2 de marzo de 2022

Cecilio Cox Doray

Cecilio Cox Doray
Don Cecilio Cox y Doray

El nombre de este ilustre ciudadano, que ocupó en la ciudad de Trujillo, espectable situación económica, constituye uno de los valiosos prestigios de su historia. Su figura vinculada estrechamente a las horas luctuosas de la ocupación chilena de ese departamento, tiene en la galería de nuestros patriotas esclarecidos un lugar prominente y en el corazón de sus conciudadanos un brillante sitio de honor. El recuerdo de su acción generosa, nacida al calor de su exaltado patriotismo llena una brillante página en el trágico desfile de nuestros infortunios y constituye un timbre de orgullo para nuestra nacionalidad. Recordar tales hechos es cumplir un imperativo deber; exaltarlos es hacer obra de justicia; exhibirlos a la consideración del país es contribuir a la educación cívica del pueblo.

No nos referiremos aquí, a los actos generales practicados por el señor Cox, en su vida laboriosa y fecunda, orientada celosamente por el sendero del bien, pues queremos dejar sola, brillando hasta opacar todas las demás, aquella acción en que culminaron sus grandes virtudes, presentándola como una lección e incorporándola en las luminosas páginas de nuestro heroísmo.

Don Cecilio Cox ocupaba la alcaldía de Trujillo, cuando las tropas invasoras sitiaban la ciudad. La rapacidad chilena insaciable, personificada en el astuto e inexorable Lynch, exigía para no entregarla al vandalaje junto con los prestigios de su capacidad y competencia, sus energías, marcando nuevas rutas y orientando la actividad nacio de sus hordas, un cupo de 35,000 soles, pagable en angustioso término.

Se sumaba a esta imposición, nuevo cupo de 40,000 soles, como condición para no destruír el puente sobre el río Chicama que comunica la Ciudad y su campiña con ese fértil valle. 

Ante tal situación y la imposibilidad de reunir ese dinero, entre los pobladores, dado el estado de miseria en que se encontraban, por las constantes exigencias de la guerra, y la natural paralización de su comercio e industria, el Alcalde de Trujillo, con un alto concepto de su deber y un raro desprendimiento, sacrificó su bienestar personal, el patrimonio de sus hijos, el fruto íntegro de su trabajo, y lo puso en manos del invasor, salvando así a la ciudad que le había conferido su representación, de los horrores del saqueo. De su situación de relativa holgura económica, y ya sobre sus hombros el peso de muchos años.de labor, dedicó nuevamente sus esfuerzos a labrar el pan de los suyos, bañado su espíritu en la luz esplendorosa de su sacrificio, aureolada su conciencia por los prestigios del deber, exageradamente cumplido, más allá de sus propias fuerzas. 

Poco después completando la generosidad de su acción y dando una rara muestra de la fortaleza de su espíritu, al entregar la plaza al jefe del ejército de ocupación, entre cuyas filas se había propagado la noticia de su desprendimiento, fué preguntado por éste, sobre quiénes eran las personas solventes, que podían devolverle el dinero pagado por él, le contestó: "Nadie me debe nada señor coronel." Tales palabras revelar su gran abnegación y sobre todo su extraordinario patriotismo, pues es de advertir, que el jefe chileno, coronel Martínez, hombre de brillante educación, y de nobles prendas personales, que admiraba como no podía dejar de ser la acción del señor Cox, le había ofrecido hacerle devolver ese dinero en 24 horas. 

Prefirió su ruina, a deber el bienestar los enemigos de su patria. 

El Perú tiene para la memoria de don Cecilio Cox, una inmensa deuda: su iniciativa debe traducirse en un monumento desde donde este hombre ilustre presida las palpitaciones de una ciudad que salvó con su heroísmo. 

Así lo reclama la gratitud de un pueblo. 


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Revista "Mundial". Número extraordinario. Lima, diciembre de 1920.

Saludos
Jonatan Saona

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