1 de julio de 2019

Luis Larraín Alcalde

Luis Larraín Alcalde
El Sarjento Mayor Don Luis Larraín Alcalde

VIII.

Pero donde se mostró más a la vista de los incrédulos i de los pigmeos empecinados en hacer la guerra fragmentaria, cuando el país se alzaba como una sola mole de candente granito para aplastar a sus provocadores, donde se ostentó, decíamos, el sentimiento unánime de la juventud de Chile por ir al sacrificio, i a la gloria, i al castigo, fué en la mezquina i desacordada disolución del primer batallón Carampangue, que había nacido del aliento de la juventud .santiaguina, i por el mismo principio de nimiedades i desconfianzas oficiales, que había dispertado. con un desaire la calorosa i espontánea agrupación de la juventud de Valparaíso en las primeras listas del batallón Portales. (1879)

IX.
Mas no porque fueran rechazados los unos en una parte con algún pretexto, los otros en diferente lugar con cierta excusa, el fiero, el puro, el indomable amor a la patria decaía en las jenerosas almas que la juventud calentaba con su irradiación inmortal.

Ejemplo levantado de esta heroicidad en la obstinación, fueron los dos hermanos Larraín Alcalde, Patricio i Luis, capitanes en ciernes del extinguido Carampangue, que desarmados por un decreto, no consintieron en entregar sus espadas i. antes al contrario, lleváronlas, el uno al Esmeralda, en San Felipe, i el otro al Coquimbo, en La Serena.

El ultimo de aquellos dos bizarros mancebos es el que cayó gloriosamente al pié del muro, puerta de Lima, i el otro sólo ha sobrevivido para traer al suelo patrio los restos queridos, prolongando con los cuidados de su amor la dura agonía del mártir, a fin de hacer de su último suspiro una bendición suprema, empapada en lágrimas.

X.
Luis Larraín, apuesto i gallardo mozo, educado i acariciado en opulento hogar de Santiago donde había nacido en 1858; versado en los estudios con distinguidos maestros; abogado a los 23 años; iniciado en las luchas políticas desde temprana i ardiente adolescencia; adalid i tribuno antes de cumplir su mayor edad, no aceptó el rechazo de sus servicios en los cuerpos de su ciudad natal, i marchóse a La Serena como capitán del Coquimbo, por el mes de junio de 1879.

No había tenido a la verdad el joven voluntario mal ojo para divisar su sendero de guerra, porque a la cabeza de aquellos esforzados montañeses escalaría en breve i con señaladísima bravura las breñas arenosas de San Francisco i del Alto de la Alianza.

XI.
En la memoria de todos ha quedado la briosa participación que cupo al Coquimbo, junto con el Atacama, en esas dos batallas campales. Pero lo que talvez no todos conocen, por no haberse escrito todavía la historia de la última campaña, es el hecho notabilísimo de haber sido el batallón Coquimbo, conducido por el bravo Pinto Agüero, después de la caída de su bizarro primer jefe, el cuerpo que, rompiendo en el centro las vacilantes filas del enemigo, pronunció su final derrota cargándolo a la bayoneta.

I en ese glorioso hecho de armas cupo a Luis Larraín Alcalde notoria parte de honor, porque como capitán de granaderos iba adelante de las filas, i cuando por su ardorosa inspiración personal dio a su compañía el grito de ¡Armen bayonetas!... la última valla quedó rota, i la victoria brilló sobre los relucientes yataganes que coronaban a esa hora todas las cimas,

XII.
Después de ese doble estreno, Luis Larraín Alcalde vino por la última vez a visitar el techo dichoso que había cobijado su niñez. Hiciéronle los suyos tiernísima acojida, i la sociedad culta de Santiago tributóle distinguido homenaje a quien había partido voluntario para padecer dolores i volvía prestijiado por los resplandores de temprana gloria.

Fue durante el invierno último un verdadero favorito de la capital aquel mancebo, que apenas comenzaba la vida i que se había hecho en un año de campaña i sin más allegadizo influjo que su brío i su conducta, tercer jefe de uno de los rejimientos más populares del ejército. I si es lícito delante de tumba tan juvenil traicionar las vagas aspiraciones del alma, que se ajitan en el primer ensueño, los destellos de la suya brillaron bajo el disco de dulce esperanza en tierno pecho...

XIII.
Más llegó la hora de partir, hora del deber para el soldado, hora de sacrificio para el que ama, i Luis Larraín marchó melancólico pero indomable a cumplir su ruda consigna entre soldados. Sus adioses fueron llenos de tristes presajios, que acrecentaron su mérito, porque no fueron parte a detenerlo.

XIV.
I fué así como derribados en la áspera falda del empinado morro, sucesivamente el primero i el segundo jefe del Coquimbo, Soto i Pinto Agüero, tomó el mando de su rejimiento el denodado mancebo de que hacemos memoria, i a su turno postróle el plomo, hiriéndole traidora bala el bello rostro.

Sin solicitar el auxilio de su tropa i valido de su juventud, erguida como su alma, el mayor de Coquimbo fuése a la lejana ambulancia por sus piés, i una vez curado, disimulándose a sí propio la gravedad mortal de su herida, intentó montar a caballo para volver al fragor de la batalla.

Estorbáronselo los facultativos, i entonces el desdichado joven concentró sus últimas enerjías en las santas emociones de la familia i de la relijión, de que fuera ferviente adicto.

Para engañar a su santa madre en su lenta agonía, como había pretendido engañarse a si propio con la inminencia de su incurable daño, escribióla desde el hospital de sangre de Chorrillos, cartas risueñas que le entreabrían horizontes de ventura a la vuelta de la patria, de la familia i del altar...

XV.
Pero era todo eso sólo el heroísmo de la ternura después del heroísmo del denuedo, i el bizarro capitán que la provincia de Chile entre cuyos hijos peleó, no sabrá nunca olvidar, llegó sólo a la nativa tierra para cerrar los ojos a la luz querida, i estrechar en la última convulsión de estoico i cristiano sufrimiento la mano ven· rada de los que le dieron el ser.

¡La paz de la gloria i los cánticos de los ánjeles que lloran sobre la tumba de la juventud, sean por esto con su sombra i custodien pana siempre su noble, su puro, su inmortal recuerdo!


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. Como igonoramos tantos el valor que tuvieron estos nuestros héroes, no lo enseñan en la escuela, no muestran a las nuevas generaciones, cuando esto es una muestra de lo que somos, a los que nos debemos y deberíamos honrar. En fin me emociono hasta las lágrimas la historia de este nuestro héroe.

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