6 de marzo de 2022

Luis Albrecht

Luis G. Albrecht
Don Luis Albrecht

El recuerdo de este ilustre caballero está íntimamente vinculado a la historia industrial del departamento de La Libertad es un deber recordar a las nuevas generaciones la labor de quienes como el señor Albrecht aportaron al progreso del País junto con los prestigios de su capacidad competencia, sus marcando nuevas rutas y orientando la actividad nacional hacia senderos desconocidos; y un deber no sólo para lograr a su memoria el sitio de honor que le corresponde en la gratitud de los pueblos que beneficiara su talento, sino que debe exhibirse como un ejemplo y como una enseñanza. 

El señor Albrecht vino al Perú el año de 1855, a la edad de 28 años, pues había nacido de noble origen, en el castillo de Bug, cerca de Damberg, capital de la Franconia en Baviera, el 19 de Marzo de 1827. Poco tiempo después contrajo matrimonio con la señora doña Emilia Casanova, hija del coronel don Domingo Casanova, ilustre militar peruano que ostentaba sobre su pecho las medallas de vencedor de Junín y Ayacucho. 

En la provincia de Trujillo y en el valle de Chicama, empieza, podemos decir el desarrollo de su extraordinaria actividad. Dedicado a la agricultura en el fundo "Facalá", concibe el grandioso proyecto de establecer allí la fabricación de azúcar y con notable energía, venciendo innumerables dificultades y soportando bravamente infinitos contratiempos, logra su objeto y funda el primer Ingenio de Azúcar en el Perú. Tal acontecimiento tuvo lugar el año 1862, va a cumplirse y medio siglo, constituyendo un hecho notable para la historia industrial del País. 

El éxito de este primer esfuerzo y sobre todo su afán de ir cada vez más adelante, seguro de su obra y sustentándola sobre la base de su talento y su carácter, le hace emprender mayores empresas y el año de 1871, traspasado su primitivo ingenio, establece uno nuevo en sus Haciendas Sausal y Casa Grande. No sería posible describir las grandes contrariedades que hubo de vencer para llevar a feliz término esta magna empresa, pues la nueva Fábrica, con una enorme capacidad, estaba destinada a convertirse en una Central de molienda en el valle, contribuyendo así al cultivo intensivo de la caña y beneficiando a los pequeños agricultores. Tal obra de su espíritu superior, encontró resistencias y despertó no pocas envidias perdiéndose así los beneficios de esta brillante iniciativa, en la que había empleado s/.800.000 o sea un millón seiscientos mil soles de nuestra moneda actual. 

Más de 30 años de su vida, dedicados por entero al trabajo, y a la acción inteligente y fecunda, no le dejaron, sin embargo, sino un poco de fatiga en el cuerpo y mucho de desengaño en el espíritu, aunque sin duda tuvo la satisfacción de haberles vivido cumpliendo noble y austera misión.
 
El trabajo, que ennobleciera sus cualidades, puso en su corazón una nueva virtud, la generosidad que supo emplear la abnegación y la delicadeza de su alto espíritu. Queriendo a este Perú, donde había desenvuelto los prodigios de su actividad y al que había ofrendado en la lucha sus mejores años, quiso mostrarle su afecto en las horas luctuosas de nuestra desgraciada guerra y puso su al alcance de la rapacidad del invasor. 

Cooperó con su dinero a pagar los cupos impuestos por los chilenos salvando a las ciudades de Trujillo y Santiago de Chuco del saqueo; así como el Puente de Chicama y prestó refugio en su hacienda a las principales familias de la localidad. 

En Trujillo se conserva vivo el recuerdo de este hombre excepcional y su nombre está aureolado por la gratitud y la admiración. 

MUNDIAL se honra recogiendo en sus columnas este vivo homenaje y al consignarlo tiene la satisfacción de cumplir un alto deber de justicia y un noble mandato. 


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Revista "Mundial". Número extraordinario. Lima, diciembre de 1920.

Saludos
Jonatan Saona

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