10 de junio de 2022

Un cañón de Arica

Cañón Voruz (Museo de los combatientes del Morro de Arica)

Un cañón del Morro de Arica en Lima
Se acuerda remitir a Lima un cañón del Morro de Arica para colocarlo al pie del monumento a Bolognesi. —Cómo se efectuó su traslación.

Creemos oportuno consignar en esta parte de nuestro libro, un sucedido que dice relación con las fortificaciones de Arica.

Muchos de nuestros lectores se interrogarán entre desconfiados y burlones:
¿Un cañón del Morro de Arica en Lima? Hum! Esto trasciende a cuento .... ¿Pero, cómo se ha podido conducir hasta la capital de la república uno de los cañones del histórico Morro, ocupado como está Arica por las armas de Chile? ¿Habrá sido acaso con la venia de las autoridades de este país? Imposible, porque nunca habrían consentido en que pasara a poder del Perú trofeo de guerra tan valioso.

Historiemos:
La Sociedad Peruana de Beneficencia de Arica... en el segundo semestre de 1905 se hacían inusitados preparativos en Lima para llevar a cabo la inauguración del monumento a Bolognesi, y con tal motivo se contempló la necesidad de colocar al pié de él valiosas coronas en nombre de Arica y Tacna.

Dos de los miembros principales de la sociedad indicada pensaron que la mejor ofrenda que podía hacer Arica a su héroe predilecto, era la de colocar en su monumento uno de los cañones de grueso calibre con que las legiones ariqueñas defendieron la plaza de la invasión extranjera.
 
Y como lo pensaron lo hicieron. Pero desde el primer momento rodearon el proyecto de impenetrable misterio. Sólo tuvieron conocimiento de él los que no fueron extraños al plan, porque, peligrosa como era su realización, requería por lo mismo, extremada reserva, a fin de que no fracazara y fueran sorprendidos sus ejecutores. Al día siguiente de haber zarpado para el Callao el buque que como decía la histórica reliquia, sólo dos o tres peruanos expectables tenían noticia del hecho.

A fin de evitarles hostilidades y persecuciones de parte de las autoridades chilenas de Arica, creemos prudente reservar los nombres de los obreros ariqueños, que ejecutaron aquella arriesgada empresa.

Se extrae un cañón peruano de grueso calibre de las fortificaciones del Morro.
Hacía doce años (escribimos en 1917), que la Sociedad Peruana de Beneficencia de Arica había remitido a aquél instituto—donde no se exhibe hasta hoy— ¿porqué razón? —uno de los cañones de grueso calibre del cordón de fortificaciones del Morro. Es un Vorus, fabricado en Nantes (Francia) en 1864, que en la batería del Este vomitó metralla contra el invasor.

Vamos ahora a haceros conocer, jóvenes que nos leéis, la forma, asáz arriesgada, cómo se llevó a cabo la sustracción del trofeo mencionado y los peligros y dificultades que ofreció su traslación a Lima, sin que se percataran de éllo las autoridades chilenas...

Los dos patriotas ariqueños a que antes nos hemos referido, pensaron, como lo hemos dicho ya, que no era tarea difícil remitirlo a Lima, aprovechando la feliz circunstancia de que estaba próxima a darse a la vela, con destino al Callao, la barca noruega “Colona”, que, por esos días, hacía lastre en la playa denominada la “Lisera”, sita al Sur del Morro, distante tres kilómetros del puerto, y cuyo capitán se había ofertado, desinteresadamente, para conducir reliquia tan preciosa.

Y como lo pensaron lo hicieron.

¿Pero de qué medios se valieron para transportar los pesados fragmentos del sitio en que se hallaban (la batería “Ciudadela” a la “Lisera”), salvando cerros y hondonadas, sin ser sorprendidos por la policía ni por los que traficaban constantemente por esos parajes?

 —Del patriotismo que animaba al grupo de arrojados compatriotas, (fleteros y playeros, en su mayor parte) que se prestaron desinteresadamente a llevar a cabo la empresa, sin arredrarse ante la enorme responsabilidad que voluntariamente se echaban sobre sí. Los hijos del Morro todo lo sacrifican en aras de la patria; de ello tienen dadas numerosas pruebas, particularmente en la guerra con Chile.

Eran las 9 de la noche de un día del año 1905, y, puntuales a la cita que habíaseles dado, penetraban, sigilosamente, unos por la puerta falsa y otros por la de calle, a la casa que la sucesión de don José Rey posee en la calle de “Ayacucho”, casa en la que funcionaba la Sociedad Peruana de Beneficencia.

A puerta cerrada y en uno de los departamentos interiores. uno de los invitantes a la reunión se puso en pié, y, en patriótica peroración, hizo conocer el valor histórico del trofeo que se proyectaba obsequiar a la patria, a cuyo reconocimiento, dijo, se harían acreedores todos los que iban a contribuir a su traslación a la capital de la República.

El orador logró conmover a sus oyentes, invitándolos, acto continuo, a prestar juramento de guardar secreto de la empresa que iban a verificar, no divulgando a ninguno de ellos, caso de ser descubiertos.

Se convino en realizar el trabajo de noche, a partir de la siguiente a la de la reunión. La faena se iniciaría —como se hizo—después de las nueve de la noche y se suspendería a las cuatro de la mañana.

Fieles a lo acordado, los juramentados se reunían en la casa indicada; y, para despistar a vecinos y transeúntes, salían cautelosamente, camino de las baterías del Este, conduciendo los cables y polinos para transportar a la “Lisera” la pesada recámara del “Vorus”.

Nosotros preguntamos: ¿qué suerte habría corrido el extraño, no peruano, que los hubiese sorprendido empeñados en esa labor? Porque la disyuntiva era fatal para ellos; o pagaban con años de cárcel su crimen, —que de tal lo habrían, calificado los chilenizadores—o eliminaban al testigo.

Grito de incontenible regocijo se escapó de los pechos de aquéllos arrojados ariqueños, cuando, tras rudo bregar, llegaron con el trofeo a la ceja de la montaña de antemano elegida por ellos (al lado Sur del Cerro Gordo), para, desde allí, lanzarlo a la playa de “La Lisera”, lo que ofrecía algún peligro; pero los ejecutores, experimentada gente de mar, lo eliminaron ingeniosamente.

Uno de ellos, pocos días después de realizada esta hazaña, nos la narraba én esta forma:
—“El espectáculo era imponente. Todos nos acercamos al cañón, y a una voz del que hacia de capatáz, lo lanzamos al abismo, con todas nuestras fuerzas. Era aterrante el estrépito que hacía al rebotar en los flancos del cerro, de los que saltaban chispas en su descenso vertiginoso. Fué ruido bronco, de temblor de tierra, el que sintiendose al caer de más de 200 metros de altura; enterrándose un metro de profundidad.

“Ayudados por los lancheros que “hacían lastre” para el “Colona”, procedimos a desenterrar la recámara. Estos buenos muchachos, abusando de la confianza que les dispensaba su capatáz—un antiguo vecino chileno de Arica— se habían comprometido con los iniciadores de la sustracción, a conducir el cañón, en una de las lanchas lastreras, a bordo del buque citado”.

—¿Y qué otras participaciones tuvieron aquéllos?
—“También nos ayudaron a transportarlo, sobre polines, al sitio donde, semivarada, se hallaba la lancha. No nos fué posible embarcarlo esa misma noche, porque el mar se embraveció súbitamente.

—¿Y qué hicieron ustedes en trance tal?
—“Cavamos hoyo profundo, casi dentro del mar, y enterramos en él la pesada recámara, ocultándola de esta manera a los ojos de los extraños. Dos días después amainaba la braveza y procedíamos a embarcarla. Fué obra de romanos, que se dice, la nuestra. Amparados por la obscuridad de la noche, armamos aparejo para colocarla en la lancha; más, por descuido de uno de los lancheros, en vez de caer la pieza sobre el lastre, cayó sobre el entablado de popa de la embarcación, abriéndola peligrosa vía de agua. Aquí de los afanes y apuros de los lancheros y de nosotros también para reparar, sin pérdida de momento la avería y evitar una catástrofe y sus consecuencias. Con sus blusas lograron tapar la brecha; y cuando el capatáz se apercibió de ella, lo atribuimos a golpes que había sufrido la lancha sobre las rocas de la playa, al salir de la ensenada. Pero donde corrimos mayor peligro de ser descubiertos, fué en el momento de embarcar la recámara al “Colona”; pues, a corta distancia de este buque, se hallaba fondeada una torpedera chilena —la “Condell”— cuyos vigías pudieron percatarse de que el objeto que izábamos era un cañón; pero supimos darnos maña para ejecutar la operación sin ser advertidos por nadie”.

Hasta aquí nuestro informante.

Indiscreción de “La Prensa” de Lima.
No obstante haber recomendado guardar reserva de la llegada del trofeo a Lima, uno de los diarios de esta capital —“La Prensa”— dió amplia información acerca de este acontecimiento.

Fué, así como las autoridades chilenas de Arica tuvieron conocimiento de él, siendo grande su indignación por la burla de que habían sido objeto; dedicándose desde ese instante a pesquizár el delito.

Hicieron comparecer ante el jefe de policía a todos los lancheros peruanos que había extraído lastre para el “Colona”, sometiéndolos a riguroso interrogatorio, lo mismo que al capatáz (chileno), quien, como ya hemos dicho, no estaba en antecedentes de lo que se inquiría.

Y como los declarantes negaran de plano tener participación en el hecho, púsoseles, luego, en libertad; encargándose a la policía secreta practicar nuevas investigaciones, que tampoco dieron resultado. 

A grandes rasgos os hemos narrado, ¡oh jóvenes compatriotas que nos leéis! uno de los muchos sucedidos patrióticos acaecidos en Arica, durante el cautiverio de esta hermosa ciudad nuestra; al hacerlo, sólo deseamos que perdure en estas páginas.

—¿Pero en dónde se exhibe esa reliquia—nos preguntaréis, porque no la hemos visto en el Museo Nacional?

Y apenados, decepcionados os respondemos:
—Arrojada, como cosa inservible, en uno de los patios del cuartel de “Santa Catalina”, juntamente con dos balas pertenecientes al mismo cañón.

(La relación que precede, vió la luz pública, por primera vez, en la edición de “El Tiempo” de esta capital, de 4 de noviembre de 1916, conmemorativa del centenario del nacimiento del coronel Bolognesi).


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Vargas Hurtado, Gerardo. "La Batalla de Arica, 7 de junio de 1880". Lima, 1921.

Saludos
Jonatan Saona

2 comentarios:

  1. Alfonso Torres Palacios. Hoy a más de 100 años de esa patriótica y titánica acción. Dónde está ese mudo testigo de la mayor hazaña de las armas peruanas? Se le ha dado el cuidado necesario a esa reliquia.? Ojalá alguien pueda dar una respuesta

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    1. Se encuentra en la casa natal de Francisco Bolognesi en Lima, ahora llamada Museo Combatientes del Morro de Arica.

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