30 de julio de 2019

Moisés Arce

Moisés Arce
Don Moisés Arce
Capitán Ayudante del Rejimiento Atacama.

III.
...sobresalió en las propias filas, i en los mismos choques de las armas, un capitán de guerra hoi talvez olvidado por muchos, junto con su humilde nombre, pero que la augusta verdad se encarga de suspender a su lejítimo nivel i en hora todavía oportuna ante la posteridad.

Ese héroe, casi anónimo, pero verdadero en toda la extensión del significado de esa palabra, llamábase Moisés A. Arce, era natural del Parral, de oficio minero i telegrafista, el cual sucumbió gloriosamente en calidad de capitán ayudante del Atacama en la batalla campal de Tacna, librada el 26 de mayo de 1880, i en el acto de arrebatar una bandera boliviana del centro de un cuerpo que le perseguía.

IV.
Séanos lícito, empero, rememorar, ántes que su heroísmo, su breve vida, pidiendo para ello prestados los reflejos de su pobre hogar a su afectuoso hermano don Leoncio Arce, que reside en los Anjeles, desempeñando honroso destino.

V.
Moisés A. Arce nació en el Parral el 15 de abril de 1853, siendo sus padres el señor Diego Arce i la señora Juana Montero.

"Tenía Moisés once años cuando murió su padre, quedando su viuda con escasos bienes de fortuna. Sin embargo, continuó atendiendo con ellos a la educación de sus hijos, reservándose para ella solo lo más absolutamente indispensable, a título i a merecimiento de mujer i de madre chilena.

“En consecuencia, i por el mes de marzo de 1809 aquella buena señora, después de no pequeños sacrificios, envió a Moisés a Concepción para que se incorporara en el cuarto año de humanidades en el liceo de aquella ciudad. No pudiendo acompañarlo, por su mala salud i por no aumentar los gastos del viaje, hubo de resolverse a dejarlo ir solo.

VI.
"Pocos días más tarde la solícita madre recibió del colejial una carta fechada en el Tomé en que le pedía perdón por un mal paso que acababa de dar. Había entrado de empleado en una tienda alemana de aquel puerto, con el sueldo de quince pesos mensuales, dándosele casa i comida, i tenía resuelto no volver al aula sinó seguir trabajando para vivir por si mismo i no imponer ningún sacrificio a los suyos. Añadía Moisés en su carta que tenía vocación para el comercio, i que, siendo pobre, no le era dado continuar estudiando, a menos de comerse el pan de sus hermanos.

"Su madre sufrió mucho con esta noticia i esta determinación, pero aconsejada por algunas de sus relaciones, convino al fin en dejar a su hijo convertido en comerciante, de la noche a la mañana, contra su voluntad.

VII.
"Residió Moisés en el Tomé poco más de un año, siendo querido de sus patrones. Su familia recibía puntualmente los diez pesos de mesada que de su escaso sueldo le reservaba. Pero al cabo de poco tiempo hizo otra colejialada, aun cuando no era ya colejial. Fuese al Callao i de ahí a Lima, contratado con una casa comercial, que tenía su asiento en el Tomé i sucursales en el Perú. Se le asignaban cincuenta pesos de sueldo, casa i comida. Temiendo que su madre no le diera permiso, se limitó a escribirle i pedirle perdón poco antes de irse a bordo del buque que debía llevarlo al Callao en derechura.

«Muchacho vivo, intelijente i alegre, la idea de viajar i de hacerse hombre (según él decía) lo hada renunciar al placer de estar cerca de los suyos.

«Esto ocurría en los últimos meses de 1870.

VIII.
"En diciembre de 187Ί volvía Moisés del Perú, sin fortuna i bastante enfermo de tercianas. Mantúvose entonces al lado de su madre unos cuantos meses; i no pudiendo entregarse por su mala salud a los trabajos pesados, pero ,d mismo tiempo no queriendo estar ocioso, su madre le sujirió la idea de que aprendiese telegrafía, únicos conocimientos que él se negaba a adquirir. Cedió al fin i se hizo telegrafista. De telegrafista estuvo en Cauquenes, en el Tomé,
en Coronel, en Coquimbo, en Caldera, en Copiapó i en Chañarcillo, siempre deseoso de abandonar el empleo i de entregarse a trabajos de otro jénero. (1)

IX.
“En Chañarcillo renunció su empleo i se hizo minero. Trabajó al principio con buena fortuna, i llegó a creer que su mina Fortunata podría asegurarle su porvenir i el de su familia. La primera venta de metales le produjo dos mil pesos i con ellos continuó con más empeño el laboreo. Pero los dos mil pesos se gastaron i el anhelado alcance no vino. Abandonó entonces su Fortunata i tomó al pirquén algunas labores de antiguas minas de Chañarcillo. En estos trabajos, si tampoco vió realizadas sus esperanzas de minero, ganaba, en cambio, algo más de lo necesario para hacer sus gastos de hombre decente. En ellos le sorprendió la noticia de la guerra, i. decretada la organización del Atacama, fué el primero en solicitar del intendente Matta un puesto cualquiera en sus filas. Así me lo dijo el mismo señor Matta en Copiapó en mayo de 1881 cuando fui a visitar la tumba de mi hermano.

"Moisés rehusó, por hacerse soldado e ir a la guerra, un puesto lucrativo en el ferrocarril de Copiapó i otro no menos ventajoso que le ofrecí entonces, o más bien, que yo había obtenido para él."

X.
"Nada diré yo de las prendas personales de mi hermano, pero Ud. me permitirá agregar, señor, que era un carácter, una voluntad de hierro. Personas de Chañarcillo me referían hace dos años que en muchas ocasiones fué el único trabajador de su mina. Ordinariamente se iba a ella llevando un pan como todo alimento del día i regresaba casi de noche a su alojamiento. Nunca le doblegaron las contrariedades. Contraído i estudioso, llegó a hacerse por su propio esfuerzo, al cabo de tres años, un minero ilustrado e intelijente. Su opinión, que no pocos solicitaban, era siempre digna de tomarse en cuenta".

XI.
Hemos escuchado hasta este punto las modestas i verídicas confidencias del hermano sobre la vida de quien habitara pobre, escondido, pero siempre esforzado, entre los riscos.

Escuchemos ahora las revelaciones del héroe mismo, notables antes que todo por su simplicidad, este sello inmutable de todo heroísmo verdadero. En todas las guerras i en todos los sacrificios los Epaminondas, los Dessaix i los Marceaux son la regla: los Alcibíades i los Murat son solo la excepción.

XII.
Moisés Arce se ha enrolado, en efecto, como simple subalterno en el batallón Atacama i en la víspera de partir de Antofagasta para entrar (al fin!) en el campo de la guerra activa, dice gozoso a su hermano: "Nuestro batallón ha sido i es considerado como uno de los mejores i por consiguiente figurará en la vanguardia".

I en ese puesto cúpole, en efecto, romper los primeros cartuchos de la guerra en las colinas amuralladas de Pisagua. "A mí, por desgracia. —escribía el teniente Arce desde el campamento de Dolores el 13 de noviembre de 1879,—me tocaron en mi embarcación por remeros unos pililos que venían de la Elvira Alvarez, que a pesar de estar mi bote adelante lo hicieron quedar atrás para sacarle el cuerpo a la lluvia de balas que caía sobre nosotros; pero merced a algunas amenazas i planazos, los hice tomar un desecho i desembarcar en un punto que aunque , más corto que el de la playita blanca, donde desembarcaron los demás, era un poco peligroso porque había unas rocas salientes; pero felizmente. después de un poco de susto por la navegación, mi bote fué el segundo que llegó a la ribera i yo el tercero que pisó tierra peruana....

"Oficiales ha habido, como Rafael Torreblanca. que fué el primero en subir a la elevada cumbre del cerro que ocupaba el enemigo, a quien, sin hacerle favor alguno, se le podría llamar i considerar como bravo entre los bravos".

Estas últimas frases de admiración i de justicia estampaba al finalizar su carta íntima el oficial atacameño en honor de su nobilísimo compañero de armas Rafael Torreblanca. I bien: cuando dos semanas más tarde ocurría en el faldeo del cerro de la Encañada el segundo combate de la guerra, del cual el Atacama salió cubierto de plomo i de gloria, Torreblanca, en carta también de familia, decía a su vez a uno de sus hermanos: "El héroe de la jornada fué Moisés Arce. Yo llegué demasiado tarde"......

Sublime modestia en la retaliación de la justicia!

XIII.
En cuanto a la versión personal del valiente llanero del Maulé, hé aquí lo que en honor del ejército decía tres días después de aquella jornada, silenciando por completo su propia participación en el encuentro i en su gloria:

"El 19 del corriente tuvo lugar sobre uno de los cerros más elevados que hai en las cercanías de este campamento hácia el poniente, una batalla que por el número de combatientes como por sus resultados ha sido campal. Once mil quinientos peruanos i bolivianos i siete mil más o menos por nuestra parte fueron los que había el día de la batalla. De siete a ocho mil de los primeros entraron en pelea, los que fueron derrotados por dos mil quinientos de los últimos en tres horas, que sería lo que duró la batalla. Mi cuerpo tuvo la suerte, como en Pisagua, de ser el primero en la vanguardia. I en aquel punto como en Dolores creo que ha satisfecho los nobles deseos de la provincia que viene representando, como asimismo las justas aspiraciones de la patria.

"Detalles i pormenores no tengo tiempo de darte. Otra vez, si es que tú me contestas alguna de las mías, lo haré".

XIV.
Asistamos ahora a una escena diferente en que Torreblanca i Arce, reunidos al pié de ruda sepultura, cumplen todavía, a su manera, el deber i la aspiración de dos grandes almas fundidas en una sola.

Es una carta publicada en un libro titulado El continjente de Atacama (páj. 419) la que habla, i así dice:

“Al día siguiente del combate nos dirijimos con el teniente Arce, Torreblanca i otros a cavar una sepultura para nuestros hermanos Vallejos, Blanco i Wilson, buscando un lugar que más tarde pueda reconocerse para que sean llevados esos restos preciosos a Copiapó, pues se erijirá indudablemente un mausoleo a los bravos que así mueren por la patria, dando glorias a la provincia.

"Estábamos tristes: contemplábamos en silencio los rostros pálidos de los que el día anterior no más reían alegremente con nosotros, compartiendo las fatigas de la campaña. ¡Pobres queridos amigos! Sus venerandos restos no quedarán olvidados, porque los presentes juramos sobre sus cadáveres llevarlos a Copiapó, cualquiera que fuera el que sobreviviera al terminar la guerra. Después ese juramento solemne se hizo extensivo a los que no estaban presentes, desempeñando en el momento otras comisiones casi por el mismo estilo. Era como el día de difuntos en el campamento!

“Los soldados no tenían barretas. El suelo cubierto de durezas o criaderos de salitre, era duro i resistente. Echamos mano de los fusiles bolivianos, aprovechando las bayonetas triangulares para horadar las piedras.

“Estábamos ocupados en esa delicada i costosa operación, cuando el jeneral en jefe pasó, nos vió i nos dijo, cayéndosele las lágrimas: “Son tan bravos como humanos!"

¡Cuán grandiosa escena concebida así en su propia sencillez! ¿I no habrá entre los ya numerosos i valientes pintores nacionales, quien acometa el trasladarla al lienzo, empapando el melancólico conjunto con los últimos tenues resplandores del crepúsculo?

El famoso cuadro de San Luis enterrando en las playas africanas a sus compañeros de armas, conservado en Baltimore, no tendría mayor belleza que el de los rudos atacameftos al pié de la Encañada.

XV.
Volvió entretanto la inacción incomprensible, después de la fácil i casi milagrosa victoria que había dejado intacto nuestro ejército i despedazado i roto el de los aliados; i cuando un nuevo año había lucido en la menor edad de la guerra, daba el antiguo i modesto telegrafista, noticia fraternal de su carrera en estas líneas escondidas pero que, como en el caso de Torreblanca, en todas partes revelan la inalterable superioridad de su alma:

"Aún soi teniente. El ascenso talvez venga luego. El galón vacante por la muerte de Vallejos ha motivado sus intrigas i miserias tan frecuentes en esta carrera donde está avaluado el mérito de los hombres por las presillas, lo que yo no podré jamás aceptar ni aceptaré."

XVI.
Tenía la carta de que copiamos el pasaje anterior la fecha de Dolores, enero 23 de 1880; i abundando en los jenerosos sentimientos que acabamos de recordar escribía a su hermano un mes más tarde el capitán atacameño, alegre otra vez con la perspectiva de nuevas campañas, desde a bordo del Lamar, en la bahía de Pisagua, el 24 de febrero:

"Te aseguro que celebro esta partida más de lo que puedes figurártelo, porque realmente la vida de campaña con el celemín de pequeñeces que la rodean es más mortificante i pesada que veinte batallas.

Salgo, pues, a emprender la tercera batalla, i i quién sabe cuántas más, lleno de placer i contento i con la completa confianza de que las balas se portarán tan atentas i corteses como hasta ahora lo han observado conmigo."

XVII.
Pero no son sólo las balas el peligro de la guerra, i vamos a oír contar al capitán Arce (pues tenía ya ese título harto merecido) la escena horrible de penurias, de imprevisión i de agonía a que estuvo sometido su cuerpo, así como toda la división Muñoz, en su marcha de Pacocha a Moquegua, a través de los páramos a cuyos pies corre, como dentro de una sepultura, el río Ilo.

"Varios casos hubo de locura i de desesperación (escribía el oficial expedicionario de aquella fatal noche, desde Moquegua el 27 de marzo) causados por la sed: llegó la noche, i nadie de los que habían ido a buscar el precioso tesoro, el agua, volvía; llegó la hora del silencio, que es la hora de dormir, pero nadie pudo conciliar el sueño: todo el mundo no pensaba, no hablaba ni decía otra cosa que ¡agua! ¡agua! ¡agua! i siempre ¡agua!

"Eran las doce de la noche cuando los primeros portadores de la vida principiaron a llegar.

"Entonces fué cuando pude contemplar hasta qué extremo llega la desesperación humana atacada por la más grande de las necesidades. Todavía no se oía en el campamento que venía un soldado trayendo unas caramañolas de agua, cuando toda la división como por encanto se ponía de pié, i al ver aquellos hombres i en aquella actitud, cualquiera que no sufriese con ellos la misma privación hubiera creído que era aquello una casa de Orates.

"Se pusieron por cada cuerpo numerosas guardias a fin de evitar que se arrebatasen el agua, pero nada les importaba los culatazos, las amenazas de las bayonetas, los latigazos; todo eso era inútil; lo principal era tomar un sorbo de agua, que lo demás poco importaba. En mi cuerpo, mi compañía fué la última a que le llevaron las caramañolas, i francamente yo estaba ya desesperado por los lamentos i exclamaciones de esta pobre jente, cuando a las dos de la mañana llegó por fin el famoso Aguirre, el soldado más activo e intelijente para la vida de campaña, trayendo todas las caramañolas de la compañía en dos animales que en el valle se había proporcionado, a más de un saco de uva i una caramañola de exquisito vino, mui a tiempo para poder sostener una media docena de viejos que tengo en la compañía, sobre todo uno que se llama Cáceres, que es una reliquia del año 38, i que hasta aquí parece que este noble i valiente veterano concluirá la del 79 i 80."

¡Ah! i cuántas veces debió el capitán Arce pensar durante aquella noche horrible en su nombre de pila i en el milagro de Oreb!

El Moisés de aquella catástrofe sería, sin embargo, otro hombre de bien que a su hora pagó a su patria el tributo de su sacrificio: el infortunado Federico Stuven.

XVIII.

Por fortuna, acercábase ya el segundo desenlace de la campaña, buscado ahora por el ejército chileno en batalla campal; i prosiguiendo su itinerario de marchas i victorias en que sosteníale siempre el brío de su jeneroso e inalterable patriotismo, el capitán Arce agregaba, tres semanas después del combate de los Anjeles (Alto de la Villa, abril 9 de 1880), estas palabras de absoluta confianza en el triunfo de las armas de su patria: (2)

"Felizmente, parece que ya se aproxima también para nosotros una próxima batalla. Ya está internada en Locumba la primera división i las otras principian también a levantar sus campamentos para seguir las huellas de la primera, internándose i siguiendo escalonadas la marcha sobre Tacna por el valle de Locumba. Nuestra división, que es la segunda, esta semana dejará a su turno su campamento de Moquegua para internarnos a la vez al valle de Locumba e incorporarnos al resto del ejército para dar por fin, la por tanto tiempo esperada batalla campal con el único enemigo regularmente organizado que nos queda, las huestes de Montero en Arica. Sean cuales fueren los contratiempos, por nuestra parte nadie pone en tela de juicio nuestro futuro triunfo. Tal ha sido i será siempre la opinión que existe en el ejército; tal creo también será la confianza que la patria tiene en sus hijos que solo miran su honra que está cifrada en las bayonetas de Chile, siempre victoriosas."

XIX.
Un mes más tarde, atravesando en toda su lonjitud hórrido desierto que hoi recorren de nuevo (¡después de tres años!) nuestros impertérritos soldados, le encontramos en víspera de la buscada batalla en el campamento de las Yaras, i pasando en revista familiarmente sus aprestos de combate, en que figuraría como capitán ayudante de su ya aguerrido cuerpo, decía a uno de sus parientes que habitaba en las provincias meridionales de Chile.

"Tengo dos magníficas cabalgaduras, un potro mulato de suave i magnífico paso, i una bonita yegua nioqueguana baya, de brazo, que reivindicó mi asistente i me la ha regalado."

I bien: esa yegua del valle moqueguano, endeble como era, soportaría en medio del porfiado encuentro del Alto de la Alianza la esforzada prueba de conducir a su indómito jinete hasta en medio de las filas enemigas.

XX.
....Era en efecto el 26 de mayo, i Torreblanca había ya caído traspasado su noble pecho de tres bayonetazos, cuando se adelantaba a la cabeza de su compañía. El Atacama, delante de aquel irreparable desastre, reculaba. La división Barceló, a que ese cuerpo pertenecía, comenzaba a flaquear en toda su extensa línea, batida durante tres horas consecutivas por una verdadera tromba de proyectiles de rifle, de cañón i de ametralladora.

I fué entonces cuando vióse por todo el ejército lanzarse al frente de la línea ya rota de combate, un temerario jinete montado en delgada pero airosa bestia baya i acometer por dos veces, sin mas arma que su espada, la numerosa escolta que custodiaba una bandera boliviana en su avance victorioso hacia el bajío.

A la segunda arremetida, i poseído de un vértigo que traicionaba el pundonor de su alma acongojada por doloroso rechazo, vióse al capitán Arce sepultar su espada en el pecho de más de uno de los enemigos que le rodeaban, i en seguida batiéndose como verdadero león acorralado, sucumbir dentro de un círculo de acero i en el momento preciso en que con enérjico brazo cojía el estandarte enemigo por su asta.... "El capitán Arce fué un verdadero héroe,—escribía pocas horas mas tarde al compajinador de estos recuerdos, uno de sus compañeros de ar-, mas que mas \e amó.—Dos veces i montado en una mala yegüita acometió al batallón boliviano que descendía de la altura arrollando nuestra débil i ya extenuada línea, i dos veces intentó arrebatarles la bandera que traía. Fué aquel hecho la admiración de todos los que lo presenciaron, i todavía tenemos la espada de nuestro bravo ayudante teñida con la sangre de los que lo inmolaron." (3)

XXI.
I fué así como en corto trecho, a la misma hora, i envuelto cada cual en un jirón de su invencible oriflama, cayeron en el mismo campo el uno junto al otro, el último por vengar al que antes que él cayera, los dos mozos dos veces heroicos que serán en la posteridad los héroes lejendarios del inmortal rejimiento Atacama: Rafael Torreblanca i Moisés Arce.

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(1) A estos diversos destinos i mudanzas (evoluciones propias de la movible electricidad i de sus obreros) corresponden los siguientes datos oficiales que sobre los servicios del telegrafista Arce hemos recojido en la Dirección Jeneral de los telégrafos del Estado:

"Por decreto de 28 de setiembre de 1872 se le nombró jefe de la oficina de Cauquenes, pasando a servir la del Parral en 1.° de mayo de 1873 hasta el 4 de julio del mismo año en que pasó a desempeñar la del Tomé. El 5 de enero de 1874 fue promovido a la de Coronel hasta el 2 de enero de 1875 en que pasó a servir la de Coquimbo; en todas ellas como primer empleado. En 13 de enero de 1876 permutó su destino por el de segundo empleado de la oficina de Caldera hasta el 19 de abril del mismo año en que lo permutó por el de segundo empicado de la de Copiapó, hasta el 27 de agosto de 1877 en que renunció su cargo para dedicarse a la industria privada.
"Dejó en seguida la industria minera a que se había dedicado para formar parte del primer batallón Atacama.
"También sé que el desgraciado Arce dejó a una madre i hermana (que residen en el Parral) en una penosa situación.
"Como empleado en nuestra empresa se condujo a la altura de la conducta de Vivar."

(2) Sobre et combate de los Anjeles en que al Atacama tocó parte tan principal, hé aquí la única noticia, completamente impersonal, que el capitán Arce envió a su familia:
»El 22 hubo combate en la famosa fortaleza de Torata. A nuestro batallón, como siempre, le tocó lo mas recio de la batalla. Flanqueamos al enemigo por el costado izquierdo de su línea, casi inaccesible, i la oscuridad de la noche nos permitió caer de sorpresa sobre las trincheras enemigas, i tal fué el susto de los pobres cholos que casi no atinaron a hacer resistencia sino a arrancar."

(3) El capitán del Atacama don Pedro María López.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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