21 de febrero de 2019

Enrique Baeza

Enrique Baeza
Don Enrique Baeza
Coronel del Batallón Victoria

II.
No alcanzó a llegar el batallón Victoria, organizado a las puertas de Santiago, suelo propicio, a las puertas de Lima, porque en Chorrillos tuvo sólo un muerto, cuatro heridos, un contuso i un disperso; i en Miraflores hizo más desairada figura porque perdió un  herido, el capitán Roselot, un contuso i un desaparecido, es decir, apenas un rasguño en la epidermis.

Pero después de las victorias, los servicios que, como cuerpo moral disciplinado i fiel, prestó el Victoria fueron considerables i aún demostró, cuando la ocasión le fué favorable, que sabía conducirse con la misma bizarría que los cuerpos aguerridos i de más renombre del ejército de línea.

III. 
Evidencióse este último, en efecto, en el ataque que su jefe i organizador el coronel don Enrique  Baeza, llevó a los montoneros del valle de Cañete en junio de 1881, empresa peculiar que fué la primera acometida militar de la ocupación, i que por lo mismo merece ser rápidamente contada i sometida a imparcial criterio...


V.
 los mercaderes italianos del valle azuzaron a los negros contra los chinos, i si hemos de dar fe a los datos recojidos por el coronel Baeza durante su expedición pacificadora, en un solo día los feroces africanos mataron en los injenios 1,080 asiáticos. Cerca de 3,000 de éstos habíanse refujiado en consecuencia en el injenio de la Quebrada, de la casa inglesa de Swayne i C.° i convirtiendo los tubos de las cañerías en fusiles i en cañones, defendiéronse cerca de un mes como dentro de una fortaleza.

VI.

Desgraciadísimo era aquel lance, pero no tenía atinjencia sino a los peruanos i a los extranjeros que se habían enriquecido antes con los productos de aquel valle próvido en vejetales, terrible en hombres.

Pero el jeneral Lynch, sometiéndose a órdenes positivas impartidas de lejos i encaminadas a poner en orden aquella triple rebelión, a fin de mejor conseguirlo dispuso que el cauto coronel Baeza se trasladara al desolado valle con una división compuesta de su batallón, con 476 plazas, dos cañones de montaña con 63 soldados i un escuadrón de caballería (120 jinetes) que mandaban tres valientes, el mayor Parra i los capitanes Gonzalo Lara i Belisario Amor.

VII.

Partió por mar del Callao en el trasporte Amazonas aquella división de 700 plazas el 16 de junio de 1881, esto es, cinco meses cabales después de la ocupación de Lima. El 17 desembarcó en Cerro Azul, puerto único del valle; el 18 el mayor Parra fusiló 13 montoneros, i el 19 el coronel Baeza, comandando dignamente sus fuerzas en persona, libró combate formal a todas las montoneras del valle reunidas i atrincheradas en las casas de Montalván, que por su situación i estructura forman uno de los suburbios del pueblo de Cañete, capital de la provincia.

Costó tres horas de porfiada brega para desalojar a los negros alzados de aquellos parapetos, al cabo de cuyo tiempo 57 de los más osados quedaron en las calles, en las trincheras i en las azoteas habiendo costado aquel triunfo 16 bajas al Victoria. La caballería, bajo Parra, cumplió noblemente su deber.

VIII.

Hízose el jeneral en jefe inmediatamente cargo del mérito de aquella acción que para el comandante del Victoria era una reparación jenerosamente buscada, i escribióle desde Lima la siguiente carta que es interesante como elojio personal i como una de las recordaciones mis características de la guerra de ocupación, la peor de las guerras,a que nos habíamos visto arrastrados:

Lima, junio 20 de 1881. 
Señor comandante don Enrique Baeza, 
Cañete. 
Reciba, mi estimado comandante, mis más ardientes i sinceras felicitaciones por su afortunada e importante operación al tomar posesión del valle de Cañete. 
No debe ceder en la enerjía que ha desplegado, sinó al contrario hacer fusilar a todos los que sorprenda con armas en la mano, porque así logrará tranquilizar completamente toda esa comarca.

He dado cuenta por  telégrafo al gobierno de la ocupación llevada a cabo por usted con tanto éxito; i he creído de mi deber recomendar la conducta de usted: lo que repetiré al pasar un parte más circunstanciado, extendiendo mis recomendaciones al mayor Parra, a quien cumplimentará usted en mi nombre, i a toda su tropa.

Queda, pues, ahora todo ese valle confiado a la vijilancia i buenas noticias de usted i de Parra, a quienes recomiendo especialmente firmeza para reprimir los montoneros. 

Por este mismo vapor escribo a Canto, dándole cuenta de lo que usted ha hecho; i como el coronel Canto será el jefe del territorio que comprende los valles de Pisco, Ica, Tambo de Mora, Cerro Azul, Cañete, etc., etc., en caso que él le imparta alguna orden o le haga indicación, será acatada por usted, pues mi idea es unificar esa ocupación tan pronto como sea posible, dejando a la caballería que recorra a más distancia de los puntos en que se estacione convenientemente la fuerza de infantería.

Reiterándole mis felicitaciones, le saluda su afectísimo amigo

P. Lynch.

Convendría que usted hiciera hacer un reconocimiento sobre el cajón de Lunahuaná, tomando toda clase de precauciones e informándose de la manera cómo debe hacer ese reconocimiento del señor Mac Gregor. Una vez en ese cajón, usted puede imponer un cupo de veinte mil pesos plata a sus vecinos i tomar animales para la mantención de su tropa. Dejo ésto a la prudencia de usted i de Parra.

No olvide la pieza que había cerrada en Montalván e imponga a ella un cupo de 8 ó 10 mil libras esterlinas.

Si no pagan, usted puede apoderarse de ella i aprovechar para el Estado cuanto ella tiene.

P. Lynch (1).
________

(1) Otro alto jefe del ejército que conocía personalmente las cualidades morales del coronel Baeza, le dirijió también la siguiente justa i calorosa felicitación.

Santiago, junio 23 de 1881.
Señor don Enrique C. Baeza,

Lima.

Estimado comandante i amigo:

Con gusto he leído el parte del contra almirante Lynch, por el que da cuenta del resultado de la expedición a Cañete. La recomendación especial que hace de usted no la extraño, pues habiendo tenido ocasión de conocer sus cualidades como hombre i militar en la presente campaña, siempre creí que, presentándose ocasión, dejaría usted bien puesto el pabellón.

Nunca olvidaré la desgracia que tuvo usted de enfermarse antes de Chorrillos i Miraflores, enfermedad que por su gravedad pudo haberle sido funesta. 1.a resistencia que usted me opuso para retirarse a medicinarse i dejar el mando de su cuerpo, dejó en mí una alta idea de su honorabilidad i entusiasmo militar.

Aprovecho esta ocasión para ofrecerme de usted su afectísimo amigo i S. S.
Μ. 2° Maturana.

IX.
Pero la ocupación tenia una arma diversa, secreta i silenciosa para vencernos a su vez i a su manera, esparciendo su traidora ponzoña en los átomos del aire respirable como en los áspides de su verde i engañosa grama.
Los hacendados del valle para resistir a la tea de los montoneros incendiarios habían empantanado todos sus sembrandios, i de aquí provenía una matanza mucho más mortífera que la del Agro romano o de las tierras bajas e inundadas las célebres pontinas de Nápoles i de la Toscana.

I así sucedió que, una semana después del triunfo estéril de Montalván, la mitad del batallón Victoria experimentaba las convulsiones de la cruel terciana i la otra mitad sentía ya dentro de sus entrañas llegar sus síntomas.

X.
Hízose necesario, en consecuencia, enviar a toda máquina el Amazonas a Cerro Azul en la medianía de julio i reembarcar apresuradamente la expedición que se moría, después de haber vencido llevando consigo tres  mil chinos que eran una especie de terciana viva, mugrienta i movediza.
I así ha continuado aconteciendo en aquel fatal valle durante los tres años de la ocupación chilena, porque cada caña de los injenios que nuestros infelices soldados iban a custodiar allí en permanencia o con moroso relevo, nos costaba una Vida efectiva o a plazo.

XI.
Trajo esa misma roedora simiente escondida en sus venas el desgraciado jefe pacificador de Cañete, i a los pocos meses de su devolución a la patria se postraba con su organización completamente destrozada por las influencias climatéricas de la zona tórrida, sucumbiendo al fin en la medianía del último i fríjido invierno en la mas triste i a la vez en la mas honorable pobreza.

XII.
El coronel don Enrique Baeza era hombre de bondadoso corazón, de caballerosas virtudes, de amor notorio por su patria, cuya defensa le entusiasmó hasta el punto de tomar las armas en edad ya madura i marcharse dejando atrás numerosísima familia, a la cual el Congreso ha otorgado con demasiada parsimonia una pensión de pan.

Entretanto él había buscado las soluciones ordinarias de la existencia por todos los caminos que el trabajo depara. Hombre de curia durante quince años en Santiago donde fué laborioso edil, industrial  en la isla de Santa María, gobernador del departamento de la Victoria, en todas partes cumplió su deber de ciudadano i mandatario, dejando gratos recuerdos de su pasado a sus amigos e inolvidable memoria a los suyos.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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