16 de febrero de 2019

Alfredo Valdés

Alfredo Valdés
Don Alfredo Valdés
Capitán del Batallón Caupolicán

III.
Señalábase en efecto entre los oficiales del Caupolicán por su consagración al servicio, por su entusiasmo bélico, no menos que por su niñez i su diminuta estatura que le había merecido entre los suyos el sobrenombre de coquito, un adolescente llamado Alfredo Valdés Velasco, natural de Santiago i alumno de su Instituto Nacional, quien, en el propio día en que se declaraba la guerra (4 de abril de 1879) cumplía 17 años. Sus respetables padres, que hoi residen en Bulnes del Ñuble, fueron don Manuel Valdés i dona Dolores Velasco Cotapos, de cuya unión nació aquel niño el 4 de abril de 1862, es decir, ayer.

"Cuando se declaró la guerra que me lo arrebató—dice de él su propio padre en carta íntima,—era mui niño todavía pero de un corazón mui grande; su entusiasmo no tuvo límites i quiso contribuir a toda costa a defender su patria, ofreciéndole su vida, sin ser capaces de desanimarlo ni las lágrimas de su madre a quien idolatraba ni los ruegos de sus hermanos."

IV.
Enrolado en efecto en el cuerpo que organizó entre la jente suelta de la capital su tío don Félix Valdés con el atrayente nombre del primer toqui araucano de la conquista i del poema épico, marchó a campaña el subteniente Valdés a nes de 1879, en el batallón Caupolicán, i aunque su cuerpo no tomó parte en las batallas de ese año, en todas partes por su inquebrantable bizarría, por su sumisión severa al deber, por su habitual donaire de camarada señalóse entre sus compañeros. El subteniente Valdés Velasco era del tipo i de la escuela de aquellos denodados niños que como Luis Cruz el de La Concepción, Juan Jullián el de Chorrillos, Camilo Ovalle del Chacabuco i Enrique Ewer del 2." de línea, enseñaban a los hombres, siendo ellos niños, a ser hombres con su ejemplo.

V.
En más de una ocasión hemos oído ponderar en efecto a sus camaradas i particularmente al valiente capitán don Belisario Troncoso, ayudante del Caupolicán i que ayudó de cerca a Dardignac a conducirlo al fuego, la incomparable bravura con que el capitán Valdés, que desde Arica mandaba en comisión la compañía de cazadores de su cuerpo, desplegó su tropa en el campo de Miraflores hacia la orilla del mar, saludando al preludio de la batalla con estrepitosos vivas. I desde ese momento, avanzando siempre, sostenido algo más tarde por la 4.° compañía, llevó su tropa el esforzado niño hasta el pie del fuerte Alfonso Ugarte, donde una bala de ametralladora lo dejó muerto en el sitio.

Antes que él, había caído entre los granaderos su capitán don Manuel Astorga Pereira; en la 1.° compañía el valiente Natal Eduardo Vega, cuya vida ya contamos; el intrépido capitán Vicente Palacios de la 2°; Juan de Dios Prieto Correa, capitán de la 3.°; en la 4° el subteniente Ramón Aguirre; en los cazadores, además de Valdés, el subteniente Roberto Castro, i por último en la plana mayor el teniente don Roberto Pradel, que tuvo poco más tarde trájico fin, así como el sarjento de la 2.° Rómulo Sotomayor, mozo bravo pero rigoroso, herido casi de muerte en las filas i que pereció algunos años después a manos de sus soldados, siendo teniente en el fuerte Freire.

La marcha del Caupolicán por la árida planicie que separa las aldeas marítimas de Barranco i Miradores, fue de esta manera un reguero de sangre jenerosa, así como en Chorrillos el bisoño cuerpo había perdido sólo cuatro soldados heridos i uno muerto.

VI.
En aquella pródiga repartición de la sangre, tocó naturalmente la parte mas dura a la compañía guerrillera que mandaba el capitán Valdés; i he aquí en efecto cómo uno de sus compañeros, el pundonoroso capitán don Enrique Bernales cuenta lo que aquel adolescente de 18 años hizo por su patria en la segunda batalla campal en que la suerte asignóle un puesto de vanguardia.
"En la batalla de Chorrillos, — dice el oficial mencionado, en carta al autor fechada en Temuco el 1° de setiembre de 1884 con su compañía formó A. Valdés parte de las guerrillas mandadas por el mayor Castillo, del Santiago. En Miraflores, como guerrillero, fué el primero que desplegó su compañía al frente i cerca del mar. La corta distancia del enemigo i las numerosas bajas que le hacían obligó al comandante a mandar la 4° compañía en su refuerzo; i desde ese momento asaltaron a la bayoneta las trincheras. En el asalto de la tercera trinchera fué donde el teniente Valdés murió instantáneamente: un balazo le destrozó la cabeza i en este asalto ambas compañías perdieron la mitad de su tropa. Los restos de Valdés fueron recojidos i enviados a su familia que se encontraba en Talca.

"En cuanto a su comportamiento en las batallas fué siempre el de un oficial que sabe cumplir como bueno sus deberes de soldado, de patriota i de caballero: fué valiente i pundonoroso. Esta es la opinión jeneral de sus compañeros de armas, por quienes su muerte fué sinceramente lamentada. Su carácter en todas circunstancias era siempre igual, alegre, risueño, decidor en las horas de descanso i severo i entusiasta en las horas del trabajo i del peligro.

"En una palabra, Alfredo Valdés fué niño i fué soldado, i sin dejar todavía de ser niño, murió empuñando con mano vigorosa la espada por que había trocado sus libros de estudiante."

¡Cuántos hechos señalados, cuánta jenerosa consagración, cuánta inmarcesible gloria ha debido Chile a su juventud en armas! ¡I cuánto i cuán durable será el influjo de su ejemplo en las jeneraciones que en pos de aquélla habrán de venir, habrán de pelear i habrán de vencer!

VII.
Entretanto, los oficiales sobrevivientes del Caupolicán resumieron aquella jenerosa existencia como en un luto de familia, i enviaron a la del joven muerto una misiva oficial dirijida por el comandante del cuerpo don José María del Canto a su padre, desde el Callao el 11 de marzo de 1881, i en la cual leemos estos hermosísimos conceptos aplicados a un niño que había sido un maestro en el deber, porque habíalo consagrado con su sangre.

"El 8 de octubre de 1880,— así decía aquella carta del campamento,—ascendió Alfredo Valdés a teniente de la compañía de cazadores que mandaba accidentalmente i que debía mandar como capitán si el plomo homicida no hubiera tronchado su existencia; pues le tenía propuesto para este empleo, en atención a su brillante comportamiento en la batalla de Chorrillos i a los méritos que tenía adquiridos por su constancia en el servicio e intachable conducta. En Miraflores fué uno de los primeros, que al mando de sus cazadores avanzó sobre el enemigo, i al tomar al asalto la primera trinchera cayó herido de muerte por una bala que le atravesó el cráneo: le vi partir sereno i pelear después como soldado chileno."


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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