1 de julio de 2019

Pedro Tordoya

Pedro José Tordoya
Pedro José Tordoya

(Texto tomado de "El Perú Ilustrado" Lima, 29 de marzo de 1890)

El Ilustrísimo Dr. D. Pedro José Tordoya, obispo de Arada in partibus infidelium, administrador provisional de la diócesis del Cuzco, y Miembro correspondiente de la Real Academia Española en el Perú, nació en la ciudad de Caravelí, del departamento de Arequipa, el 1.° de Agosto de 1813 de los esposos D. Juan Tordoya y la señora María Montoya Hinojosa. Dotado de alma grande y expansiva, desde su infancia miró la gloria á través de esos vastísimos horizontes de lo que llamamos desconocido, y á los 19 años de su edad se lanzó en pos de ella trasladándose á Lima, sin otro amparo que el de la Providencia, en cuyos misteriosos designios tenía fé inquebrantable. Llegado á la capital no tardó en manifestarse con todo el caudal de sus méritos; contracción, amor á los estudios, honradez; todo encarnado en el joven lleno de talento y aptitudes sobresalientes para las letras, siendo su inclinación preferente la del sacerdocio. No era estraño que saliera una mano providencial en protección del joven estudiante, y ésta principió á manifestarse primero en la persona del R. P. Zea, tío de Tordoya, quien le protegió al principio de su carrera, y después la del Rvdo. Benavente Arzobispo de Lima.

El distinguido orador sagrado Dr. D. José Pedro Neira Valbuena, refiriéndose á esta época de la vida del Iltmo Tordoya dice:

“La elevación de su genio, la profundidad de su espíritu en la meditación y el estudio, la facilidad y galanura de su expresión, tan persuasiva y dulce desde entonces, y la portentosa memoria que lo distinguía, lo hacían sobresalir notablemente y llegar hasta unos términos casi exagerados de prematuro adelanto: amorosísimo al estudio, como nadie; espíritu soñador con .os esplendores de una sólida grandeza fundada en la sabiduría y en la piedad, tenía su mirada puesta en el ciclo, único límite de su piadosa y noble aspiración y deseaba escalarlo, subiendo peldaño por peldaño por el camino de la razón, de la virtud, del verdadero merecimiento y de una sabiduría sólida, adquirida con el trabajo incesante y la fatiga, que para él ha durado 70 años, pues jamás dejó de estudiar. ¡Espíritu dichoso hoy que gozas la visión de Dios, que así lo espero, hoy que te has engolfado en ese piélago sin límites de la sabiduría eterna, hoy has saciado tu sed de saber!”

Y, en efecto, subió uno por uno los escalones de la gloria y del saber. Hecho sacerdote en 1837 por el Arzobispo Benavente, comenzó á brillar en la cátedra sagrada dándose á conocer en las misiones de la Iglesia de San Pedro, que el señor llenáronle le encomendó á pesar de su juventud y su reciente ordenación. El púlpito de San Pedro fué el punto desde donde el señor Tordoya se levantó como el águila caudal, para penetrar los incomensurables espacios de la oratoria sagrada, y bien pronto llegó á ellos, pues, las oraciones fúnebres que pronunció en los funerales de La Mar y Carlos Alberto, en las del mismo señor Benavente, y el sermón de aniversario del 28 de Julio de 1848, dejaron cimentada su fama como orador sagrado, valiéndole el título de miembro honorario de la Academia de Turín la oración fúnebre de Carlos Alberto, y en 1850 el de Prelado romano, capellán de honor extra urbem con que le agració Su Santidad Pió IX, dignidad á la que llegó después de servir el coro de la catedral en 1838 como Maestro de ceremonias de la Metropolitana, cargo que desempeñó cuatro años hasta que en 1843 fueron premiados sus méritos con la prebenda en el coro do la misma Iglesia. Al mismo tiempo desempeñaba el cargo de Capellán Mayor de la Trinidad, y en aquella época yacía Bachiller, Licenciado y Doctor en la Facultad de Sagrada Teología, y en 1845 su ilustración y relevantes méritos, lo llevaron por expontánea y unánime deliberación de los miembros, al seno del ilustre Colegio de Abogados, como le llevaron al sillón de Académico de la Real Española en clase de Correspondiente en el Perú.

En 1855 la provincia de Camaná lo eligió diputado á la Convención Nacional, donde el señor Tordoya dejó oír su voz acentuada por el patriotismo esclarecido y la piedad católica bien dirigida. De ahí salió á desempeñar la cartera de Justicia y Culto donde se afanó por hacer el bien que pudo, llegando á presidir el Consejo de Ministros.

Separado del Ministerio, hizo un viaje á Europa donde recorrió las principales ciudades del viejo mundo, recibiendo por doquiera muestras de afecto, de preferencia y de respeto. Así regresó investido por el Papa con el carácter de Visitador de la Congregación de San Felipe Neri, condecorado con el cordón de Comendador de la Real Orden de Carlos III. Otra vez en su patria, desempeñó con acierto los cargos de Provisor y Vicario del Arzobispado y de Director dé la Beneficencia de Lima.

Nuestro gobierno, haciendo justicia á los méritos del doctor Tordoya, propúsolo á la Santa Sede para Obispo in partibus, y ésta respondió ensalzando al propuesto ó instituyéndolo, en 23 de Marzo de 1860 Obispo in partibus de Tiberiopolis. “El supo ser político sano y obispo ejemplar” orador distinguidísimo, purista en el habla castellana, latino notable, siéndole, así mismo, familiar el idioma francés; abogado empleó sus conocimientos en el consejo del pobre, y literato que honró las letras pátrias con piezas valiosísimas como la oración fúnebre de La Mar donde se encuentra un caudal inmenso de ciencia filosófica, fluidez de estilo y arranques sorprendentes de imaginación. “Méritos tan grandes — dice el señor Neira Valbuená citado ya—no podían quedar ocultos, pues que ellos puestos en la montaña Santa de la Iglesia, son visibles en todas partes como una ciudad grande puesta sobre el monte, la ley de sus virtudes no podía quedar bajo el celendín, no;” por eso para premiarlo fue elegido por la Legislatura de 1875 Obispo del mejor y más antiguo de los obispados del Perú, mereciendo ser trasladado como obispo del Cuzco en 17 de Setiembre de 1875.

Llegó á la ciudad sagrada de los Incas el 21 de Mayo de 1876, siendo recibido con el júbilo y alborozo que correspondía á las esperanzas depositadas en la categoría del nuevo Pastor.

En virtud de una renuncia elevada por el señor Tordoya á la Santa Sede, es desposado con la Iglesia de Arada en 1882 conservando su carácter de administrador provicional de la del Cuzco, hasta la provisión de ella con otro Pastor, lo que hasta la fecha no se ha realizado.

Instalado en esta capital el señor Tordoya, sirvió aún á su patria con el mas puro amor, formando parto de la Junta de erogaciones para el “Almirante Grau” como presidente de ella, y desempeñó el cargo de consejero de Estado. Tuvo el dolor sin nombre, que lo llevó al sepulcro, de ver ocupada la ciudad de Lima por el ejército invasor, y. lo que era preciso, tal vez en los altos designios de Dios para mayor purificación de un espíritu superior, fué una de ¡as victimas del saqueo chileno, viéndose despojado hasta de sus muebles de uso á título de cupo.

El Ilustrísimo Tordoya atraía las miradas de sus compatriotas para ocupar la silla de Santo Toribio á la muerte del nunca bien llorado Orueta y Castrillón; pero la Parca traidora cortó el hilo de esa existencia preciosa en la madrugada del 31 de Julio de 1883 sin que le fuera concedido presenciar la rehabilitación de esta patria que tanto amó.

Las últimas palabras del sacerdote bien merecen citarse con respeto. Sumido en el lecho del dolor y habiendo recibido todos los sacramentos, el 31 de Julio, aguardaba con ansias que amaneciese el 1.° de Agosto día de San Pedro Advíncula, en que cumplía años, y anunciada su agonía dijo dirigiéndose á su Santo “Pedro desata las cadenas” y espiró.


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Texto e imagen tomados de "El Perú Ilustrado" núm 151, Lima, 29 de marzo de 1890.

Saludos
Jonatan Saona

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