3 de noviembre de 2020

Carta de Lira

Máximo R. Lira
Carta de Máximo R. Lira

"Pisagua, 11 de noviembre 1879.

Señorita Isabel Errázuriz
Viña del Mar

Mi mui distinguida amiga:

Le confieso injenuamente que casi necesito violentarme para escribirle. Ha sido y es tan inmenso el trabajo que he tenido desde que Pisagua pasó a ser nuestro, que cualquier instante que puedo consagrar al reposo lo aprovecho con avidez. Sin embargo ¿cómo prescindir de tener un rato de conversación con las excelentes y nunca olvidadas amigas de Viña del Mar?

Ustedes deben tener ya noticias completas sobre el asalto a esta plaza y su resultado y habrán podido convencerse de que la Providencia se ha hecho francamente chilena. En efecto, los hombres hicieron todo lo posible porque fracasara esta expedición, pero ella corrijió todos los errores y nos dio un triunfo tan completo como nunca pudimos imajinarlo.

El ataque a Pisagua debió verificarse el 31 de octubre: con ese propósito salimos de Antofagasta en la tarde del 28. Sucedió, sin embargo, que por no haber dado el rumbo a unos buques, por haber olvidado en el puerto a otros y mil otras circunstancias que manifiestan hasta falta de sentido común, la mitad del convoy se extravió y que pasamos dos días perdidos en medio de angustias y amarguras imposibles de definir. Por fin, los polluelos dispersos lograron reunirse en la mañana del día 1° con el "Amazonas" donde estaba el cuartel jeneral y en la noche, hechos ya todos los preparativos, hicimos rumbo a Pisagua.

Cuando divisé al amanecer el puerto y cuando, más tarde, pude imponerme de la configuración del terreno, se me oprimió el alma porque creí que íbamos a una derrota desmoralizadora o a una victoria que nos costaría la pérdida de 2.000 hombres.

Figúrese usted que Pisagua es una playa estrecha y casi inabordable sembrada de peñascos que forman las fortificaciones naturales más formidables. Detrás de ella, cerros cortados a pico y encima, como a 1.500 pies una meseta con un campamento fortificado. Me pareció absurdo y casi criminal pretender desembarcar en este punto. Entiendo que lo mismo pensaron los jefes superiores porque durante una hora, a lo menos, estuvieron llenos de perplejidades. Al fin se tiró el dado, se dio la orden de avanzar y la obra de la Providencia y de nuestros soldados comenzó. Se equivoca o miente quien pretende sostener que la toma de Pisagua ha sido obra de los jefes o fruto de hábiles combinaciones estratéjicas. No! Todo, absolutamente todo ha sido obra de los soldados que han peleado sin jefes, sin orden, confundidos unos cuerpos con otros, marchando a la aventura y haciendo lo que a cada cual se le ocurría. La prueba de esto es que habiéndose resuelto en los consejos limitarse a ocupar la ciudad y dejar el ataque a las alturas para el día siguiente en combinación con las fuerzas desembarcadas en Junín, los soldados, sin orden ninguna, treparon aquella cuesta inaccesible y se apoderaron del campamento de la cumbre.

Le aseguro que estoy maravillado del empuje de estos rotos. El jeneral pililo está destinado a ser el más famoso del universo porque no hay ni habrá otro capaz de realizar hazañas semejantes a las suyas. Los marinos de los buques ingleses que nos acompañaban y vieron el combate, han recorrido una y cien veces el campo de la acción sin poder creer que ello haya sido tomado por 800 hombres, que fueron los únicos que entraron en pelea, estando defendido por más de mil. Por eso declaran sin embozo que creen este hecho de armas único en la historia entre los de su especie.

Y como lo creen así, se marcharon hace días a Iquique a tomar a bordo de sus buques a sus connacionales y a aconsejarles que abandonen esa ciudad porque, después de lo que han visto, ellos garantizan que dos mil chilenos son capaces de tomarse la plaza porque son irresistibles.

Hasta hoy estamos alumbrados de noche por las luces de varios incendios no apagados; y le aseguro que el cuadro que presenta esta población mirada de noche desde mis balcones, con un mar tranquilo, sus ruinas calcinadas, su silencio fúnebre y sus hogueras encendidas, es tan majestuoso que ahora no más comprendo como pudo ser placer imperial el de Nerón cuando quemó a Roma para cantar sobre sus escombros.

En la tarde del día 6 hubo una escaramuza entre una avanzada nuestra de caballería y otra del enemigo en Germania, a dos millas de Agua Santa. Los enemigos eran cien y de ellos resultaron más de sesenta muertos, un herido, y cuatro prisioneros. ¿Si será esto lo que llaman no dar cuartel? En esta acción hizo un estreno brillantísimo José Fco. Vergara cargando a la vanguardia y sableando como el que mejor.

Los enemigos nos han dejado el ferrocarril que está presentando servicios incalculables. En pocos días más estaremos establecidos en Agua Santa y cuando se bloquee a Iquique, el enemigo quedará metido en una ratonera sin salida.

Se me cae la pluma de las manos y concluyo.

Recuerdos muy cariñosos a todos los de su casa; no los enumero por cansancio.

La saluda afectuosamente su atento amigo y S.S."



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Texto de la carta publicado en "Cartas de don Máximo R. Lira a doña Isabel Errázuriz desde los campamentos chilenos durante la guerra del pacífico (1879-1881)" por Regina Claro Tocornal.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. Hola. No sabía de la existencia de esta carta; me alegro leerla porque Don Isidoro tiene una buena parte de razón de lo que se hizo en Pisagua. Sin embargo, hay que recordar que en una batalla siempre hay imprevistos y el que hace más mal lo que se le ha ordenado, tiene más probabilidades de perder. Saludos

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