9 de octubre de 2024

Carta de Sotomayor

Federico Sotomayor
Carta del aspirante Federico Sotomayor después de Angamos.

San Bernardo, Octubre 15 de 1879.

Querido papá: 
Desde el Blanco Encalada i con fecha 8 del corriente, te escribí cuatro letras bajo la mas terrible impresión: acababa de pasar por uno de esos tremendos episodios de la vida, en donde había visto desaparecer a tanto valiente, dignos de mejor éxito, a nuestro bravo i querido almirante, i a nuestros mas distinguidos jefes, después de haber hecho todo lo posible por defender nuestro pabellón, i solo sucumbimos cuando era materialmente imposible toda resistencia, como lo verás por los pormenores que paso a referirte.

El 28 de Setiembre, como tú bien sabes, zarpamos de Arica con el Rímac para Iquique. Después que desembarcó las tropas, salimos i lo dejamos en Pisagua, tomamos en convoi con la Unión rumbo Sur abriéndonos de la costa hasta 28 millas i por último hasta 60 para no ser vistos de tierra ni por los vapores de la carrera.

Ya estábamos a la altura de Coquimbo cuando distinguimos un humo por la proa a diez millas mas o ménos, i creyendo fuera un trasporte enemigo fuimos sobre él a réconocerlo i resultó ser el vapor Chala; pero como este reconocimiento tuvo lugar cerca de tierra, nos vieron desde Sarco i tuvimos que entrar a ese puerto, donde tomamos una goleta i la mandamos al Callao con un oficial de la Unión i mi compañero Rivera, aspirante del Huáscar.

De este puerto salimos directamente a Coquimbo, a donde entramos sin encontrar buques enemigos, pues solo había dos buques de guerra norte-americanos; entonces, viendo que no teníamos hacer en este puerto, nos dirijimos mas al Sur i entramos en el de Tongoi, en donde encontramos al vapor del estrecho, i nos comunicó que los chilenos habían desembarcado tropas cerca de Iquique i que a la fecha estarían batiéndose.

Al momento que supo esto nuestro querido contra-almirante, salimos proa al Norte, abiertos de la costa, i cuando estábamos a 50 millas de Antofagasta, nos fuimos pegando a tierra hasta entrar al puerto; pero la oscuridad de la noche nos impidió ver tres trasportes que estaban fondeados. Salimos de este puerto con rumbo N. 5.° E. para tomar el fondeadero de Iquique, navegando tranquilamente, cuando se vieron tres humos que nos perseguían: eran el Blanco, la Covadonga i el Matías; tratamos inmediatamente de arrancar lo mas fuerte posible, i viendo que ya no era dable que nos dieran caza, acortamos nuestro andar; mientras tanto habían mandado al Matías a Antofagasta a dar la noticia.

Telegrafiaron a Mejillones, donde se encontraban el Cochrane, O'Higgins i Loa, i salieron éstos a nuestro encuentro. Tres horas después distinguimos tres humos por la proa: eran los tres buques de la segunda división. Nos abrimos al O., pero el Blanco lo había hecho también i ya nos fué imposible evitar el combate, sobre todo escasísimos de carbón como nos encontrábamos, con el mui preciso apenas para llegar a Iquique sin hacer mucha fuerza.

En esta situación, la disyuntiva era terrible: si corríamos hacia el Sur, indudablemente nos faltaba el carbón i éramos perdidos; así, pues, nos resolvimos al combate, repito, con la seguridad de sucumbir antes que rendirnos i contando únicamente con la Providencia i el heroísmo de los valientes jefes i tripulantes del Huáscar. La lucha era inmensamente desigual.

A pesar de que nuestros elementos eran infinitamente pequeños comparados con los del enemigo, sin embargo, todos serenos i en sus puestos ansiaban el momento de sacrificarse por nuestra patria. Al Cochrane lo teníamos ya a tiro de cañón; tocaron zafarrancho i todos llenos de entusiasmo fueron a sus puestos. Mientras alistamos el timón de combate nos íbamos aproximando a tierra.

Al fin el Huáscar rompe los fuegos disparando los dos primeros cañonazos sobre el Cochrane, el cual no contestó i solo cuando estuvo a mil yardas mas o ménos nos hizo tres disparos, uno de los cuales entró por nuestra proa en el blindaje en la sección de la torre, matando a tres hombres e hiriendo a cinco; las astillas se introdujeron entre las ruedas de la torre, entorpeciendo sus movimientos i perdimos un tiempo precioso en aclararla.

Un momento después entró una granada por la popa rompiendo los guardianes del timón i matando a diez hombres; se compuso éste i pocos instantes después otra granada rompió los aparejos del timón i mató a siete hombres; otra entró en la torre, rompió un muñón del cañón de la derecha, quedando por consiguiente inutilizado; sacó de combate a toda la gente e hirió al bravo teniente Palacios; después entró otra por la popa, rompió el timón, dejando a nuestro buque sin dirección a merced de las aguas, despedazado, i con solo un cañón continuamos haciendo un fuego desesperado sin la menor esperanza de salvación; pero todos en medio de este hacinamiento de cuerpos humanos i de charcos de sangre, llenos de valor i entusiasmo, preferíamos sucumbir ántes que rendirnos. 

La tercera bomba fué la que penetró por la torre del comandante, matando instantáneamente a nuestro valiente, digno i querido contra-almirante; esta misma mató al teniente Ferré. Después entraron como quince bombas mas en el blindaje, ocasionando la muerte de más de cuarenta de nuestros bravos tripulantes e hiriendo a mas de sesenta, entre los cuales he tenido la gloria de ser uno de ellos i derramar mi sangre en defensa de mi patria. Una de las bombas llevó la cabeza a nuestro segundo comandante i mató al teniente Rodríguez. La driza de nuestro pabellón fué rota dos veces i otras tantas vuelto a izar. La torre quedó inutilizada, no viraba, tenia rotas varias ruedas. Un cañón de cubierta fué partido por la mitad; el buque no tenia dirección; no teníamos cañones para defenderlo; nuestros principales jefes muertos heróicamente o fuera de combate; la tripulación diezmada; no teníamos rifles ni cápsulas, pues las granadas que habían penetrado por la popa habían destrozado la mesa i armeros, destruyendo todo. Las piezas de la máquina se habían aflojado de tal modo, que a cada disparo se paraba i era necesario empujar a mano el caballo para que jirase.

En este estado el combate casi fué cuerpo a cuerpo: solo listábamos diez a quince metros, teniendo a nuestra popa a estribor al Cochrane, el cual viendo que ya no hacíamos fuego ni podíamos movernos nos creyó rendidos i arriando sus botes se dirijieron a nuestro monitor. Al instante el teniente Gárezon, comandante en ese momento de nuestro destrozado Huáscar, mandó defender el abordaje, pero ya todo era inútil, no teníamos ni hombres, ni armas; entónces mandó abrir las válvulas, cuya órden se ejecutó inmediatamente, i cuando nuestro buque tenia ya como tres piés de agua, varios maquinistas enemigos saltaron a la máquina i obligaron a un fogonero ingles que se hallaba abajo a cerrarlas, lo que consiguieron desgraciadamente.

Pidieron a sus buques bombas para achicar el buque que de un momento a otro se iba a pique, pues el agua ya penetraba por los forados del casco. Tres minutos mas i hubiéramos evitado la triste desgracia de que nuestro heróico Huáscar cayera en manos de nuestros enemigos.

¡Qué hemos de hacer! todos hemos cumplido dignamente nuestro deber, i hemos combatido hasta no poder mas en una lucha tan desigual, sucumbiendo heróicamente, uno tras otro, nuestros valientes jefes i compañeros!

Momentos después fuimos embarcados en sus botes. ¡Qué trance tan terrible!...

Yo salí herido en la cabeza i en las piernas: son heridas gloriosas i de las que felizmente estoi mui mejor. No te alarmes por mí, pues quien se ha batido en el Huáscar puede impunemente soportar los rigores del cautiverio. Aunque jóven, he aprendido a ser hombre, i ¡quien no aprovecha de las lecciones i del ejemplo que nos ha legado nuestro lamentado jefe!

Nos tratan bien. Estamos en una casa-quinta en San Bernardo, precioso lugar a inmediaciones de Santiago.

Muchos amigos tuyos han venido a verme o me han escrito ofreciéndome toda clase de servicios; hasta ahora no he aceptado ninguno. Algunos me han ofrecido llevarme a su casa en Santiago, tampoco he aceptado: no quiero ni debo separarme de mis compañeros de infortunio.

No tengo tiempo de escribir a mis hermanas, abrázalas a mi nombre.

Saludos para la familia i amigos de tu hijo, que te abraza de corazón.
Federico Sotomayor y Vigil


***********
Ahumada Moreno, Pascual. "Guerra del Pacífico, Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias i demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú i Bolivia" Tomo I, Valparaíso, 1884

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. Tal como lo relata .Al final se demuestra que entre Chilenos y Peruanos existía una amistad y lazos familiares del tiempo de la independencia .El problema radico en que pelearon una guerra que no era suya.

    ResponderBorrar