6 de abril de 2023

Discurso Casós

Fernando Casós
Discurso del doctor Fernando Casós

"Ciudadanos: 
Después de los elocuentes discursos que han pronunciado los ilustres oradores de los concejos departamental y provincial, nada quedaría por decir en este grandioso comicio de la ciudad de Lima, si no fuera que, por grande que sea el acontecimiento, nunca puede abarcar en las causas también grandes, todas las ideas, las concepciones i los hechos que los pueblos deben conocer en estas situaciones solemnes, para defender con ardimiento sus derechos. Inculcar en las masas la conciencia de la justicia de una causa, es llevarlos derechamente a la victoria.

Quince años hace, ciudadanos, que no os he dirijido la palabra, quince años que no os ponéis en comunicación con mis ideas, quince años en que se ha levantado una nueva jeneración que desea conocerlas con la espansión con que fueron conocidas en los tiempos remotos de nuestra ultima guerra con España. Voi a cumplir este deber que me impone la justicia i que vosotros me exijis honrándome en alto grado.

Ciudadanos: 
No habían trascurrido 55 años de la batalla de Maipú, en que el heroico pueblo arjentino, con el gran San Martin a la cabeza, había derramado su sangre para libertar a Chile del coloniaje i la esclavitud de España, cuando era la ingratitud mas pérfida, la moneda con que Chile pagaba a la República Arjentina la inmensa deuda de su independencia. Vosotros sabéis que Chile planteaba, a su benefactor, contra toda razón, toda justicia i todo derecho la disputa sobre la Patagonia, i que para demostrar la existencia de lo que no tenía, mandaba construir buques de guerra para invadir con ellos la tierra propiamente llamada el hogar paterno. Vosotros sabéis todos los desenvolvimientos de ese gran desafuero de la moral i del derecho, i no ignoráis que, cuando Chile llevó sus fuerzas navales al río Santa Cruz, retrocedió espantado i despavorido con el terror que siembra el crimen en la conciencia del culpable, al encontrarse con las fuerzas argentinas dispuestas para defender los territorios patagones.  ¿Qué hizo Chile entonces para disculpar su afrenta en presencia del mundo americano? Se reunió en gran comicio en las calles de Santiago, i ejercitó el valor, que no había tenido en Santa Cruz, ¿contra qué enemigo, señores?, contra la estatua de Buenos Aires… contra esa estatua que la gratitud nacional, en un día de esepcion de ese pueblo degradado, había erijido para consignar su gratitud en un monumento que fuese el público testimonio de su honor i de su gloria.

Ciudadanos: 
Después de este hecho de infame profanación por parte de Chile, ¿qué estraño puede parecer que ese pueblo merecedor del Gobierno que tiene, haya declarado la guerra al Perú, que hace trece años en este mismo mes de Abril, reunía a sus valerosos hijos para que, con su sangre, enjugasen las lágrimas i la sangre de los que inermemente habían permitido a Méndez Nuñez el bombardeo i incendio de Valparaíso?  Felizmente, señores, Chile no nos había erijido una estatua; a ser así, el día de la declaración de guerra nos habrían dado, como a la de Buenos Aires, la primera batalla. No es pues estraño para los espíritus reflexivos que Chile pague con moneda de ingratitud sus deudas de reconocimiento.

Señores: 
Chile está en el camino que los malos recorren siempre, en el camino que los conduce al abismo, en el camino en que se precipitan todos aquellos a quienes ciega una ambición insensata y una codicia rapaz. Los oradores que me han precedido, os han hecho con grande acierto el triste recuerdo de las perfidias continuas que, por mas de veinte años, esa nación de embusteros viene preparando contra el Perú. No me ocuparé, pues, de repetirlo para inflamar vuestro patriotismo, que ya es inmenso, pero si voi a deciros dos hechos de alta traición a la alianza americana, suficientes para que en el banco del criminal Chile i su gobierno fuesen borrados del mapa político i jeográfico del continente latino i de la América Republicana; dos hechos que nuestra cancillería conoce, que existen documentados en nuestros archivos diplomáticos, i que vosotros no conocéis, pero que vais a saberlos, para esculpirlos en la memoria de vuestros hijos.

Cuando después del 2 de Mayo de 1866, el Perú se ocupaba de reconstruir radicalmente el réjimen democrático i de echar las bases de un nuevo Congreso Americano, basado en la alianza de las cuatro republicas, para declarar los nuevos principios de un nuevo derecho de jentes que asegurara para siempre la integridad i la independencia de las republicas latinas; cuando el Perú tenía en sus manos afortunadas y vencedoras los destinos de medio continente, esa gran tarea se encuentra de súbito suspendida, interrumpida en su marcha i en la necesidad de paralizar su acción; ¿sabéis por qué, ciudadanos? porque Chile, sin consideración a sus aliados había ajustado en 1867, en la ciudad de Washington, un pacto de tregua indefinida con el gobierno español; este pacto fue ideado i materializado por el Plenipotenciario de Chile mediante instrucciones de su gobierno, es decir, que al año siguiente del 2 de mayo, Chile, en la oscuridad de la noche i con la mayor perfidia, nos esterilizaba las mas legitimas glorias, al mismo tiempo que mantenía su mano entre las nuestras con una simpatía judaica. Tal es el primer crimen. Voi a contaros el segundo.

Frustrado el plan proditorio de Chile contra el Perú i la América por medio de la lei que sancionamos para sostener un estado de guerra permanente contra España, el estado de guerra consiguiente a injurias que venían desde la época de la conquista, aquel país ingrato y pérfido por constitución, procuró abrirle a España el camino de una segunda espedición al Pacifico; ¿qué hizo para alcanzar su fin? Chile se fue a Londres, i allí, en Marzo de 1868, su plenipotenciario ajustó un convenio con el plenipotenciario español, que tenía por objeto consentir que España sacara del Támesis los acorazados Victoria y Arápiles, en cambio de que España le permitiera la salida de dos corbetas. Con este convenio fue alzada la prohibición del gobierno británico, i el enemigo español se encontró espedito para una nueva campaña en el Pacífico. Tal es el segundo crimen. Chile, pues, rompía la alianza americana para sacar dos corbetas; Chile obraba contra sus aliados i especialmente contra el Perú, que lo había vengado de los azotes del 31 de marzo de 1866.

Decidme ahora, ciudadanos, sobre los crímenes y las asechanzas que os han contado de parte de Chile otros oradores con tan precisa exactitud, ¿Qué es lo que la conciencia y el mundo americano deben hacer con Chile, al convencerse del punible ayuntamiento de este perpetuo intrigante con el enemigo jurado de la America latina? Si nosotros no nos encontráramos a tanta altura de moralidad, de progreso i de respeto a los intereses americanos, claro i evidente es que semejante padrón de ignominias debería desaparecer para siempre del mapa político i jeografico de América.

Permitidme, ciudadanos, que a este discurso del momento le dé la fisonomía de una conferencia, porque no todos vosotros sabéis, i es preciso que sepáis el sentido practico de ciertos principios ligados con la nefanda guerra ofensiva i sorpresiva declarada por Chile a nuestra hermana, mas bien dicho a nuestra hija Bolivia i en seguida a nosotros.

Sabed ciudadanos que en el nuevo mundo americano, entre las republicas independientes rije, sobre límites i posesiones territoriales, el principio denominado del uti possidetis, principio que consiste en el acuerdo común de todas las republicas para considerar como sus límites recíprocos las demarcaciones territoriales de jurisdicción que existían en las épocas coloniales, ántes que hubiesen sido emancipadas. Conforme a este principio, nuestra hermana Bolivia, antes parte integrante del Perú, gozaba de derecho y poseía en el Pacifico hasta el grado 27. Este Evanjelio, este vínculo de solidaridad, arca santa de los pueblos independientes, recibió con mano sacrílega un tremendo golpe de parte de Chile, que comenzó por avanzar hasta el grado 25, i que no contento con eso, se puso a espiar la ocasión de ir mas adelante. Con efecto, la encontró, i cuando en 1866 el desorden interno llevó al poder un hombre tan bárbaro como Jeuserico i tan perdido como Eleogábalo, le arrancó, con el oro corruptor el tratado de 1866. Así es, señores, como Chile avanzó hasta el grado 24, es decir, usurpó tres grados, de depredación en depredación. Ya sabéis, ciudadanos, cuánto se hizo después por Chile, sin reparar en crímenes para venir en 1873 hasta el grado 23; ya sabéis que armaba invasiones, ofreciendo a Bolivia nuestros territorios de Iquique i Tarapacá, si el invasor le entregaba esos territorios hasta las márgenes del Loa. Felizmente entonces éramos gobernados por un hombre que era un Arístides por la justicia i un Pericles por la sabiduría i la previsión, i ese hombre, celebrando con el Gobierno lejítimo de Bolivia la alianza defensiva de Junio de 1873, salvó al mismo tiempo a Bolivia i al Perú de la voraz codicia i rapacidad sin par de los chilenos. Ese hombre señores es Manuel Pardo, de cuya tumba debemos evocar su fama, su intelijencia i su gran corazón para tributarle en este solemne día de Bolivia i del Perú, todo el homenaje de nuestro reconocimiento. Gloria i honor a su nombre, ya que no es posible decir mas en un momento de efusión i de sincera confraternidad entre todos.

Ya sabéis que Chile se encontró como Atila detenido en su marcha ¿i qué hizo entonces? mandó a construir estos encorazados, el Cochrane i el Blanco Encalada, para prepararse a la usurpación de un grado mas en el tratado de 1874. Este tratado, ciudadanos, es nulo desde su orijen porque conforme al inciso 3º del articulo 8º de la alianza defensiva de 1873, Bolivia no podía ajustarlo sin el previo acuerdo del Perú; ese tratado no existe ni para el Perú ni para Bolivia, i ya comprenderéis ahora que el atentado del 14 de Febrero, la ocupación de los territorios bolivianos, no solo no descansa como reivindicación en ningún titulo de dominio ni de posesión, sino que tampoco descansa como pacto internacional en ningún titulo legal.

Cuando Chile, señores, se ha convencido de todo esto, cuando se ha visto perdido en su camino i sin ningún rumbo fijo al fin que se proponía, Chile ha rechazado nuestra mediación, ha repelido nuestra palabra de paz i nos ha declarado la guerra, haciendo servir en ella los encorazados pedidos contra las repúblicas Arjentina i de Bolivia, pero que realmente, desde su orijen, estuvieron destinados contra nosotros. Estos procedimientos de mala fe refinada i de perfidia, tienen su parecido en la historia.

Ciudadanos: 
Chile es hoi como Cartago, que provoca contra Roma la primera guerra púnica; felizmente, sin que ellos tengan un Aníbal, nosotros podemos vanagloriarnos de tener al frente de nuestros destinos al Escipión del 2 de Mayo de 1866.

Pero, señores, ¿qué había hecho el Perú en esta misma cuestión para merecer de Chile tan desenfadado desafío? yo os repetiré las sinceras palabras de verdad i lealtad de nuestra misma cancillería. No obstante que nuestro tratado de alianza nos prescribía claramente un casus foederis, quisimos evitar al mundo americano el gravísimo escándalo de una guerra fratricida entre dos amigos que son dos ramas del grande árbol fecundado con la sangre de tantos mártires, i con tan noble objeto i tan levantado corazón, quisimos convertirnos de aliados i beligerantes en mediadores i nobles mensajeros de la paz, i en los primeros días de la recrudescencia, ofrecimos en tal sentido nuestros buenos oficios al gabinete de Santiago, buenos oficios repelidos sin discusión ni examen porque estaba preconcebido el golpe de mano en los inermes territorios bolivianos, en las soledades de Atacama, a la manera de los beduinos que asaltan en los desiertos de África a las caravanas de los comerciantes pacíficos. A pesar de esto, un hombre en cuyo corazón se alberga siempre el sentimiento del bien, un hombre que vive por el bien de la patria i para el bien de sus semejantes, nuestro Presidente de la República, creyó todavía existente en la conciencia de Chile un átomo de prudencia, de justicia i de templanza. Con este jeneroso sentimiento insistimos en una nueva misión de paz, i en el espacio de 25 días nuestro Gobierno ha adquirido el triste convencimiento de que para los malos nada significan los consejos ni las súplicas de los buenos; mas aun, se ha convencido de que en la víspera misma de declararnos la guerra se pretendía engañarlo con una nueva legación chilena mensajera de la paz; i era, señores, que Chile quería ganar un cierto espacio de tiempo para descuidarnos e impedir el refuerzo definitivo de nuestras fronteras. Nuestro Gobierno, señores, sagaz como prudente, todo lo tenía previsto, por manera que cuando Chile nos ha declarado la guerra nos ha encontrado con nuestras grandes guardias dispuestas al combate a las inmediaciones del Loa.

Bien por nuestro gobierno, ciudadanos; mui bien, puesto que podemos repetir con el jefe del Estado, si la guerra quieren, guerra tendrán, guerra grande, guerra terrible, guerra inmensa, en una palabra guerra sin cuarteles. Bien por nuestro Gobierno, ciudadanos, mui bien.

La guerra declarada por Chile importa, señores, la pérdida de la última tabla de salvación de ese país desgraciado, en medio de la revolución social que lo devora, esto es, en el levantamiento trascendental del roto contra el pelucón que lo ha crucificado a látigos en el cuerpo i en el alma durante treinta i cinco años. Voi a daros, ciudadanos, la demostración de este hecho que constituye, por decirlo así, una especie de parábola en la existencia política i social de los chilenos.

No quiero hablaros de tiempos atrasados; traigo a vuestra memoria hechos económicos de que todos somos en el Perú, con relación a la mísera existencia de Chile, espectadores i testigos, inclusive la numerosa adolescencia que nos escucha. Vosotros sabéis que en nuestras salitreras i guaneras hemos mantenido en los últimos diez años 8,000 chilenos, i que en el quinquenio de 1868 a 73, hemos mantenido 5,000 mas en nuestros ferrocarriles. Estos son los que en el Mapocho se llaman los gañanes o los rotos, estas son las superfectaciones de una sociedad trabajada por la miseria que el Perú se encarga humanitariamente de sostener i alimentar en bien de Chile con el pan de cada día. 

Ciudadanos: a estos rotos les hemos dado 40.000,000 de que hemos privado a nuestros trabajadores trasandinos. Vosotros sabéis igualmente que el mercado principal de los trigos i porotos chilenos, sea de sus cereales, ha sido nuestra Republica, que pidiéndole para su consumo una producción equivalente en diez años a 50.000,000 nominales ha dejado a sus cultivadores un beneficio de mas de 20.000,000. I vosotros sabéis también que no habiendo sido el capital indígena de Chile, aun nacionalizado el estranjero, de mas de 15.000,000 de nuestras salitreras ha obtenido en el curso de diez años mas de 40.000,000 de pesos.

Esta valoración económica, señores, equivaliendo a 100.000,000 en diez años, representaba para Chile un mercado que, sobre salvarlo de una revolución social interna, deja un saldo de 6.000,000 por año en su riqueza nacional, 6.000,000 que Chile ha perdido desde hace 4 a 6 años recibiéndolos del Perú para arrojarlos insensatamente en las empresas mineras de Antofagasta en cuyo abismo sin fondo se ha ido la economía del labrador, la renta del capitalista, i aun la economía del funcionario civil, arrastrando en tan insondable abismo toda la economía fiscal de un país cuya suerte corresponde al castigo merecido por los malos; i digo la economía fiscal, porque empobrecidos los campos, arruinada la industria del crédito i aniquiladas con el juego de la fortuna las fuentes de la riqueza, Chile ha visto disminuirse sus consumos de importaciones aduaneras, disminuir sus impuestos directos i languidecer sus elementos de producción. Perdida su industria minera, perdida la industria del capital, i levantándose en la América del Norte un poder colosal que comienza a aniquilar la industria de los cereales, Chile, señores, debía perecer bien pronto trabajado por la miseria y por una profunda revolución social. Para los hombres pensadores, Chile no tiene mas camino que el salteo de Atacama como medio i la invasión del Perú como fin, porque los chilenos, como los antiguos cananeos, se encontraban en el caso de gobernarse por la doctrina que consiste en lejitimar el crimen con la necesidad, i por esto, señores, que los he comparado con los cartajineses primitivos que implantaron la doctrina de sus projenitores en las primeras guerras púnicas contra Roma. El ejemplo lo tenéis desde ayer; Iquique i sus inmediaciones están bloqueados por las fuerzas de Chile. ¿Con qué objeto, menos que con el de represalia de guerra, no motivada todavía, con el de hacer botín de nuestros salitres, de nuestra riqueza nacional, falsificando así los medios bélicos que acuerda el derecho de jentes?

Felizmente esto no durará mucho tiempo, aun cuando se prolongue la guerra, porque nuestras fuerzas navales i nuestros marinos cumplirán en breve con el deber que la patria les impone, en tanto que nuestros bravos soldados darán cuenta de las fuerzas de ocupación del otro lado del Loa, i, escuchad ciudadanos, que si hai soldado de facción que en aquella da el ¡quién vive! hay otro que de nuestra parte contesta ¡el Perú! oprimiendo su fusil al corazón. Ciudadanos, Chile nos ha declarado la guerra sin comprender que el destino le ciega para perderlo.

¡Bendita sea, señores, esta guerra, jermen para nosotros de proficuos resultados! i yo os lo voi a trazar someramente para que vosotros todos bendigáis la guerra defensiva que debe dirijir nuestro Gobierno, contemplando en la nación un solo hombre, un solo campamento de valientes, que pone en sus manos, a la vez que toda su confianza, su futuro destino.

¿Sabéis señores, cuales son para el Perú los inmediatos resultados de la guerra que Chile nos declara? Vuestro patriotismo i vuestro buen sentido los siente i los comprende; así es que mi palabra no tendrá sino el pequeño trabajo de analizar vuestra propia síntesis.

Trabajados estábamos hace quince años por la división de partidos, por las ardientes pasiones políticas, propias de toda democracia que definitivamente se constituye; acabábamos de pasar por dos sangrientas peripecias i estábamos amenazados de sacrificarnos a nuestras reciprocas ideas políticas como se sacrificaron en otro tiempo las antiguas Repúblicas italianas. Nosotros no podíamos escapar a las formidables e inflexibles leyes de la historia, i era preciso, como un milagro providencial para que, saliendo de una vorájine, nos halláramos de repente en el mas tranquilo i pacífico de una reconciliación jeneral; de una reconciliación sincera, por sentimiento i por conciencia, que nos hiciera recobrar en la suerte futura de la patria, la unidad de nuestras miras, conspirando todas juntas al bienestar i la felicidad común. Bendita, pues, esta guerra señores, que nos conduce al doble fin de nuestra regeneración moral, por el camino anchuroso de nuestra concordia política.

No creáis ciudadanos ni por un momento que esta guerra nos traiga, aparte de perturbaciones transitorias, ninguna miseria ni desolación permanente. Sabed compatriotas todos que el solo hecho de la guerra producirá en nuestros depósitos de salitre en el extranjero un aumento en valor por cuatro o seis millones de pesos fuertes; sabed que nuestras cuestiones económicas en el esterior se encuentran camino de una brillante solución, que no sólo hará convalecer nuestro crédito, sino que serán todavía mejoradas con nuestra victoria sobre Chile; y sabed en fin que para esta guerra nuestro gobierno no necesita de extorsiones ni de empréstitos porque cuenta desde el primer día con la renta y capital de todos los ciudadanos que a porfía se apresurarán a colocarlos en el altar de la patria. Nuestras madres, nuestras esposas i nuestras hijas, como las mujeres griegas, nos dicen en el hogar que vayamos todos a la defensa de la republica, i que regresemos con una cicatriz para conmemorar la victoria.

Nada tengo que deciros de nuestros valerosos soldados y de nuestros serenos e imperturbables marinos; ellos que salvaron la segunda independencia en 1866, sabrán cumplir con su deber en 1879. La prudencia del jeneral aumenta el coraje de sus soldados; el presidente Prado ha sido i es hasta hoi , tan prudente como lo reclama su encumbrada majistratura i su renombre ya histórico en América. Unámonos todos en derredor del jefe del Estado, sigamos el rumbo que el nos indique y tengamos la confianza de que no zozobra en la tempestad el barco que lleva a César i su fortuna.

Pero vosotros me diréis: ¿Cuáles son, después de todo, los resultados prácticos de esta guerra? voi a decíroslo con el presentimiento profético con que describí la conducta de Chile con el Perú desde 1867. Esta guerra, más temprano o más tarde tendrá por término la victoria y para entonces, señores, es necesario que el Perú comprenda la elevada misión que estará llamado a cumplir en los destinos de este continente.

El primer resultado práctico debe ser, por consiguiente, restablecer toda su fuerza moral i de doctrina positiva al común acuerdo de 1810, o sea al principio del uti possidetis del continente americano, por cuyo medio Bolivia recobrará hasta el grado 27 en el Pacifico, punto en que terminaba la jurisdicción del Alto Perú.

El segundo resultado práctico tiene que ser la forzosa y necesaria consecuencia de la guerra; tiene que consistir en la pacificación i completa tranquilidad de esta parte del continente, tranquilidad que estará precisamente bajo la salvaguardia del Perú, encargado de mantener a Chile en la impotencia para que no perturbe nunca la paz de las naciones i aprenda, con una dolorosa experiencia, a respetar a sus vecinos. Con tan importante objeto hemos de tomar i debemos de tener desde el grado 47 hasta el 56, esto es, desde el golfo de las Penas hasta el Cabo de Hornos, o sea los dos archipiélagos de la Madre de Dios i el de Magallanes, porque solamente así la América se encontrará tranquila de las asechanzas de un fratricicida, i porque guardado el mundo sud americano por Colombia en el istmo de Panamá y por Perú en el estrecho de Magallanes, habrán quedado definitivamente resueltos los destinos de la América latina.

Señores: Chile es un país raquítico i endeble; es un país que tiene lo suficiente con 20 grados de latitud Sur para su existencia política y social.

Ciudadanos: Vamos a la guerra con la conciencia de la noble causa que en ella nos compromete, con el sentimiento de que desenvainamos nuestra espada para defender a Bolivia, que nos dió su decisión final en 1866, i a quien debemos tener el amor que inspira la hija de nuestras entrañas.

¡A la guerra, ciudadanos! A la guerra sin tregua, terrible i tremenda!

La victoria nos espera.
¡¡Viva la República!!"


****************
Ahumada Moreno, Pascual. "Guerra del Pacífico, Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias i demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú i Bolivia" Tomo I, Valparaíso, 1884. 

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. Lo sensible de este discurso es tener que admitir que, paralelamente al mismo, acá en Chile tomaban la palabra oradores del mismo corte para hablar similar tipo de estupideces. Se enrostraba al enemigo pecados y actitudes supuestos o tergiversados con gran calor y el aplauso de las masas.
    Pero el caso del discurso del Dr. Casós es señero por cuanto se destaca en él, entre tanta otra argumentación enjundiosa, dos ideas que impresionaron con fuerza y quedaron registradas en las mentes de los hombres gobernantes e influyentes del Chile de 1879:

    1) La afirmación de que la guerra constituiría una bendición para el Perú, por la revalorización que vendría de ello al valor de sus productos de exportación, así como la reactivación económica y unidad nacional que serían las consecuencias inmediatas del conflicto.
    Es difícil imaginar, aún dentro de la exaltación natural del momento, consecuencias más apartadas de la realidad que empezó a vivir Perú a contar de esas fechas.

    2) La necesidad de reducir a Chile a unos 20 grados (de latitud) de extensión total, despojándole de su territorio comprendido entre los grados 47 y 56, entre el Golfo de Penas y el Cabo de Hornos, incluyendo el Estrecho de Magallanes. Unos 1.100 km. de litoral, abarcando ambos campos de hielo. Este punto 2), necesario para regir los destinos de América latitud Sur.

    Argumentación que hicieron suya, durante los primeros meses del conflicto, distintos prohombres chilenos para justificar, no sólo la necesidad de derrotar al adversario y dejarlo económicamente postrado por un par de generaciones, sino también despojarlo de una parte importante de su territorio en calidad de compensación de guerra.

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