6 de enero de 2020

Enrique Prenafeta

Enrique Prenafeta
Don Enrique Prenafeta
Subteniente del Rejimiento Chacabuco

I.
De en medio de las grandes almas en ciernes que el plomo sordo i brutal de las modernas guerras tronchó temprano en su raudal, a la manera del vendabal furioso que postra los tiernos retoños de la espesa selva, toma su vuelo hacia lo desconocido por entre el fragor de fieros combates, la existencia de un niño que aún no asomaba a los dinteles de la juventud viril i era ya por sus actos, sus creencias, su denuedo i su fe en el porvenir una verdadera esperanza para las armas de la República.

El nombre de ese niño era Enrique Prenafeta.
Su ciudad natal, Santiago; su edad, 20 años.

II.
Había nacido aquel mancebo de ánimo de suyo levantado, con destino a la guerra, i si su buen padre don Aniceto Prenafeta no ha sido sinó un animoso minero i un pacífico ensayador de metales, su abuelo fué un valiente soldado catalán que en Maipo se batió bajo el pendón del rei i era oriundo de Reus, patria de Prim. (1)

I desde mui niño, como este último famoso capitán español, mostró el nieto, impetuoso amor por la guerra i por la gloria, "Tiempo es, señor, que me conozca,—escribía a su padre cuando tenía apenas 20 años.—No soi yo llamado a marchar por la rutinaria senda del trabajo material. Necesito concluir mi carrera de abogado, i concluida ésta trabajar para llegar al grado más alto a que puede llegar el hombre. No temo a la fortuna i tengo, señor mis caprichos de gloria......"

Esos "caprichos de gloria" llevaron a Enrique Prenafeta a las armas i en seguida a la muerte de la breve manera que vamos a contar.

III.
De su vida, rápida casi como un suspiro de la noche fugaz, no nos ha quedado sinó pálida huella en la memoria de uno de sus condiscípulos i amigo de la cartilla i la cimarra que agrupó en unos cuantos cortos rasgos su niñez turbulenta, recordándola, a poco de su heroica muerte, en un diario de Valparaíso {El Mercurio del 25 de febrero de 1881.)

"Su modesta i honorable familia,—dice aquel sucinto biógrafo de una carrera apenas comenzada,—queriendo formar su corazón desde su más tierna infancia, lo entregó a la edad de cinco años a los cuidados de la señora Mercedes Vázquez, quién fué la primera en colocarle la cartilla en la mano.

"A los siete años pasó al colejio de las señoras Cavieres. Su primera profesora, como las segundas, cobraron gran cariño por el niño, tanto por su carácter de viveza e intelijencia que le distinguía, como por su intachable conducta i los grandes progresos que alcanzaba en los ramos de estudio que se le enseñaban.

"A los ocho años de edad ya se hizo necesario colocarlo en un colejio de importancia para hombres, i en consecuencia se elijió el del señor Fredes, que gozaba a la sazón de gran fama i valía.

"Enrique fué allí perfectamente recibido, consiguiendo, como siempre, captarse la simpatía i aprecio jeneral especialmente el cariño del mismo director del establecimiento."

IV.
Esa había sido toda su niñez.

Pero a la edad de 15 años, edad en que con el bozo del labio brota en el corazón el primer escondido fuego, entró Enrique Prenafeta a la Academia militar, i pronto se distinguió por su claro entendimiento, por la enerjía acentuada de su carácter, i la turbulencia ardorosa i aún desasosegada de su espíritu. Era un niño que prometía ser soldado; era un cadete que auguraba un héroe.

"Sus inclinaciones i aspiraciones—añade el rasgo de su infancia que ya hemos citado —empezaron a hablar a su corazón juvenil i entusiasta, i pronto exijió se le colocase en la escuela militar.

"Como ésta era una resolución irrevocable del joven estudiante, hubo necesidad de aceptarla, i poco tiempo después ya Prenafeta era uno de los mejores alumnos del ilustre jeneral Escala.

"I tanto fué así, que habiendo estado el primer año pagando su pensión i no pudiendo hacerlo el segundo por falta de recursos, cuando se solicitó del noble veterano la beca anual del establecimiento, no tuvo inconveniente en dar el informe que sigue:

"La solicitud de beca que para el joven Prenafeta se pide, a mi juicio creo debe atenderse con preferencia, porque será una adquisición para la escuela la incorporación de este joven en el establecimiento."

V.
Los primeros exámenes del cadete Prenafeta en la Academia Militar fueron brillantísimos, especialmente los que rindiera en 1874. Pero su carácter vivo, resuelto i en el fondo ambicioso de emociones i renombre, le traía de continuo en peligro de algún grave trastorno en los comienzos de una carrera difícil, áspera i confiada a sus solas fuerzas.

I así aconteció, en efecto. Porque complicado en primera línea en los violentos si bien infantiles disturbios que en 1877 hicieron indispensable cerrar aquel establecimiento nacional, i declarada dos años más tarde la guerra a las repúblicas vecinas, el impetuoso alumno del jeneral Escala en el aula de la Maestranza no pensó sino en seguirlo a los campamentos i a las batallas.

En vano fué que su padre, escaso de fortuna, se empeñase en disuadirlo presentándole los próximos halagos de su carrera. En 1879 el ex-cadete era ya bachiller en humanidades, seguía su curso de leyes de la Universidad, i como él mismo lo observaba a su familia con cierto orgullo "le faltaban sólo tres años para ser abogado", esta meta suprema de toda ambición vulgar o jenerosa en nuestra tierra.

VI.
Pero sus "caprichos de gloria" del claustro infantil le perseguían más que la codicia de adocenado diploma. I por esto, contando talvez con vida incierta e infortunada, escribía a su padre en víspera de hacerse soldado estas palabras de cariñosa injenuidad, a propósito de un tierno hermano que aquél le confiara: "Fíjese, señor, en que no siempre podré ser el apoyo de mi hermano. Sostenga usted el árbol que dará sombra a esa planta que nace..."

¿Presentía, por ventura, el esforzado mancebo que la rama se desgajaría pronto del tronco i caería a sus pies vuelta cadáver?

VII.
Durante los primeros meses de la guerra, las autoridades militares de la capital rehusaron otorgar al ex-cadete Prenafeta un puesto cualquiera en el ejército, en castigo de su rebelión conocida en 1877. Pero él buscó aquella solución por otro camino. Profesor e inspector del instituto Chileno, establecimiento de educación media que en la calle Santa Rosa rejía con intelijencia el señor Almeida, el ex-cadete organizó una brigada de voluntarios, que armada de fusiles de palo i con espadas de hoja de lata hacía bulliciosos pero ordenados ejercicios en las calles, alistando la muchedumbre guerrera de aquel populoso barrio.

Prenafeta fué proclamado comandante instructor de la Brigada Santa Rosa, que así la llamara él mismo, i llegó a merecer por su adelanto un elojio insigne para un colejial—o una tropa de colejiales— el de la "crónica local" del diario El Ferrocarril.

VIII.
Con este doble título, el de ex-cadete i el de comandante de brigada, el joven Prenafeta obtuvo al fin lo que era el ideal de sus ambiciones, i cuando el batallón Chacabuco, que había sido brigada, como la suya, fué elevado a rejimiento en 1880, obtuvo en sus filas el puesto de subteniente.

Desde Calana escribía a su padre, antes de emprender la marcha sobre Lima, que concluida la campaña volvería a recibirse de abogado, i seguiría después la carrera de las armas. Su modelo, según lo decía él mismo, era aquel sublime capitán-abogado que murió sobre el puente de una nave enemiga.

IX.
Pero la segur de la muerte detuvo la carrera del cadete-bachiller en la primera etapa, cayendo mortalmente herido encima de la tercer trinchera del aleve enemigo en Miraflores, "Habiendo sido testigo,—dice uno de sus compañeros de armas,—de sus hazañas en el combate de Miraflores me creo en el deber de declarar que Enrique Prenafeta fué un héroe en la pelea i uno de los primeros oficiales del ejército que arrebataba las trincheras al enemigo al grito de "¡Arriba compañeros!..." Pero estaba escrito: al llegar a la tercera trinchera, estalló una mina que lo arrojó al suelo sin causarle daño notable. En el acto se levantó, subió sobre el parapeto, i al mostrarse allí victorioso al enemigo que huía, una bala le atravesó el estómago i derribó de espaldas aquel león de veinte años de edad."

"Embarcado en seguida,—añade por su parte su infeliz padre,—en el primer "sepulcro flotante" que trajo heridos al sur, murió a bordo del Itata, al salir este trasporte de Iquique. Su cuerpo fué conservado a bordo hasta Valparaíso, gracias a la intervención del lamentado comandante Dublé Almeida, i de allí trasladado a Santiago, su ciudad natal, donde hoi descansa en paz."

X.
Fué Enrique Prenafeta un mozo a quien la fortuna nególe sus poderosas alas al partir, pero que si hubiera sobrevivido a sus tempranos hechos habríase abierto de seguro ancha carrera en la política, en las armas, en las letras de su patria.

Era una intelijencia precoz, un corazón atrevido, una naturaleza rica i jenerosa, que desheredada de los hados, brilló sólo cual lampo de luz en cielo tormentoso, dejando apenas como impresión i como memoria un nombre de niño rodeado de la aureola de los verdaderos inmortales.
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(1) Existe en España, capitanía jeneral de Cataluña, provincia de Tarragona (de donde proceden los Prat i los Prats) un lugarejo de 35 casas i 130 habitantes, llamado Prenafeta, abundante en trigos, en conejos i, por lo visto, en bravos.
Prenafeta dista cuatro leguas de Tarragona i catorce de Barcelona.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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