I.
Amarrarse los calzones,
Que aquí está el león Baquedano,
El que se amarró una mano
Para vencer dos naciones!
Toma amigo Pelequen,
Ese tu gran guitarrón
I canta alguna canción
De nuestro amigo el Pequen.
—Perdone mi estilo llano
I un tanto jovial... jovial.
Mi jeneral... jeneral
Baquedano... Baquedano.
Fuera el señor... señor,
Como Eusebio Lillo... Lillo,
I no un rotillo... rotillo,
Solo sé cantar... cantar,
Como mi abuela... mi abuela,
En la vihuela... vihuela,
Tan popular... popular.
Tengo cariño... cariño
Por usted, i alabo... alabo
Al que ha sido bravo... bravo
Desde niño... desde niño.
¿Quién no adjudica... adjudica
A usted las glorias... las glorias
De las victorias... victorias
De Tacna i Arica... Arica?
Sin embargo... sin embargo,
Le han dado en el campamento
Mas de un momento... momento
Enojoso, amargo... amargo.
Cuando los leones... los leones
Su garra en un perro muerden,
Los quiltros les muerden... muerden
Los talones... los talones.
II.
—Me parece bien tu canto,
Pelequen de mis amores;
Escucha ahora mis loores
Hacia el que yo admiro tanto:
¿Por qué cien mil corazones
Con entusiasmo palpitan?
¿Por qué todos ¡hurra! gritan
I a las puertas i balcones
Curiosos se precipitan?
¿Por qué esos toques marciales,
I esas salvas i esos ruidos
I esas fiestas colosales?
¿Para quién se han erijido
Esos cien arcos triunfales?
¿Por qué jóvenes i ancianos
I vírjenes i matronas
Llevan rostros tan ufanos
I cubiertas ambas manos
Con guirnaldas i coronas?
¿I quién es ese que llega
A quién todo un pueblo aclama
Que al rededor se congrega,
I mil coronas le entrega
I vencedor le proclama?
Ese que glorioso avanza
Es un digno ciudadano,
El hombre de mas pujanza:
El vencedor de la Alianza!
El ilustre Baquedano!
Con razón lo glorifica
Chile, i tribútale honores,
Pues los merece mayores
El que venció en Tacna, Arica,
Chorrillos i Miraflores.
—I al ver que sigue su huella
Con tan lisonjero arrullo
Todo un pueblo que se estrella
¿No sentirá ese hombre orgullo?
—No porque su alma es mui bella.
Nó, lectores, i os advierto
Que podría dar por cierto
Que en medio su regocijo
Tiene el pensamiento fijo
En los que en la lid han muerto.
I digo esto porque sé,
Por hombres dignos i honrados
Que merecen toda fé,
Que el jeneral siempre fué
El padre de sus soldados.
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El Ferrocarrilito. Segunda Época, n° 24. Santiago, 22 de febrero de 1886.
Saludos
Jonatan Saona
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