San Bernardo, Octubre 15 de 1879.
Querido papá:
Desde el Blanco Encalada i con fecha 8 del corriente, te escribí cuatro letras bajo la mas terrible impresión: acababa de pasar por uno de esos tremendos episodios de la vida, en donde había visto desaparecer a tanto valiente, dignos de mejor éxito, a nuestro bravo i querido almirante, i a nuestros mas distinguidos jefes, después de haber hecho todo lo posible por defender nuestro pabellón, i solo sucumbimos cuando era materialmente imposible toda resistencia, como lo verás por los pormenores que paso a referirte.
El 28 de Setiembre, como tú bien sabes, zarpamos de Arica con el Rímac para Iquique. Después que desembarcó las tropas, salimos i lo dejamos en Pisagua, tomamos en convoi con la Unión rumbo Sur abriéndonos de la costa hasta 28 millas i por último hasta 60 para no ser vistos de tierra ni por los vapores de la carrera.
Ya estábamos a la altura de Coquimbo cuando distinguimos un humo por la proa a diez millas mas o ménos, i creyendo fuera un trasporte enemigo fuimos sobre él a réconocerlo i resultó ser el vapor Chala; pero como este reconocimiento tuvo lugar cerca de tierra, nos vieron desde Sarco i tuvimos que entrar a ese puerto, donde tomamos una goleta i la mandamos al Callao con un oficial de la Unión i mi compañero Rivera, aspirante del Huáscar.
De este puerto salimos directamente a Coquimbo, a donde entramos sin encontrar buques enemigos, pues solo había dos buques de guerra norte-americanos; entonces, viendo que no teníamos hacer en este puerto, nos dirijimos mas al Sur i entramos en el de Tongoi, en donde encontramos al vapor del estrecho, i nos comunicó que los chilenos habían desembarcado tropas cerca de Iquique i que a la fecha estarían batiéndose.
Al momento que supo esto nuestro querido contra-almirante, salimos proa al Norte, abiertos de la costa, i cuando estábamos a 50 millas de Antofagasta, nos fuimos pegando a tierra hasta entrar al puerto; pero la oscuridad de la noche nos impidió ver tres trasportes que estaban fondeados. Salimos de este puerto con rumbo N. 5.° E. para tomar el fondeadero de Iquique, navegando tranquilamente, cuando se vieron tres humos que nos perseguían: eran el Blanco, la Covadonga i el Matías; tratamos inmediatamente de arrancar lo mas fuerte posible, i viendo que ya no era dable que nos dieran caza, acortamos nuestro andar; mientras tanto habían mandado al Matías a Antofagasta a dar la noticia.
Telegrafiaron a Mejillones, donde se encontraban el Cochrane, O'Higgins i Loa, i salieron éstos a nuestro encuentro. Tres horas después distinguimos tres humos por la proa: eran los tres buques de la segunda división. Nos abrimos al O., pero el Blanco lo había hecho también i ya nos fué imposible evitar el combate, sobre todo escasísimos de carbón como nos encontrábamos, con el mui preciso apenas para llegar a Iquique sin hacer mucha fuerza.
En esta situación, la disyuntiva era terrible: si corríamos hacia el Sur, indudablemente nos faltaba el carbón i éramos perdidos; así, pues, nos resolvimos al combate, repito, con la seguridad de sucumbir antes que rendirnos i contando únicamente con la Providencia i el heroísmo de los valientes jefes i tripulantes del Huáscar. La lucha era inmensamente desigual.
A pesar de que nuestros elementos eran infinitamente pequeños comparados con los del enemigo, sin embargo, todos serenos i en sus puestos ansiaban el momento de sacrificarse por nuestra patria. Al Cochrane lo teníamos ya a tiro de cañón; tocaron zafarrancho i todos llenos de entusiasmo fueron a sus puestos. Mientras alistamos el timón de combate nos íbamos aproximando a tierra.
Al fin el Huáscar rompe los fuegos disparando los dos primeros cañonazos sobre el Cochrane, el cual no contestó i solo cuando estuvo a mil yardas mas o ménos nos hizo tres disparos, uno de los cuales entró por nuestra proa en el blindaje en la sección de la torre, matando a tres hombres e hiriendo a cinco; las astillas se introdujeron entre las ruedas de la torre, entorpeciendo sus movimientos i perdimos un tiempo precioso en aclararla.
Un momento después entró una granada por la popa rompiendo los guardianes del timón i matando a diez hombres; se compuso éste i pocos instantes después otra granada rompió los aparejos del timón i mató a siete hombres; otra entró en la torre, rompió un muñón del cañón de la derecha, quedando por consiguiente inutilizado; sacó de combate a toda la gente e hirió al bravo teniente Palacios; después entró otra por la popa, rompió el timón, dejando a nuestro buque sin dirección a merced de las aguas, despedazado, i con solo un cañón continuamos haciendo un fuego desesperado sin la menor esperanza de salvación; pero todos en medio de este hacinamiento de cuerpos humanos i de charcos de sangre, llenos de valor i entusiasmo, preferíamos sucumbir ántes que rendirnos.
La tercera bomba fué la que penetró por la torre del comandante, matando instantáneamente a nuestro valiente, digno i querido contra-almirante; esta misma mató al teniente Ferré. Después entraron como quince bombas mas en el blindaje, ocasionando la muerte de más de cuarenta de nuestros bravos tripulantes e hiriendo a mas de sesenta, entre los cuales he tenido la gloria de ser uno de ellos i derramar mi sangre en defensa de mi patria. Una de las bombas llevó la cabeza a nuestro segundo comandante i mató al teniente Rodríguez. La driza de nuestro pabellón fué rota dos veces i otras tantas vuelto a izar. La torre quedó inutilizada, no viraba, tenia rotas varias ruedas. Un cañón de cubierta fué partido por la mitad; el buque no tenia dirección; no teníamos cañones para defenderlo; nuestros principales jefes muertos heróicamente o fuera de combate; la tripulación diezmada; no teníamos rifles ni cápsulas, pues las granadas que habían penetrado por la popa habían destrozado la mesa i armeros, destruyendo todo. Las piezas de la máquina se habían aflojado de tal modo, que a cada disparo se paraba i era necesario empujar a mano el caballo para que jirase.
En este estado el combate casi fué cuerpo a cuerpo: solo listábamos diez a quince metros, teniendo a nuestra popa a estribor al Cochrane, el cual viendo que ya no hacíamos fuego ni podíamos movernos nos creyó rendidos i arriando sus botes se dirijieron a nuestro monitor. Al instante el teniente Gárezon, comandante en ese momento de nuestro destrozado Huáscar, mandó defender el abordaje, pero ya todo era inútil, no teníamos ni hombres, ni armas; entónces mandó abrir las válvulas, cuya órden se ejecutó inmediatamente, i cuando nuestro buque tenia ya como tres piés de agua, varios maquinistas enemigos saltaron a la máquina i obligaron a un fogonero ingles que se hallaba abajo a cerrarlas, lo que consiguieron desgraciadamente.
Pidieron a sus buques bombas para achicar el buque que de un momento a otro se iba a pique, pues el agua ya penetraba por los forados del casco. Tres minutos mas i hubiéramos evitado la triste desgracia de que nuestro heróico Huáscar cayera en manos de nuestros enemigos.
¡Qué hemos de hacer! todos hemos cumplido dignamente nuestro deber, i hemos combatido hasta no poder mas en una lucha tan desigual, sucumbiendo heróicamente, uno tras otro, nuestros valientes jefes i compañeros!
Momentos después fuimos embarcados en sus botes. ¡Qué trance tan terrible!...
Yo salí herido en la cabeza i en las piernas: son heridas gloriosas i de las que felizmente estoi mui mejor. No te alarmes por mí, pues quien se ha batido en el Huáscar puede impunemente soportar los rigores del cautiverio. Aunque jóven, he aprendido a ser hombre, i ¡quien no aprovecha de las lecciones i del ejemplo que nos ha legado nuestro lamentado jefe!
Nos tratan bien. Estamos en una casa-quinta en San Bernardo, precioso lugar a inmediaciones de Santiago.
Muchos amigos tuyos han venido a verme o me han escrito ofreciéndome toda clase de servicios; hasta ahora no he aceptado ninguno. Algunos me han ofrecido llevarme a su casa en Santiago, tampoco he aceptado: no quiero ni debo separarme de mis compañeros de infortunio.
No tengo tiempo de escribir a mis hermanas, abrázalas a mi nombre.
Saludos para la familia i amigos de tu hijo, que te abraza de corazón.
Federico Sotomayor y Vigil
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Ahumada Moreno, Pascual. "Guerra del Pacífico, Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias i demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú i Bolivia" Tomo I, Valparaíso, 1884
Saludos
Jonatan Saona
Tal como lo relata .Al final se demuestra que entre Chilenos y Peruanos existía una amistad y lazos familiares del tiempo de la independencia .El problema radico en que pelearon una guerra que no era suya.
ResponderBorrarEs interesante lo que hace constar Sotomayor, en el sentido de que Garezón habría ordenado, en última instancia, defender el abordaje de las fuerzas chilenas que se acercaban en chalupas ya, para ese objeto. No encontramos constancia de ello en otras fuentes, ni tampoco en el parte del propio Garezón.
ResponderBorrarHaría sido un final bien distinto si, rechazadas esas fuerzas de abordaje, el Huáscar se hubiera sumergido por la apertura de las válvulas que inundaban su obra viva, o bajo el fuego de los blindados enemigos. Sepultando su bandera y sus defensores en el mar, siguiendo al glorioso almirante que los había precedido.