 de 1887.
Señor Canónigo D.D. Miguel Taborga.
Presente.

Señor Canónigo.
Satisfago con agrado las dudas que contiene su carta de 20 del presente, al mismo tiempo que considero algunos puntos de su articulo de prensa.

Habiendo acusado yó, al General Daza en Enero de 1880 por la retirada de Camarones que, junto con su intención de volver á Bolivia abandonando la Alianza, causaron la revolución del Ejército boliviano de 27 de Diciembre de 1879, y habiendo contestado él, año y medio después retorciendo la acusación contra el Consejo de oficiales generales superiores convocado en Camarones, y presidido por el jefe de estado mayor general Casto Arguedas, (entre los que se hallaba el suscrito) era natural que ese Consejo de oficiales generales superiores, con su presidente General Arguedas, respondiera el cargo, que por lo que á mi toca estábamos equilibrados entre acusador y acusado recíprocos.

Más si Daza a segura hasta con juramentos, que todos los del Consejo unánimemente opinaron porque el Ejército regrese inmediatamente; por qué estraña lójica, Sr. Canónigo, se me hace el autor de ello hasta el punto de compararme con un miserable de la historia de España?

Ni colectiva ni aisladamente me siento responsable de aquello. Ese hecho no solo no lo prohijé siquiera con mi silencio, sinó que por el contrario, lo combatí con porfía y con toda la fuerza del patriotismo y de la convicción profesional.

Cuando regresó el Ejército de Camarones, era sabido que Daza para disculpar su vergonzosa y criminal retirada decía á los estraños que le interpelaban, que, la cobardía de sus jefes, cuyos nombres mentaba, le había obligado a ello. He ahí porque decía yó en mí Manifiesto "aunque él, asegure que fué influido por muchos jefes de su círculo"

Es esto lo que llama U. "escrito para prevenir la acusación que aún no se había formulado”. Agregaba yo además, el calificativo de su círculo, porque sabia que no me mentaba entre aquellos, en lo cual el Sr. Canónigo halla también un doble sentido, que no lo comprendo en verdad.

Le llama la atención del Sr. Canónigo la frase:- "por otra parte", cuando, nos persuadimos" etc. Tiene razón en ello; el manuscrito decía :”Por otra parte” y esta mi costumbre de abreviar así la palabra nuestra, produjo ese equivoco que solo lo noté después de hecha la edición. Cualquiera advierte que no hay ilación lójica entre el periodo anterior en que hablo en primera persona de singular y el segundo en que ya se habla en plural.

Durante aquel Consejo militar unos jefes apoyaban mi idea que consta en mi Manifiesto, otros opinaban por la retirada y otros en fin se declaraban sin el derecho de pensar y solo con el deber de obedecer. El General en Jefe, no daba opinión alguna; pero con movimientos de cabeza, y una que otra palabra entrecortada, mostraba su decidido propósito de retirada, Yo por mi parte insistía, apoyado por varios, en que fuéramos con él á Pozo Almonte.

Mas, como Daza, sostiene que yo fui el mensajero del Ejército para espresarle la negativa de éste en pasar adelante, y como ví que U. deducía de ello responsabilidad de primer grado contra mí, sin embargo de que yo no era allí el Jefe de estado mayor, ni siquiera de un batallón, y apenas comandaba treinta y dos jóvenes de la Vanguardia de Cochabamba,” juzgué que los atestados que le envié hubieran provocado en U. estas reflecciones: -Si Camacho fué quien insinuó la retirada ¿cómo no lo mentó Daza antes de la revolución ó en el acto de ella, y solo lo acusa diez y ocho meses después? - Si el Secretario General Gutiérrez asumía para sí la responsabilidad, ¿qué razón hay para endozársela á Camacho que en el Consejo, hizo figura secundaria? Es claro que Daza solo revela encono contra Camacho lo cual hace recusable su palabra y que la superchería inventada después no merece fé alguna”.

Pero ya que no ha discurrido de ese modo el Sr. Canónigo respetó su ilustración.

Juzgando U. mi opinión sobre que el General Daza con algunos de sus edecanes y yó pasara á Pozo Almonte, para dictar de allí la orden de avance o retirada á nuestro Ejército que descansaba en Camarones, dice U. en la que contesto: -"no comprendo que plan" obedecía el dejar un ejército rodeado de un desierto, mientras el General en Jefe se retiraba á treinta leguas de distancia para tomar desde allí las disposiciones del caso”.

Tendré el gusto de esplicar al Sr. Canónigo ese plan que le estraña, y para ello seré detallado.

Yendo de N. á S. por la ruta que seguía el Ejército boliviano, se hallan sucesivamente los puntos de Camarones, San Francisco y Pozo Almonte, respectivamente ocupados por los ejércitos boliviano, chileno y perú -boliviano. La unión del 1° con el 3°. no podía verificarse sin exponerse á un choque desventajoso con el 2°. que estaba al centro.

Es esto lo que yo quería evitar. "No conocemos, dije en el consejo militar, no conocemos de General á tambor, el camino que hay de aquí á donde el General Buendía está con el ejército unido. Solo sabemos que el terreno es un inmenso calichal interceptado por el ejército chileno. ¿Podemos llegar donde Buendía ó puede éste venir donde nosotros? ¿Cómo nos reunimos? Juzgo pues que en tal situación sería una insensatez proseguir con una marcha que podía comprometer á este pequeño ejército en choque parcial con el grueso chileno. La retirada inmediata seria también una ignominia para nosotros porque a mas de dejar en supremo compromiso al ejército perú-boliviano, de que estamos cortados por el enemigo, peligraba la Alianza y aparecíamos como traidores á ella. Por consiguiente mi opinión no es de avance ni retirada inmediata de este ejército, sinó de un rápido reconocimiento del terreno en que tenemos que operar.

"Conviene por tanto que el General en Jefe se traslade con toda celeridad á Pozo Almonte y tome el comando de ese ejercito. Entonces conocerá el terreno en que se hallan los tres ejércitos, y podrá combinar ó la concentración de ambos ejércitos sobre las posiciones chilenas ú ordenar, como opinan algunos la incorporación, por Tarapacá del Ejército Buendía con el nuestro.

"De este modo ambos quedarán bajo las órdenes de un solo jefe, mientras que ahora cada uno tiene el suyo sin que el cable baste á establecer la unidad de pensamiento que se requiere. Este ejército está hoy rendido por la fatiga; pero aquí hay víveres, agua y forraje bastantes para restablecerlo durante ese reconocimiento que indicó.

"No desconozco los peligros sérios que corre el General en Jefe en esta espedición: puede caer en manos de los destacamentos ó avanzadas chilenas cuyas posiciones vá á cruzar. Por esta razón quiero yó, y no se me negará este derecho, ser de la comitiva del General para acompañarle en los azares que va a correr”.

Hé ahi en resúmen lo que dije entonces, y que ninguno de los concurrentes podrá desmentir, y ahí tiene el Sr. Canónigo los fundamentos del plan que le sorprende.

Esta opinión aceptada por la mayoría de los del consejo, no se consignó en acta, sin embargo de que al principio y con mucho aparato, llamó el General Daza á su Secretario privado. N. Vásquez, provisto de recado de escribir, para que tomara nota de los distintos pareceres. A pesar de esto el Secretario nada redacto; después Daza personalmente se puso a escribir el parte telégráfico al General Prado, Director Supremo de la guerra, que estaba en Arica, y en cuya ocupación lo dejamos, suponiendo aceptada por él nuestra idea.

Muy tarde y solo en Tacna, se supo que aquel y su Secretario General, trasmitieron el clásico parte: Desierto abruma; ejército se niega a pasar adelante.

Estrañará el Sr. Canónigo que estos detalles no los hubiese consignado en mi Manifiesto. No convenía hacerlo, tanto por la generalidad que revestía el carácter de aquel documento, cuanto por que lo escribía en presencia de los testigos.

¿Por qué no se levantó y firmó el acta que hasta cierto punto iba á poner á salvo la responsabilidad del General en Jefe? ¿Por qué se pasó un parte distinto del pensamiento de la mayoría? ¿Por qué el Sr. Gutiérrez se declaró después, único responsable de aquel hecho?- Queda la respuesta librada á la ilustrada inteligencia de U. 

Estraña también el Sr. Canónigo que á mi juicio, Camarones. no meresca por si sólo una revolución, Insisto en lo que dije.

¿Hay derecho, por ventura, de castigar á la imbecilidad que yerra, sobre todo cuando él mismo hacia esta confesión: "Francamente, ese día estuve en mi hora de burro?”
Quien por ello merecía castigo, era Bolivia, que aceptó inerte el atentado del 4 de Mayo y especialmente los malos bolivianos que colaboraron al criminal.

Si Daza, como prometía, se hubiese consagrado con abnegación a separar su falta del daño causado á la Alianza ¿qué revolución contra él habría sido justificada?

Empero lejos de correjir el yerro de Camarones, trató no ya de seguir errando, sinó de perpetrar el crimen: ¡volver á Bolivia á castigar la rebelión!.. Entonces comprendí que lo de Camarones no era simple error, sinó traición premeditada á la patria y al aliado; reconocí al punto mi obligación de salvar á ambos y operé el cambio político militar de 27 de Diciembre. Que halla pues de extraño, el Sr. Canónigo en el párrafo XIII de mi Manifiesto?

Permítame ahora, hacerle algunas observaciones.- Halla U. mi conducta subsiguiente á la retirada, conforme con lo que digo ó con la imputación que se pretende hacerme?

Si yo le insuflé ú ordené á Daza la retirada ¿cómo es que todavía quedé con él después de la contramarcha del Ejército? - Si lo hice por desprestigiarlo y bajarlo del poder ¿cómo es que me negué á verificar la revolución á que me invitaba la única fuerza que le escoltaba? Y si lo hice por miedo á los peligros que nos esperaban en San Francisco ¿cómo es que retuve en Tacna el Ejército próximo á regresar á Bolivia y me esforcé por la batalla, hasta sellar con mi sangre el Alto de la Alianza?- Y si lo hice por ambición de mando ó de poder ¿cómo es que puse el Ejército á disposición del Gobierno de Bolivia y me negué á aceptar su presidencia que se me venía por derecho consuetudinario? Y si mi pensamiento era traicionar á la Alianza ¿cómo es que en mi lecho de dolor, en Chile y en todas partes, se me oyó siempre protestar contra la conquista chilena y ruptura de la alianza con el Perú, lo cual me ha producido las simpatías de dicha república?

Y si no se halla en mi, ni plan insidioso para desprestigiar á Daza, ni connato revolucionario, ni miedo a la batalla, ni ambición de mandar el Ejército ó llegar a la presidencia, ni traición á la Alianza, ¿cuál pudo ser el móvil de mi sugestión á Daza u orden dada al General en jefe á quien yo obedecía? Y si Daza dice que todos unánimemente (los del Consejo) opinaron porque el ejército regrese inmediatamente ¿hay justicia, hay nobleza en los que pretenden colgarme ese odioso sambenito, á mi solo, aun dado caso que yo hubiese opinado como ellos?

La trabazón lógica entre los antecedentes y consecuencias de un hecho, es el mas seguro guía para descubrir la verdad. Y si el Sr. Canónigo, no encuentra intima relación entre la imposición que se supone le hice á Daza y mi conducta subsiguiente á la retirada, no podrá menos, su recto criterio que declarar absurda la imputación é indemne yo de aquella calumnia.

Ahora, si el agravio inferido por una persona, ha de vengarse, nó en el agresor, sino en un tercero inofensivo, es consideración que en su faz moral y jurídica dejo encomendada á su ilustrada justificación y conciencia sacerdotal de U.

Con consideraciones de respeto, me es grato suscribirme del Sr. Canónigo, atento S.S.
Eliodoro Camacho


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Taborga, Miguel. "Correspondencia cambiada con el Sr. Eliodoro Camacho sobre la traición de Camarones". Sucre, 1889.

Saludos
Jonatan Saona

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