7 de julio de 2019

Pedro Vivar

Pedro Antonio Vivar
Don Pedro Antonio Vivar, Capitán del Rejimiento Colchagua

III.
Nació el valiente capitán don Pedro Antonio Vivar de una familia de valientes en el pueblo de San Fernando el 9 de noviembre de 1851. El denodado teniente coronel don Bartolomé Vivar era su hermano de padre, i éste un honrado i laborioso agrimensor que formó en Colchagua una honorable familia con asiduo trabajo.

Desde sus primeros años mostró el jóven Vivar una afición innata a la carrera de las armas, i nada, cuando niño, le complacía más gratamente que ceñirse la espada de su hermano, que había comenzado su noble aprendizaje, corno Lagos i como Marchant, en la Escuela de Cabos, o adornarse la infantil cabeza con su quepi. Hízose más tarde por afición un tirador eximio de pistola, i en toda su naturaleza alegre, esforzada i varonil traicionábase su destino desoldado. Por su madre, que llevaba el apellido de Fermandois, era de estirpe francesa, es decir, era de raza guerrera.

IV.
Educado durante sus primeros años en el liceo de San Fernando, escaseces de familia no le permitieron abrirse paso hasta una alta carrera profesional; i por eso, cuando tenía 16 años, entró de telegrafista a mérito, a fin de aprender su oficio, en la oficina de Talca.

Como fuera un mozo intelijente i despierto, hizóse luego capaz. En los rejistros de la oficina central de los telégrafos del Estado le encontramos sucesivamente nombrado auxiliar de la oficina de San Carlos el 23 de enero de 1871, de la de Cauquenes, cerca de un año más tarde (octubre 3), i por último, segundo empleado i sucesivamente jefe de la de su ciudad natal, el 21 de junio de l873.

V.
En tan tranquila situación hallóle el rumor de la guerra, pero tan justamente rodeado de prestijio por su porte como empleado i sus prendas sociales como hijo, como hermano i como amigo, que, cuando la populosa provincia de Colchagua organizó su continjente de sangre en el robusto rejimiento que llevó su nombre, ofrecióse a Vivar. por su jefe i sus camaradas, el puesto de capitán, que el favorecido aceptó en el acto con patriótico orgullo. Tenía esto lugar a mediados de 1879, i cuando el rejimiento llegaba a Antofagasta el 5 de diciembre de aquel año, llevaba el novel soldado no solo merecido su puesto sino acreditada su reputación como oficial sobresaliente por su capacidad i dedicación al servicio. El capitán Vivar, sin agravio de nadie, era el alma del Colchagua.

VI.
Una dolorosa nueva aguardábale en la arena del desembarco, pero ella serviría solo para poner a prueba el temple de su alma i a encenderle en bríos de guerra i de venganza. Al bajar a tierra en Antafagasta, el 5 de diciembre de 1879. supo, en efecto, que su hermano mayor estaba muerto, i que en su agonía había sido insultado villanamente por los peruanos en el campo de batalla de Tarapacá, porque le habían visto caer vestido con la blusa de soldado, a causa de haber perdido en un incendio de la víspera su uniforme de jefe del 2°

"Si, como se dice—escribía el capitán del Colchagua en consecuencia de esto a sus dos hermanas, de quienes era único sostén,—Bartolo ha caído heroicamente, esto lo enaltece sobremanera, dando a conocer así que por sus venas corría sangre de Vivar"...

El juvenil capitán colchagüino creíase lejítimamente descendiente, por su estirpe i su apellido del Cid, don Rodrigo de Vivar, i gloriábase por esto del sacrificio i enseñanza de los suyos.

VII.
A poco de su llegada, i como para ir a ejercitar misión vengadora en la fatal quebrada, recibió el capitán Vivar órdenes de marchar con su compañía al pueblo de Tarapacá, a fin de guarnecer aquel punto estratéjico, i con este motivo volvía a escribir el 16 de enero de 1880. rebosando de ira para con los inmoladores del primojénito de su casa:—"Yo llevo atribuciones para hacer pasar por las armas a todo individuo que se encuentre armado, para cuya operación no habrá más trámite que tirarles unos cuatro balazos."

I sin embargo de estas arrebatadoras palabras, el joven saldado nuera ni fanfarrón i menos era inhumano. Al contrario, su espíritu tranquilo i el cariño acendrado que profesaba a su tropa, le presentaban siempre en primera fila para los servicios delicados. Siendo un simple capitán de milicias, el jeneral en jefe le nombró jefe de la línea del Loa i gobernador de Tocopilla, en reemplazo del comandante de injenieros don Francisco Javier Fierro, que se incorporaba al ejército activo. En seguida iba a custodiar la importante posición de la Noria, llave del desierto.

VIII.
Encontrábase el capitán Vivar en este punto el 29 de junio de 1880, día de su cumpleaños, i como una justificación de lo que hemos aseverado a propósito de su tranquilo i afectuoso si bien festivo carácter, casi todos sus compañeros de armas se dirijieron allí en un tren especial desde Iquique para felicitarlo cordialmente, al paso que las clases de su compañía le tributaban homenaje de cariño presentándole ese día sus nombres en una tarjeta de plata dorada.— «Habría sido mui feliz,—decía a su hermana mas intima, a propósito de su primer aniversario en la campaña, el 30 de junio, i aludiendo a una dolorosa pérdida de amistad ocurrida hacía poco en Iquique.—el día de ayer, pero tuve un recuerdo mui triste que no me dejaba tranquilo un instante. Me venia a la memoria el cómo había pasado ese mismo día el año pasado. ¿Te acuerdas?

«En el almuerzo i a las once me acompañó mi mejor amigo, al que ya no veré más. A la comida i al te, le acompañé yo a él." (1).


IX.
Andan de continuo brazo a brazo en los campamentos i bajo las tiendas en que respiran pechos juveniles las penas con los consuelos, i el mismo afectuoso soldado cuyas endechas al dolor acabamos de leer, expresaba una semana más tarde sus alegres esperanzas de campaña i de victoria con estas pintorescas palabras:

"Ya parece un hecho el que no nos retiraremos al sur sin haber visitado antes a la famosa Lima, i lograr así la oportunidad de enamorar una docena de esas lindas cholitas de patitas de muñeca"...

X.
No obstante estas salidas chistosas, el capitán Vivar mantenía la seriedad de su puesto con la entereza de un verdadero soldado. "Algunos compañeros,—escribía en efecto desde la Noria el 12 de julio del segundo año de la guerra,—han deseado hacer su visita al sur, pero yo nó. No iré mientras no regrese con mi cuerpo, o si soi herido, para que ustedes me cuiden.

"Es vergonzoso ir sin haber hecho algo de antemano."

I cuando un mes más tarde tocábale alistarse con su cuerpo en la expedición Lynch, escribía la siguiente carta de familia, en la que la cultura del lenguaje nos obliga a borrar la oportuna palabra de Cambrónne después del Viva Chile! con que anunciaba a su hogar la para él fausta nueva de marchar a los combates:

"Iquique, agosto 20 de 1880.—¡Viva Chile!!...

"Mañana sábado mui de madrugada nos embarcamos en el Itata con destino a los puertos i poblaciones del norte del Callao.

"¡Magnífico, espléndido! ¡Grandioso paseo!

"¡Cómo gozaremos después de diez meses de freganda!!!

"Se dice que habrá jarana. Rica cosa; que así sea!

"¡Oh! Al cabo, hermanas mías, se me van a cumplir mis deseos! He soñado encontrarme en medio de una gran batalla i que ya me había convertido en un león.—Pedro Antonio."

I contando esa misma batalla, tan imajinaria como su vengativa crueldad, en esa misma carta añadía:

"... Mataba i mataba sin cesar, i en medio de ese goce sublime, un recuerdo me enfurecía con los enemigos. Era el alma de mi inolvidable amigo Pedro Nolasco que clamaba venganza!

"¡Cómo gozaba matando a los que indirectamente fueron causa de su muerte! Nuestro hermano murió, pero murió como valiente probado i esto basta.

"Mi amigo, nó; murió sin alcanzar a darse a conocer i esto me desespera.

"Desperté, i... ¡qué rabia! Ningún cholo muerto i yo sólo peleaba con la pared, i Eulojio riéndose que daba envidia...."

XI.
Hizo el capitán Vivar toda la azarosa i destructora campaña del coronel Lynch a la zona norte del Perú, i prestó en su accidentado curso distinguidos i especiales servicios, porque a causa de sus conocimientos en telegrafía desembarcaba en todas partes el primero con su compañía, i apoderándose por sorpresa de las oficinas telegráficas, lograba imponer a su jefe de todo lo que convenía a sus operaciones. Debióse así a la intelijente prontitud del capitán Vivar el hallazgo a bordo de un vapor inglés de 7.000,000 de soles que el dictador Piérola había pedido a Estados Unidos i que fueron de poderoso auxilio a nuestro ejército.

XII.
Llevó el joven capitán del Colchagua un diario prolijo de sus operaciones en aquélla correría, i en todas sus aceleradas pájinas, escritas al lápiz, no aparece vivo i palpitante, sinó un deseo: el de pelear, el de marchar a Lima i rescatar así la triste tarea de aquéllos estériles incendios a la luz de cuyas llamas escribía. De suerte que cuando a su regreso supo en Arica que debería ir directamente al encuentro de los peruanos en armas i fortificados, se regocijó en los adentros de su alma honrada, i, seguro de la victoria, daba expansión a sus votos en estos jenerosos términos el 13 de noviembre de 1880, desde a bordo del Itata:—«Ya me tienen nuevamente embarcado para partir mañana domingo con rumbo al norte. Ya se va a definir la gran cuestión i nuestro mayor deseo: la toma de Lima

«La primera división, compuesta de 9.500 hombres, está ya casi toda embarcada i será la primera en partir.

«El triunfo de nuestra causa es indudablemente seguro: ya no sabemos más que vencer."

XIII.
I desde Pisco, adelantando su briosa confianza i su tardío itinerario, volvía a agregar el día 24 de ese mismo mes:

«Nosotros ignoramos cuándo avanzaremos hacia Lima; pero creemos que no será hasta que no lleguen las otras dos divisiones. Según los datos que se han adquirido, la refriega en Lima será bastante seria i promete ser espléndida. Esto es lo único que nos da ánimo para soportar asignados los inmensos descuidos de los señores directores de la guerra. ¡Paciencia i aguantar por la doble!"
I en seguida, volviendo su pluma, como si hubiese sido su espada, del ataque a fondo a los directores de la guerra a los fáciles críticos de las operaciones de ésta, agregaba:

"Quisiera traer por acá, por solo quince días, a esa infinidad de siúticos habladores que tanto pululan en esa capital i que tanto hablan del pobre ejercito; ellos seguramente que no aguantarían!"

XIV.
Fué el risueño valle de Lurín la última etapa de aquella marcha fatigosa, i en la víspera de la gran jornada quiso el animoso mancebo, cuyo vida hemos venido contando con sus propias acaloradas palpitaciones i confidencias, quiso dar a sus dos hermanas, que vivían de él i para él, el último adiós del presentimiento, dirijiéndoles esta tierna i ufana carta:

"Campamento de Lurín, enero 11 de 1881.

"A mis hermanas Carolina i Teresa.

Santiago.

"Queridas hermanas:

«¡Viva Chile, nuestra patria querida!

"Ya parece ha llegado la hora feliz de probar nuevamente al peruano lo que vale el soldado chileno cuando defiende los fueros de su sagrada Ρatria.

"Tenemos  orden para avanzar mañana, i según se cree se trabará la batalla al amanecer pasado mañana, ¡Que así sea, vive Dios!...

Pedro Antonio."

Ya desde la cubierta del trasporte Carlos Roberto había anticipado al desembarcar en Curayaco el capitán Vivar estos mismos votos, exclamando con la festiva alegría propia del soldado, el 24 de diciembre:—“Todos estamos resueltos a morir o vencer. Rueguen ustedes al diablo para que vuelva o me quede, según convenga que suceda.»

Vivar, como la gran mayoría de sus compañeros de armas, no era talvez libre pensador, pero era fatalista, esta segunda relijión del soldado chileno después de la del escapulario.

XV.
Al fin el ejército marcha; i Vivar, conforme a sus promesas, cúbrese de gloria en las alturas de San Juan i de Chorrillos.—“El capitán Vivar,—-decía a este respecto en una relación póstuma e inédita uno de sus compañeros de cuerpo, tan valiente i pundonoroso como él i que ha seguido sobre las armas (el sarjento mayor don Adolfo Krug, intrépido mestizo de San Fernando),—el capitán Vivar desde el principio dijo a sus compañeros: "Ahora es cuando me toca vengar la sangre de mi hermano en Tarapacá.» I parece que con esta idea se cegó, puesto que al recibir de su jefe la orden de avanzar con su cuerpo sobre las trincheras enemigas, se le vió trepar por los cerros de San Juan i llegara ser de los primeros en batir el tricolor en esas formidables trincheras en unión con los del 2.° de línea.»

Vivar, como el capitán Arce en Tacna, sentía la codicia de los pendones enemigos, i la saciaba. Pero más dichoso que el tres veces heroico ayudante del Atacama i ex-telegrafista como él, escapó ileso en las alturas a pesar de haberse batido en primera fila.

XVI.
En Miraflores fue desdichadamente diverso su destino. Como se sabe, su cuerpo entró a última hora, pero al acometer con desmedido brío los postreros parapetos que guardaban a Lima i sus banderas, cayó derribado por una bala en la frente en el acto en que iba a apoderarse de un trofeo del enemigo.

“Vivar, con su aire resuelto i enérjico,—dice aludiendo a este solemne momento uno de sus compañeros de armas en un documento inédito, —tomó una pequeña banderola i principió a batirla, diciendo a sus soldados que pronto la verían en las trincheras enemigas en cambio de la que veían flamear. A la vez, Krug da la orden de avanzar i a la carga, lo que fué obra de un momento, i pronto se encontraron cuerpo a cuerpo con el enemigo, ganándoles el campo; pero ¡qué horror! al saltar éstos, quedaba el piso cubierto de heridos i muertos, i entre ellos el valiente Vivar, que recibió una bala en la cabeza, i heridos los valientes oficiales del Talca, Concha, Fernández i otros.

“ Pronto concluyó la batallad el subteniente La-ra pudo arrastrar el cuerpo de Vivar a una tapia en donde lo tapó con algo para después recojer los queridos restos del compañero."

XVII.
Los que se hallaron cerca del capitán Vivar en aquella luctuosa tarde, le notaron triste i preocupado en la primera hora del combate, i sólo dió alas a su alma guerrera e intrépida cuando desde la llanura divisó en lo alto del muro peruano la bandera del reto. Ya lo hemos dicho, Vivar, como la mayor parte de nuestros soldados, era fatalista, i desde Lurín había escrito a su hogar estas palabras que llevaban consigo el sello de su destino:

“La idea de que en el combate se puede morir, a nadie preocupa. Todos nos creemos invulnerables; pero si alguno cae, feliz él porque muere cubriéndose de gloría. ¡Qué mejor manera de llegar a lo desconocido!..."

XVIII.
Pereció así antes de cumplir treinta años de una vida humilde, pero nobilísima, el capitán-telegrafista cuyos servicios a la patria, como los de sus mayores, son dignos de no vivir en el olvido.

Fué una alma buena, alojada en pecho jeneroso, i fué también sombra protectora acariciada i bendecida hoi por corazones aflijidos que eterno dolor entristece. Como hermano fué un padre, como soldado fué un héroe verdadero, i como servidor del país en su modesta carrera, un ejemplo de consagración i de pundonor en el deber.

“Como empleado,—dice a este propósito quien tuvo de cerca i de sobra razón para conocerlo,— fué siempre el tipo del hombre honorable i pundonoroso en el cumplimiento de sus deberes. Como hombre privado fué el modelo del hermano afectuoso para con su familia, a quien sostenía, i que después de su fallecimiento ha quedado en la indijencia.»

XIX.
De todas suertes fué el capitán Vivar, digno hermano del jefe inmolado en Tarapacá, uno de esos tipos del patriotismo puro, del valor heroico, de la constancia jenerosa en el servicio i del desinterés verdaderamente sublime en todos los actos de su carrera que en la presente como en anteriores guerras ha puesto en evidencia la noble juventud chilena.

Encomiéndase por esto a su memoria i a su culto, como un ejemplo acreedor a perdurable alabanza, el nombre del humilde capitán chileno que en su esfera llevó el nombre del Cid i supo llevarlo.

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(1) Aludía el capitán Vivar en estas tiernas palabras al subteniente del Colchagua don Pedro Nolasco Contreras, asesinado por casualidad i por un soldado ebrio en el cuartel de Iquique. Era aquél su amigo de corazón, i cuando anunciaba a sus hermanas golpe tan doloroso, decíales el 24 de mayo de 1880:
"...Sin el recuerdo de ustedes, con verdadero placer me haría matar en el primer encuentro que tengamos. Tú, que conocías nuestra intimidad, debes suponer la grandeza de mi sentimiento. Solamente a mi hermano José María he sentido tanto como a Nolasco."


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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