15 de enero de 2022

Las batallas de San Juan y Miraflores

Acuarela de R. de Lisle

Las batallas de San Juan y Miraflores 
(13 y 15 de enero de 1881) 
Para MUNDIAL. 

Hace cuarenta y un años que se libraran a las puertas de Lima, las batallas de San Juan y Miraflores; supremos esfuerzos con que la Patria destrozada quiso detener el avance de la soldadesca chilena. 

Ha transcurrido cerca de medio siglo de la héroica resistencia y se siente, aún mas intenso todavía, el horror de la invasión y palpita en el alma nacional herida el odio santo y el clamor de la revancha.

San Juan y Miraflores, significan en la guerra del Pacifico, dos desastres para nuestra patria. Solo el honor no fué arrollado en la caída y el heroismo de nuestros soldados salvó el dolor de la humillación...

Era el mes de Enero de 1881 y los azares de la guerra deparábanle al Perú, nuevos días de infortunio. 

Derrotado nuestro ejército en las campañas del sur, en donde resplandecen: Tarapacá, con un fulgor de gloria, y la épica acción del Morro de Arica, sobre el que trazaran Bolognesi y sus soldados la magna epopeya de la guerra; destruída nuestra escuadra en Angamos, el avance del ejército chileno hacia la ciudad de los virreyes, hacia la Lima ensoñada por la ambición araucana, constituía la segunda parte de la lucha, menos árdua que la anterior y que no ofrecía para el invasor mayores resistencias.
 
Sin elementos poderosos, sin unidad de comando, sin organización científica, era imposible detener disciplinado ejército enemigo en su marcha sobre la capital. 

Todà la campaña del sur había sido de duras enseñanzas por nuestra imprevisión y abandono; y llegaban a las puertas de la ciudad histórica los mismos bárbaros de Tacna, de Arica y de Tarapacá, en un avance de conquista.
 
Y, en esa hora trágica, que sonaba lugubremente para el país, espíritus pequeños no pospusieron la rencilla doméstica al santo amor de la Patria.

Y así fué el desastre...!

patriotismo herido y sangrante corría a las filas y de todos los hogares de Lima, de este pueblo heróico, se despedían los padres, los hijos y los esposos, a la defensa de la ciudad. La República toda esperaba ansiosa el resultado de la batalla, aún la esperanza vivía en el corazón del Perú. 

Los trabajos se llevaron a cabo intensamente. Después de grandes sacrificios se logró adquirir armas en Europa y Estados Unidos y traerlas a Lima, venciendo la vigilancia de la escuadra chilena, que bloqueaba nuestro litoral; armas que fueron entregadas a 18.000 patriotas tendidos en la extensión de la línea de batalla comprendida entre Chorrillos, San Juan y Miraflores.

Grandes esperanzas abrigaban los próximos combatientes de detener a las puertas de la capital al ejército chileno. 

El trabajo era incesante y la muelle y regalona ciudad cortesana de otros días, habíase transformado en campo de actividad y de guerra, en donde los movimientos bélicos, el redoble de los tambores y las marchas militares poblaban el ambiente. 

Dividióse el ejército en dos grandes alas:  el de línea y el de reserva. El primero que defendía Chorrillos y Villa San Juan, estaba formado sobre la base del ejército veterano; y el ejército de reserva atrincherado en Miraflores fué constituído por todos los elementos sociales en sus diversas actividades y profesiones. Y desde el politico distinguido, el abogado brillante y el médico eminente al modesto labriego, o el honrado industrial, todos fueron a la lucha. 

Mandaba el ejército el Dictador Piérola y era jefe de su Estado Mayor él general Pedro Silva. 

El ejército de linea obedecía a las órdenes de los córoneles Iglesias, Cáceres, Suárez y Dávila. Y en el comando de la reserva mezclábanse jefes civiles militahes improvisados y no pocos distinguidos jefes del ejército. 

El 6 de Enero las tropas chilenas al mando general Manuel Baquedano, avanzaban con sus unidades de combate desde Lurín sobre Lima y acampaba en estratégicas posiciones frente a la línea peruana.

Y, en la madrugada del trece la batalla comenzó. El combate fué rudo y sobre el Morro Solar, muy semejante al de Arica, no solo orográficamente, sino por el heroísmo de sus defensores. Iglesias prolongó la resistencia heróica denonadamente, y a las 12 del día nuestras fuerzas, replegadas sobre la ciudad de Chorrillos, batíanse desde los techos, las calles y los pasajes de la que fué aristocrática Villa. Horas más tarde todo había terminado y a la caída de la noche inmensas lenguas de fuego lamían el espacio e iluminaba tanto horror, y el incendio se extendía sobre las pequeñas casas de los pastores y destruía la ciudad de Barranco. 

La lucha había sido cruel y el cuerpo diplomático residente en Lima espantado de tanto salvajismo empleado el ejército chileno, intervino. Se celebró un armisticio. 

Entregados estaban a los preliminares, cuando la perfidia araucana violándola se lanzó sobre nuestras reservas de Miraflores. 

Era el 15 de Enero y nuestro ejército aniquilado dejaba, como en Chorrillos, en la extensión de tierra ensangrentada, a millares los cuerpos de los combatientes, quedando Lima a merced de los bárbaros de América, que al hollarla ocuparon sus temples, bibliotecas y colegios saqueados y destruyendo todo. 

Chile hacía la guerra con todos los bajos instintos de su raza. Y en los días subsiguientes a la derrota se recogían de los campos de batalla a millares los despojos de los defensores del honor nacional. 

Han transcurrido 41 años de aquellos días de guerra y el nombre glorioso de los héroes surgen en la historia.

Allí cayeron: el coronel Buenaventura Aguirre, soldado valeroso desde muy niño, al mando del batallón Callao, se  batió en San Juan y herido luchó en Miraflores, en donde murió gloriosamente; el coronel Pablo Arguedas, jefe distinguido, muerto en San Juan, heróicamente; el coronel José González, uno de los más valientes icfes de nuestro ejército, famoso por la resistencia de Palacio el 6 de noviembre de 1865, "murió con el valor de siempre, en Miraflores"; el coronel Domingo Ayarza; Arias y Aragües; Juan Fanny (Fanning); Narciso de la Colina, una de las más altas y simpáticas figuras de la guerra del 79. 

El heroísmo de los Iglesias, Suárez, Cáceres y cien y mil más. La figura atrayente de Felipe Valle Riestra, aquel niño valeroso; la de los hermanos Toribio y Alberto Seminario y Cortez; jóvenes piuranos que dejaron escritas con sus vidas una leyenda de valor; José Andrés Torres Paz, otro universitario como Valle Riestra, que al iniciarse la guerra, batieron el pendón de nuestra vieja casa de estudio, colocándolo, por su valor, muy alto. Enrique y Augusto Bolognesi, por cuyas venas corría la sangre del héroe admirable. 

Y con ellos: Juan Canseco Monterola, Braulio Suárez Bandini, Antonio Rodríguez, Enrique Delhorme, Gamarra, Félix Francisco Gil; Emilio Cavenecia, Manuel Casós, José Díaz, Saturnino del Castillo, Juan M. Velarde, Máximo I. Abril, José Díaz, Numa Genaro Llona, Manuel Pino y muchos nombres más. Y tantos héroes anónimos que escanciaron su sangre en holocausto a la Patria. 

La historia de tanto desacierto aún no está escrita; ojalá nunca se escriba. El sacrificio heroico de lo más granado de la juventud peruana salvó el honor de la bandera. 

Dura lección la de la guerra. Su recuerdo llena el alma de dolor. El Perú del presente, la patria grande del porvenir, solo debe buscar en él el odio que alimente la revancha y con los nombres de los héroes por lábaro; iniciar el camino con que las legiones heróicas de Oriente emprendían las guerras santas. 

Teobaldo GONZALES LOPEZ. 


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Revista "Mundial" Año II, num 38, Lima, 14 de enero de 1921.

Saludos
Jonatan Saona

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