Por Eduardo Walter Stubbs
Con motivo del próximo XVIII aniversario de la muerte del compositor nacional José María Valle Riestra, permitidme que esboce someramente la personalidad de nuestro más grande compositor de fines del siglo pasado y de principios del actual, el más grande por su vasta cultura y su talento musical. Igualmente, recordaré ciertos aspectos de la vida de este artista que consagró sus actividades a exaltar la fuerza espiritual de su patria.
José María Valle Riestra nació en Lima el 9 de noviembre de 1859, у era descendiente directo del conde Saunier de Montmorency, enviado a España durante el reinado de Felipe V, nieto de Luis XIV. En Madrid contrajo enlace con la señora León de Lara. De este matrimonio nació una hija, Angela, que casó con don Pedro García de la Riestra, quienes fueron padres de Isabel García de la Riestra. Doña Isabel contrajo enlace con don Antonio del Valle, y fueron abuelos de nuestro compositor. Sus padres fueron don Ramón del Valle de la Riestra y doña Manuela Corbacho y Tirado, distinguida dama arequipeña.
A los siete años Valle Riestra fué llevado a Londres y educado en el Colegio de San José, en donde recibió sus primeras lecciones de música. De regreso a Lima, años después, y llevado por su vocación, estudió armonía y composición con el método de Héctor Berlioz, el gran compositor francés. Luego, su vida fué una cadena de penurias, porque Valle Riestra no sabía defenderse en la cruel lucha por la vida y prefirió llevar una vida de estoico en el difícil arte de la música para hacer honor a su patria.
En su juventud fué subyugado por el contorno de la melodía italiana, pero más tarde pudo familiarizarse con los clásicos. Fué entonces la época en que Valle Riestra dió a conocer al público de Lima, por primera vez, el ballet de la ópera "Condenación de Fausto", con una orquesta de aficionados.
Cuando estalló la guerra con Chile, Valle Riestra, fué el primer voluntario que se presentó a ofrecer sus servicios a la patria, y aún no había cumplido 20 años. Incorporado en el batallón "Cazadores No. 5 de Línea" a las órdenes del Coronel Víctor Fajardo, fué enviado a Arica, tomó parte en todos los combates del sur, y, por su valiente conducta fué ascendido muy pronto por el Presidente General Mariano Ignacio Prado.
He aquí el texto del decreto:
"Atendiendo a las aptitudes del ciudadano José María Valle Riestra, he venido en nombrarle subteniente de Infantería del Ejército.Por tanto: Ordeno y mando que le tengan y reconozcan por tal y haciéndole guardar las distinciones y preminencias que le correspondan, para lo cual, he expedido el presente despacho, firmado por mi mano, sellado con el sello de la República y refrendado por el Ministro de Estado en el Despacho de Guerra y Marina.(Fdo) MARIANO IGNACIO PRADO.Domingo del Solar."
Durante la campaña, por su conducta heroica llegó al grado de capitán, grado que fue hecho efectivo por el general Andrés Avelino Cáceres.
Terminado aquel triste período, pues fué la época de mayor depresión nacional, en todo sentido, que ha pasado el Perú después de los sufrimientos y de la profunda desmoralización que produjo la infortunada contienda. La mayoría creía que el país no podría levantarse jamás. En esta atmósfera derrotista y deprimente, tres jóvenes patriotas, de espíritu invencible formaron un círculo de intelectuales para trabajar sin descanso en levantar la moral de sus conciudadanos. Y estos tres eran José María Valle Riestra, Carlos Baca Flor y Scipión Llona, cuyas vidas demuestran, con hechos concretos, que lograron, dentro de sus respectivas esferas, a obtener sus deseos de reconstruir el espíritu de peruanidad. Estos patriotas han demostrado que en su tierra existían y que existirán siempre, hombres capaces de ser tan grandes como los de cualquiera nación. El estado en que se encontraba el país en aquella época era tan lamentable, que es necesario que las nuevas generaciones, que hoy gozan de actual bienestar, sepan los nombres de aquellos que trabajaron toda la vida con un solo anhelo, con un solo y desinteresado fin: robustecer las fuerzas morales para engrandecer lo material y el nombre del Perú lo más alto posible. Noble impulso ante la patria en ruinas.
Carlos Baca Flor, hoy uno de los genios del arte en el mundo entero, rechazó la beca que le ofrecía el Gobierno de Chile, por haber ganado el Premio de Roma y de ofrecerle un contrato por el cual se comprometía a comprarle un cuadro cada año por una suma considerable, obras que serían destinadas a un Museo Nacional, Baca Flor prefirió abandonar este brillante y seguro porvenir para seguir siendo peruano. Sin embargo, contra su voluntad, estuvo obligado a vivir hasta su muerte en el extranjero. Valle Riestra siguió imperturbable, lleno de fé, sereno y valeroso, enfrentando todos los obstáculos, incomprensiones y maldades, siempre inspirado y apoyado por la confianza que le tenían sus amigos.
Scipión Llona, reconocido y respetado en Europa y en toda la América, como uno de los mejores sabios, creador de la Teoría Cicloidal, magnífico descubrimiento, que será cada vez más grande con el tiempo, ha vivido siempre combatido por aficionados, apasionados por literaturas ficticias.
Terminada la guerra del Pacífico dedicóse por completo a la composición de su ópera "Ollanta", cuyo tema nacionalista era muy apropiado, sobre un libreto de Federico Blume. Este primer ensayo le permitió ir a Europa y estudió en París en la Academia del célebre maestro Andrés Gedalge. Fueron entonces sus condiscípulos, Florent Schmitt, Carlos Pedrell y Raoul Laparra, que hoy son considerados grandes compositores.
De regreso a Lima en 1893, Valle Riestra se encontró en muy tristes condiciones, viudo con tres hijos y sin recursos. Después de algunos años ingratos, tuvo la suerte que pasara por Lima la compañía de ópera del empresario Emmanuel, quien al escuchar la música de "Ollanta" resolvió representarla. Fué así, no obstante todas las dificultades, pues los cantantes no sabían español, que la primera ópera peruana fué estrenada en el Teatro Olimpo el 26 de diciembre de 1900, y es la segunda obra lírica en América, con la ópera "El Guarany" del compositor brasileño Gómez, que hasta la fecha, son las únicas que resuelven claramente y con éxito el desarrollo del drama musical.
De estas primeras representaciones Valle Riestra no obtuvo ninguna recompensa, sino molestias. Para salvarse de la miseria tuvo que aceptar un puesto que le consiguió su amigo Scipión Llona en la Escuela Correccional de Varones, y pasar por el triste sentimiento de ceder sus hijos a su suegra por no tener medios para atender a sus necesidades. Poco tiempo después los empleados del establecimiento de corrección elevaron una queja contra Valle Riestra manifestando que echaba a perder a los muchachos porque éstos no obedecían más que a Valle Riestra, que no hacía uso del látigo reglamentario.
¡Cuánto sufrimiento para un alma delicada, para un artista sensible, el tener que vivir en un ambiente tan distinto al suyo! Por fin, dos años después pudo pertenecer a la Academia Álcedo como maestro de solfeo. Y pasaron muchos años de deprimente tedio y desmoralización para este artista, antes que su ópera "Ollanta" volviera a representarse. Pero había de llegar el día del triunfo y de su consagración, y fué cuando llegó a Lima la compañía de ópera que dirigía el maestro Padovani, quien resolvió representarla, pero esta vez arreglado el libreto por Luis Fernán Cisneros, nuestro embajador actual en Méjico, y ayudado por distinguidas señoras limeñas.
El éxito fué grandioso. El Presidente José Pardo hizo llamar a Valle Riestra a su palco, y lo abrazó ante el público que ovacionaba calurosamente. Fué un espectáculo inolvidable de ferviente sentimiento patriótico.
Pero el recuerdo de las doce representaciones de "Ollanta" fueron olvidadas muy pronto, y Valle Riestra no obtuvo ninguna mejora en su triste situación. A esta apoteósis siguieron tiempos muy duros, y difíciles de narrar. Sin embargo, púsose a trabajar en una nueva ópera, y esta vez estilizando mayor número de motivos musicales autóctonos, la que es su obra cumbre: Atahualpa, y en colaboración en el libreto con el señor Scipión Llona. Fué en este esfuerzo que Valle Riestra perdió la vista para siempre, justamente al terminar el primer acto. Esta última prueba la recibió con resignación cristiana, consolando a sus amigos a quienes decía: "Los artistas no somos materia que nace feroz y egoísta, sino el espíritu generoso y fecundo que no piensa en retribución. Damos lo que Dios nos dió".
Sin embargo, una profunda tristeza embargaba su noble espíritu, ante su terrible destino. Como verdadero artista, Valle Riestra vivía en un mundo superior. Como dije cierta vez: Los artistas sueñan siempre en algo mejor para no morir asfixiados por el egoísmo y la vulgaridad de los hombres. Viven para su estro y no para sí. Su Musa los defiende de la hipocondría, de la locura, en fin, de sí mismos.
Sus amigos le rodearon a la hora de su muerte. Una uremia terminó con su vida el 25 de enero de 1925, y se fué de este mundo sin perder su infinita indulgencia, siempre con la fina caballerosidad con que nació, la que no se hace en una sola generación.
Al día siguiente de su fallecimiento en la Cámara de Diputados se propuso que se publicara su obra a costa del Estado. Le fueron tributados oficialmente exequias fúnebres con honores de ministro de Estado. Su cadáver fué conducido a la Academia Alcedo y velado allí. Al día siguiente un numeroso público acompañó sus restos al Cementerio y una banda militar ejecutó una marcha fúnebre.
José M. Valle Riestra ha sido y es siempre muy apreciado por los mejores compositores de Europa, pero su obra es aún muy poco conocida en su patria.
En cada siglo, dos o más veces, cambian las formas de escritura y de expresión musical. Los más jóvenes compositores, llevados por la embriaguez juvenil, llaman anticuados a sus mayores, pero olvidan que las formas de escritura y de armonía son medios y no fines. Los estilos de Bach, de Haendel, de Beethoven y de otros clásicos, pueden pasar de moda, pero lo que será inmutable, imperecedero, son sus concepciones nobles, la verdad, la dignidad, en una palabra, la decencia. Y los valores permanentes de la música de Valle Riestra están en su profundo sentimiento cristiano, patriótico, humanitario, muy por encima de los convencionalismos pasajeros.
La música de este compositor peruano es de índole romántica y tiene un gran poder lírico, sin la exageración que adolecía, ciertas veces, Alfred de Musset y hasta el 1900. No debemos olvidar que todo romanticismo moderado es sano y necesario, porque encierra abnegación y amor a la libertad, a la libertad dentro del orden democrático bien entendido. El hombre que tiene estos sentimientos es un buen demócrata, pues quiere el bien y la armonía a sus semejantes. Es enemigo del positivismo pagano porque éste cae irremediablemente en el delirio de grandeza, en un desequilibrio mental que degenera en fobia y en el crimen.
Hoy, en Gran Bretaña y en los Estados Unidos de América, - en donde sus más bellas melodías son netamente románticas, ha surgido un poderoso renacimiento hacia el romanticismo sano de nuestros abuelos, porque constituye una fuerza invencible que atraviesa mares, desiertos, montañas y espacios, vence el fuego de la metralla y arranca de raíz el genio maléfico que tanto daño causa a la humanidad.
Una prueba evidente de este romanticismo en estos países, que por su realismo y sus actividades prácticas parece paradojal, es que existen más de cuarenta mil orquestas de aficionados y de escolares, orquestas sinfónicas, muchas, que pasan de cien ejecutantes, y es rara la fábrica que tenga más de dos mil obreros, que no tenga su orquesta sinfónica.
En el Perú, Valle Riestra cumplió su misión con brillo, y constituye una figura nacional, un timbre de honor, una noble actitud, pues la cumplió con talento, con fé cristiana y sacrificio, sin el menor asomo de vanidad personal y siempre pensando en la grandeza de la patria, como son las palabras de la Invocación al Sol de Atahualpa, que pide al Hacedor que la Patria sea feliz, siempre grande y gloriosa, y que aumente su esplendor.
Ha llegado, por consiguiente, el día que su espíritu surja para mostrar a las nuevas generaciones sus buenos sentimientos e ideales, expresados con esa aparente ingenuidad y vehemencia, con ese candor que es la esencia misma de las conciencias puras y benéficas, para elevarnos con su límpido sentido altruista, de bondad y belleza, que fecunda el amor entre los mortales, en estos momentos de desvarío en que en la mayor parte del Viejo Mundo, todo es ruina, desolación y muerte.
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Revista "Peruanidad". Vol. IV. N° 18. Julio - Agosto de 1944.
Saludos
Jonatan Saona
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