22 de julio de 2024

Manuel González Prada

Manuel González Prada
Manuel González Prada 
por Ramiro Pérez Reinoso

"...Sentía gran afición por la agricultura. Como amante de la libertad social, optaba por las ocupaciones en donde podía hacer uso de sus preferencias i sus aptitudes sin estorbos, sin miramientos, sin intereses creados.

En Lima, en las inmediaciones de donde hoi es la Exposición, esplotó Prada una pequeña granja; pero su mayor actividad agrícola la dedicó al valle de Mala, en el sur del departamento de Lima. Nueve o diez años se dedicó a esa profesión, i tal vez la hubiera hecho definitiva a no haberla interrumpido un gran acontecimiento de la historia nacional: la guerra del 79.

Prada tuvo guerra. Ella con sus regueros de sangre, vino a cerrar el libro primaveral de la existencia. Manera trájica i súbita de finalizarse una juventud; con golpes de espada, tronar de cañones i lamentos de heridos. La guerra fué la división de las dos grandes etapas de su vida. Hai muchas diferencias entre el hombre de antes i el de después.

Con ardoroso patriotismo, se presentó al Estado Mayor que disponía la defensa de la capital. Se le confirió el grado de Teniente Coronel, asignándosele en seguida la segunda jefatura de la guarnición de «El Pino». Desde ahí asistió a la batalla de Miraflores.

Cuando ya toda resistencia era inútil e imposible, i para evitar sacrificios de vidas, el primer comandante de esas posiciones, coronel don Hipólito Cáceres, impartió a Prada la orden de hacer volar, en compañía del sarjento mayor don Eduardo Lavergne , a la una de la mañana, las dos mejores piezas de artillería que defendían esos reductos. Era preciso evitar que esas dos excelentes piezas de guerra cayesen en poder del enemigo .

Haciendo prodijios de cautela para evadir cualquiera sorpresa de las patrullas chilenas de reconocimiento, González Prada i Lavergne, secundados por Federico Bolognesi, hijo del héroe de Arica, i favorecidos por las sombras de la noche, hicieron estallar los cañones.

Vencedor el enemigo en Miraflores i segura ya la ocupación de Lima, González Prada volvió a la ciudad con el enorme peso de la derrota en la conciencia. La patria estaba perdida, los últimos baluartes de la defensa nacional habían sido destrozados tras una larga i sangrienta refriega. La capital iba a ser ocupada por el invasor i vendría luego la imposición de los términos de paz. Para ese hombre de tan ascendrado amor propio, de carácter tan rectilineo i de tanto patriotismo, era aún más indignante el pensamiento de haber sido vencido a pesar de todos los esfuerzos. ¿Qué hacer? Ya pada era posible, pues no existían ni hombres, ni elemento ni moral.

Esa guerra le hizo sentir por primera vez, el odio internacional, que fué odio verdadero porque conocía a fondo el orijen del conflicto, que no fué otro que el deseo de un país de obtener riquezas, sin que le importe la manera de conseguirlas. Esta es la verdad clara i sencilla, 

Si es condenable el despojo entre los individuos, ¿por qué no lo será entre las naciones? Puede argumentarse el derecho a existir; pero este deja de ser tal cuando se realiza por medio de la injusticia, puesto que toda injusticia necesita castigo; i nunca se ha dado el caso todavía de que se castigue en toda conciencia un acto emanado del derecho. Además, ¿son hoi las naciones como hace 400 o 500 años o como en los tiempos primitivos? El estado actado actual de la libertad i del conocimiento entre los hombres, ha permitido el "cosmopolitismo”, i en virtud de éste, el individuo no sólo es capaz de subsistir en su territorio nacional, sino en mil partes distintas de la Tierra . Si se quiere hacer efectivo el derecho a la existencia, abandónese los lares i pueblese el globo, antes de urdir, congregados en colectividad, un plan deliberado de despojo al vecino. Los más grandes crímenes del mundo los cometieron los hombres estando formados en naciones i casi siempre escudados con la palabra "patria"

Inútil es que se levante la voz de la diplomacia i de la historia chilenas para justificar la guerra del 79. Frente a esa voz, el hombre civilizado, justo i sensato, cuya conciencia mora en un sitio superior a las ideas de patria, sabrá sonreir desdeñosamente, porque está convencido de que conoce a fondo los designios humanos.

Gonzáles Prada había seguido todo el trascurso de aquella injusticia, hasta que se clavó por fin en el corazón de vencido, para imponerle después el castigo.... que merecía por haber luchado por su integridad! El odio de aquel peruano era verdadero, era de corazón.

Para evitar ver algunos de los invasores en las calles de Lima e impedir incidentes, quien sabe de qué consecuencias, se recluyó en su casa durante toda la ocupación.

Así vivió dedicado enteramente a sus estudios literarios i filosóficos. Cultivaba su espíritu, fortalecía sus pasiones i su intelijencia bajo la agradable sombra del hogar. Esta corta época le fué enteramente fecunda. Fué, durante ella, protagonista de un caso que dice del temple de su carácter i de su odio al vencedor: Firmada la paz de Ancón, el ejercito chileno se retiró a las afueras de la ciudad.

Prada, creyendo que estaba todo libre de invasores, salió a la calle a hacer una visita familiar. De pronto, al llegar a una esquina, ve a un jefe chileno que se dirije a él con los brazos abiertos i el rostro sonriente, a saludarlo. Prada esquiva el saludo i cambia de dirección, diciéndole que no podía aceptar el afecto del invasor que mutila el cuerpo de la patria i dicta la paz más ignominiosa. Grande fué la sorpresa del jefe chileno ante esa actitud, pues ambos habían sido condiscípulos de curso i amigos siendo estudiantes, en Valparaíso. Fácilmente le había reconocido.


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Pérez Reinoso, Ramiro. "Manuel González Prada". Lima, 1920

Saludos
Jonatan Saona

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