21 de febrero de 2019

La vuelta del recluta


La vuelta del recluta.
Paisaje al lápiz por Paulino Tirado.
(Al Doctor Luciano Benjamín Cisneros).

I.
La lira de Jorge Isaacs há cantado, la vuelta del recluta con la modulación mas triste de sus notas, pero el lápiz de un modesto joven peruano ha condensado, un pequeñísimo cuadrito, el poema que la vuelta del recluta serrano escribe en el corazón de toda una raza proscrita.

Hace muy pocos días que, admirando una vez mas á Rubens en uno de sus famosos cuadros, Lot y sus hijas, rememorábamos uno á uno los renglones trazados por un crítico contemporáneo —Schiaffino. —Lot está ya ebrio y enardecido, su mano tiende maquinalmente una taza al vino que su hija le escancia ostentando su desnudez espléndida, pero bien se vé que otro deseo es el que se ajita; su cabeza se inclina bajo el peso de la borrachera; pero el ojo brilla, relampaguea con un fulgor impúdico, como henchido lujuriosos ardores. La animalidad del ébrio está admirablemente observada así como la emoción de la mujer que se ofrece y que se resistirá sin embargo á la primera tentativa.

Hé allí el soberbio cuadro antitesis del dibujo que tenemos á la vista. Como el Recuerdo Militar, exhibido en París por Luis Baille, éste lleva en su macilenta figura del recluta el sacrificio por la patria, con la sublimidad del amor casto, del amor que es la vida de las almas y la multiplicación de los cuerpos.
Ah! miradle.

El semblante y la expresión es el todo en cualquier cuadro.
El escenario en que aparece Huamán —tal vez se llamó así— la luz melancólica de su fisonomía, reflejo de su alma candorosa y pura, el brillo sereno de su pupila, antorcha de sus amores santos, que interroga á las ruinas de la choza por cuyas desiertas grietas se abre paso la penca del abandono; esa pequeña prominencia de tierra donde se alza modesta cruz de leño y á cuyo lado asoma la silvestre campánula azulina como la flor que lucha con la yerva del olvido para enseñar al recluta el sepulcro de su amada; todo, forma el idilio americano, que, bien merece ponerlo en paralelo con el materialismo revosante del vicio, conservado por el egregio pintor como el harapo que cubrió á los que cayeron junto con Babilonia y yacen envueltos en las ruinas del pasado.
Vamos al idilio, yendo al cuadro.

II.
Huamán, fotografía del tipo peruano, que fué arrancado de la alegre choza por los esbirros de la leva, salió dejando allá su mundo todo encerrado en la cabaña donde quedaban, su madre, su hermana, su gato cenizo acurrucado junto al fogón, el bueye castaño atado á la estaca, el gallo ají-seco alegrando con su canto la madrugada, sus hermosas chacras sembradas de maíz y de habas; y el alma de su alma —Juanacha — tejiendo la honda para la carrera del Malccoy.

Figuraos la despedida de aquellos seres cuya existencia se fundía en una sola.

Salió Huamán entre lágrimas y quejidos; pero, mozo robusto y corazón peruano, sonrió con la sonrisa del despecho que á veces envuelve la esperanza. Junto estaba su quena, el instrumento de los ayes, y no la dejó al partir porque sus notas secundarían el llanto de la ausencia.

Pocos días después de la partida de Huamán, el corazón de las tres indias era presa del amartelo —Soccrocyai.

III.
Han trascurrido cinco años.
Oh! qué horrible es la ausencia para los corazones que se aman; para esa tierna juventud que encuentra frió el sol de otra parte y sin aroma las flores que no brota el suelo del país natal.

Suspiros de nuestra tierra, ayes del amor ausente; solo vosotros lleváis la pena de la nostalgia!...

Huamán fué sin embargo, un buen soldado.

El humo de los combates de Tarapacá, San Juan, Miraflores y Huamachuco quemó su rostro tostado por el sol y la helada en las empinadas cordilleras de los Andes, que trepaba como fuerte.

Cuantas veces habría pedido su amparo al plomo homicida al ver los desastres de su Patria; pero el plomo le daba horror cuando sentía que en su corazón latía la fibra del amor y le decía Juanacha!

La guerra tuvo su fin.

Y Huamán, licenciado, con dos cicatrices en el pecho, partió sin llevar ni un dije en el morral para su novia, ni un pedazo de pan seco para su hambre. Más, partió alegre tomando por compañero un palo de lloqque y un par de ojotas como alivio, y fué tragando leguas y devorando laderas.

Ya su corazón le anuncia la cercanía á su aldea: sus ojos han distinguido el laguito de las comarcas donde la blanca gaviota surca, ligera, la superficie dejando apenas la sombra de sus alas.

Llega Huamán, y aquí está el cuadro.

Su choza yace solitaria, en escombros: del añoso álamo—que se cimbraba en la puerta á penas queda el tronco desramado y seco, dejando ver las huellas, no del hacha leñadora, sino del incendio destructor. Las piedras y adobes que formaron las paredes, yacen esparcidos en la llanura, y á lijeros pasos, se levanta un humilde montón de tierra con su cruz, señal de una sepultura y cuyo epitafio no es otro que la yedra trepadora que junto á la cruz florece.

¿Allí dormirán todas?

La madre de Huamán, su hermana, su prometida?

Esa campánula azul será acaso la flor que la amante india nutre y cultiva desde el seno de la tierra, para ofrecerla á su novio cuando vuelva, y en su aroma decirle "aquí estoy"...?

El recluta se abisma contemplando aquella ruina y en desolación tan absoluta, su semblante, iluminado hace un momento por la esperanza, se cubre con nube ya negra ya plomiza del dolor colmado.

Su postura nos relata el poema de su alma.

Apoyado en el lloqque parece que por instantes dudase de la realidad que sus ojos contemplan y que se dijese: «tal vez he equivocado el sitio» Mas, luego se persuade y dice ¡esta fué! ....

Ruinas, desolación, olvido, muerte, ¡hé allí la obra, de la guerra!

Y las lágrimas condensadas quedan suspensas en los ojos del recluta que al volver á la choza no encontró ya nada.

Decimos mal.

Entre esas ruinas se distingue una cruz, el signo bendito que nos muestra el cielo para no desesperar, cuando nada nos queda en la tierra.

IV
La composición del señor Tirado —á quien enviamos entusiasta parabién —es pues, bellísima. Toda vez que la contemplemos los peruanos, nos hablará de la guerra, y la vuelta del recluta á las ruinas de su hogar nos dirá también: Arica y Tacna yacen bajo la bandera que no es el pabellón peruano.

Y si dentro de 30 años, aún no duermen custodiadas por el jirón bicolor; la vuelta del recluta será la reseña de la guerra y dará frió al corazón! ... El frío del remordimiento, el calofrio de la debilidad!...

Clorinda Matto de Turner.
Lima, 15 de Octubre de 1887.

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Texto e imagen tomados de "El Perú Ilustrado" núm 30, Lima, 03 de diciembre de 1887.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. necesito la letra de la poesía "La vuelta del recluta"

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